lunes, 30 de abril de 2012

NOTICIAS DE ENSUEÑO


Después de un par de sesiones dedicadas a nuestros sueños, este maravilloso grupo de Zaragoza, os presenta sus "noticias de ensueño": ¿queréis soñar con nosotros? Todavía hay vida, todavía hay esperanza.

PORTADA:
• Después de 5000 millones de años la humanidad ha conseguido que nadie viva en la calle, nadie se quede sin trabajo y todos tengan qué comer.
• Todos convivimos sin importarnos el lugar del que proviene el de al lado.
• ¡¡Ya no existen partidos políticos que buscan sólo su propio beneficio!!
• Nadie es más que nadie. Todos somos iguales.

LOCAL:
• Zaragoza, consigue dar cobijo a más de 10.000 familias de todo el mundo.
• En Zaragoza ya no hay desahucios ni pisos vacíos: ¡¡todos tienen casa!!

INTERNACIONAL:
• La paz reina en el planeta.
• Ya no se ven caras tristes en el mundo. ¡Todos sonríen!
• Ahora todos reciclan.
• Ya no se mide el nivel de desarrollo de un país por su producción sino por lo feliz que son sus gentes.

DEPORTES:
• Los deportistas ya no discuten entre ellos.
• El deporte ya no es política sino educación.
• Los deportistas ya no tienen sueldos astronómicos.
• Está permitido ayudar al equipo contrario.

OCIO:
• La principal diversión juvenil ya no son las drogas.
• El objetivo del juego no es ganar, es pasárselo bien.
• Todo el mundo tiene tiempo suficiente para jugar, pasear, hacer su deporte preferido, etc.

viernes, 27 de abril de 2012

FOTOS PASCUA EN TABLADA 2012



Quien quiera el vídeo en HD, que nos escriba un correo para informarle como lo puede conseguir.

Paz y Bien a todos

martes, 24 de abril de 2012

FUENTE DE SILOÉ: ESPACIO DE BÚSQUEDA



Fuente de Siloé, es un espacio de búsqueda personal que pretende estar iluminado por la pausa, el silencio, la Palabra, la interiorización, la reflexión, la naturaleza…
   Si eres alguien con recorrido personal y de fe que necesita un espacio de silencio y oración para clarificar, desde la Palabra, situaciones personales, vitales, vocacionales, etc., Fuente de Siloé puede ser como agua que deja mullida la tierra y la enriquece sin medida.
   Para más información:

Descarga la información aquí

lunes, 23 de abril de 2012

EL PODER DE LAS PALABRAS

Hace ya algunos días tuve la suerte de poder ver un video en el que un ciego, sentado en la calle, pedía limosna con un cartel que decía, con palabras claras y directas: “Estoy ciego, ayúdame por favor”. Algunos que pasaban por su lado, le tiraban monedas, sin reparar en el cartel y sin ver dónde caían. Pasó una chica también a su lado y le hizo el mejor de los “regalos”; cogió el cartel, sacó un bolígrafo y cambió las palabras claras y directas, por otras que provocaron una transformación en la suerte de ese pobre ciego. Volvió la chica, pasado el tiempo. El ciego la reconoció palpando sus zapatos y le preguntó con extrañeza: ¿Qué escribiste en mi cartel? A lo que la joven simplemente respondió: “Escribí lo mismo, pero con distintas palabras”.
   A raíz de aquel video, no he hecho otra cosa más que pensar en el poder que tienen las palabras para cambiar el mundo. Y aunque, hoy en día, se siguen repitiendo las mismas palabras en muchos foros y ambientes (políticos, económicos, sociales e, incluso, religiosos) no pierden o, al menos, no deberían de perder el poder que tienen. Sin embargo, como suele ocurrir con la mayoría de los “productos modernos” tienen fecha de caducidad; las palabras empiezan a perder el valor profundo que tienen en la comunicación.
   De un tiempo a esta parte, me ha resultado curioso ver cómo los políticos utilizando las palabras eran capaces de “convencer” de una cosa y de la contraria a las personas que simplemente “oyen sonidos” y no “escuchan palabras”. Resulta revelador ver cómo a través de los discursos, de la utilización de ciertas estructuras y palabras son capaces de crear cualquier tipo de ambiente: de conflicto, de exclusión, de crispación, de negatividad… pero también son capaces de crear el ambiente contrario (los que menos): de esperanza, de solidaridad, de acogida, optimismo…
   Es necesario que volvamos a despertar, que tomemos conciencia de una de las características más asombrosas que tiene el ser humano, del don tan maravillo recibido, como es “la palabra”. Desde ahí, podemos hacer una relectura del Prólogo de san Juan: “En el principio, existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”. El resultado del silogismo es fácil, no podemos decir que amamos a Dios, si no amamos “las Palabras”. Sólo quien es capaz de amar las palabras, es capaz de adentrarse en el sentido último de las mismas, es capaz de encontrar vías de comunicación que poco o nada tienen que ver con pura información o la intención de convencer y manipular, tiene que ver, sobre todo, con la “relación profunda de sentimientos” que llevan al conocimiento de las personas para poder amarlas.
   Os invito a todos desde aquí, a que no echemos en “saco roto” las palabras, que aunque estas que están aquí escritas tengan poco valor, sean al menos estímulo y acicate para que reconozcamos en nuestra vida su poder y seamos capaces de pensar muy bien aquello que vamos a decir antes de hablar al hermano. Hagamos el ejercicio de aportar optimismo a este mundo, a través de aquello que decimos. (Hno. Enrique García)
 

