lunes, 30 de diciembre de 2019
viernes, 27 de diciembre de 2019
NOSTALGIA Y ESPERANZA
Todos tenemos, de un modo u otro, el recuerdo entrañable de alguien que ha sido importante en algún momento de la vida: un amigo, nuestros padres, algún profesor... ¡Qué no daríamos por volver a estar con esa persona, conversar, saber de ella! Quizá ya no pueda ser posible porque está lejos, o ha fallecido. Pero queda esa nostalgia agradecida.
Hay una forma de mantener la relación con esa persona que no supone una presencia física como nos gustaría. Dicha relación se da cuando somos fieles a aquello que vivimos juntos, a esa relación que nos marcó. Es posible que algunos lean esa fidelidad como terquedad, como una reducción al mero recuerdo para no asumir que aquello pasó, que la relación ya no es posible. Sin embargo, también se da la fidelidad a aquella persona para mantener vivo lo mejor de lo que uno mismo es, ya que fue aquella relación la que despertó en nosotros lo que ahora somos. Así, si no mantenemos esa fidelidad traicionamos lo más auténtico de nosotros mismo.
Esta especie de nostalgia de aquella relación vivida, y que sigue marcando nuestra vida hoy, señala que dicha relación sigue vigente, aunque de otro modo. Si hubiera caducado, nuestra vida actual no haría ningún tipo de referencia a aquella relación. No; no podemos negar que la nostalgia nos hace vivir, y vivir con sentido y gozo. Es más; incluso nos abre a la esperanza de que aquello vivido se nos dará en el futuro, aunque ahora se nos escapen del todo el cuándo y el cómo.
¡Cuánto nos marcan las relaciones que han configurado nuestras vidas! No digamos nada cuando se ha dado la relación con Dios mismo. En esta sociedad tan secularizada donde Dios ha desaparecido del horizonte, hay muchas personas, más de las que pensamos, que añoran a Dios. Y no precisamente como reacción al ambiente de increencia en que se ven envueltas, sino como esperanza fiel a lo mejor que les ha sucedido en sus vidas.
Hay una forma de mantener la relación con esa persona que no supone una presencia física como nos gustaría. Dicha relación se da cuando somos fieles a aquello que vivimos juntos, a esa relación que nos marcó. Es posible que algunos lean esa fidelidad como terquedad, como una reducción al mero recuerdo para no asumir que aquello pasó, que la relación ya no es posible. Sin embargo, también se da la fidelidad a aquella persona para mantener vivo lo mejor de lo que uno mismo es, ya que fue aquella relación la que despertó en nosotros lo que ahora somos. Así, si no mantenemos esa fidelidad traicionamos lo más auténtico de nosotros mismo.
Esta especie de nostalgia de aquella relación vivida, y que sigue marcando nuestra vida hoy, señala que dicha relación sigue vigente, aunque de otro modo. Si hubiera caducado, nuestra vida actual no haría ningún tipo de referencia a aquella relación. No; no podemos negar que la nostalgia nos hace vivir, y vivir con sentido y gozo. Es más; incluso nos abre a la esperanza de que aquello vivido se nos dará en el futuro, aunque ahora se nos escapen del todo el cuándo y el cómo.
¡Cuánto nos marcan las relaciones que han configurado nuestras vidas! No digamos nada cuando se ha dado la relación con Dios mismo. En esta sociedad tan secularizada donde Dios ha desaparecido del horizonte, hay muchas personas, más de las que pensamos, que añoran a Dios. Y no precisamente como reacción al ambiente de increencia en que se ven envueltas, sino como esperanza fiel a lo mejor que les ha sucedido en sus vidas.
Carta de Asís, diciembre 2019
miércoles, 25 de diciembre de 2019
martes, 24 de diciembre de 2019
LA FIESTA DE LAS FIESTAS
Con preferencia a las demás solemnidades San Francisco de Asís celebraba con inefable alegría la del nacimiento de Jesús; la llamaba la fiesta de las fiestas. (2Ce 199). Me gusta la percepción y la sensibilidad de Francisco ante esta fiesta siempre especial de la Navidad.
Estos días volvemos a experimentar que el ser humano es festivo. En la nuestra y en todas las culturas celebramos la vida y la muerte, el nacimiento, el amor, los aniversarios y los pasos fundamentales en las etapas de la vida. Y cuando celebramos algo lo hacemos de corazón donde cada pequeño detalle esté lleno de vida y alegría.
En Navidad celebramos que Dios se ha regalado al mundo, que lo más importante de la vida nos ha sido dado gratuitamente. El amor que Dios nos tiene no es algo que se comprar, sino que se recibe gratis. Celebrar esta fiesta, aunque esté envuelta en compras, regalos, comidas, encuentros… nos lleva a recuperar el sentido de lo gratuito, de lo que no es útil, de la importancia de compartir sin calcular, de entregarse sin medida, de alegrarse de verdad, de dentro hacia afuera.
La Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús, que debe ser al mismo tiempo, un renacer en nuestra propia vida, un cambio que evidencie fe y coherencia. “Es de bien nacidos ser agradecidos”. Las personas agradecidas hacen más feliz y más alegre la vida de los demás y la suya propia. Y es que no se puede ser agradecido e infeliz al mismo tiempo. Los corazones agradecidos no pierden el coraje en las circunstancias más difíciles y saben vivir lo que les toca vivir. En cambio, las personas ingratas pueden hacer que la vida se vuelva insufrible para ellos y para los demás. Por eso la Navidad es un momento de reconciliación, de paz interior, de amor.
Decimos también que “la caridad empieza por uno mismo” y algo similar debe suceder con la Navidad. La primera esfera de acción debe ser la familia. En esta época en la que somos llamados a vivir el amor, la paz y la fraternidad, debemos comenzar por donde debe ser, por la familia.
Sabemos muy bien que no existe la familia perfecta. Pero como dice el Papa Francisco, no hay que temerle a la imperfección, a la fragilidad, ni a los conflictos: «Hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. Por eso, la familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se convierte en una escuela de perdón».
Durante este tiempo conviene que estén presentes en medio de nosotros tres palabras importantes que expresan tres actitudes distintas: "permiso", "perdón" y "gracias". A juicio del Papa son "en la vida de la pareja y de la familia", "palabras que abren el camino para vivir bien en la familia, donde el amor recíproco y el respeto son las mejores armas para luchar contra las actitudes que amenazan la relación”.
Estos días volvemos a experimentar que el ser humano es festivo. En la nuestra y en todas las culturas celebramos la vida y la muerte, el nacimiento, el amor, los aniversarios y los pasos fundamentales en las etapas de la vida. Y cuando celebramos algo lo hacemos de corazón donde cada pequeño detalle esté lleno de vida y alegría.
En Navidad celebramos que Dios se ha regalado al mundo, que lo más importante de la vida nos ha sido dado gratuitamente. El amor que Dios nos tiene no es algo que se comprar, sino que se recibe gratis. Celebrar esta fiesta, aunque esté envuelta en compras, regalos, comidas, encuentros… nos lleva a recuperar el sentido de lo gratuito, de lo que no es útil, de la importancia de compartir sin calcular, de entregarse sin medida, de alegrarse de verdad, de dentro hacia afuera.
La Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús, que debe ser al mismo tiempo, un renacer en nuestra propia vida, un cambio que evidencie fe y coherencia. “Es de bien nacidos ser agradecidos”. Las personas agradecidas hacen más feliz y más alegre la vida de los demás y la suya propia. Y es que no se puede ser agradecido e infeliz al mismo tiempo. Los corazones agradecidos no pierden el coraje en las circunstancias más difíciles y saben vivir lo que les toca vivir. En cambio, las personas ingratas pueden hacer que la vida se vuelva insufrible para ellos y para los demás. Por eso la Navidad es un momento de reconciliación, de paz interior, de amor.
Decimos también que “la caridad empieza por uno mismo” y algo similar debe suceder con la Navidad. La primera esfera de acción debe ser la familia. En esta época en la que somos llamados a vivir el amor, la paz y la fraternidad, debemos comenzar por donde debe ser, por la familia.
Sabemos muy bien que no existe la familia perfecta. Pero como dice el Papa Francisco, no hay que temerle a la imperfección, a la fragilidad, ni a los conflictos: «Hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. Por eso, la familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se convierte en una escuela de perdón».
Durante este tiempo conviene que estén presentes en medio de nosotros tres palabras importantes que expresan tres actitudes distintas: "permiso", "perdón" y "gracias". A juicio del Papa son "en la vida de la pareja y de la familia", "palabras que abren el camino para vivir bien en la familia, donde el amor recíproco y el respeto son las mejores armas para luchar contra las actitudes que amenazan la relación”.
lunes, 23 de diciembre de 2019
CELEBRAR LA NAVIDAD
Muchas personas reniegan explícitamente de la Navidad. Les agobia el consumo alocado, las comidas innecesariamente pantagruélicas, el cansancio de reuniones forzadas, la alegría convencional que no tiene raíces. Por eso anhelan que pasen estos días, a la vez que, inútilmente, hacen campaña contra unas fiestas que no sienten ni desean.
Tienen una cierta razón porque la superficialidad humana nos lleva a celebrar aunque no haya contenidos o aunque los presuntos contenidos de la fiesta sean tópicos, rutinarios, embadurnados en un consumo del que no sabemos ni queremos desprendernos. Efectivamente, si hay, según sus detractores, unas fiestas vacuas esas son las de Navidad.
