Hay un umbral en la conciencia de la persona que cuanta más información y más noticias, menos atención y menos implicación. Como si fuéramos alejándonos ante el sufrimiento ajeno. Esto tiene su consecuencia en el terreno de la solidaridad. Nuestra mirada sobre la realidad se está volviendo más apática.
Por lo visto no es cuestión de mala voluntad o de falta de conciencia solidaria, sino que estamos tan llenos de información que no damos abasto con ella y no podemos procesarla con la hondura necesaria y pasa junto a nosotros sin que nos afecte más allá del momento en que la recibimos. Nuestro corazón y nuestra cabeza necesitan una mayor cercanía espacio temporal para que actuemos acorde con las necesidades de la realidad de las personas. Qué diferente es ver en primera persona alguien necesitado que tener noticia de ello a través de una pantalla.
Es necesario ser conscientes de las limitaciones de nuestra generosidad. Es decir, necesitamos educar nuestra mirada para que nuestra solidaridad no sea mero reflejo del solo sentimiento del momento –de corto recorrido–, sino que sea también fruto de la reflexión, análisis, pensamiento, convicción ética y moral. Así la mirada será más cercana a las personas reales.
Carta de Asís, mayo 2025
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