martes, 17 de abril de 2012

ESTABA MUSTIO

Pasaba todos los días y allí estaba la maceta, en un rincón de la casa, verde brillante, con sus hojas extendidas y anchas. Era una spatifhilium que parecía ser autosuficiente y no necesitaba nada. Un día me fijé: ¿qué le pasaba?
   Sus hojas lacias caían desmayadas sobre el suelo; intenté enderezarlas, volverlas a poner como estaban, pero flácidas caían buscando algún apoyo… ¡Qué raro! Si hace unos días estaba bien… Hace frío, es invierno; pero está a cubierto de la helada y del relente, la sala está caliente…, lleva ahí mucho tiempo, está acostumbrada… ¡Qué le pasa!
   Haciendo pesquisas al fin toqué la tierra de su tiesto: ¡estaba seca!, ¡ni rastro de humedad! Inmediatamente busqué la regadera, la llene de agua, vertí un poco y esperé un tiempo… Poco a poco se fue levantando, se estiró y recuperó su puesto.
   Me acordé que Jesús y la samaritana tenían sed: ambos fueron a buscar agua a un pozo. Jesús le pidió un poco de agua a la samaritana, pues él no tenía con qué sacar el agua, pero ella le ofreció todas las quejas, dudas y protestas que tenían los samaritanos contra los judíos. Jesús, inmutable, le explicó, le aclaró y le ofreció el agua misteriosa que él llevaba, y que era la que la samaritana necesitaba. Ambos quedaron finalmente saciados sin ni siquiera haber probado el agua. Me da la impresión que, a veces, la necesidad se disfraza, y se entiende así que nos desconcierte que Dios no siempre da lo que le pides, sino lo que necesitas. (Paco Luzón)

domingo, 8 de abril de 2012

UNA VICTORIA SEGURA

El tiempo de Pascua habla de la victoria de Jesús sobre las fuerzas hostiles a la humanidad. Consideramos su muerte un triunfo. Sin embargo, aunque cantamos la victoria de Jesús no logramos incorporar a nuestra vida una moral de victoria. Por eso nos asaltan mil dudas sobre el éxito de nuestra vida, del mundo, de la Iglesia. Celebrar la resurrección de Jesús habría de inocularnos una moral de victoria que transforme nuestro actuar dándole resistencia, fuerza, esperanza.