Y, sin embargo, podrían tener un sentido si entendiéramos estas y otras celebraciones similares como el afán, quizá por sendas equívocas, que los humanos tenemos de celebrar el misterio de la vida, esa maravilla que es que, mal que bien, los tres mil millones de unidades químicas que conforman cada una de nuestras moléculas de ADN funcionen.
Se podría celebrar la maravilla que es la identidad individual y la brillante y emocionante diversidad que acompaña a la vida, la certeza honda de que la vida proviene de la vida. El pasado y el futuro abrazados en una estructura molecular en forma de doble hélice. Toda vida surge de otra vida sin necesidad de invocar ningún fenómeno sobrenatural para explicar un proceso tan natural.
¿Y dónde queda, para un creyente, el misterio de la encarnación? Pues justamente en eso: en la contemplación del misterio de ser carne en Jesús de Nazaret y de cada persona que ha transitado por las sendas de esta misteriosa vida. Quizá bastaría un buen paseo por el campo, un rato de silencio, una lectura luminosa para celebrar la Navidad en modos alternativos que nos ayuden a superar el disgusto social con el que muchas personas nos acercamos a estos días.
Tienen una cierta razón porque la superficialidad humana nos lleva a celebrar aunque no haya contenidos o aunque los presuntos contenidos de la fiesta sean tópicos, rutinarios, embadurnados en un consumo del que no sabemos ni queremos desprendernos. Efectivamente, si hay, según sus detractores, unas fiestas vacuas esas son las de Navidad.
Y, sin embargo, podrían tener un sentido si entendiéramos estas y otras celebraciones similares como el afán, quizá por sendas equívocas, que los humanos tenemos de celebrar el misterio de la vida, esa maravilla que es que, mal que bien, los tres mil millones de unidades químicas que conforman cada una de nuestras moléculas de ADN funcionen.
Se podría celebrar la maravilla que es la identidad individual y la brillante y emocionante diversidad que acompaña a la vida, la certeza honda de que la vida proviene de la vida. El pasado y el futuro abrazados en una estructura molecular en forma de doble hélice. Toda vida surge de otra vida sin necesidad de invocar ningún fenómeno sobrenatural para explicar un proceso tan natural.
¿Y dónde queda, para un creyente, el misterio de la encarnación? Pues justamente en eso: en la contemplación del misterio de ser carne en Jesús de Nazaret y de cada persona que ha transitado por las sendas de esta misteriosa vida. Quizá bastaría un buen paseo por el campo, un rato de silencio, una lectura luminosa para celebrar la Navidad en modos alternativos que nos ayuden a superar el disgusto social con el que muchas personas nos acercamos a estos días.
Fidel Aizpurúa, capuchino
viernes, 20 de diciembre de 2019
ADORACIÓN DE LOS PASTORES
Giorgione 1510
Esta noche es distinta. En las alturasbailan llamas de cirios y en los valles
tiembla, helado, el rocío. Mi rebaño
levanta la cabeza como si el aire fuera
un alimento nuevo. Qué alta esfera nos guarda
yo no lo sé. La noche huele a mar.
Y las gentes no saben que en las olas
de la cúpula intacta que nos cubre, los astros
cuchichean. Yo escucho cómo tiemblan las notas
de una canción antigua que propagan los soles.
Por eso no camino igual que antes
y mis ovejas bajan como ausentes.
Me pregunto esta noche
qué nueva luz nos guía hasta el remanso
de unas aguas que crecen invisibles
bajo el aliento cálido de las bestias. Un niño
ríe sobre un pesebre, y en sus ojos
brilla la luz primera que separó las formas
cuando todo era nada. No se escucha
más que el latido de la tierra
levantando la hierba de los campos.
Y nosotros, los pobres, nos postramos
ante un niño más pobre
que las vainas vacías de las semillas secas.
Porque en las hojas de los lirios vemos
que lo inmenso es pequeño en la mañana.
Veo en el horizonte
cómo se abren las alas de un ángel que se acerca
llevando la corona de la risa.
Como un lento paisaje que se inunda de rojo:
así crece la luz en esta hora.
Y mi cuerpo cansado se echa sobre la tierra.
Me duermo como un pájaro en su rama,
bajo la atenta luz de estas miles de estrellas
como cirios brillando, como bocas
que cantan en la noche su aleluya.
Alejandro Martín Navarro (De El oro y la risa)
martes, 17 de diciembre de 2019
DOMESTICAR A JESÚS DE NAZARET
Hemos domesticado la figura de Jesús de Nazaret. Hablamos de él con normalidad como si su vida no tuviera nada de extraordinario. Hemos racionalizado tanto sus propuestas que hemos suprimido lo que había en ellas de acicate y de detonante de algo diferente. Llevamos muchos siglos socializándonos con las palabras del Evangelio, y éste ha dejado de ser una alternativa cultural, una oferta sorprendente y desestabilizadora, una propuesta de Dios. Acostumbrándonos a las actitudes de Cristo, además de banalizarlas, hemos desactivado mucha de su capacidad transformadora y renovadora. Ya no nos cuestiona su propuesta de amar a los enemigos, de perdonar hasta setenta veces siete o de confiar completamente en nuestro Padre más allá de otras seguridades. Hemos descafeinado al Abbá.
Pero como escribe Álvaro Pombo en su Vida de San Francisco de Asís, este sí “se arriesgó aceptando la insólita subreabundancia que encierra la idea de un Dios hecho hombre”. Algunos hombres y mujeres sí han descubierto la anchura ilimitada, la inmensa altura y la profundidad abismal del Dios de Jesús. Como dicen los primeros hermanos de Francisco, en la pluma de este escritor santanderino: “¡Pero eso insólito era lo originante, lo que provocó un día la extrañeza y el entusiasmo en nosotros, (…) había conducido nuestras conciencias al asombro asombroso, al prodigio prodigioso de la encarnación de Dios, a nuestro Señor Jesucristo!”
¿Cómo conectar con el exceso de Dios, con la riqueza infinita de su encarnación, con su amor desbordante? ¿Cómo cultivar el asombro, la contemplación pasmada, la extrañeza ante lo creado, la gratitud vital, la alabanza del corazón? ¿Cómo desacostumbrarnos de Dios, cómo dejar espacio para lo que no podemos entender? ¿Cómo hablar sobre Dios sin desactivar su misterio, cómo decir de Él sin racionalizarlo todo y desinflar la belleza de la gracia? ¿Cómo vivir estas Navidades abiertos a la subreabundancia inagotable de Dios y de su encarnación?
Pero como escribe Álvaro Pombo en su Vida de San Francisco de Asís, este sí “se arriesgó aceptando la insólita subreabundancia que encierra la idea de un Dios hecho hombre”. Algunos hombres y mujeres sí han descubierto la anchura ilimitada, la inmensa altura y la profundidad abismal del Dios de Jesús. Como dicen los primeros hermanos de Francisco, en la pluma de este escritor santanderino: “¡Pero eso insólito era lo originante, lo que provocó un día la extrañeza y el entusiasmo en nosotros, (…) había conducido nuestras conciencias al asombro asombroso, al prodigio prodigioso de la encarnación de Dios, a nuestro Señor Jesucristo!”
¿Cómo conectar con el exceso de Dios, con la riqueza infinita de su encarnación, con su amor desbordante? ¿Cómo cultivar el asombro, la contemplación pasmada, la extrañeza ante lo creado, la gratitud vital, la alabanza del corazón? ¿Cómo desacostumbrarnos de Dios, cómo dejar espacio para lo que no podemos entender? ¿Cómo hablar sobre Dios sin desactivar su misterio, cómo decir de Él sin racionalizarlo todo y desinflar la belleza de la gracia? ¿Cómo vivir estas Navidades abiertos a la subreabundancia inagotable de Dios y de su encarnación?
Javi Morala, capuchino
sábado, 14 de diciembre de 2019
DISMINUIR PARA QUE DIOS CREZCA
El Adviento es una invitación a hacernos pequeños, ser cada día más humildes, disminuir nosotros para que el otro crezca, ser conscientes de nuestra verdad, que sólo somos unos pobres portadores del fuego que es capaz de cambiar la historia. No somos el fuego, sólo sus portadores. Admitir esto es muy difícil en un mundo donde se nos bombardea con la importancia de ser ricos, de ser poderosos, de ser influyentes, populares… Es muy difícil entender que el más grande de todos, el más rico de todos, el más poderoso de todos, Dios en persona, se haga niño, frágil, pobre… Esto sólo puede comprenderlo el corazón de un niño, que no tiene nada que dar, y que en su fragilidad espera recibirlo todo de sus padres. Quien se hace pequeño se vacía de sí mismo para dejarse llenar por lo único que nos hace grandes: la misericordia de Dios. ¿Te atreves a disminuir para que el otro crezca?
jueves, 12 de diciembre de 2019
¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE EL DINERO?
Lo primero que hay que decir es que el tema económico, en sentido amplio, ocupa un lugar amplio en los evangelios. Aunque Jesús fuera un hombre sin cultura, él sabe que el dinero mueve la sociedad y que muchas situaciones de vida dependen de la economía.
