sábado, 19 de octubre de 2024

AMBICIÓN Y GENEROSIDAD

El evangelio de este domingo habla de la ambición, que viene siempre con nosotros, pegada como una sombra. Los discípulos han dejado muchas cosas al seguir a Jesús (familia, trabajo, posesiones, etc.). Pero no han dejado la ambición, viene con ellos. Siguen a Jesús, pero esperan beneficios. Por eso dice el texto que, cuando la madre de los Zebedeos hizo para sus hijos la petición de los primeros puestos, los otros diez, al oír aquello, se indignaron. ¿Por qué? Pues porque ellos también aspiraban a esos puestos de honor. La ambición manifestada con toda candidez.

Tendrá que mediar mucha enseñanza y ejemplo de Jesús, mucho discernimiento, no poco sufrimiento para que entiendan, por fin, que el reino de Dios no es para sacar beneficios personales, sino para llegar al bien común de la nueva sociedad. Habrán de entender que seguir a Jesús demanda explícitamente el abandono de la ambición.

Los cristianos albergamos, a veces, grandes ambiciones. Los mismos clérigos, que debería ser más desprendidos son, a veces, paradigma de ambición. Por eso el Papa les anima a huir de la carrera eclesiástica “como de la peste”. Una vida de una cierta sobriedad puede ayudarnos a mantener a raya la ambición, a que vaya surgiendo en nosotros una vida de creciente generosidad.


Fidel Aizpurúa, capuchino

martes, 15 de octubre de 2024

EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS VISTO POR: JOAN MIRÓ

Joan Miró ilustró el volumen Cántic del sol, el célebre poema de San Francisco de Asís traducido al catalán por Josep Carner y publicado, con las ilustraciones de Miró, por Gustavo Gili en 1975.

Coincide Joan Miró con Francisco de Asís en su amor desbordado por la naturaleza, en su devoción por los paisajes y las criaturas que uno elevó a la esfera de la teología y que otro transformó en una de las creaciones artísticas fundamentales del siglo XX. Los pájaros, las estrellas, la luna y hasta las humildes huertas son tema y título de un conjunto de 35 aguafuertes y aguatintas.

Las redes, las estrellas, las lunas, las marañas, las lenguas de mar, los firmamentos y los crepúsculos de Miró se cruzan sobre el papel con el esplendor de las palabras de Francisco, que rinde tributo, en su lenguaje, al hermano sol, al hermano viento, a la hermana agua y, en fin, a todas las criaturas.


sábado, 12 de octubre de 2024

VENDER Y DAR

Dice Jesús en el Evangelio a aquel joven rico, y nos dice también a nosotros: VENDE LO QUE TIENES Y DÁSELO A LOS POBRES. Esto nos parece algo inasequible: ¿voy a vender mi casa, mi coche, mis muebles y dárselos a los pobres? El Evangelio no nos puede pedir lo que, realistamente hablando, no podemos hacer. ¿Hemos, pues, de dejar de lado esta página del evangelio? No.

Puede sernos útil si entendemos el “vender y dar” como un desplazamiento. Se trata de desplazarse hacia las pobrezas: que te interesen más las situaciones de los pobres, que te informes más, que colabores más, que te descubras haciendo cosas que no son comunes a favor de otros, que te importen los dolores ajenos. Normalmente nos desplazamos en nuestra vida hacia el brillo, el poder y el dinero. Desplázate hacia el otro lado. Algo de eso sería el “vender y dar”.

Fidel Aizpurúa, capuchino

jueves, 10 de octubre de 2024

RATIO FORMATIONIS: LA CEGUERA

Francisco nunca ve cumplido el sueño de paz de su viaje a Damieta. Las cruzadas siempre acaban mal. A este sentimiento de fracaso, se suma una enfermedad en los ojos que acaba por dejarlo completamente ciego: conjuntivitis tracomatosa, un dolor insufrible que hace insoportable la presencia de la luz.

A este sufrimiento se añade uno todavía mayor: el aumento del número de hermanos convencidos de que el Evangelio no es suficiente para vivir. Quieren normas prácticas que orienten con mayor precisión la vida, piden regulaciones y glosas con las que cubrir la desnudez del Evangelio.

Francisco, ciego por fuera y lleno de sombras por dentro, se encuentra sometido a una fuerte tensión: entre las exigencias de muchos hermanos y la defensa de su intuición original.

La desesperanza y las dudas pesan en el corazón de Francisco. Quiere ver y no puede. No se siente con la fuerza y la claridad necesarias para guiar a los hermanos. Renunciando a su papel de guía espiritual, finalmente, y lejos de los hermanos, se refugia en un eremitorio. De nuevo, como años atrás, la ceguera existencial lo inunda todo, las sombras crecen y lo más triste sucede: la dulzura de vivir en fraternidad se ha transformado en amargura.

Cuando la tentación de volver atrás es cada vez más grande y siente que ha perdido las huellas del Maestro, Francisco regresa al silencio y, tocado de nuevo por él, escucha, como al inicio de su camino, la palabra del Evangelio: Jesús le invita a la desnudez, a la confianza, a la valentía del origen. En este momento de su vida, tiene que librar una última batalla, la decisiva: renunciar otra vez, definitivamente, a ser caballero, abandonar cualquier forma de dominio y de poder, y abrazar de nuevo la minoridad. El Evangelio le empuja a retomar la senda del único camino: la fraternidad.