Ante el sufrimiento de la humanidad, con la guerra, la pobreza y el odio, también nosotros podemos decir: “la victoria es segura”. Ante el genocidio de Ruanda, la tragedia de los Balcanes, cuando la derrota de la humanidad de la humanidad parece total, podemos decir: “la victoria es segura”. En la vida de cada uno de nosotros, incluso cuando nuestra capacidad de amor y nuestro entusiasmo parecen destruidos, podemos decir: “la victoria es segura”. Cuando la muerte se lleva alguien a quien amamos y parece que allí ya no hay futuro, descubrimos que eso no es cierto. La mañana de Pascua, los discípulos descubrieron que el amor había vencido al odio, la amistad a la traición, que el sentido había triunfado sobre la falta de sentido, que el Dios fuerte nos hace fuertes a nosotros: “la victoria es segura”. En una iglesia de Estambul vi una vez un fresco muy bonito del siglo quince que mostraba a Cristo resucitado rompiendo las cadenas de la muerte y liberando a Adán y Eva. Cualesquiera sean las cadenas que nos aten, la prisión donde estemos encerrados, podemos alegrarnos y decir: “La victoria es segura”. (T. Radcliffe, Os llamo amigos, p.95-96)

sábado, 7 de abril de 2012

¿QUIÉN NOS QUITARÁ ESTA PIEDRA?

Ya de por sí, las piedras pesan; y si son grandes, pesan muchísimo. Hay piedras que contribuyen a levantar un edificio importante. Hay piedras que ayudan a cruzar un río. Hay piedras que protegen del viento, del frío o del calor. Y hay piedras que pesan… y aplastan.
La piedra que cerraba el sepulcro de Jesús era una de esas piedras pesadas y aplastantes, porque significaba que él ya no estaba junto a los que le querían. En ella iban pensando María Magdalena, María la de Santiago y Salomé cuando fueron a embalsar ese cuerpo ahora inerte que tanto había significado para ellas.

Lee Mc 16,1-8. Fíjate en lo que lo estas mujeres llevan en la cabeza y en lo que se dicen unas a otras. Imagínate lo que llevan en el corazón. Presta también atención a lo que les dice el joven vestido de blanco y a su sorprendente reacción: huyen espantadas y muertas de miedo…
Seguramente no nos costará mucho sentirnos como ellas. Eso de experimentar que se nos frustran las esperanzas o los sueños forma parte de la vida. Pero estas mujeres fueron también capaces de descubrir que la piedra se había movido… y de escuchar lo que se les anuncia. Y esto es mucho ya. ¿No nos pasa a veces que estamos tan obsesionados con “nuestras piedras” que no somos capaces de ver más allá de ellas? Pero estas discípulas sí que fueron capaces, al menos un poco. Pudieron descubrir que “la piedra” (y donde decimos piedra decimos tristeza, pérdida, cansancio, desilusión, dificultades….) no tiene la última palabra. ¡Tantas mujeres a lo largo de la historia han hecho este hallazgo…! Por ejemplo, Etty Hillesum, cuya mirada fue capaz de descubrir la presencia de Dios en el horror del campo de concentración de Auschwitz. En una de sus muchas oraciones dice lo siguiente: “¡Dios mío, tómame de la mano! Te seguiré de manera resuelta, sin mucha resistencia. No me sustraeré a ninguna de las tormentas que caigan sobre mí en esta vida. Soportaré el choque con lo mejor de mis fuerzas. Pero dame de vez en cuando un breve instante de paz”.
Pero estas discípulas del evangelio también tenían miedo. Tanto, que el texto nos dice que no comunicaron nada a nadie… ¿Cómo podemos entender esto? ¿De verdad se callaron? Pero, si eso es así, ¿por qué en otros lugares se nos cuenta que estas mujeres anunciaron que Jesús había resucitado?
El evangelista Marcos quiso terminar este pasaje de una forma tan sorprendente para que los discípulos de Jesús de todos los tiempos (como nosotros y nosotras hoy) también podamos identificarnos con la parte más vulnerable de estas mujeres. Su miedo nos enseña que seguir a Jesús es tarea de toda la vida, que muchas veces nos tocará empezar de nuevo. Y, por increíble que parezca, no pasa nada. Siempre tenemos una nueva oportunidad, porque Dios nos la da (¿y sin pedir cuentas…? Pues sí, sin pedir cuentas…). ¿Y qué es “empezar de nuevo”? Ese “volver a empezar” no es sino aprender de Jesús, de su vida, de lo que hace, de lo que dice… Es “volver a Galilea”, como dice el joven vestido de blanco, y recorrer el camino con él. La propia Etty Hillesum, a pesar de ser una gran mujer, con fe y coraje, necesitaba que Dios le diera un poco de paz. A veces no podía con todo y no se avergonzaba de reconocerlo. Pero también descubría la presencia  de Dios en cada gesto de amor (por pequeño que sea), en cada persona que, pese al horror que le pudiera haber tocado vivir, seguía “sembrando humanidad”. Y por eso se atrevió a esperar.

