martes, 28 de noviembre de 2023

¿QUÉ DIRÍA HOY SAN FRANCISCO? 3/6

3. COMPRENDER LAS HERIDAS DE LOS HUMANOS

Yo sé de heridas, como vosotros. Por eso os digo que habría que comprender y acompañar las heridas de la persona. Dejadme que os hable de mis heridas. Mi herida profundísima del principio fue la guerra con Perusa. Aún recuerdo el ruido sordo de la espada entrando en el vientre del adversario. Perdí esa guerra y, tras un año de prisión, volví a Asís. Nunca fui el mismo. Aquella herida no se cerró nunca del todo.

Y en los días iniciales fue una herida de hondo dolor el conflicto con mi padre. Nos amábamos, nos amamos siempre. Pero el evangelio me llevó a decirle: “Tengo otro Padre”. ¡Una puñalada en el corazón!

Y también fue una herida abierta la situación de la Iglesia. Para mí era algo querido, vivo, fraterno. Por eso, su desvarío y su ruina me pesaban, aunque no hubiera en mi actitud ni un atisbo de juicio.

Mi sabiduría de pobre fue despreciada por los fieros guerreros de las cruzadas, aunque las muertes se contaran a millares. Fui, pacífico, al escenario de la violencia. Muchos piensan que aquello no sirvió para nada. ¿No sirvió para nada cuando el Papa Francisco y el gran imán Ahamad Al-Tayyeb firmaron su documento sobre “Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”?

La herida del sentido que se aloja en los pliegues del alma también me tocó. Hubo momentos en quería echar la vista atrás y quitar la mano del arado. Entonces Clara, la valiente, fue mi gran apoyo, ella que no dudó ni un instante del camino que yo mismo habías marcado. Acogió mis heridas sin hacer demasiadas preguntas.

Y luego estuvo la peor de todas mis heridas: la herida de la fraternidad que tanto me hizo sufrir, sobre todo al final. Creía que todo se venía abajo, que el evangelio había sido una ilusión vacía. ¡Cómo me agarré a la cruz! Volví otro de aquel durísimo retiro del Alvernia. El sosiego había llegado a mi corazón y aunque la fuente de mis heridas seguía manando, la paz las envolvía con su abrazo.

¿Entendéis ahora por qué me parece que las heridas nos curan? Nos alejan de la violencia, nos descubren el amanecer del evangelio, dulcifican nuestra mirada a la Iglesia, nos orientan cuando el sin sentido roe el alma y, sobre todo, nos siguen mostrando que la fraternidad es nuestro tesoro.

domingo, 26 de noviembre de 2023

OBRAS DE MISERICORDIA

El imaginario de Cristo Rey, sentado en el trono, nos pone delante el relato que ha sido considerado como un “juicio final”. Pero hay que decir, de entrada, que Dios no juzga, sino que ama. Por eso, es mejor abandonar esa perspectiva.

Este relato de Mateo 25 viene a decir que la propuesta de Jesús, su anhelo más profundo, su sueño acariciado, se da cuando el hambriento come, cuando el sediento bebe, cuando el extranjero es acogido, cuando el desnudo recibe ropa, cuando el preso tiene visita. Mientras no se llegue ahí, el evangelio sigue siendo algo previo, algo por hacer. Por el contrario, si eso se da, amanece el reino.

El antiguo catecismo decía que estas eran las obras de misericordia. Quizá hoy haya que hacer esas obras de manera organizada, no a la buena de Dios. Pero ahí sigue estando el núcleo del evangelio. Si eso no se da, el evangelio corre el peligro de ser una mera afición espiritual.

Tal vez haya que añadir a las antiguas obras de misericordia una nueva: estaba en guerra y sembrasteis paz. Porque ante las guerras que nos afligen, sobre todo la de Gaza, hay que hacer siembra de paz, de empatía, de concordia. Y hay que hacerla aquí, en tu cocina, con tus amigos, con tu familia, en nuestra ciudad: ser instancia de paz, de compasión, de buena relación. La guerra está en tu corazón: siembra ahí la paz.

En una carta a la directora del diario LA RIOJA, el grupo de Justicia y Paz de la parroquia de Valvanera decía: “La primera víctima de un conflicto bélico es nuestra compasión”. Porque escasea la compasión y abundan las actitudes violentas. Y esas actitudes las tenemos en nuestra casa, en nuestras calles, en nuestro corazón. Pongamos coto a nuestra violencia. De lo contrario, ¿para qué nos sirve el evangelio?

“Que la guerra no me sea indiferente” dice aquella canción que conocemos todos. Que ninguna miseria nos sea indiferente. Que sepamos que en ello nos jugamos la verdad de nuestra fe. Si escuchamos el evangelio de hoy sin ninguna conmoción, quizá haya que ablandar el interior duro del corazón para que el evangelio pueda producir fruto. Sí, que el evangelio no se frustre en nuestra vida.

Fidel Aizpurúa, capuchino

domingo, 19 de noviembre de 2023

ROMPER CON EL SISTEMA

La parábola llamada “de los talentos” se ha leído siempre en la misma dirección: Dios te ha dado unos talentos, unas cualidades, tienes que hacerlas producir. El ideal a imitar es quien produce más y se rechaza a aquel que entierra sus talentos. Esta perspectiva, que parece obvia, no responde a una cuestión básica: ¿Para quién se produce? ¿Para beneficio de quién? Porque en la parábola, no lo olvidemos, se produce para uno que “siega donde no siembra y recoge donde no esparce”. O sea: un explotador.

Pero ahora viene un santo padre de la Iglesia antigua, un autor muy importante llamado Eusebio de Cesarea y nos da otra perspectiva. Dice que en la antigua obra llamada Evangelio de los nazarenos se decía que a quien había que imitar es a quien enterró el talento. ¿Por qué?

Porque quien lo recibió, cuando se marchó el amo explotador, prendió en él una luz, una idea. Se dijo: ¿para quién trabajo yo? Para un explotador. Se acabó, se le devuelve lo suyo sin siquiera los intereses. Se rompe con el sistema explotador.

Puede ser una perspectiva interesante: hay que desarrollar los dones que Dios nos ha dado. Pero no haciendo el juego al sistema, de manera distinta, evangélica. ¿Cómo podremos hoy romper con el sistema?
  • Con el consumo razonable: porque para muchos consumir es su religión (decimos que los supermercados son los nuevos templos). Necesitamos consumir. Pero es preciso hacerlo críticamente, en modos alternativos, razonables, solidarios.
  • Apoyando la vida en valores que no sean el dinero: valores como la amistad, la buena relación, el disfrute común y sencillo. Acumulando experiencias amables de vida más que números en la libreta del banco.
  • Reconciliando, no dividiendo: haciendo todo lo posible por generar buenas relaciones, deponiendo actitudes ofensivas, valorando los esfuerzos de quien construye la paz.
Dice el Papa Francisco «mientras nuestro sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada, no habrá una fiesta de fraternidad universal». Esa ha de ser la meta de nuestros esfuerzos. Así nos alejaremos de los sistemas explotadores que buscan únicamente su ganancia exclusiva.

Las revistas publican la lista de las personas más ricas del país y quizá las admiramos. Hay que preguntarse cómo están amasadas esas fortunas. Y solamente puedes hacer esa clase de preguntas, si tú mismo te ves libre del ansia de tener, si te alejas cada vez más de quien quiere tener y no ser.

Romper con el sistema es un lograr un modo de vida sencillo y un corazón lleno de valores humanizadores. Sencillez y humanidad, esos son los valores de quien entierra el talento para hacerlo producir de otro modo.

Fidel Aizpurúa, capuchino