Por otra parte, aunque gran parte de la economía de aquella sociedad fuera una economía de trueque, Jesús sabe lo que es el dinero porque, con toda probabilidad trabajó de peón en las grandes obras públicas que los romanos construyeron en su tierra aquellos años: Cesarea marítima, Séforis, Magdala, etc… La pregunta de 22,20 es meramente literaria.
Texto: Mt 25,14-30: «Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo
Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes».
Actualización:
Por otra parte, aunque gran parte de la economía de aquella sociedad fuera una economía de trueque, Jesús sabe lo que es el dinero porque, con toda probabilidad trabajó de peón en las grandes obras públicas que los romanos construyeron en su tierra aquellos años: Cesarea marítima, Séforis, Magdala, etc… La pregunta de 22,20 es meramente literaria.
- Jesús tiene una gran prevención contra el dinero (Lc 16,9: dinero injusto) porque, en el fondo, piensa, como todos los pobres de la época, que quien tiene dinero lo ha robado a otro, sobre todo si es mucho.
- Por eso, tiene entre ceja y ceja el mecanismo de la acumulación. Le parece de una necedad tal que quien cae ahí se olvida del valor que tiene la vida y la relación (Lc 12,13-21). Habría que desacumular, ser “ricos para Dios” (Lc 12,21).
- Pero si, como ocurre en esta época nuestra de más liquidez monetaria, tenemos un cierto dinero, piensa Jesús que lo que hay que hacer es “hacerse amigos con el dinero injusto” (Lc 16,9), es decir, orientar lo más posible nuestros bienes hacia la necesidad del otro por un simple criterio de igualación.
Texto: Mt 25,14-30: «Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo
Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes».
- Siguiendo la interpretación del antiguo padre de la iglesia Eusebio de Cesarea, quizá quien mejor obró fue el que recibió un solo talento: una luz se ha encendido en él y le ha hecho ver que todos trabajaban para enriquecer a un rey injusto. Él ha decidido cortar con esa línea y se ha sublevado: no le dará al injusto ni siquiera las ganancias del banco.
- Es que el dinero tiene que tener muy claro el para qué y el para quién: si la ganancia beneficia al opresor, esa ganancia es “pan negro”, como dice el papa Francisco, pan que procede y que engendra injusticia.
Actualización:
- España es, después de Letonia, el país de más desigualdad social y económica de la UE. El AIREF (Autoridad independiente de Responsabilidad Fiscal) propone una renta mínima estatal que acabaría con las desigualdades que existen entre comunidades en cuantía, porcentaje de hogares cubiertos y duración: País Vasco da 727 euros y Murcia 300 (La Rioja 403); País Vasco cubre el 100% de hogares, Castilla la Mancha solo el 10%; País Vasco es indefinida, Comunidad Valenciana seis meses. Estamos hablando de 3.500 millones (presupuesto de gasto para 2019 472.000 millones).
- Hay quien piensa que esto no debería darse, que siga la pobreza como siempre. SI no, sería una incitación a la vagancia y efecto llamada para los pobres de Marruecos, por ejemplo. Es como si la desigualdad no fuera problema social real.
- ¿No sería una forma mínima de redistribuir la riqueza nacional con el fin de rebajar algo la desigualdad? ¿No sería esta la forma de des-acumular de la que habla el evangelio? ¿Cómo es que decimos que el evangelio nos interesa y estas cuestiones de dinero reorientado parece que no nos interesan tanto o, incluso, las consideramos sacadas de quicio? ¿Tiene algo que ver el pensamiento de Jesús sobre el reino y esto? ¿Cómo podemos hablar de esto en nuestros entornos concretos?
Fidel Aizpurúa
martes, 10 de diciembre de 2019
LA REALIDAD DE NUESTRA PARROQUIA
La parroquia de San Antonio está situada en el céntrico y populoso barrio de Cuatro Caminos, en el distrito de Tetuán, Madrid, concretamente en el número 150 de la calle Bravo Murillo. Esta parroquia no es una parroquia cualquiera, sino que se trata de una parroquia franciscana capuchina. Los padres capuchinos llevan el espíritu de San Francisco de Asís a cada rincón de la parroquia, desprendiendo sencillez, humanidad y cercanía.
Nuestra parroquia es un reflejo también de nuestro barrio. Cuatro Caminos es un barrio singular, importante nudo de comunicaciones madrileño y lugar de encuentro de diferentes nacionalidades y culturas. Esta multiculturalidad está presente también en San Antonio. No es raro encontrar más de cuatro o cinco nacionalidades entre las gentes que se reúnen en el salón parroquial.
En San Antonio, no solo los frailes desprenden ese carisma franciscano anteriormente citado. Los miembros de los distintos grupos de trabajo de la parroquia comparten también la visión de la vida que tenía San Francisco, en lo que se refiere a servicio a los miembros de la comunidad en la que está situada la parroquia.
Son muchas las actividades que se desarrollan dentro de nuestra parroquia. La trabajadora social se ocupa de atender las necesidades de las personas que están en posible riesgo de exclusión. Una de sus responsabilidades es la asignación de los alimentos que se recogen todos los años en el mes de diciembre en la Operación Kilo, actividad en la que también participan otros miembros de la parroquia.
En el periodo inmediatamente anterior a la Navidad se celebra también el mercadillo de Navidad, cuyos beneficios se destinan a distintas obras de los frailes en el continente americano, concretamente la recaudación de este año se ha destinado a Venezuela.
La parroquia también pone a disposición de los vecinos del barrio y de otros barrios el servicio de dispensario y asesoría jurídica con asistencia médica, distribución de medicamentos y consejo legal sobre todo para los inmigrantes.
El centro para mayores de la calle Jaén ofrece a este colectivo actividades de ocio y también culturales.
En cuanto a las actividades de catecumenado, contamos con el grupo de catequesis de primera comunión, confirmación para adolescentes y catequesis para adultos. Estas catequesis están impartidas por un grupo de catequistas ilusionados y comprometidos con su tarea.
No podemos olvidarnos de los distintos grupos que llenan de vida, y de música la parroquia, personas de todas las edades que se reúnen para compartir vivencias y crecer en la fe.
Nuestra parroquia es un lugar donde cabemos todos, un espacio de tolerancia, respeto a la diferencia, solidaridad y vida bajo la dirección de los Padres Franciscanos Capuchinos según el espíritu de San Francisco.
Nuestra parroquia es un reflejo también de nuestro barrio. Cuatro Caminos es un barrio singular, importante nudo de comunicaciones madrileño y lugar de encuentro de diferentes nacionalidades y culturas. Esta multiculturalidad está presente también en San Antonio. No es raro encontrar más de cuatro o cinco nacionalidades entre las gentes que se reúnen en el salón parroquial.
En San Antonio, no solo los frailes desprenden ese carisma franciscano anteriormente citado. Los miembros de los distintos grupos de trabajo de la parroquia comparten también la visión de la vida que tenía San Francisco, en lo que se refiere a servicio a los miembros de la comunidad en la que está situada la parroquia.
Son muchas las actividades que se desarrollan dentro de nuestra parroquia. La trabajadora social se ocupa de atender las necesidades de las personas que están en posible riesgo de exclusión. Una de sus responsabilidades es la asignación de los alimentos que se recogen todos los años en el mes de diciembre en la Operación Kilo, actividad en la que también participan otros miembros de la parroquia.
En el periodo inmediatamente anterior a la Navidad se celebra también el mercadillo de Navidad, cuyos beneficios se destinan a distintas obras de los frailes en el continente americano, concretamente la recaudación de este año se ha destinado a Venezuela.
La parroquia también pone a disposición de los vecinos del barrio y de otros barrios el servicio de dispensario y asesoría jurídica con asistencia médica, distribución de medicamentos y consejo legal sobre todo para los inmigrantes.
El centro para mayores de la calle Jaén ofrece a este colectivo actividades de ocio y también culturales.
En cuanto a las actividades de catecumenado, contamos con el grupo de catequesis de primera comunión, confirmación para adolescentes y catequesis para adultos. Estas catequesis están impartidas por un grupo de catequistas ilusionados y comprometidos con su tarea.
No podemos olvidarnos de los distintos grupos que llenan de vida, y de música la parroquia, personas de todas las edades que se reúnen para compartir vivencias y crecer en la fe.
Nuestra parroquia es un lugar donde cabemos todos, un espacio de tolerancia, respeto a la diferencia, solidaridad y vida bajo la dirección de los Padres Franciscanos Capuchinos según el espíritu de San Francisco.
Almudena Muñoz
viernes, 6 de diciembre de 2019
REPARTO DE ALIMENTOS
Cuando repartes alimentos y das unas galletas o un simple paquete de arroz, descubres que hay reacciones de todo tipo.
Cuando hoy en día , uno se dispone a hablar de pasar necesidad de alimentos, sensación de hambre o no tener nada para comer; todavía hay mucha gente que piensa que estás hablando de otra época , de otros tiempos ya vividos o de historias y batallitas de abuelos…
Sorprendentemente para muchas personas de nuestra sociedad, hoy en nuestras ciudades también hay gente que tiene carencia de alimentos, ya que no pueden obtener viandas de primera necesidad.
En el centro Social San Antonio disponemos de dos espacios donde tratamos de ayudar a paliar este apuro, nuestro Comedor Social (en el que atendemos a personas sin hogar) y el Espacio de Reparto de Alimentos. Este último es un espacio dedicado principalmente a familias y personas autónomas e independientes que están capacitadas para cocinar en sus casas.