viernes, 6 de abril de 2012

¿QUÉ MIRADA NOS SANA?

Como cada año, el Viernes Santo nos invita a leer el relato de la Pasión de Jesús (Jn 18,1-19,42). Podemos comenzar el día aceptando esta invitación, leyéndolo seguido, prestando atención  a los lugares, a los diferentes momentos… pero sobre todo, a los personajes (quiénes aparecen, cómo se sitúan ante Jesús, por qué…). Enseguida te darás cuenta de que hay muchísimos detalles. Con un poco de imaginación podemos pensar en los que fueron testigos directos, en cómo se esforzaron por recordar bien todo lo que pasó y en cómo después lo contaron una y otra vez. Lo que ocurrió fue muy importante. Generalmente, sólo contamos con tanto detalle las cosas importantes.
¿Por qué quisieron recordar esta historia los discípulos, aunque no les dejara en buen lugar? (Fíjate en el comportamiento de Pedro, que parece querer estar junto a Jesús pero a la hora de la verdad, le deja solo y le niega. Cae también en la cuenta de las personas que “no” están junto a la cruz…). El grupo de mujeres que permanece con él hasta el final nos puede ayudar a responder a esta pregunta.
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena”, nos dice Juan (19,25). Quien ha leído el evangelio desde el principio, sólo conoce a María, la madre. Las demás aparecen ahora por primera vez. Vamos a fijarnos en la escena, sobre todo en el intercambio de miradas. Ellas miran a Jesús y Jesús las mira a ellas. ¿Qué hay en cada una de estas miradas?
Podemos imaginar muy bien que las cuatro mujeres contemplarían la escena horrorizadas. Querían a Jesús, él les había hecho descubrir de una manera nueva a Dios, confiaban en él…  ¿Y ahora? ¿Por qué este fracaso? ¿Por qué la soledad, la angustia, el sinsentido, el dolor…? Es muy posible que ellas estuvieran “acostumbradas” a sufrir (hasta donde uno puede acostumbrarse a eso…), porque estaban “acostumbradas” a vivir. A lo largo de la historia, y a lo largo y ancho de nuestro planeta hoy, las mujeres gozan y sufren, se alegran, se entristecen, se hunden, se levantan, acompañan a otros, se dejan acompañar… Todo esto. Así le ocurre al que se mete a fondo en las situaciones de la vida y de las personas. Pero, ¿no es mejor esto que pasar por la vida “de puntillas” o protegiéndose? (aunque, en realidad, no hay vacuna que resista todo…).
Los ojos que estas mujeres dirigen a la cruz de Jesús son también los nuestros. ¿Por qué la vida es a veces tan difícil? ¿Por qué siempre hay algo o alguien que nos hace sufrir? No tenemos que irnos muy lejos… Todos tenemos alguna espina que de vez en cuando se nos clava o una cruz que llevar (dificultades con amigos o con nuestros padres, situaciones de ellos que nos duelen, problemas con los estudios, con el trabajo, económicas…). No digamos nada si somos capaces de echar la mirada un poco más allá, a nuestra sociedad, a nuestro mundo. Parece que “no hay vida ni mundo sin pasión”. Y Dios no lo quiere así, pero ahí está: junto a Jesús, junto a toda persona que sufre, junto a quien hace lo posible para que llevar la cruz sea más llevadero, junto a ti, junto a mí. Se hace amigo y compañero “a las duras y a las maduras”.
Pero la escena no queda ahí. Jesús también mira a las mujeres. ¿Qué descubrimos en su mirada? Amor y perdón, que no sólo se dirige a ellas, sino a todos; también a los que le condenan. Esto es algo que nos cuesta mucho creer, porque funcionamos con eso de “cada cual recibe lo que se merece”. Pero Jesús no nos da lo que nos merecemos. Nos ayuda a responsabilizarnos de nuestros actos, y responde siempre igual: con amor y perdón. Tras cada traspiés, caída, metedura de pata (grandes o no…), nos sigue mirando y diciendo: “levántate: sigo creyendo en ti”.
Ahora ya sabemos por qué los discípulos contaron tantas veces la Pasión: esta historia les ayudaba a cargar cada día con su propia cruz y, además, les recordaba que Dios no echa en cara ni “las guarda”: siempre perdona, reconcilia y acompaña.

