jueves, 12 de junio de 2025

TODOS CANTAMOS

Todos cantamos en la vida. No siempre es música, a veces es un canto interior, profundo, silencioso... pero todos con nuestra forma de creer, de amar, de vivir, de esperar, cantamos.

Hay cantos de alabanza, de gratitud, de misericordia, de justicia. Hay también cantos de batalla, de dolor, de miedo...

Si tuvieras que definir cómo es tu canto en este momento de la vida ¿que dirías?

martes, 10 de junio de 2025

NO HAY NADA QUE HACER; ¿O SÍ?

Cuando las personas con las que convivimos no responden a lo que esperamos de ellas, cuando nuestra relación va de frustración en frustración, suele asomar la idea de abandonar toda esperanza de futuro en la relación. Ciertamente, se dan situaciones en las cuales no es posible la convivencia y habrá que tomar medidas para salvar las personas.

Sin embargo, sin llegar a tales límites, más de una vez se nos desliza en las relaciones fraternas, familiares, de amistad, la desesperanza, la tentación de rendirnos. La persona que he querido y quiero, no da la talla que yo esperaba de ella, o me frustra en mis ilusiones, o no me corresponde como me gustaría, etc. Esto se formula de muchos modos: “no hay nada que hacer”, “no somos lo que pensábamos”, “¿Quién nos va a apreciar si nos llevamos mal?”. Y así una larga retahíla de sentencias que reflejan nuestra derrota. Esta sensación puede ser a nivel personal, familiar o institucional: la Iglesia, la parroquia, la comunidad, el país, el matrimonio…

Quizá tenga que comenzar por revisar mis expectativas, mis objetivos con respecto a esas personas o colectivos. Pero tal vez, también tenga que cambiar mi posición en las relaciones con los demás. Porque además de los problemas que los demás crean en la relación, también estoy yo en juego, mi mirada, mi tipo de presencia, de juicio, de servicio… De modo que en medio de las dificultades de la convivencia, los demás tendrán que ir cambiando, y también yo. Así, el camino a realizar será de todos. Aunque cada cual deberá hacer lo que le corresponda. E irán apareciendo nuevas dimensiones nunca pensadas en la fraternidad, en el matrimonio, en la comunidad.

La esperanza en las relaciones no es debida a los sueños que pongamos de ella, sino del camino que hacemos todos juntos. Dios sueña con nosotros y hace su camino con nosotros, lleno de paciencia y dedicación.

Carta de Asís, junio 2025

domingo, 8 de junio de 2025

VER A JESÚS EN LA VIDA

Escuchamos en el evangelio de hoy que los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor en su resurrección. No es rentable quedarse en las formas (¿cómo ocurrió eso, qué eran las apariciones?). Mejor ir al contenido.

La fe es una variante del amor porque es una adhesión del corazón. De modo que una fe con escasos niveles de amor (aunque tenga alto el nivel ideológico) no deja de ser una fe fría y, en definitiva, una fe débil. Por eso la fe anhela “ver” al Señor. Ya lo decía poéticamente san Juan de la Cruz que «la dolencia de amor se cura solo con la presencia y la figura». Es difícil amar sin ver. Es lógico que los discípulos se alegren viendo a Jesús.

Nosotros vemos a Jesús en el ámbito de lo religioso: en la hostia consagrada, en la custodia, en los crucifijos, en las imágenes y cuadros, en las plegarias, etc. Pero los discípulos ven a Jesús en uno que se sienta a la mesa, en uno que les acompaña, en uno que les bendice. En definitiva, ven a Jesús en la vida.

Decía el poeta alemán Rilke que «la casa de los pobres es un sagrario». Ante el sagrario nos arrodillamos o nos inclinamos porque desvelamos en ese sacramento la presencia de Jesús. Y así es. Pero quizá esa presencia sea más clara en la casa de los pobres, en el sufrimiento de los enfermos, en la soledad de los ancianos, en el temor horrible de quien vive bajo las bombas. Esos son los “sagrarios” donde se ve a Jesús con más claridad. Gaza es hoy para nosotros el gran “sagrario” que tenemos delante. ¿Lo vemos nosotros así?

Fidel Aizpurúa, capuchino

martes, 3 de junio de 2025

HERMANO LEÓN

Este tiempo de Pascua ha sido especialmente intenso en la vida de la Iglesia. La celebración del Pascua es ya un tiempo especial en ritmo normal del año litúrgico, pero este año la comenzamos y vivimos con una gran novedad. La muerte del papa Francisco y la elección del nuevo papa han marcado el ritmo en la vida de la Iglesia y han causado gran expectación.

Las redes sociales y los medios de comunicación, desde distintas sensibilidades e intereses, nos han hecho partícipes a todo el mundo de lo que acontecía esos días en Roma: los funerales del papa Francisco, la llegada de los cardenales, la convocatoria del cónclave, las votaciones, las fumatas negra y blanca … La gran preocupación era quién sería el nuevo papa: si continuaría o no el legado de Francisco; si sería progresista o conservador, etc… Se barajaban distintos nombres como candidatos preferidos para ser el sucesor, no de Francisco, sino de Pedro, teniendo presente eso de que “quien entra papa al cónclave sale cardenal”.

Ya tenemos al frente de la Iglesia al nuevo papa, León XIV. Un nombre llamativo. En su elección del nombre parece que se fijó en León XIII (1878-1903), el papa de la doctrina social, del cual todos citamos su encíclica Rerum Novarum (Sobre las Cosas Nuevas). Un papa que intentó reconciliar a la Iglesia con el mundo moderno abordando las cuestiones laborales, defendiendo los derechos de los trabajadores y planteando el lugar de la Iglesia en el mundo contemporáneo.

Siguiendo la inspiración de su predecesor en el nombre, León XIV también quiere insistir e implicarse en la defensa de la justicia social, con toda la experiencia misionera que tiene a sus espaldas; ha de seguir afrontando “la modernización” de la Iglesia ante los retos que se enfrenta en este mundo nuestro, y, desde el primer momento la palabra paz está en su boca y en su corazón. La paz sigue siendo un deseo y una tarea eclesial y universal.

No es ningún secreto decir que, como familia franciscana, hemos apreciado y sintonizado con el estilo del papa Francisco. No sólo porque eligió el nombre del Poverello de Asís, sino porque ha puesto el espíritu franciscano en primera línea durante todo su pontificado y ha vivido con coherencia ese espíritu de minoridad, de fraternidad, de defensa de la creación, de la casa común y el compromiso con los más pobres. Unos días antes de la elección del papa León XIV, alguien escribió sobre el nombre del nuevo papa un pequeño artículo titulado “León XIV, te esperamos”. Me lo enviaron por whatsapp. En la tradición franciscana Fr. León fue el gran amigo y compañero de Francisco de Asís, testigo de sus bondades, fortalezas y debilidades del santo de Asís. El autor de este escrito escribe: “imaginemos a uno, compañero del papa argentino, que hubiera sido testigo de sus gozos y esperanzas, seguidor de Jesús al estilo del padre Jorge” y con ánimo para servir en Iglesia según el Evangelio. Se llamaría León, claro. Sería el catorce de la lista, un nombre poco original a primera vista, pero cargado de significado… ”Pues ya lo tenemos… Habemus Papam”. Recemos por él y démosle gracias por su servicio de animación y gobierno al frente de la Iglesia.

Benjamín Echeverría, capuchino