miércoles, 26 de febrero de 2020

PEQUEÑOS EN CAMINO HACIA LA PASCUA

La minoridad es la manifestación visible de la conversión cuaresmal. Queremos prepararnos para celebrar la Pascua de Jesús siguiendo el camino de la sencillez y humildad.

Disponemos de este tiempo cuaresmal para atravesar el desierto de nuestros egoísmos y temores y subir al monte del Señor, al lugar donde encontraremos con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Empezar la Cuaresma es iniciar, con esfuerzo, la “ascensión” hacia la cumbre solemne de la noche pascual. Desde la meta de la Resurrección del Señor, es como se nos irá iluminando nuestro camino cuaresmal.

Queremos seguir los pasos de Jesús, seguir la humildad y pobreza de nuestro Señor Jesucristo. Queremos identificarnos con Jesús, que por nosotros, se hizo menor. Queremos aprender de Jesús, tal como nos enseñan Francisco y Clara de Asís, a ser menores en nuestra relación con Dios, con los demás, con el mundo y con nosotros mismos. Queremos ser hermanos de todos, servidores de los pequeños e indefensos, sin ambicionar el poder y el honor, sino buscando siempre la ayudar a quien nos necesita y pasar desapercibidos.

La Cuaresma es un tiempo de reflexión y de centrarse en la persona de Jesús, un tiempo para revisar nuestros criterios y actitudes a la luz de la Palabra de Dios.

martes, 25 de febrero de 2020

RECIPROCIDAD

Vivimos en una cultura de la igualdad, al menos en teoría. Ciertamente, nunca se da la igualdad absoluta pero valoramos mucho todo lo que la garantice; que no haya algunos con ventajas a costa de los demás. Esto lo vivimos sobre todo en el ámbito social. En cambio, en terrenos más personales como en la familia, entre los amigos, en la fraternidad la igualdad adquiere otras modulaciones que la hacen algo diversa. No se prima una igualdad fría, racional, totalmente equilibrada donde se nivelan las diferencias sociales, no. Lo que adquiere primacía es la relación interpersonal porque ahí nos jugamos gran parte de nuestra vida.

Así, la igualdad adquiere el modo de la reciprocidad. Es ese modo de relación donde se da y se recibe de continuo, se pide y se agradece lo recibido. Es ese tipo de relación donde se pone en juego lo que cada uno es, no sólo lo que se tiene. Supone además un ejercicio de querer jugar limpio, de continua con versión.

Hay muchos peligros que la amenazan: el resentimiento, atender solo al propio interés, rivalidad, necesidad de prestigio... Es tan fácil caer en el juicio comparativo, en la murmuración, en las discusiones por ver quién tiene la razón, en la reivindicación de derechos... y todo por encima de la misma relación. Hay también otro peligro, pero en otro sentido: que unos se autoafirmen saliendo siempre ganadores de la situación, mientras que otros, los buenos, salen perdiendo, negándose a sí mismos.

Esta reciprocidad tiene un ingrediente que no puede faltar: el amor, el amor de entrega, el amor que sabe de callar, de cuidar; amor que sabe aguantar, agradecer, entender al hermano, a la hermana. Ese amor también sabe de hablar, de verbalizar humildemente las necesidades y de pedir. Ese amor es circular, recíproco..

Carta de Asís, febrero 2020 

domingo, 23 de febrero de 2020

¿INDIFERENTE AL DIFERENTE?

Hoy el evangelio nos habla de marcar la diferencia. Pero una diferencia diferente. Me explico.

Nuestra época es curiosa. Exaltamos la diferencia, el derecho a ser diferente. Se va haciendo viral esta frase: “No se trata de tener derecho a ser iguales sino de tener igual derecho a ser diferentes”.

Pero me da la impresión de que aceptamos la diferencia con tal de poder seguir siendo indiferente a esa diferencia. Sí, creo que esa es la única aceptación de la diferencia que aceptamos, y hacerlo está ya a nivel de los más grandes principios pseudo-espirituales del momento. Aceptamos todas las diferencias, cuantas más mejor pero con una condición: que no me molesten, que no me hagan pensar, que no me cuestionen… que pueda ser indiferente a esa diferencia, que no me haga pensar en qué novedad me aporta o que contradicción descubre en mí.

En cambio esas diferencias que me incomodan, esas las destruimos y nos inmunizamos ante ella con nuestra indiferencia.

