miércoles, 21 de julio de 2021

GRAVITY

El otro día vi la película Gravity. La doctora Ryan, en su primera misión espacial, queda a la deriva en medio de la nada después de quedar destruida su nave. Más allá de las vistas espectaculares de la tierra, cuando te pones en su situación, impone el silencio del espacio, su oscuridad, la inmensidad carente de amparos, la falta de oxígeno, la soledad y la imposibilidad de moverte por tus propios medios sin elementos de apoyo o propulsión. Todos los soportes -la nave, el traje espacial, el oxígeno, la comunicación con la tierra- pueden desaparecer y dejarte en la mayor de las vulnerabilidades, solo, en el vacío material y existencial.

Ya al final de la historia, después de muchos avatares hay una escena maravillosa. Ameriza en una especie de lago y sale de la nave nadando –siento el spoiler-. Jadea porque ya puede respirar por sí misma, ¡ya está rodeada de atmósfera! Mira hacia arriba y ve el cielo azul con sus nubes y no la oscuridad impenetrable. Escucha el ruido del agua y de los pájaros, no el silencio de la nada. Y cuando llega a la orilla se agarra a la arena y sonríe porque está en tierra firme, porque se siente sustentada, porque está salvada. Sus piernas la vuelven a sostener a duras penas porque los músculos han perdido masa después de no ejercitarlos en el vacío. Camina con dificultad, pero por sí misma, como si volviera a dar sus primeros pasos.

Cuando viene de la oscuridad, el silencio, la soledad, el vacío y la falta de referencias, todo lo que se encuentra en nuestro planeta es un regalo: la luz, los colores, la gravedad que le une al suelo, el aire, los sonidos, el agua, la arena. Ha descubierto que nuestro planeta azul es un rincón de cuidados para el ser humano, en medio del universo inhóspito. Como si alguien, en medio de la nada, hubiera concentrado un sinfín de atenciones para nosotros, en este puntito entre estrellas y galaxias. Y por eso, en toda la escena, sólo salen de sus labios unas palabras “thank you”. Porque ha descubierto, después de mil peripecias, con lo que el planeta nos obsequia cada día. Pero ha tenido que prescindir de ello para darse cuenta, como nos ha ocurrido a nosotros en el confinamiento. ¿Seremos capaces de darnos cuenta que, aunque desaparezca la pandemia, seguimos siendo extremadamente frágiles y por tanto todo lo que nos rodea es un regalo?

Javi Morala, capuchino

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