El espacio de reparto de alimentos es un espacio dedicado a personas que ya han pasado por diferentes servicios e instituciones pero que no han podido encontrar una repuesta a esta carencia tan especial como es la falta de alimentos. Es en este espacio donde vemos en primera persona esa escasez de alimentos, tan ajena al mundanal ruido de nuestra sociedad y de la vorágine de nuestro día a día.
Cuando repartes alimentos y das unas galletas o un simple paquete de arroz, descubres que hay reacciones de todo tipo. Hay gente que simplemente te das las gracias , personas que te miran y te transmiten una sonrisa, personas que se avergüenzan de su situación y no son capaces de decir nada, o personas que se emocionan porque quizás llevan varios días sin comer nada caliente .
Estas situaciones te hacen reflexionar y pensar en la suerte que tiene gran parte de nuestra sociedad más cercana de tener sus necesidades alimentarias cubiertas Pensar que si no tenemos nada en casa, bajas al súper a hacer la compra y no solo compras alimentos de primera necesidad sino que también compras esos productos que no son tan importantes que son caprichos, para paliar la gula, el aburrimiento o simplemente para calmar el estado de ansiedad.
Mientras tanto hay personas, posiblemente muy cerca de nosotros, mucho más de lo que llegamos a imaginar. Estas familias o esos niños, donde en su casa viven como racionalizan la comida o el paquete de galletas de chocolate para que llegue a fin de mes. Que son las mismas que agradecen y sonríen como si les hubiera tocado la lotería cuando les das una botella de aceite de oliva o una tableta de chocolate.
Son estos rostros invisibles para mucha parte de nuestra sociedad, por los que trabajamos día a día el equipo de Sercade, formando por Voluntarios y trabajadores. Tratando de ayudar a darle la vuelta a la invisibilidad de estas personas y a sus problemas. Porque cambiando de actitud es posible construir una sociedad más digna. A veces es bastante con hacer un poquito de magia haciendo visible lo invisible.
Cuando hoy en día , uno se dispone a hablar de pasar necesidad de alimentos, sensación de hambre o no tener nada para comer; todavía hay mucha gente que piensa que estás hablando de otra época , de otros tiempos ya vividos o de historias y batallitas de abuelos…
Sorprendentemente para muchas personas de nuestra sociedad, hoy en nuestras ciudades también hay gente que tiene carencia de alimentos, ya que no pueden obtener viandas de primera necesidad.
En el centro Social San Antonio disponemos de dos espacios donde tratamos de ayudar a paliar este apuro, nuestro Comedor Social (en el que atendemos a personas sin hogar) y el Espacio de Reparto de Alimentos. Este último es un espacio dedicado principalmente a familias y personas autónomas e independientes que están capacitadas para cocinar en sus casas.
El espacio de reparto de alimentos es un espacio dedicado a personas que ya han pasado por diferentes servicios e instituciones pero que no han podido encontrar una repuesta a esta carencia tan especial como es la falta de alimentos. Es en este espacio donde vemos en primera persona esa escasez de alimentos, tan ajena al mundanal ruido de nuestra sociedad y de la vorágine de nuestro día a día.
Cuando repartes alimentos y das unas galletas o un simple paquete de arroz, descubres que hay reacciones de todo tipo. Hay gente que simplemente te das las gracias , personas que te miran y te transmiten una sonrisa, personas que se avergüenzan de su situación y no son capaces de decir nada, o personas que se emocionan porque quizás llevan varios días sin comer nada caliente .
Estas situaciones te hacen reflexionar y pensar en la suerte que tiene gran parte de nuestra sociedad más cercana de tener sus necesidades alimentarias cubiertas Pensar que si no tenemos nada en casa, bajas al súper a hacer la compra y no solo compras alimentos de primera necesidad sino que también compras esos productos que no son tan importantes que son caprichos, para paliar la gula, el aburrimiento o simplemente para calmar el estado de ansiedad.
Mientras tanto hay personas, posiblemente muy cerca de nosotros, mucho más de lo que llegamos a imaginar. Estas familias o esos niños, donde en su casa viven como racionalizan la comida o el paquete de galletas de chocolate para que llegue a fin de mes. Que son las mismas que agradecen y sonríen como si les hubiera tocado la lotería cuando les das una botella de aceite de oliva o una tableta de chocolate.
Son estos rostros invisibles para mucha parte de nuestra sociedad, por los que trabajamos día a día el equipo de Sercade, formando por Voluntarios y trabajadores. Tratando de ayudar a darle la vuelta a la invisibilidad de estas personas y a sus problemas. Porque cambiando de actitud es posible construir una sociedad más digna. A veces es bastante con hacer un poquito de magia haciendo visible lo invisible.
Óscar Matés
miércoles, 4 de diciembre de 2019
CRÓNICA DE LA FUENTE DE SILOÉ 2019
Llegas con la mente llena...
Llena de ocupaciones, responsabilidades, dudas, prisas, algún enfado aislado, emociones pendientes de resolver..
Llena también de ganas...
Ganas de descanso, de espacio, de un poco de tregua, de un poco de luz que aclare y alguna flecha que indique...
Así que llegas con la mente a rebosar, y sintiendo que en el Alma ya no hay cabida para más...
Y piensas que quizás si limpias, aunque sea solo un poquito la mente, puede que consigas algo de espacio en el Alma.
Llegan los reencuentros, las presentaciones... las primeras risas y los primeros abrazos. Todo bien, todo reconocible, todo previsible.
Llega también la distribución de los espacios para el descanso... favorece el diálogo con uno mismo que no sean compartidos... que si despiertas en mitad de la noche o sientes que el sueño tarda en aparecer no te tengas más que a ti para conversar... no para pensar... solo para escuchar
Todo estructurado, organizado y estudiado de forma impecable... como siempre...
Y de repente, en el primer encuentro después de la cena y sin contar con él... sin avisar... el primer soplo de frescura... el primer espacio...
– Desde la propuesta de conectar con el propio silencio, se ofrecen momentos para que cada uno haga lo que necesite... lo que le pida el Alma... leer, caminar, descansar... cada uno sabe... cada uno decide... porque el parar no significa “no hacer”...-
Por supuesto, se facilitan textos para leer y reflexionar... los espacios para el esparcimiento... los lugares para el descanso....
Pero lo que sorprende es que esa propuesta se hace desde el regalo la propia decisión; se te acompaña, no se te obliga... se te indica una posible vía, no se te impone seguirla... se te sugiere una forma, no se te aplasta con ella...
Y sientes que sólo con eso, ya se vacía una parte de la mente... ya se percibe un poquito de espacio en el Alma...
En la primera reflexión expuesta en común se corrobora ese hecho, porque apenas nadie deja pasar la oportunidad de compartir su necesidad... su duelo... su duda... cada uno sus propios nubarrones compañeros de camino, de los cuales necesita desprenderse para que la carga sea algo más ligera..
La dinámica de Siloé ha sido esa... la mano para sujetar, el hombro para llorar, el pie para acompañar en el caminar, el corazón para escuchar, el abrir para abrazar, el estar para compartir...
Y todo ello desde la elección personal... desde el respeto a la opción... desde la oportunidad a dejar ser.
Esa ha sido la grandeza de Siloé 2019... la Minoridad que la caracteriza. La Invitación a que te Permitas cuidar tu Alma.
Nadie se fue con la nostalgia que acontece después de los encuentros... la despedida se antojó especialmente alegre... como si fuésemos a reencontrarnos unas horas mas tarde... Aparecieron lazos fuertes... de esos que que no solo sujetan, sino que también sostienen... No hubo sensación de distancia... se creó Unidad.
Unos alejaron sus nubarrones... otros dieron el primer paso de su camino... otros se reafirmaron en su lugar... otros se reencontraron con sus emociones... otros descansaron en la tregua que les permite seguir senda...
Y todos nos fuimos con la mente limpia, la confianza restablecida y el Alma llena de espacio.
Gracias Ismael
Gracias Luis
Gracias Todos
Llena de ocupaciones, responsabilidades, dudas, prisas, algún enfado aislado, emociones pendientes de resolver..
Llena también de ganas...
Ganas de descanso, de espacio, de un poco de tregua, de un poco de luz que aclare y alguna flecha que indique...
Así que llegas con la mente a rebosar, y sintiendo que en el Alma ya no hay cabida para más...
Y piensas que quizás si limpias, aunque sea solo un poquito la mente, puede que consigas algo de espacio en el Alma.
Llegan los reencuentros, las presentaciones... las primeras risas y los primeros abrazos. Todo bien, todo reconocible, todo previsible.
Llega también la distribución de los espacios para el descanso... favorece el diálogo con uno mismo que no sean compartidos... que si despiertas en mitad de la noche o sientes que el sueño tarda en aparecer no te tengas más que a ti para conversar... no para pensar... solo para escuchar
Todo estructurado, organizado y estudiado de forma impecable... como siempre...
Y de repente, en el primer encuentro después de la cena y sin contar con él... sin avisar... el primer soplo de frescura... el primer espacio...
– Desde la propuesta de conectar con el propio silencio, se ofrecen momentos para que cada uno haga lo que necesite... lo que le pida el Alma... leer, caminar, descansar... cada uno sabe... cada uno decide... porque el parar no significa “no hacer”...-
Por supuesto, se facilitan textos para leer y reflexionar... los espacios para el esparcimiento... los lugares para el descanso....