Hubo tiempos en que algún filósofo llegaba a reconocer que “el infierno son los otros”: se reconocía la tremenda molestia del otro. Hoy en cambio, los otros están ahí fuera, y no son ni infierno, ni misterio, ni deseo, ni amigo. Son diferentes, son otros, pero su alteridad no nos saca de nuestro egocentrismo. Más que diferentes son indiferenciados.

A ver si me hago entender mejor con algún ejemplo: la convivencia de una pareja que se quería asumía la diferencia y la integraba. Hoy parece que cualquier negatividad surgida de las necesarias diferencias a compatibilizar en la relación, puede ser excusa para dar por terminada la relación. Tú ahí con tu diferencia, que yo sigo con la mía. Se da por sentado que el amor no puede funcionar, a causa de las diferencias.

Los inmigrados que se sueñan iguales a nosotros y nos traen su diferencia, son expulsados con nuestra indiferencia, que no abre puertas a su fuerza de trabajo, ni a sus espiritualidades, ni a sus hambres de amistades, ni a sus hambres de comida. No, su diferencia cuestiona, y por eso no se aceptan.

Y tampoco gusta, no, nuestra diferencia de cristianos, y se nos castiga sin persecución, con la indiferencia. Se nos neutraliza con un gran deseo de aceptar al diferente siempre que no tenga esta diferencia inoportuna de amar tanto y a todos/as.

Vuelvo al Evangelio cuando nos invita a hacernos fuertes en esa diferencia: ¿No hacen eso mismo los publicanos? Amar a los que te aman, invitar a los que luego te invitarán a ti, devolver al mal con más mal… ¿no hace eso todo el mundo, aún con sus supuestas diferencias? Se trata de ser diferente para estar en lo profundo con el diferente. Se trata de acercarte al otro y así encontrarte, aprovechar cada encuentro con el otro para beber del otro y su misterio. Dame de beber, decía este Jesús, aun teniendo él mucho que dar.

Y si te ponen pleito, sigue ahí, con una respectividad incondicionalmente positiva hacia la otra persona. Es esa actitud de amar al prójimo como a ti mismo, que copió Jesús de esta primera lectura del Levítico.Es ese amor, tan renovadamente diferente siempre.

Juan Carlos de la Riva

viernes, 21 de febrero de 2020

CREAN UNA TIPOGRAFÍA DEDICADA A SAN FRANCISCO

La primera tipografía «católica» fue presentada hace unos días en Asís. Su diseño, obra de los franciscanos del convento de San Francisco, está basado en un estudio minucioso de manuscritos y frescos que datan de la Edad Media.

Desde hace cien años, los Frailes Menores del Convento de San Francisco en Asís han publicado la revista San Francesco, un periódico mensual que se distribuye actualmente en todo el mundo. Este aniversario fue la ocasión para una iniciativa bastante original de parte de los religiosos franciscanos: la creación de una tipografía, libre de derechos, la primera en reclamar el distintivo de «católica».

Diseñada a partir de manuscritos que datan de los siglos XIII y XIV pertenecientes al famoso convento franciscano, incluidos autógrafos del «Poverello de Asís», y de inscripciones encontradas en los frescos de la Basílica de San Francisco pintados por Cimabue y Giotto, la nueva fuente tiene como objetivo «reflejar la identidad franciscana».

El diseño anguloso, característico de la escritura gótica de la Edad Media, es la base de una creación que pretende mezclar la tradición con la modernidad.

El Padre Enzo Fortunato, director de comunicaciones del convento de San Francisco señaló: «esta nueva fuente, que lleva por nombre ‘Franciscus’, es el resultado de años de trabajo en el ámbito de la comunicación y la investigación (…). Se ofrecerá de forma gratuita a todos, y ciertamente marcará un punto de inflexión en el campo de la tecnología digital católica».

miércoles, 19 de febrero de 2020

¡PROFE, ME ABURRO!

“¡Profe, me aburro!”. Esta es la frase más dramática que puede decirte un alumno. Pareciera que el mundo se derrumba, que una maldición magnífica se cierne sobre el aula. Es como si un horror extremo cayera sobre el estudiante.

Detrás de esta queja, de esta necesidad de tener el tiempo ocupado, puede haber un miedo al vacío, al vacío existencial que parece emerger cuando no estamos entretenidos. Supone asomarte al abismo de tu interior y creer que no tienes nada dentro. Y no es solo una cuestión de los jóvenes. También este “horror vacui” lo experimentamos los adultos.

