miércoles, 28 de julio de 2021

LA VERDAD DE LA ORACIÓN

Decimos que la oración es importante para poder vivir la fe, para mantenernos en la relación personal con Dios. Y es así, en verdad. Pero aunque llevemos años ejercitandonos en la oración, nos viene bien darle un repaso de vez en cuando. Las rutinas, los tiempos de sequedad, los cuestionamientos que sobre la fe imperan en nuestro entorno van adelgazando, debilitando aquellas motivaciones primeras que nos empujaron a tomar un tiempo para orar ante Dios.

Pablo en una carta a los cristianos de Colosas les dice: “Perseverad en la oración”. Para ello es necesario tener la convicción de que no estamos solos en este empeño. Estamos animados por el Espíritu que susurra, inspira, intercede, adora en nuestro corazón. Más que decidir orar desde nosotros, quizá nos ayudaría pensar que poniéndonos ante el Señor, es al Espíritu a quien dejamos que diga en nuestro interior. Nosotros consentimos que nuestro corazón hable, diga, suelte lo que lleva dentro. Y todo esto lo ponemos ante El. No soy yo la fuente de la oración, de la relación con Dios, sino que es Dios mismo el que inunda todo nuestro ser.

Qué gozoso es cuando sentimos su presencia, o cuando salen a borbotones palabras en esa relación, o cuando se percibe uno en coherencia entre lo dicho y lo vivido. Ciertamente es de agradecer. Sin embargo, la verdad de mi oración no se mide desde esas cosas, sino por el grado de apertura de mi corazón a Dios; lo sienta o no lo sienta, tenga palabras o no las tenga, viva coherentemente o no. Su presencia autentifica la verdad de mi oración.

La oración, por ello, no solo es consecuencia de la fe, es también escuela de fe, de purificación, de crecimiento en la relación; nos enseña a vivir en verdad a la luz de Dios.

Carta de Asís, julio 2021

miércoles, 21 de julio de 2021

GRAVITY

El otro día vi la película Gravity. La doctora Ryan, en su primera misión espacial, queda a la deriva en medio de la nada después de quedar destruida su nave. Más allá de las vistas espectaculares de la tierra, cuando te pones en su situación, impone el silencio del espacio, su oscuridad, la inmensidad carente de amparos, la falta de oxígeno, la soledad y la imposibilidad de moverte por tus propios medios sin elementos de apoyo o propulsión. Todos los soportes -la nave, el traje espacial, el oxígeno, la comunicación con la tierra- pueden desaparecer y dejarte en la mayor de las vulnerabilidades, solo, en el vacío material y existencial.

Ya al final de la historia, después de muchos avatares hay una escena maravillosa. Ameriza en una especie de lago y sale de la nave nadando –siento el spoiler-. Jadea porque ya puede respirar por sí misma, ¡ya está rodeada de atmósfera! Mira hacia arriba y ve el cielo azul con sus nubes y no la oscuridad impenetrable. Escucha el ruido del agua y de los pájaros, no el silencio de la nada. Y cuando llega a la orilla se agarra a la arena y sonríe porque está en tierra firme, porque se siente sustentada, porque está salvada. Sus piernas la vuelven a sostener a duras penas porque los músculos han perdido masa después de no ejercitarlos en el vacío. Camina con dificultad, pero por sí misma, como si volviera a dar sus primeros pasos.

Cuando viene de la oscuridad, el silencio, la soledad, el vacío y la falta de referencias, todo lo que se encuentra en nuestro planeta es un regalo: la luz, los colores, la gravedad que le une al suelo, el aire, los sonidos, el agua, la arena. Ha descubierto que nuestro planeta azul es un rincón de cuidados para el ser humano, en medio del universo inhóspito. Como si alguien, en medio de la nada, hubiera concentrado un sinfín de atenciones para nosotros, en este puntito entre estrellas y galaxias. Y por eso, en toda la escena, sólo salen de sus labios unas palabras “thank you”. Porque ha descubierto, después de mil peripecias, con lo que el planeta nos obsequia cada día. Pero ha tenido que prescindir de ello para darse cuenta, como nos ha ocurrido a nosotros en el confinamiento. ¿Seremos capaces de darnos cuenta que, aunque desaparezca la pandemia, seguimos siendo extremadamente frágiles y por tanto todo lo que nos rodea es un regalo?

Javi Morala, capuchino

miércoles, 14 de julio de 2021

EVANGELIZAR COMO FRUTO DEL CONECTAR

Evangelizar… una palabra hoy en día no muy acogida por la mayoría de los que dicen profesar la fe y menos acogida aún por los que no lo hacen. A pesar de estar viviendo en la era en la que todo se difunde rápidamente gracias a la tecnología, evangelizar me compromete y justo lo que muchos buscan es establecer una serie de relaciones que no les comprometan.

Si nos vamos al significado de la palabra Evangelio como “Buena Noticia”, evangelizar es contar esa Buena Noticia o incluso cualquier buena noticia que haga que este mundo o al menos mi alrededor tenga más luz. Siempre me pregunto por qué las cadenas de televisión y los medios de difusión están llenos de malas noticias. ¿A nadie se le ocurre hacer un diario de buenas noticias? ¿Un espacio televisivo de todo lo agradable que pasa por el mundo? La cuestión es que no es momento de sentarnos a esperar sino de hacerlo nosotros.

Desde el amanecer hasta el anochecer se hacen realidad un montón de momentos en los que podemos ser capaces de transmitir algo que genere más sentido común, regale serenidad y transmita un Espíritu que nos aliente para la vida, con ello, se dispersarán los espíritus inmundos de los que habla el Evangelio. El juicio, la crítica, el hablar sin saber ya deberían estar superados. Estamos en el momento de evaluar y ser conscientes de los temas de los que hablamos y desde dónde los hablamos. Porque no hay discurso que menos llegue que el que se hace desde la cabeza, desconectados de lo que sentimos.

Y al hacerlo, no pongamos nuestra seguridad en el pan que llevamos para el camino ni en la túnica que nos aguarda limpia, sino en la presencia de Dios, el que habita en nosotros y que se transmite de forma sencilla. Sólo el sabernos libres y conectados en lo más hondo serán nuestro bastón y si lo que transmitimos es acogido, nuestra casa quedará en paz y nuestro recuerdo quedará en la entraña del que nos acogió y si la experiencia es diferente y no se corresponde con lo que hubiéramos querido, no somos dueños de sus vidas para violentarlos, el respeto por lo ajeno sigue siendo lo más valioso. Sacudir el polvo de nuestros pies será el equivalente a desechar de nosotros el juicio y la crítica y procurarnos continuar ligeros de equipaje.

Así lo entendió San Francisco y así pudo sentir una Perfecta Alegría.

Clara López Rubio

 

miércoles, 7 de julio de 2021

BUSCAD EL REINO DE DIOS

El Dios que está en las personas también está en las cosas, en las entrañas de su creación. Su presencia la perciben los pájaros que revolotean confiados sin sembrar ni segar y la captan las flores que crecen en los prados y en los márgenes de los caminos sin hilar ni trabajar (Mt 6,25-33). La naturaleza se despliega sin agobiarse porque vive inmersa en esta  presencia. El Reino de Dios es la revelación de la inmanencia de Dios que brota por doquier. Sólo hay que abrirse para percibirla. Esta apertura conduce a vivir con autenticidad: «Buscad el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura» (Mt 6,33). La justicia consiste en reconocer la sacralidad de cada ser y de cada existencia, lo cual lleva a instituir un nuevo orden social, donde el dominio y la apropiación dejen paso a la reciprocidad.

Javier Melloni