sábado, 14 de diciembre de 2024
jueves, 12 de diciembre de 2024
martes, 10 de diciembre de 2024
RATIO FORMATIONIS: LA ALEGRIA
Todos buscamos ser felices: es una tendencia innata sin la cual no es posible vivir. No faltan, sin embargo, propuestas de alegría de bajo coste, instantánea, fugaz. Es una felicidad devaluada, una falsa alegría que desemboca en desencanto, frustración y tristeza.
En el relato de la verdadera alegría, Francisco abre su corazón y nos ofrece la sabiduría de su vida: la verdadera alegría no reside en el éxito. Hace falta tiempo para comprender la profundidad de este pensamiento, pues parece que la experiencia dice lo contrario: que solo en el aplauso, en el reconocimiento, en la satisfacción es natural sentirnos alegres.
¿Cómo puede actuar un hermano menor cuando no se ve valorado por los hermanos, cuando lo consideran prescindible, cuando no se siente amado por ellos? La respuesta de Francisco surge de su propia experiencia. Aquí está la verdadera y perfecta alegría: si tu corazón no se turba, si perseveras en tu vocación de seguir siendo hermano de todos, sin apropiarte de nada (incluso de aquello que crees merecer), entonces habrás derrotado para siempre las sombras de la tristeza.
El origen y el horizonte de la alegría franciscana están en el encuentro con Jesús. La experiencia de la Pascua -el encuentro con el Resucitado- conduce a una Vida abierta a todos, nos da fuerzas para no renunciar al sueño de una fraternidad de hermanos que caminan por el mundo ofreciendo un estilo de relación inclusiva, libre y fuente de libertad. De manera especial, la relación con los pobres nos centra en el Evangelio y nos hace ver que, en verdad, aquello que somos ante Dios, eso somos y nada más. Su amor incondicional y fiel es la razón de nuestra alegría verdadera.
En el relato de la verdadera alegría, Francisco abre su corazón y nos ofrece la sabiduría de su vida: la verdadera alegría no reside en el éxito. Hace falta tiempo para comprender la profundidad de este pensamiento, pues parece que la experiencia dice lo contrario: que solo en el aplauso, en el reconocimiento, en la satisfacción es natural sentirnos alegres.
¿Cómo puede actuar un hermano menor cuando no se ve valorado por los hermanos, cuando lo consideran prescindible, cuando no se siente amado por ellos? La respuesta de Francisco surge de su propia experiencia. Aquí está la verdadera y perfecta alegría: si tu corazón no se turba, si perseveras en tu vocación de seguir siendo hermano de todos, sin apropiarte de nada (incluso de aquello que crees merecer), entonces habrás derrotado para siempre las sombras de la tristeza.
El origen y el horizonte de la alegría franciscana están en el encuentro con Jesús. La experiencia de la Pascua -el encuentro con el Resucitado- conduce a una Vida abierta a todos, nos da fuerzas para no renunciar al sueño de una fraternidad de hermanos que caminan por el mundo ofreciendo un estilo de relación inclusiva, libre y fuente de libertad. De manera especial, la relación con los pobres nos centra en el Evangelio y nos hace ver que, en verdad, aquello que somos ante Dios, eso somos y nada más. Su amor incondicional y fiel es la razón de nuestra alegría verdadera.
domingo, 8 de diciembre de 2024
CON DIOS TODO ES POSIBLE
Todo nos es posible, en la medida humana, con el amparo amoroso de Dios. Pero no pidamos a Dios lo que tenemos que hacer nosotros. ¿Cómo podemos nosotros hacer que con Dios todo lo que es posible lo sea?
María nos enseña estos caminos de fe adulta. Dios estaba de su parte, pero a ella le correspondió dar cara a sus situaciones de vida nada fáciles. Celebrar su recuerdo habría de animarnos a encarar la vida con fuerza sabiendo que Dios está detrás sosteniéndonos. Con eso, el gozo de vivir será mayor y aumentará el valor ante las dificultades.
- Implicándonos: sin implicación la oración es una planta sin raíz; sin implicación las cosas no mejoran, quizá empeoran; sin implicación, la vida no avanza, retrocede.