Ese espacio interior que busca ser colmado no conseguimos cubrirlo, por más que lo intentamos, con el entretenimiento, ni con viajes a lugares maravillosos, ni con los ‘likes’ de las Redes Sociales, ni con el éxito profesional o en los estudios, ni con los placeres que se me ofrecen, ni con todas esas cosas que nos prometen los rostros sonrientes de la publicidad: un coche nuevo, un patinete eléctrico, el último Smartphone, esa ropa que me hará tan guapo, una suscripción a Netflix o a Spotify Premium, ni siquiera ese chico o chica tan atractivos. Mucho de esto puede ser muy necesario, pero no llena por dentro, no alimenta nuestro ser.

¿Entonces, cómo conseguirlo? ¿Cómo alimentar ese espacio interior que, a veces, se presenta como insaciable? El salmo 45 dice: “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, el Señor de universo está con nosotros”. En la experiencia de este creyente ya está presente que su refugio, su fuerza, no la puede encontrar en el éxito, el honor, las riquezas, etc. Ya sabe que el único que le ofrece garantías de una protección que no tiene caducidad es Dios. Porque “el Señor de universo está con nosotros”, es decir, el Señor de la brizna de hierba y el del Everest; el Señor de la bacteria más diminuta y el de la ballena más impresionante; el Señor de las tormentas y de la brisa suave; el Señor del niño recién nacido y del abuelo que ya tiene plenificada su vida, está con nosotros. Es el Señor que se hace presente en cada experiencia vital, por muy insignificante que sea, el que nos acompaña y no nos deja. Es el Señor que nos lleva de la mano en cada instante de alegría o de sufrimiento. Es en cada vivencia sencilla, en la que podemos encontrar la vida que nos llena por dentro. Sólo necesitamos vivir con intensidad y atención –es decir con amor- cada momento. Por eso no tenemos que hacer nada extraordinario para llenar nuestra vida, sino que cuanto más inmersos estemos en cada instante más lo trascenderemos, más lo conectaremos con el Dios de la vida y más sentido cobrará la existencia, nuestra existencia.

Javi Morala, capuchino

lunes, 17 de febrero de 2020

VIVIR RECONCILIADO

Un día cualquiera nos sentamos ante el televisor para ver una película de acción en la que haya muchos tiros y muchos puñetazos. Distinguimos bien los “buenos” de los “malos” de la película. Como es natural, nos ponemos del lado de los “buenos”, y casi instintivamente apoyamos que estos zurren bien a sus enemigos, que ya son también nuestros enemigos. Con tal de terminar con los malvados, lo que sea. Nos parece que esa violencia que ejercen los nuestros no es violencia porque es para que venza el bien.

Pasando de la ficción a la realidad, en el evangelio de ayer vemos que Jesús es contrario a toda violencia, porque la violencia produce más violencia, y así se entra en una espiral de muerte difícil de parar. Jesús dice que la violencia está en el corazón, y por eso hay que procurar estar reconciliado de corazón con el hermano, no estar peleado con él. Quien está enemistado con alguien, ya lo ha matado en su corazón. Parece que quisiera borrarlo del mapa con insultos o menosprecio que agravan la violencia.

Jesús también piensa que la fidelidad que se prometen los esposos en el matrimonio no se limita al cumplimiento de un contrato sino que debe llevar al cultivo del amor. Hay que esforzarse por mantener o recomponer el amor con esos detalles que muestran que se quiere a la persona. La promesa que se hicieron un día los esposos, más que un contrato frío, es un querer ser fiel de corazón al amor primero. En todo caso, los creyentes debemos ayudar a una buena relación y, al mismo tiempo, ser comprensivos y acogedores con los que viven el dolor de una separación, ayudándoles a afrontar la nueva situación.

La tercera recomendación de Jesús en el evangelio de hoy se refiere a la fidelidad a la palabra dada. No podemos prescindir de las garantías necesarias para que no nos engañen. Pero un buen discípulo de Jesús debe ser siempre de fiar. Jesús lo expresa diciendo: a vosotros os basta decir sí o no. No dejarse engañar, pero proponerse no engañar nunca a nadie. En la vida hay situaciones complejas, que no se resuelven con soluciones simplistas, pero la lealtad es propia de todo cristiano y de toda buena persona.