jueves, 5 de abril de 2012

¿CABE LA MEDIDA EN CUESTIONES DE AMOR?

Hoy, día de Jueves Santo, somos invitados a cenar. Por eso, lo primero que tenemos que hacer es elegir la ropa adecuada (que, aunque no es lo esencial, algo dice de la importancia del asunto…) y estar abiertos a compartir nuestra vida con los que vamos a sentarnos a la mesa. En las comidas que son de verdad importantes no cuenta tanto el menú, aunque a veces gastemos en él mucha energía, cuanto gozar de la compañía. Parte del significado de “comer con otros” tiene que ver con la confianza y la acogida mutuas, con quitar algunas de las barreras que solemos poner alrededor de nosotros mismos para protegernos o defendernos (¿quién está libre, en mayor o menor grado, de algunos miedos?). Vamos, entonces, a cenar, a celebrar un encuentro. Y, como en todo encuentro que se precie de serlo, nos disponemos a descubrir algo nuevo de los demás y de nosotros mismos, y a dejarnos transformar… 


El evangelio de Juan contiene el relato de dos cenas: una en 12,1-11 y otra en 13,1-30. En ambas participa Jesús y en ambas hay un gesto sorprendente, en torno… no tanto a la mesa, sino a los pies: los de Jesús, que son ungidos con perfume y secados por María de Betania, y los de los discípulos, que son lavados y secados por el Maestro. Jesús se deja tocar sin prejuicios y toca a su vez a los demás con total libertad. Los dos pasajes comparten, además, otro rasgo: hay alguien que no comprende la acción. En el primer pasaje es Judas y, en el segundo, Pedro. De ahí que en las dos escenas Jesús se vea obligado a corregir, explicar, hacer entender… 
¿Por qué esta insistencia en los pies? ¿Y por qué tanta incomprensión? Las dos preguntas están profundamente relacionadas. Los pies son una parte olvidada de nuestro cuerpo. En realidad, no podemos hacer casi nada sin ellos, pero apenas los recordamos, salvo cuando nos cansamos, nos duelen y “se quejan”. Lavar los pies era un gesto propio de mujeres y de esclavos (paradójicamente, ¿o quizá no tanto?, las personas olvidadas lavaban las partes olvidadas), pero, a la luz de cómo ha construido el evangelio de Juan estos dos capítulos, parece que lo que nos quiere decir es que Jesús adopta un comportamiento típico de mujeres; en concreto, el de María. Pero, ¿por qué?, podemos preguntarnos de nuevo.
Judas se indigna porque María ha derrochado un perfume muy caro. En realidad, como bien se encarga el evangelio de aclarar, los pobres no le importaban lo más mínimo. El gesto de ella es una muestra de generosidad, desmesura y entrega amorosa. Ha entendido lo que de verdad merece la pena y por ello representa a todo discípulo y discípula que se da completamente, y sin cálculos, a Jesús y, también, a la comunidad de hermanos. Por eso Jesús hace lo mismo después. En Judas, en cambio, reconocemos a todos los que sólo piensan en sí mismos y en su propio provecho, y, además, pretenden justificarse ante los demás.
La incapacidad de Pedro para aceptar el gesto de Jesús tiene que ver con dos cosas. No puede comprender que el Maestro haga algo tan impropio para un varón, que es asumir el rol de una mujer. En un mundo en el que los hombres que se precian de serlo se distinguen por el poder, la competitividad, el dominio… asume valores propiamente femeninos como la reciprocidad, el servicio, la compasión y la ternura. Además, le cuesta aceptar que Jesús se dé a sí mismo por completo, como María, con un amor “hasta el extremo”, aunque, en realidad, no es sino el culmen de lo que ha sido toda su existencia. ¿No es la vida de Jesús una vida totalmente entregada a los demás, a los que en su tiempo nadie quería (enfermos, extranjeros…), a Pedro, a ti, de mil modos y gratuitamente, mostrando así el amor de Dios?