Pero lo que sorprende es que esa propuesta se hace desde el regalo la propia decisión; se te acompaña, no se te obliga... se te indica una posible vía, no se te impone seguirla... se te sugiere una forma, no se te aplasta con ella...
Y sientes que sólo con eso, ya se vacía una parte de la mente... ya se percibe un poquito de espacio en el Alma...
En la primera reflexión expuesta en común se corrobora ese hecho, porque apenas nadie deja pasar la oportunidad de compartir su necesidad... su duelo... su duda... cada uno sus propios nubarrones compañeros de camino, de los cuales necesita desprenderse para que la carga sea algo más ligera..
La dinámica de Siloé ha sido esa... la mano para sujetar, el hombro para llorar, el pie para acompañar en el caminar, el corazón para escuchar, el abrir para abrazar, el estar para compartir...
Y todo ello desde la elección personal... desde el respeto a la opción... desde la oportunidad a dejar ser.
Esa ha sido la grandeza de Siloé 2019... la Minoridad que la caracteriza. La Invitación a que te Permitas cuidar tu Alma.
Nadie se fue con la nostalgia que acontece después de los encuentros... la despedida se antojó especialmente alegre... como si fuésemos a reencontrarnos unas horas mas tarde... Aparecieron lazos fuertes... de esos que que no solo sujetan, sino que también sostienen... No hubo sensación de distancia... se creó Unidad.
Unos alejaron sus nubarrones... otros dieron el primer paso de su camino... otros se reafirmaron en su lugar... otros se reencontraron con sus emociones... otros descansaron en la tregua que les permite seguir senda...
Y todos nos fuimos con la mente limpia, la confianza restablecida y el Alma llena de espacio.
Gracias Ismael
Gracias Luis
Gracias Todos
Geli Muñiz
domingo, 1 de diciembre de 2019
ADVIENTO 2019
Despertad, que empieza un nuevo día, un día que alumbra la esperanza.
Quitad de vuestras vidas la rutina, que la tristeza no invada vuestras almas.
Abrid, que entre la luz, todas las puertas, abrid, que entre la brisa, las ventanas.
Que brote la flor y la sonrisa y se limpien de mal de ojo las miradas.
Habrá muchos, seguro, que lo ignoren, por eso, id a gritarlo por las plazas:
El Dios del amor y la ternura pasará por la puerta de tu casa.
Vigila, estate atento, pues seguro, te pide que le dejes visitarla.
Traerá vestidos nuevos para todos. Vestidos perfumados por su gracia.
Y las viejas rutinas que nos duermen, quedarán para siempre trasnochadas,
porque siempre su luz y su presencia nos regalan la vida renovada.
Que el pánico no cunda entre nosotros, cuando vemos que el mundo tanto cambia.
El Señor está cerca, ¿No lo sientes?, él pasa a nuestro lado y nos levanta.
¡Es Adviento! Que es tiempo inundado por la gracia.
Isaías, María y el Bautista con su cálida voz nos acompañan.
A los desencantados y aturdidos, a los que nada ven, ni esperan nada,
a los que la injusticia ha empobrecido, ¡que alumbre con más fuerza la esperanza!
Quitad de vuestras vidas la rutina, que la tristeza no invada vuestras almas.
Abrid, que entre la luz, todas las puertas, abrid, que entre la brisa, las ventanas.
Que brote la flor y la sonrisa y se limpien de mal de ojo las miradas.
Habrá muchos, seguro, que lo ignoren, por eso, id a gritarlo por las plazas:
El Dios del amor y la ternura pasará por la puerta de tu casa.
Vigila, estate atento, pues seguro, te pide que le dejes visitarla.
Traerá vestidos nuevos para todos. Vestidos perfumados por su gracia.
Y las viejas rutinas que nos duermen, quedarán para siempre trasnochadas,
porque siempre su luz y su presencia nos regalan la vida renovada.
Que el pánico no cunda entre nosotros, cuando vemos que el mundo tanto cambia.
El Señor está cerca, ¿No lo sientes?, él pasa a nuestro lado y nos levanta.
¡Es Adviento! Que es tiempo inundado por la gracia.
Isaías, María y el Bautista con su cálida voz nos acompañan.
A los desencantados y aturdidos, a los que nada ven, ni esperan nada,
a los que la injusticia ha empobrecido, ¡que alumbre con más fuerza la esperanza!
sábado, 30 de noviembre de 2019
viernes, 29 de noviembre de 2019
40 ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS COMO PATRONO DE LA ECOLOGÍA
el 29 de noviembre de 1979, san Juan Pablo II proclamó a San Francisco de Asís patrono de la ecología. Es verdad que alguno podría pensar que esta atribución es algo anacrónico y ciertamente sería ingenuo pretender encontrar en él referencias explícitas a los problemas ambientales. La cultura medieval vivía todavía una experiencia de temor ante la naturaleza que era mucho más potente que los seres humanos.
Sin embargo, San Francisco es una fuente grande de inspiración para toda la humanidad pero principalmente para quien quiera mirar hoy el mundo con los ojos de la fe. En el Cántico de las Criaturas invitaba a alabar y bendecir a Aquel que ha hecho al hermano Sol “bello en su esplendor” y a la hermana Luna y a las estrellas, “claras, preciosas y bellas”, y a la hermana Agua “humilde y útil”, y al hermano Fuego “fuerte, hermoso y alegre”. La espléndida variedad de las criaturas es captada aquí en su interconexión, en el servicio que unas se dan a las otras, permitiendo la vida. Francisco mira la creación con ojos llenos de un “inefable amor por las criaturas de Dios” que con dulzura sabían contemplar en ellas “la sabiduría del Creador, su poder y su bondad”, como nos cuenta la 1 Cel 80. Más aún, en la Vida segunda el mismo hagiógrafo sentirá la necesidad de explicitar que “en las cosas hermosas él reconoce al Hermosísimo” (2Cel 165). De aquí nace el afecto con el que se paraba antes las flores, los campos, los peces, la cigarra, las abejas a las que quería que “se les suministrase miel y el mejor vino, para que en los días helados de invierno no mueran de hambre” (2Cel 165).Y de ahí también una atención casi paradójica por los seres no vivos, un cuidado que se dirigía también a los más humildes: “Deja que los candiles, las lámparas y las candelas se consuman por sí, no queriendo apagar con su mano la claridad, que le era símbolo de la luz eterna. Anda con respeto sobre las piedras, por consideración al que se llama Piedra” (2Cel 165).
Es como si a sus ojos el mismo libro de la creación remitieres inmediatamente al libro de la revelación, mientras que éste, a su vez, le remite al primero.
Sin embargo, San Francisco es una fuente grande de inspiración para toda la humanidad pero principalmente para quien quiera mirar hoy el mundo con los ojos de la fe. En el Cántico de las Criaturas invitaba a alabar y bendecir a Aquel que ha hecho al hermano Sol “bello en su esplendor” y a la hermana Luna y a las estrellas, “claras, preciosas y bellas”, y a la hermana Agua “humilde y útil”, y al hermano Fuego “fuerte, hermoso y alegre”. La espléndida variedad de las criaturas es captada aquí en su interconexión, en el servicio que unas se dan a las otras, permitiendo la vida. Francisco mira la creación con ojos llenos de un “inefable amor por las criaturas de Dios” que con dulzura sabían contemplar en ellas “la sabiduría del Creador, su poder y su bondad”, como nos cuenta la 1 Cel 80. Más aún, en la Vida segunda el mismo hagiógrafo sentirá la necesidad de explicitar que “en las cosas hermosas él reconoce al Hermosísimo” (2Cel 165). De aquí nace el afecto con el que se paraba antes las flores, los campos, los peces, la cigarra, las abejas a las que quería que “se les suministrase miel y el mejor vino, para que en los días helados de invierno no mueran de hambre” (2Cel 165).Y de ahí también una atención casi paradójica por los seres no vivos, un cuidado que se dirigía también a los más humildes: “Deja que los candiles, las lámparas y las candelas se consuman por sí, no queriendo apagar con su mano la claridad, que le era símbolo de la luz eterna. Anda con respeto sobre las piedras, por consideración al que se llama Piedra” (2Cel 165).
Es como si a sus ojos el mismo libro de la creación remitieres inmediatamente al libro de la revelación, mientras que éste, a su vez, le remite al primero.
Comisión interfranciscana de JPIC
martes, 26 de noviembre de 2019
HACER MEMORIA DE DIOS
Las personas hacemos memoria mucho más a menudo de lo que pensamos. Y no solo memoria para recordar qué agenda de tareas tenemos, para recordar nombres o rostros de personas, acontecimientos o pasajes de la infancia, o para recordar las lecciones aprendidas. Usamos la memoria para revivir, en el sentido etimológico de la palabra recordar, que sería como “volver a traer al corazón”. En este sentido, cuando acudimos a la memoria a recordar cómo conocimos al amor de nuestra vida, o cuando nacieron nuestros hijos, o cómo fue aquello que me cambió la vida, en esos casos, no solo se trata del pasado, sino que al recordarlo volvemos a vivirlo, a hacerlo nuevo, a revivirlo. Porque al hacer memoria lo recordado se vuelve a repetir, y así, lo vivido y sentido entonces se vuelve a producir nuevamente, como si fuera por primera vez.