Ha empezado Jesús exhortándonos a ser mejores que los letrados y fariseos. Estos eran puntillosos al exigir el cumplimiento externo de la ley hasta extremos absurdos. Seguir la invitación de Jesús significa movernos más por el espíritu que por la exterioridad. Dios conoce nuestro corazón, y eso es lo que está presente ante él.

Iñaki Otano


jueves, 13 de febrero de 2020

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LOS POBRES?

Antes que nada, habrá que tener en cuenta que en el tiempo de Jesús no existían las clases medias, con lo que el número de pobres era prácticamente el de toda la población, excluidos los pocos ricos de siempre. Aunque hubiera distintos niveles, la pobreza era la tónica general.

No es de extrañar que la propuesta de Jesús fuera orientada a las pobrezas y que los pobres entendieran, a su manera, que lo que Jesús proponía era algo que les concernía. Incluso más, algo decía a la gente de abajo que el perfil de Dios que Jesús ofrecía tenía que ver con sus sueños de liberación.
  • Para Jesús, los pobres están en el centro de su sueño del reino (Mt 11,4). No es una consecuencia de la fe, sino el centro de ella: si no entran los pobres en la fe no entra Jesús.
  • Jesús cree que los pobres tienen derecho a su parte de dicha. Por eso, son bienaventurados quienes eligen el ámbito de la pobreza para humanizarla y combatirla, para generar solidaridad con quienes la sufren más (Mt 5,39).
  • Al salir a los caminos Jesús hace suya la causa de los pobres, sus anhelos de justicia hasta el punto de que eso da sentido a su misión: anunciar a los pobres la liberación (Lc 4,18).
  • Los pobres no son mejores por ser pobres, tienen más entrada en el sueño de Jesús porque su sueño apunta a la mera igualdad (Lc 1,51-53).

Texto: Mc 12,43-44:«Él llamó a los discípulos y les dijo: -En verdad en verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que todos esos que contribuyen al tesoro, porque ellos han echado de lo que les sobra, pero esta ha echado de su falta».
  • Que una mujer pobre sea puesta como ejemplo de ciudadana del reino es algo raro. Los ejemplos de ciudadanía, y más en la antigüedad, eran siempre de personas honorables y ricas, muchas veces más ricas que honorables. Aquí es una viuda pobre, dos pobrezas juntas, toda la pobreza en una sola persona.
  • La pobreza, según Jesús, no está reñida con la generosidad. Jesús ha hecho muchas veces la pregunta de la compasión y de la generosidad: ¿qué puedo hacer por ti? (Mc 10,46-52). Hay pobres que son generosos, y en modos grandes. Cree el evangelio que los pobres tienen valores. No son únicamente su pobreza. Ellos también albergan un corazón y ahí hay un indudable componente humano.
  • Esta pobre, además de generosa es confiada porque no exige que se le den cuentas de su aportación. Tal vez nosotros tengamos que exigir tales cuentas, pero la confianza es un valor innegable. Hemos de confiar en que el dinero social, en parte cada vez más creciente, llega a los frágiles.
  • Quizá lo que quiere enseñar el evangelio es el desplazamiento hacia el mundo de las pobrezas. No intenta, en primer lugar, una generosidad económica sino lograr una sintonía con esas pobrezas porque de ahí podrá brotar la solidaridad. No se podrá revertir la situación de los pobres con niveles escasos de sintonía con ellos.
  • La mujer se queda “en falta” económica, quizá porque piensa que alguien se ocupará también de ella. La solidaridad engendra vínculos de humanización que benefician a todos. Una sociedad solidaria es una sociedad de mejor nivel humano. Una sociedad egoísta y excluyente termina siendo dura con todos sus ciudadanos. En ese sentido es cierto que los pobres, como decimos a veces muy alegremente, nos humanizan y evangelizan.