domingo, 1 de abril de 2012

¿UN CALLEJÓN SIN SALIDA?

Por todos los sitios nos dicen que España “va muy mal”. Unos dicen que hay que hacer recortes para cumplir el déficit que exige Europa y otros que esos recortes no pueden recaer en “la gente de a pie”. El caso es que si atendemos a los técnicos (economistas) no nos queda otro remedio que reducir el déficit. Bueno, ni ellos están de acuerdo, porque en medio de esta recesión en la que vivimos, lo que interesa es crear empleo y crecimiento; y con los recortes vamos a destruir más empleo, va a haber menos dinero público circulando y por tanto menos consumo interno y menos crecimiento.
Esto parece un callejón sin salida. Quizás la cuestión sea más de fondo. Estamos en un sistema que se basa en el crecimiento: si hay crecimiento el sistema va bien y si no lo hay, como ahora en España, el sistema no va bien. Pero también sabemos que un crecimiento ilimitado como el que proponemos, en un planeta limitado de recursos como en el que estamos no es posible. Es decir estamos en un sistema abocado al desastre porque no tenemos recursos suficientes como para mantener un planeta en eterno crecimiento.

En los primeros meses de la crisis algunos políticos hablaban que había llegado el momento de hacer grandes reformas del sistema económico, y hablaban de la necesidad de terminar con los paraísos fiscales, o de que los estados recuperasen el gobierno de sus países, en manos ahora de las grandes compañías transnacionales. Pero de todo aquello no se ha vuelto a hablar ¿por qué?
¿No hay alternativa? Pues sí las hay. Algunos economistas ya empiezan a hablar de que deberíamos potenciar un sistema de “decrecimiento” en el que reduciríamos el consumo y la producción de bienes materiales, pero aumentaríamos el consumo de otras riquezas no materiales, como las relaciones humanas, etc. Esto supondría disminuir la producción y el consumo, encarecer los productos para que todos tuvieran trabajo, pero también que todos dispusiéramos de mucho más tiempo para poder VIVIR. Otros, como Christian Felber, hablan de ir incorporando “una economía del bien común” como modelo económico alternativo. Incluso hay todo un libro disponible en internet, con esta misma idea “Hay alternativas”.
Pero en todos los casos necesitamos algo más que voluntad para que se den esas transformaciones sociales, para pasar, por ejemplo, de una economía que busca el bien individual a otra que busque el bien de todos. Estas transformaciones necesitan de “conversiones” personales. En el fondo es lo que decía el papa en sus palabras en Cuba cuando hablaba de la necesaria fraternidad y reconciliación entre los cubanos para avanzar en los cambios necesarios. No es cuestión de dar con la fórmula adecuada, sino de propiciar una marea de reconciliación entre las personas de modo que empape todo lo que hacemos, también nuestras relaciones económicas. Y no pensemos ya en un sistema que tenga o no los mayores beneficios económicos, o el mayor crecimiento en producción de bienes de consumo. Si no que tengamos un sistema que cubra todas las necesidades de las personas, no sólo las materiales: un sistema que propicie el cuidado de las personas y su desarrollo como tales. ¿Cómo lo ves? (Javier Morala, capuchino)