- Confiando: si confías, las dificultades aminoran y las posibilidades de conseguir algo crecen; confiando, el corazón se entrega y los caminos humanos se hacen gozosos; si confías, hay más posibilidades de que la vida se entienda incluso cuando las cosas no van bien.
- Acompañando: cuando acompañas, Dios acompaña; cuando sales al camino, Dios se encuentra con el frágil; cuando escuchas amantemente, el necesitado de escucha cree que Dios mismo le escucha.
María nos enseña estos caminos de fe adulta. Dios estaba de su parte, pero a ella le correspondió dar cara a sus situaciones de vida nada fáciles. Celebrar su recuerdo habría de animarnos a encarar la vida con fuerza sabiendo que Dios está detrás sosteniéndonos. Con eso, el gozo de vivir será mayor y aumentará el valor ante las dificultades.
Fidel Aizpurúa, capuchino
viernes, 6 de diciembre de 2024
BRIZNAS DE ESPERANZA
La esperanza es un tema recurrente en Adviento. Pues ¡que vuelva la esperanza! Siempre viene bien volver a la espiritualidad de la esperanza sobre todo cuando esta parece escasear. Siempre nos alivia hablar de aquello que carecemos. Pero, de alguna manera, habría que “atrapar” aquello que nos resulta tan volátil.
Por eso mismo hablamos de “briznas”, de aquello atrapable, pero pequeño, de lo que resulta casi insignificante pero que está ahí al alcance de la mano. ¿Eso tan pequeño, esa “brizna”, puede suscitar esperanza? Quizá sí.
Dice el poeta M. Rico: “Nunca poseeremos la tierra./Si acaso, una brizna de aire o un destello”. Una brizna de aire, un destello, parecen nada. Pero es el don sagrado de vivir y respirar por el que algunos darían toda su fortuna. Y el francés G. Apollinaire: “Brizna de brezo, olor del tiempo./ Recuerda que yo te espero”. La esperanza como una brizna de brezo, una pajita humilde que, junto con otras, hace la escoba que barre el humilde hogar, las cuadras de los animales.
Habrá que acercar la esperanza y entenderla y vivirla de forma humilde. Quizá de ahí brote la chispa de un fuego que alumbre los pasos. Por eso el Adviento es tiempo propicio para llamar quedamente a la esperanza, para que vuelva a descongelar el duro corazón que dice que no hay nada que hacer, que todo seguirá igual o peor, que la noche sigue siendo el escenario de nuestra vida.
Adviento: tiempo para volver a la esperanza, con realismo, con humildad, con el anhelo que brota de un rescoldo del que vuelve a surgir una llamita, temblorosa y tenaz.
Por eso mismo hablamos de “briznas”, de aquello atrapable, pero pequeño, de lo que resulta casi insignificante pero que está ahí al alcance de la mano. ¿Eso tan pequeño, esa “brizna”, puede suscitar esperanza? Quizá sí.
Dice el poeta M. Rico: “Nunca poseeremos la tierra./Si acaso, una brizna de aire o un destello”. Una brizna de aire, un destello, parecen nada. Pero es el don sagrado de vivir y respirar por el que algunos darían toda su fortuna. Y el francés G. Apollinaire: “Brizna de brezo, olor del tiempo./ Recuerda que yo te espero”. La esperanza como una brizna de brezo, una pajita humilde que, junto con otras, hace la escoba que barre el humilde hogar, las cuadras de los animales.
Habrá que acercar la esperanza y entenderla y vivirla de forma humilde. Quizá de ahí brote la chispa de un fuego que alumbre los pasos. Por eso el Adviento es tiempo propicio para llamar quedamente a la esperanza, para que vuelva a descongelar el duro corazón que dice que no hay nada que hacer, que todo seguirá igual o peor, que la noche sigue siendo el escenario de nuestra vida.
Adviento: tiempo para volver a la esperanza, con realismo, con humildad, con el anhelo que brota de un rescoldo del que vuelve a surgir una llamita, temblorosa y tenaz.
Fidel Aizpurúa, capuchino
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