Es lo que hace el pueblo hebreo a lo largo de toda la Biblia. Recordar continuamente lo que Dios ha hecho por ellos. Y cuando se encuentran en situación desesperada y claman pidiendo auxilio a Dios, recuerdan que Dios siempre ha acudido en auxilio de su pueblo. Por eso es el pueblo de la esperanza: porque hacen memoria, y la memoria les lleva a confiar, a creer que así como actuó, volverá a actuar, porque Dios es fiel, y lo ha demostrado.
También nosotros hacemos memoria de Jesús, continuamente. Recordamos lo que hizo y lo que dijo. Recordamos su vida, muerte y resurrección. Pero sobre todo recordamos lo que hizo en la última cena, porque cada vez que lo recordamos Él se hace vivo y presente. Por eso hacemos memoria, porque lo queremos traer al corazón una y otra vez, revivirlo, degustarlo. Porque es nuestro Señor, y de Él recibimos la vida.
Es lo que hace el pueblo hebreo a lo largo de toda la Biblia. Recordar continuamente lo que Dios ha hecho por ellos. Y cuando se encuentran en situación desesperada y claman pidiendo auxilio a Dios, recuerdan que Dios siempre ha acudido en auxilio de su pueblo. Por eso es el pueblo de la esperanza: porque hacen memoria, y la memoria les lleva a confiar, a creer que así como actuó, volverá a actuar, porque Dios es fiel, y lo ha demostrado.
También nosotros hacemos memoria de Jesús, continuamente. Recordamos lo que hizo y lo que dijo. Recordamos su vida, muerte y resurrección. Pero sobre todo recordamos lo que hizo en la última cena, porque cada vez que lo recordamos Él se hace vivo y presente. Por eso hacemos memoria, porque lo queremos traer al corazón una y otra vez, revivirlo, degustarlo. Porque es nuestro Señor, y de Él recibimos la vida.
Carta de Asís, noviembre 2019
lunes, 25 de noviembre de 2019
domingo, 24 de noviembre de 2019
CRISTO REY
Que se alegren los pobres, los sencillos, la gente de buen corazón; los inmigrantes que no pueden comprarle una bici a su hijo; aquellos que tienen síndrome de Down; quienes tienen el carisma de las lágrimas; los que fueron echados de la Iglesia por gritar «libertad»; aquellos que adelgazaron sirviendo a los hambrientos; los que no fueron amados ni besados suficientemente; las que dieron cariño sin preguntar «¿qué vas a hacer mañana?»; los limpios de corazón; las viejas que amaron a su gato más que a todas las cosas...
Porque llega un cielo nuevo y una tierra nueva, donde Jesús será rey. Y donde, por tanto, reinará la misericordia, la justicia, la belleza, la honradez, el perdón de las ofensas, la amistad y el amor amor, los vivos, los pacíficos y los que tienen hambre y sed de justicia.
Esta es nuestra esperanza, inmensa pero creíble, porque ya hubo quien pasó por la tierra haciendo el bien. Con esta esperanza firme vivimos y, sobre todo, actuamos. Guiados por el «heroico furor» de que los hombres no sufran y sean felices.
Hasta que Dios, felicidad y plenitud de los hombres y las mujeres, sea todo en todos. Amén.
Porque llega un cielo nuevo y una tierra nueva, donde Jesús será rey. Y donde, por tanto, reinará la misericordia, la justicia, la belleza, la honradez, el perdón de las ofensas, la amistad y el amor amor, los vivos, los pacíficos y los que tienen hambre y sed de justicia.
Esta es nuestra esperanza, inmensa pero creíble, porque ya hubo quien pasó por la tierra haciendo el bien. Con esta esperanza firme vivimos y, sobre todo, actuamos. Guiados por el «heroico furor» de que los hombres no sufran y sean felices.
Hasta que Dios, felicidad y plenitud de los hombres y las mujeres, sea todo en todos. Amén.
viernes, 22 de noviembre de 2019
FORMACIÓN DE ANIMADORES EN ZARAGOZA
El pasado domingo 17 noviembre, nos reunimos los equipos de animadores y monitores de Tiempo Libre “Los Lobos de Gubbio”, de “+k Lobos” y JUFRA para disfrutar y compartir un día de formación que nos permita desarrollar nuestra tarea de con más fuerza y responsabilidad y, de paso, estrechar los lazos que nos unen.
Por la mañana, recibimos una sesión formativa de la mano del hermano José María que tenía como objetivo orientarnos en cómo acercarnos a nuestros chavales según su edad y madurez y que combinó una parte teórica con el desempeño de una serie de talleres. Al medio día, disfrutamos de una comida compartida en la que pudimos charlar, reforzar y aumentar los vínculos que a lo largo de los años hemos establecido entre todos nosotros /as.
Para finalizar la jornada, celebramos una tranquila y acogedora eucaristía, que nos permitió recordar por qué estábamos allí y abrazar y poner en valor todo lo aprendido y vivido a lo largo de aquel día.
Por la mañana, recibimos una sesión formativa de la mano del hermano José María que tenía como objetivo orientarnos en cómo acercarnos a nuestros chavales según su edad y madurez y que combinó una parte teórica con el desempeño de una serie de talleres. Al medio día, disfrutamos de una comida compartida en la que pudimos charlar, reforzar y aumentar los vínculos que a lo largo de los años hemos establecido entre todos nosotros /as.
Para finalizar la jornada, celebramos una tranquila y acogedora eucaristía, que nos permitió recordar por qué estábamos allí y abrazar y poner en valor todo lo aprendido y vivido a lo largo de aquel día.
martes, 19 de noviembre de 2019
LA CONDENA DE LA AUTOESTIMA
Alex Abrines, jugador de baloncesto del Barcelona que llegó a lo más alto jugando en la NBA, cayó en una depresión cuando parecía que lo tenía todo, llegó incluso a odiar este maravilloso deporte. A muchos deportistas de élite les ha ocurrido lo mismo. ¿Cómo puede ser que una persona que aparentemente lo tiene todo se hunda hasta esos extremos?
Hace algunos meses, en un curso para profesores sobre disciplina positiva se nos indicaba que para no dañar la autoestima de los alumnos no había que decirles “lo que hacían mal”, sino que solo había que expresar “lo que podían mejorar”. Estoy de acuerdo en que hay que subrayar lo que los niños o jóvenes hacen bien porque, casi siempre, insistimos en sus errores y nuestras correcciones no sólo no sirven para que los alumnos se desarrollen, sino que muchas veces los hundimos. Pero entiendo que también hay que corregirles.
Creo que en esa artificiosidad del lenguaje de sustituir “lo que hacen mal”, por “lo que pueden mejorar” hay una manera de entender la persona perversa: la valoración de una persona responde a lo que hace, a algún logro personal (éxito profesional, buenas notas, títulos, fama, etc.). Otras veces también se pone el valor de alguien en lo que tiene, en sus características personales (inteligencia, belleza, etc.) o en el dinero, familia, etc.
Sin embargo, antes o después se producen los fracasos, y con ellos llegan la frustración, la minusvaloración personal y la depresión. Pero no sólo eso, la satisfacción que produce alcanzar los objetivos dura muy poco tiempo, y necesitamos buscar compulsivamente otros motivos para responder al impulso de la autoestima. Por eso los logros que indicábamos antes, una vez que se consiguen, ya no satisfacen o el reconocimiento que buscamos con ansiedad nunca es suficiente, como ocurre con los ‘likes’ de las redes sociales.
Como dice el psicólogo Davis Mills, la promoción de la autoestima ha hecho más daño que bien a la persona: “el concepto de autoestima conduce inevitablemente a la autocondenación”. Es decir, la autoestima y la autocondenación son dos caras de una misma moneda, y si buscamos una también conseguiremos la otra.
Poner nuestra valoración en lo que hacemos, lleva inevitablemente consigo que acabemos no estimándonos a nosotros mismos, porque tarde o temprano acabamos actuando inadecuadamente
En cambio, habría que conseguir que todas las personas se sintieran queridos incondicionalmente, es decir, que supieran que nuestro cariño no depende de cómo se comportan, sino que los queremos hagan lo que hagan, y que porque los queremos les corregimos.
A veces, oímos estas palabras de Jesús y nos sentimos incómodos: “cuando hayáis hecho cuanto os han mandado, decid: somos siervos inútiles, sólo hemos cumplido nuestro deber”. Pero está diciendo lo mismo: no tengo que creerme mejor por lo que hago, mi valor no está en mi modo de actuar. Porque mi valor está en lo que soy, “hijo de Dios” ¡nada más y nada menos!, “criatura predilecta del Señor de la vida”, hecha a “su imagen y semejanza”, “ser humano”. ¿SE PUEDE PEDIR MÁS?
Hace algunos meses, en un curso para profesores sobre disciplina positiva se nos indicaba que para no dañar la autoestima de los alumnos no había que decirles “lo que hacían mal”, sino que solo había que expresar “lo que podían mejorar”. Estoy de acuerdo en que hay que subrayar lo que los niños o jóvenes hacen bien porque, casi siempre, insistimos en sus errores y nuestras correcciones no sólo no sirven para que los alumnos se desarrollen, sino que muchas veces los hundimos. Pero entiendo que también hay que corregirles.
