jueves, 28 de julio de 2016

lunes, 25 de julio de 2016

SER AGRADECIDOS

Nos han enseñado desde siempre que debemos ser agradecidos y la palabra “Gracias” nos sale con facilidad. Cuando alguien hace algo por nosotros: nos cuida, se preocupa, nos hace un favor... Lo agradecemos porque nos sentimos en deuda y es nuestro modo de “pagarla”: solo un GRACIAS pero no intentamos corresponder tratando de compensar lo recibido.

Quizá nos falte aprender que ser agradecidos es admitir que necesitamos de los demás, que por mí mismo no puedo hacerlo todo y no sólo eso, sino que soy capaz de reconocer lo bueno que hay en las otras personas, en sus obras y en sus actuaciones.

Pero también hemos de reconocer que hay muchas veces que nos cuesta agradecer. Nuestro orgullo y autosuficiencia nos impiden aceptar que estamos necesitados de que otras personas hagan algo por nosotros, nos dediquen su tiempo en forma de compañía, de una palabra de consuelo... Además, tenemos conciencia de que ser desagradecido suele llevarnos a la envidia, al rencor, incluso a la enemistad por ser incapaces de apreciar lo bueno de los demás.

Ser agradecido no quita mérito, más bien da grandeza a la persona y sentido a la vida. Nos enseña a recibir confiadamente las cosas tal como vienen y como son.

Hay muchas maneras de demostrar el agradecimiento: con palabras, con una sonrisa, con una caricia o con una mirada de cariño hacia todo aquel que se acerca generosamente a nuestra vida, a todo el que nos regala su tiempo y su vida sin buscar nada a cambio.

Diariamente tendríamos que dar gracias a las personas que nos rodean y sobre todo a Dios que nos ha creado y nos ha entregado toda la creación para nuestro bien.

En esa relación del día a día con el Señor, descubriremos que todo lo que tenemos y somos es don suyo, que solo nos queda acoger y agradecer.
Carta de Asís, julio 2016

jueves, 21 de julio de 2016

lunes, 18 de julio de 2016

VACACIONES

Terminado el curso, con los peques y no tan peques en período de vacaciones, ha entrado una FIEBRE en nuestros cuerpos y en nuestras familias. El tema central es el de las VACACIONES. Algunos, en plan familiar, con todo lo que ello conlleva de preparativos, de traslados, etc.; otros, buscándose sus propios caminos, sin “trabas” familiares y abiertos “a lo que salga”, otros, acaso, por imponderables de la vida, resignándose a “esperar” otra oportunidad que no se sabe cuándo llegará. El tema resulta recurrente; a veces, hasta visceral, porque da la sensación de que nadie quiere ser menos que los demás.
   El ritmo de vida nos está abocando a un estilo que realmente necesita de “escapes”, para descargar toda la tensión acumulada a lo largo de los meses, de los distintos compromisos, y busca esos “oasis” donde sean posibles los pequeños o grandes “milagros” que tonifiquen nuestra vida, a veces para “seguir tirando”, en otras, para rehacer en serio nuestra precaria situación, estresante y peligrosa, en tantos aspectos.
   Cuando se sigue planteando el modo de esos días de descanso y vacación, a mí se me encienden las “luces de alarma”. Que… ¿por qué? Simplemente, escuchando los “proyectos” que se están programando. Los enormes desplazamientos, con muchas horas de viaje; los innumerables “compromisos” que van a tener lugar cuando se llegue a destino; las interminables “horas solares” de la playa, y un largo etcétera que enfervoriza al personal…
   Detrás de todo ese “montón de proyectos”, descubro que queda muy poco tiempo precisamente para eso, para la VACACIÓN, para el DESCANSO. ¿O será que después de “estas vacaciones”, habrá que programar otras para descansar y recuperarnos del cansancio que ha acumulado nuestro pobre y castigado cuerpo? ¡Qué paradoja!
   Es posible que algunos penséis que el que escribe esto es un amargado porque no puede “ir de vacaciones”. Sí me gustaría brindar por unas “vacaciones más humanas” que sirvan para descansar y recuperarse física, psicológica, anímica, familiar, relacional e, incluso, espiritualmente. Algunos apuntes:
  • con tiempos de relajación: descanso más prolongado, para recuperarse de la marcha forzada del ritmo de vida…
  • con tiempos para el encuentro: con la familia, con los amigos… para compartir la vida, las inquietudes, los proyectos de futuro…
  • con tiempos para el paseo tranquilo con la persona que amas y con la que te has unido o vas a unir tu vida y tus proyectos; en un ambiente que favorece la comunicación de vida…
  • con tiempos para la lectura, más allá de las revistas del corazón o del periódico, con sus “eternas y repetidas” (por desgracia) noticias de siempre. Y si la lectura es compartida… ¡más enriquecedora!..
  • con tiempos y momentos para la fiesta con los tuyos, con los “amigos de siempre” y que en tantos momentos… ¡tanto bien nos han hecho! Encontrarse con los “orígenes” es muy saludable y tiene un don recuperador…
  • con tiempo para disfrutar de la naturaleza y con tantos otros dones que nos ofrece a raudales, y que en la vida de cada día nos resulta complicado descubrirlos, saborearlos y hacerlos nuestros…
  • con momentos para el cuidado espiritual, porque eso le da un TONO especial a nuestra vida. “Espiritual” no es sinónimo de “ñoño”, sino una vida con “espíritu” sano, abierto, con sentido, iluminado.
Podríamos añadir “notas” a esta reflexión. Si tú ya vives tus vacaciones con un “estilo” propio y que merece la pena… ¡me alegro! Olvídate de todo esto y… ¡feliz descanso!