Aplicación:
  • Los riojanos en riesgo de pobreza caen a la mitad que en el 2010, pero son aún 45.000. La tasa regional se fija en el 14,4%, la segunda más baja del país tras la navarra (13,5%) y 12,2 puntos por debajo de la media nacional. Las cifras de la vergüenza merman, pero aún son demoledoras. En La Rioja, el 14,4% de la población, 45.302 personas, vive en situación de riesgo de pobreza o exclusión social, según el VIII informe correspondiente al 2018 denominado 'El Estado de la Pobreza. Seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España 2008-2017’.
  • No creamos que los pobres son solamente aquellos que piden en la calle. Esos son minoría. Los pobres con riesgo de exclusión puede ser gente normal, que trabaja incluso pero que sus ingresos andan en los límites fijados para una supervivencia digna. El umbral en España es de 8.522 euros anuales y el de La Rioja es de 9.475. No podemos pensar que son cifras suficientes para salir de la pobreza, porque cualquier traspié te lleva a la cuesta abajo de la exclusión.
  • Uno de cada cinco riojanos se encontraba al cierre del pasado año en riesgo de pobreza o exclusión social. ¿Qué pasa que no terminamos de ver esto? El 37,3% de los hogares riojanos confiesa dificultades económicas para llegar a fin de mes, 9,6 puntos más que un año antes.
  • Interesarse por las pobrezas es algo que está en el núcleo mismo del ser persona y del ser cristiano. Del ser persona, porque la respuesta que damos a las situaciones de precariedad del otro nos hace sujetos morales, nos dice qué tipo de personas somos. Y del ser cristiano, porque sin preocupación por los pobres no hay seguimiento de Jesús, aunque quizá haya religión.
Fidel Aizpurúa, capuchino

martes, 11 de febrero de 2020

LA IDENTIDAD DE LOS DESCARTADOS

Son muchas las estrategias que la mente nos proporciona para ordenar todos esos mensajes, para suprimir, resaltar... y es que podríamos hacer un paralelismo entre nuestro cerebro y el típico procesador de textos que utilizamos para escribir en el ordenador: resaltamos acontecimientos relevantes con colores vivos, suprimimos lo irrelevante o redundante y “copy-pasteamos” aquello que queremos rescatar de un momento y relacionarlo con otro suceso.

Puede ser que esta sobrerepresentación de muchas cosas rodeándonos y contradiciéndonos a cada rato, nos haga temer por perder singularidad. ¿No me diluiré entre tanta marca y personaje? Pareciera que en medio del barullo hemos optado por levantar el dedo para pedir turno y decir: “Ojo, que aquí estoy yo con mis circunstancias”. Por eso muchos hablan de la importancia de construir y de hacer notar nuestro propio relato, de significar nuestra identidad.

Definirse es distinguirse, porque muy habitualmente la identidad se remarca en contraposición al otro. Yo soy entre otras cosas lo que no soy, o yo soy porque el otro existe y mis limites son aquellos que se dibujan entre lo mío y lo suyo. La polarización es un hecho innegable que se basa justamente en eso. Me defino en oposición al otro. Cabe preguntarse porqué tanta necesidad de subrayar la identidad propia o si eso no obedece más bien a una manifestación de las dudas, inseguridades y complejos sobre lo que uno es o quisiera ser.

Sin embargo no es la única manera ya que cabe también definirse no por lo que soy sino por lo que querría ser. Yo soy entre otras cosas lo que deseo ser, mis expectativas, sueños y anhelos. Y como soñar es gratis, de lo poco que queda fuera del alcance del capital, inventamos utopías que ruegan por iluminar la limitación de nuestro ser en el mundo.

Por último, existe una tercera forma de definirse, una última manera por la que nuestro ser se pretende encontrar en la maraña de seres con los que convivimos: soy entre otras cosas lo que seré. Y es que la vida, es por definición algo más que un instante. Un proceso, un viaje. Y si en el ahora, en donde estoy, influyen aquellos versos de Machado sobre lo ya caminado, en lo que soy influye también el camino por recorrer. No es este un espacio para los deseos (el desear ser obedece a la segunda categoría), sino un espacio de certezas. Yo seré viejo, yo seré polvo, yo seré débil en la pérdida de mis facultades.

Recapitulando... soy lo que no soy, soy lo que deseo ser y soy lo que seré.

Puede ser un juego agradable pensar en uno mismo en esos tres aspectos pero además os proponemos que penséis no solamente en vosotros sino en aquellas personas que veis durmiendo en la calle (por ejemplo en Madrid, alrededor de 50 duermen a diario este invierno porque la administración tiene a bien decirnos que no puede más), aquellas personas a las que les cuesta cruzar la calle porque los años hacen mella en sus caderas (por ejemplo en los más de 850.000 mayores que viven solos en España sin que exista ningún plan a medio plazo para afrontar el envejecimiento poblacional)... pensad en los anhelos y futuros de aquellos a los que ni siquiera les permitimos levantar el dedo para llamar nuestra atención. ¿Quiénes pueden ser si su condición no les permite soñar siquiera?