Creo que en esa artificiosidad del lenguaje de sustituir “lo que hacen mal”, por “lo que pueden mejorar” hay una manera de entender la persona perversa: la valoración de una persona responde a lo que hace, a algún logro personal (éxito profesional, buenas notas, títulos, fama, etc.). Otras veces también se pone el valor de alguien en lo que tiene, en sus características personales (inteligencia, belleza, etc.) o en el dinero, familia, etc.
Sin embargo, antes o después se producen los fracasos, y con ellos llegan la frustración, la minusvaloración personal y la depresión. Pero no sólo eso, la satisfacción que produce alcanzar los objetivos dura muy poco tiempo, y necesitamos buscar compulsivamente otros motivos para responder al impulso de la autoestima. Por eso los logros que indicábamos antes, una vez que se consiguen, ya no satisfacen o el reconocimiento que buscamos con ansiedad nunca es suficiente, como ocurre con los ‘likes’ de las redes sociales.
Como dice el psicólogo Davis Mills, la promoción de la autoestima ha hecho más daño que bien a la persona: “el concepto de autoestima conduce inevitablemente a la autocondenación”. Es decir, la autoestima y la autocondenación son dos caras de una misma moneda, y si buscamos una también conseguiremos la otra.
Poner nuestra valoración en lo que hacemos, lleva inevitablemente consigo que acabemos no estimándonos a nosotros mismos, porque tarde o temprano acabamos actuando inadecuadamente
En cambio, habría que conseguir que todas las personas se sintieran queridos incondicionalmente, es decir, que supieran que nuestro cariño no depende de cómo se comportan, sino que los queremos hagan lo que hagan, y que porque los queremos les corregimos.
A veces, oímos estas palabras de Jesús y nos sentimos incómodos: “cuando hayáis hecho cuanto os han mandado, decid: somos siervos inútiles, sólo hemos cumplido nuestro deber”. Pero está diciendo lo mismo: no tengo que creerme mejor por lo que hago, mi valor no está en mi modo de actuar. Porque mi valor está en lo que soy, “hijo de Dios” ¡nada más y nada menos!, “criatura predilecta del Señor de la vida”, hecha a “su imagen y semejanza”, “ser humano”. ¿SE PUEDE PEDIR MÁS?
Javier Morala, capuchino
viernes, 15 de noviembre de 2019
¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LA FAMILIA?
Lo primero que hay que decir es que el discurso oficial de la iglesia pone mucho énfasis en el valor de la familia (la tradicional) y dice que es “santuario de la fe” con valoraciones de ese estilo. Nadie duda de que la familia es, aún día, un valor social seguro. Situar la fe ahí es apostar por lo seguro, aunque hay que preguntarse por qué el valor de la familia sigue verdeante y, dentro de ella misma, hay grandes lagunas de increencia.
Los escritos del NT hablarán mucho de la familia y casi siempre en modos tradicionales, de valor seguro. No podía ser de otra manera en la época, una época de mayor componente “clánico” que la nuestra. Pero los evangelios tienen algo atravesado el tema.
Texto: Jn 13,1:«Antes de la fiesta de Pascua, consciente Jesús de que había llegado su hora, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en medio del mundo, les demostró su amor hasta el fin»
Actualización:
Los escritos del NT hablarán mucho de la familia y casi siempre en modos tradicionales, de valor seguro. No podía ser de otra manera en la época, una época de mayor componente “clánico” que la nuestra. Pero los evangelios tienen algo atravesado el tema.
- Hay indicios numerosos de que Jesús tuvo una relación conflictiva con su familia (Mc 3,7), con su “gente” (Jn 7,5), con su padre (hijo de María: Mc 6,3; recibirán cien veces más: Mc 10,28-31). No sabemos el motivo (¿su género de vida itinerante?).
- Jesús no deja de entender la realidad familiar, como todo, desde una perspectiva de dignidad y de justicia: la limosna corrupta que olvida la justicia con los padres (Mc 7,11-12).
- Sería demasiado entender a Jesús como un crítico del valor social seguro que es la familia. Pero tampoco como un defensor a ultranza de ese tipo de relación humana. Por eso, él formula la relación del reino bajo el paraguas de una familia distinta, la de los que cumplen el designio del Padre (Mt 12,49).
- No sabemos si Jesús formó una familia. Los evangelios no aportan ningún indicio en esa dirección, ni tampoco en la contraria. ¿Por qué esto no fue interesante para los evangelistas siendo así que vivían en una sociedad en la que la familia es valor seguro?
Texto: Jn 13,1:«Antes de la fiesta de Pascua, consciente Jesús de que había llegado su hora, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en medio del mundo, les demostró su amor hasta el fin»
- ¿A quién amó Jesús, según los evangelios? ¿Quién fue realmente su familia? Jn dice a quién amó ante el muro de “la fiesta de Pascua”, la última Pascua de Jesús. La pregunta por el amor ante el muro de la muerte cierta, porque Jesús sabe “que ha llegado su hora”, es una pregunta de honda verdad.
- Amó “a los suyos”: esa fue su familia, contenga la expresión lo que contenga: ¿sus discípulos y discípulas? ¿la gente cercana? ¿los pobres que eran los más “suyos”? Lo cierto es que no vivió sin familia, aunque no fuera exactamente la biológica. La expresión “los suyos” encierra una indudable cordialidad.
- Eran los que la vida le puso delante, “los que estaban en medio del mundo”. No amó a ángeles, sino a gente común, con sus tremendas imperfecciones y con sus corazones solidarios, a los que le dieron más de un disgusto (Mc 4,36) y los que le dieron momentos de gran alegría (Lc 10,21).
- Y los amó “hasta el extremo”, todo lo que una persona puede amar a otra persona, con la tremenda decisión de estar dispuesto a entregar la vida por quien se ama (Si me muero, que sea de amor: C. Rivera).
- Es un amor que se ve, se “demuestra”, algo que envuelve, algo que los del grupo de Jesús, con el tiempo, vieron que era la mayor demostración de amor. Si a ellos les hubieran preguntado quién era Jesús, habrían respondido: “Uno que nos amó hasta el límite”.
Actualización:
- La iglesia sigue apostado por el valor seguro de la familia. Y, como es realmente un valor, nosotros también apostamos y valoramos la realidad familiar. Pero eso no impide que lo hagamos con sentido crítico, sobre todo no entendiendo esa realidad como algo cerrado, aislado, que no tiene en cuenta la realidad de toda familia.
- Por otra parte, asistimos hoy a una ampliación de la realidad familiar con la presencia social de las otras familias: monoparentales, con hijos de parejas del mismo sexo, grupos sociales de índole familiar, etc. No se ve muy bien el empeño de negar la categoría de familia a tales modos relacionales cuando, en realidad, cumplen las mismas funciones.
- Acoger la pluralidad de la realidad familiar no puede redundar sino en beneficio del nivel de relacionalidad social. Si tal nivel aumenta, la ganancia social es evidente.
- Por otro lado, una vivencia saludable del evangelio ha de llevarnos a sumar realidades familiares no encasillándonos únicamente en la biológica. Toda familia puede sumarse a nuestro camino personal aportando, a veces, tantos o más que la biológica.
- Una de esas “familias” es la de quienes leen con empeño en el evangelio. Eso va creando lazos “familiares”, de amistad y de fe, que son muy valiosos.
Fidel Aizpurúa, capuchino
jueves, 7 de noviembre de 2019
POEMA DE LA CONTEMPLACIÓN
El valle está callado en su última hora. No hace mucho
se abría al azadón del campesino. Lleva tantos
siglos de cicatrices, la madre milenaria
que nos gesta y olvida entre sus pechos...
Las campesinas llevan lazos en la cintura;
hay arena en sus manos y en sus rostros,
sus risas se salpican por el valle.
Ahora es el silencio.
Como un lago que se hunde en la distancia,
se mecen los trigales, olas mansas
bajo el viento del este.
Todo esto empezó hace ya mucho tiempo cuando alguien
pronunció el primer verso igual que una oración
mientras las luces últimas del día
temblaban en las hojas sobre el valle.
Yo también miro este misterio.
Antes de que la noche lo termine
quiero decir amén. Luego caigan las sombras.
se abría al azadón del campesino. Lleva tantos
siglos de cicatrices, la madre milenaria
que nos gesta y olvida entre sus pechos...
Las campesinas llevan lazos en la cintura;
hay arena en sus manos y en sus rostros,
sus risas se salpican por el valle.
Ahora es el silencio.
Como un lago que se hunde en la distancia,
se mecen los trigales, olas mansas
bajo el viento del este.
Todo esto empezó hace ya mucho tiempo cuando alguien
pronunció el primer verso igual que una oración
mientras las luces últimas del día
temblaban en las hojas sobre el valle.
Yo también miro este misterio.
Antes de que la noche lo termine
quiero decir amén. Luego caigan las sombras.
Alejandro Martín Navarro (De Aquel lugar)
martes, 5 de noviembre de 2019
DALE LA VUELTA A TU MIRADA
Todos los días pasan por nuestro centro diferentes personas cargadas de historias duras y difíciles. Vidas cargadas de sufrimiento, situaciones y vivencias que dejan sus marcas para siempre. José es uno de tantos. Un hombre que carga sobre su espalda una vida difícil, áspera y complicada. No es fácil acercarte a José porque posee una imagen desaliñada, sucia, y un olor corporal muy fuerte por una evidente falta de higiene.
