Hablar del martirio no es un tema de la actual espiritualidad cristiana. Parece que pertenece a otras épocas. Pero lo cierto es que el río de mártires sigue corriendo y bien abundante. En muchas latitudes del mundo el número de quienes exponen su vida por la fe y por los demás, llegando en casos a la muerte, sigue aumentando. Se unen así al “mártir” Jesús, al entregado por todos, a quien da sentido a toda entrega.
Que la celebración de la Semana Santa nos anime a valorar más los caminos de una vida entregada. Eso puede hacerse en el pequeño ámbito en el que se mueve la vida de cada cual, siempre que nos interese el camino de los demás, de los débiles, y nos decidamos a hacer algo por ellos.
y no decimos ahora ninguno de vuestros claros nombres,
para deciros a todos y todas en un solo golpe de voz,
de amor y de compromiso: ¡nuestros mártires!
Mujeres, hombres, niños, ancianos,
indígenas, campesinos, obreros, estudiantes,
madres de familia, abogados, maestras,
militantes y agentes de pastoral, artistas y comunicadores,
pastores, sacerdotes, catequistas, obispos...
Nombres conocidos y ya incorporados a nuestro martirologio
o nombres anónimos pero grabados en el santoral de Dios.
Nos sentimos herencia vuestra, Pueblo testigo, Iglesia martirial,
diáconos en marcha por esa larga noche pascual del Continente,
tan tenebrosa todavía, pero tan invenciblemente victoriosa.
No cederemos, no nos venderemos,
no renunciaremos a ese paradigma mayor de vuestras vidas
que fue el paradigma del propio Jesús
y que es el sueño del Dios Vivo para todos sus hijos e hijas
de todos los tiempos y de todos los pueblos,
en todos los mundos, hacia el Mundo único y pluralmente fraterno:
el Reino, el Reino, ¡su Reino!
En este mundo prostituido por el mercado total
y por el bienestar egoísta,
os lo juramos con humildad y decisión:
"¡Lejos de nosotros gloriarnos
a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo"
y en vuestras cruces hermanas de la suya!
Con El y con vosotros y vosotras
seguiremos cantando la Liberación.
Por El y por vosotros y vosotras
sabremos jubilosamente
que nos toca resucitar "aunque nos cueste la vida".
(P. Casaldáliga, Carta a nuestros mártires)