Lo fácil es negarles la identidad... porque parece que no son, parece que no desean y parece que no serán... La integración de sus frágiles cuerpos y de sus utopías en la agenda colectiva es fundamental para que se definan también en clave de futuro.

El derecho a soñar que una vez reclamó Galeano en uno de sus poemas es también el derecho a soñarse, a proyectarse. Uno de los sentidos más profundos de la soledad en los mayores es justamente ese, el sentirse solos al no poder acompañar su imagen del ahora en lo que algún día serán.

Xavier Parra

jueves, 6 de febrero de 2020

ORACIÓN POR NUESTRA TIERRA

«Dios omnipotente, que estás presente en todo el universo y en la más pequeña de tus criaturas, Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe, derrama en nosotros la fuerza de tu amor para que cuidemos la vida y la belleza. Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas sin dañar a nadie. Dios de los pobres, ayúdanos a rescatar a los abandonados y olvidados de esta tierra que tanto valen a tus ojos. Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción. Toca los corazones de los que buscan sólo beneficios a costa de los pobres y de la tierra. Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa, a contemplar admirados, a reconocer que estamos profundamente unidos con todas las criaturas en nuestro camino hacia tu luz infinita. Gracias porque estás con nosotros todos los días. Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha por la justicia, el amor y la paz.»

Papa Francisco

martes, 4 de febrero de 2020

TÚ ERES LA BELLEZA

Me llamó la atención la lectura de un artículo que comenzaba con la siguiente cuestión: ¿Por qué nos atrae lo bello, lo que consideramos bonito?

La belleza nos da paz, nos trae alegría y nos coloca en un ambiente positivo. Algo que nos recomiendan los psicólogos es el que podamos o sepamos rodearnos de cosas bellas y bonitas para tener pensamientos positivos. Y es que la belleza, lo que consideramos bello, transmite positivismo.

Cuando hablamos de belleza no solo nos referimos a lo material. Percibimos y consideramos como belleza los buenos actos, las buenas acciones, y eso también repercute en nuestro estado de ánimo. Y nos transmite más confianza. Y nos hace percibir mejor a determinadas personas.

Muchas veces la misma naturaleza, la creación, nos permite admirar su belleza. Su contemplación es fuente de paz, de tranquilidad y bienestar. Hay momentos en los que necesitamos perdernos por el monte, por el campo, o pasear por la orilla del mar, contemplar un amanecer o atardecer, etc, para sentir la paz que proporciona la creación.
Quien conoce la vida de san Francisco de Asís y su espiritualidad y trata de unir o relacionar al santo con el concepto de belleza, casi instintivamente piensa en su famoso Cántico de las criaturas, que por otra parte es una de las primeras composiciones escritas en lengua italiana. En el texto del Cántico no solo aparece dos veces el adjetivo «bello», sino que además predomina el asombro de Francisco por el orden maravilloso del cosmos. El santo de Asís es el primero en el cristianismo que emplea el apelativo «hermano» y «hermana» para las criaturas inanimadas, ampliando así el concepto de hermandad, de fraternidad, que el Nuevo Testamento emplea solo para los seres humanos. Cada criatura adquiere en la alabanza de Francisco un rostro fraterno. Mediante una actitud de ternura y reverencia, él se une con todo lo creado por Dios y que, por lo tanto, es bueno.
La experiencia que tuvo Francisco de Asís le llevó a concluir que la belleza de la creación era para él un reflejo de la belleza de Dios creador, fuente de todo lo que es bueno y bello. Su bondad se difunde sobre todas las criaturas y se refleja en la madre Tierra, que nos nutre y nos sostiene, en la bondad del hombre que sabe perdonar y en la bondad de la hermana muerte que nos acoge.

En una oración de alabanza, que conocemos como las Alabanzas al Dios Altísimo, Francisco enumera unas treinta invocaciones dirigidas todas a Dios. Le habla de manera directa y personal: «Tú eres...». Entre los títulos empleados está también el de la belleza. Por eso exclama: «Tú eres belleza». Que también nosotros podamos hacer nuestra esta misma experiencia.

Benjamín Echeverría, capuchino