juanjauregui.es 


sábado, 16 de julio de 2016

EL VALOR DE LAS COSAS

Experiemento social sobre el valor de las cosas. Hoy en día damos mucha importáncia a todo lo material pero deberíamos aprender de los mas pequeños. Ellos si saben lo que es realmente IMPORTANTE. Proyecto de Dulcinea studios en colaboración con la agencia de publicidad Onda Media Plan.

jueves, 14 de julio de 2016

lunes, 11 de julio de 2016

CREO EN LA MISERICORDIA

Creer en la misericordia es creer que la misericordia que anida en el subsuelo de lo humano y nunca desaparece, aunque la maldad aflore; que la misericordia que se hermana con la fragilidad y que es casa de amparo para quien llora en la noche; que Jesús impactaba por su misericordia. Para él nada hay más acá ni más allá de ella y desde ella se define a Dios y a la persona; creer en el Dios misericordioso que Jesús nos mostró con su vida, alejándome de otras imágenes de Dios y abriéndome al hermoso abrazo se su amor; es creer en la misericordia y no en el juicio, creo en el amor y no en el temor, creo en la felicidad y no en el pecado; que Dios es Madre de entrañas buenas, que se acuerda del bien de sus hijos y que disfruta con sus logros y éxitos; es creer en una comunidad sostenida por la misericordia, anclada en ella, buena de corazón y de vida simple; que la vida comunitaria puede ser vivida como un oasis de misericordia en el que se puede ser uno mismo ante el otro y donde las fragilidades se convierten en impulsos de vida; que la misericordia hace al seguidor de Jesús creíble en la vida.

Creo que la misericordia puede ser motor de humanidad y fuente del verdadero amor; es creer en el testimonio de la misericordia, testimonio de corazón entregado de pasión por la vida y por aquello que ni los ojos ven ni los oídos oyen; es creer en la misericordia como bálsamo de heridas, como sosiego de inquietudes, como alegría inarrebatable; es creer en la fuerza política de la misericordia, en su capacidad para regenerar la vida social, en su fuerza para sanear situaciones que se dan por desahuciadas.

Fidel Aizpurúa, capuchino

jueves, 7 de julio de 2016

lunes, 4 de julio de 2016

LAS ALEGRÍAS DEL FÚTBOL Y OTRAS

Aunque no sea muy futbolero, aquel martes me levanté con ganas de ver a la selección española de Del Bosque para darme una alegría. A lo largo del día, me descubrí queriendo que el reloj corriera más deprisa para adelantar ese momento y darme el gusto de disfrutar del partido y su emoción. Surgía ese ansia de darse pequeños placeres, que aumenta cuando la tristeza, o el vacío interior parece que asoman; o simplemente cuando la vida se muestra como más insípida.
   Llegó el partido y comenzamos marcando. En esa supuesta “gran alegría” me llamó una animadora de JUFRA para decirme que su hijo había aprobado todo después de un gran esfuerzo de final de curso: esfuerzo del hijo y de la madre “dando la turra”. Y una gran felicidad me llenó entero… ¡¡qué bien!! Después de tantas preocupaciones, después de tantos intentos, unos esperanzados y otros desesperados. Después de todo ese empeño, un respiro, más cordialidad, mucha alegría y “kilos” de esperanza habían llenado aquella casa.
   Más tarde llamaba a una amiga para que me contara que tal le había ido la presentación de su recién estrenado libro: “En mi jardín interior”. ¡Otra gran alegría se hacía presente! Todo el trabajo, las horas dedicadas, el nerviosismo de la situación… Todo había merecido la pena y se ponía al servicio de los demás.
   Al lado de todo este gran gozo, se me hacían un poco ridículas mis pretensiones de alegría que había albergado con el partido de fútbol. No porque al final España perdiera contra Croacia, sino porque cuando estaba ganando incluso, se me hacía una alegría hueca, una alegría banal.
   Al acostarme, ese mismo día, me daba cuenta que no hacía falta aprobar todo en junio o publicar libros para que la felicidad me rodee. Conectaba con la satisfacción que se siente cuando uno se hace consciente de todos los regalos que recibe cada día, los sencillos regalos de la vida: darse cuenta del don del propio cuerpo con todas las posibilidades de expresión y de comunicación que nos da; todas las personas que Dios ha puesto a nuestro alrededor; todas esas capacidades con las que podemos aportar tanto a este mundo; esa naturaleza que exulta y que pide un hueco en nuestra vida; el sabernos intensamente acompañados en cada paso de nuestra vida; la simple conciencia de existir. Quizás fue todo esto lo que también sostuvo la “Verdadera Alegría” de nuestro Francisco de Asís.
Javi Morala, capuchino