Su mirada y su físico indican que es un superviviente de los años 80 en el que la droga circulaba, libre como el viento, por algunos barrios de las ciudades de nuestro país. En especial en el lugar donde José vivió su infancia y adolescencia.
Se acerca a mí y comienza a hablar. Mientras escucho su historia, historias en primera persona, no puedo evitar que mi cabeza vaya a mil por hora y me surjan preguntas y respuestas rápidas… ¿tú tienes la culpa de tu situación? ¿ya sabías que la droga y el alcohol eran malos...? Me saca de mis pensamientos y continúa la conversación. Habla de que ha estado varias veces en prisión por robar para obtener dinero para sus “cosas” y que conoce varias prisiones.
No me lo puedo creer. ¿Cómo puede haber gente así? De nuevo me sumerjo en mis pensamientos y pasa por mi mente una frase muy clara, certera y concisa: “a mí nunca me va a pasar eso”. Seguidamente pienso que la culpa es suya, por no haber sido más fuerte. Pienso que tengo ante mí a un monstruo que me dice abiertamente y sin reparo alguno que ha estado en la cárcel varias veces por varios delitos. ¡Vaya personaje!
Pero la conversación cambia y lo que parece una tomadura de pelo se transforma en una confesión. Comienza a contar que todavía tiene que pagar unos “asuntillos” pendientes con la justicia y que tiene que entrar de nuevo a prisión unos 4 años por tener antecedentes...
La historia de José no es un caso aislado. Existen muchas personas en nuestra sociedad pasando por situaciones similares, pero no nos damos cuenta de su presencia porque están ocultas, no salen en las noticias, no interesan, no son virales, ni dan audiencia. Y cuando nos encontramos con una persona de estas características no permitimos el lujo de juzgarlas, analizarlas sin compasión, con preguntas y respuestas rápidas que no atienden a su relato sino a prejuicios que latentes en cada uno de nosotros sirven para completar el puzzle. Una vez que hemos configurado nuestro estereotipo ya no intentamos darle la vuelta a la situación.
El ejercicio no es complicado: mirar con otros ojos y ponernos en el lugar del otro. ¿Cómo hubiese reaccionado yo si hubiera tenido la infancia y adolescencia de José? ¿Qué hubiese hecho yo si mis padres me hubiesen abandonado? ¿Qué hubiese hecho yo si mi matrimonio hubiese fracasado? ¿Qué sería de mí si yo estuviera en la piel de José?
Quizá estaría como José, deambulado por las calles sin rumbo. Permaneciendo oculto para molestar lo menos posible, durmiendo en la calle… sobreviviendo. Pensar en la suerte que he tenido me ayuda a empatizar con él. Dándole la vuelta a todas esas preguntas puedo acercarme a su historia más allá de mis prejuicios. Al poco empiezo a comprender desde otras claves y ya no estoy tan seguro de que su situación sea únicamente responsabilidad suya.
Pienso en si yo hubiera sido capaz de ser fuerte, en cómo sería mi reacción ante tanta adversidad. ¿Si tuviera sus zapatos sería capaz de caminar? La biblia nos responde en uno de sus pasajes: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más."
Su mirada y su físico indican que es un superviviente de los años 80 en el que la droga circulaba, libre como el viento, por algunos barrios de las ciudades de nuestro país. En especial en el lugar donde José vivió su infancia y adolescencia.
Se acerca a mí y comienza a hablar. Mientras escucho su historia, historias en primera persona, no puedo evitar que mi cabeza vaya a mil por hora y me surjan preguntas y respuestas rápidas… ¿tú tienes la culpa de tu situación? ¿ya sabías que la droga y el alcohol eran malos...? Me saca de mis pensamientos y continúa la conversación. Habla de que ha estado varias veces en prisión por robar para obtener dinero para sus “cosas” y que conoce varias prisiones.
No me lo puedo creer. ¿Cómo puede haber gente así? De nuevo me sumerjo en mis pensamientos y pasa por mi mente una frase muy clara, certera y concisa: “a mí nunca me va a pasar eso”. Seguidamente pienso que la culpa es suya, por no haber sido más fuerte. Pienso que tengo ante mí a un monstruo que me dice abiertamente y sin reparo alguno que ha estado en la cárcel varias veces por varios delitos. ¡Vaya personaje!
Pero la conversación cambia y lo que parece una tomadura de pelo se transforma en una confesión. Comienza a contar que todavía tiene que pagar unos “asuntillos” pendientes con la justicia y que tiene que entrar de nuevo a prisión unos 4 años por tener antecedentes...
La historia de José no es un caso aislado. Existen muchas personas en nuestra sociedad pasando por situaciones similares, pero no nos damos cuenta de su presencia porque están ocultas, no salen en las noticias, no interesan, no son virales, ni dan audiencia. Y cuando nos encontramos con una persona de estas características no permitimos el lujo de juzgarlas, analizarlas sin compasión, con preguntas y respuestas rápidas que no atienden a su relato sino a prejuicios que latentes en cada uno de nosotros sirven para completar el puzzle. Una vez que hemos configurado nuestro estereotipo ya no intentamos darle la vuelta a la situación.
El ejercicio no es complicado: mirar con otros ojos y ponernos en el lugar del otro. ¿Cómo hubiese reaccionado yo si hubiera tenido la infancia y adolescencia de José? ¿Qué hubiese hecho yo si mis padres me hubiesen abandonado? ¿Qué hubiese hecho yo si mi matrimonio hubiese fracasado? ¿Qué sería de mí si yo estuviera en la piel de José?
Quizá estaría como José, deambulado por las calles sin rumbo. Permaneciendo oculto para molestar lo menos posible, durmiendo en la calle… sobreviviendo. Pensar en la suerte que he tenido me ayuda a empatizar con él. Dándole la vuelta a todas esas preguntas puedo acercarme a su historia más allá de mis prejuicios. Al poco empiezo a comprender desde otras claves y ya no estoy tan seguro de que su situación sea únicamente responsabilidad suya.
Pienso en si yo hubiera sido capaz de ser fuerte, en cómo sería mi reacción ante tanta adversidad. ¿Si tuviera sus zapatos sería capaz de caminar? La biblia nos responde en uno de sus pasajes: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más."
Oscar Matés
domingo, 3 de noviembre de 2019
ENCUENTRO JUVENIL INTERFRANCISCANO (EJIF) 2019
Del 25 al 27 de octubre, 140 jóvenes provenientes de diversas realidades de la familia franciscana de toda España se han dado cita en el Colegio san Buenaventura de El Batán, en Madrid. En este fin de semana hemos podido conocer la riqueza del carisma franciscano plasmado en toda su extensión como familia. San Francisco de Asís sigue siendo un referente para nuestros jóvenes y lo hemos podido comprobar durante este fin de semana.
"Qué suerte tenerte" ha sido el lema de este IV EJIF, que desde 2010 no se ha vuelto a repetir hasta la fecha. Y con este lema hemos profundizado en la temática de "La alegría del encuentro" que la hermana Marta Ulinska, terciaria capuchina, ofreció a los jóvenes.
En la tarde del sábado pudimos vivir un momento ecuménico en la oración del "Espíritu de Asís", celebrada en la capilla del Hospital de la Venerable Orden Tercera. Junto con hermanos de otras religiones nos unimos en la oración por la paz, igual que hizo Juan Pablo II en Asís en el año 1986.
Y en la mañana del domingo, antes de celebrar la Eucaristía presidida por el nuevo presidente de la Interfranciscana fr. Txetxi, tuvimos la oportunidad de tener una Mesa Redonda donde se expusieron distintos compromisos que están llevando a cabo nuestros jóvenes desde su identidad franciscana.
Nos despedimos después de la comida del domingo, dando gracias a Dios por todo lo vivido, dando gracias a Dios por el equipo de PJV de la Interfranciscana que desde hace tanto tiempo llevan preparando este encuentro y a los voluntarios que le han ayudado en su preparación. Esperamos vernos de nuevo muy pronto. Pero, por el momento, podemos volver a decir: "Qué suerte tenerte".
"Qué suerte tenerte" ha sido el lema de este IV EJIF, que desde 2010 no se ha vuelto a repetir hasta la fecha. Y con este lema hemos profundizado en la temática de "La alegría del encuentro" que la hermana Marta Ulinska, terciaria capuchina, ofreció a los jóvenes.
En la tarde del sábado pudimos vivir un momento ecuménico en la oración del "Espíritu de Asís", celebrada en la capilla del Hospital de la Venerable Orden Tercera. Junto con hermanos de otras religiones nos unimos en la oración por la paz, igual que hizo Juan Pablo II en Asís en el año 1986.
Y en la mañana del domingo, antes de celebrar la Eucaristía presidida por el nuevo presidente de la Interfranciscana fr. Txetxi, tuvimos la oportunidad de tener una Mesa Redonda donde se expusieron distintos compromisos que están llevando a cabo nuestros jóvenes desde su identidad franciscana.
Nos despedimos después de la comida del domingo, dando gracias a Dios por todo lo vivido, dando gracias a Dios por el equipo de PJV de la Interfranciscana que desde hace tanto tiempo llevan preparando este encuentro y a los voluntarios que le han ayudado en su preparación. Esperamos vernos de nuevo muy pronto. Pero, por el momento, podemos volver a decir: "Qué suerte tenerte".
sábado, 2 de noviembre de 2019
ORAR POR LOS DIFUNTOS
En la sociedad en la que vivimos aparecen corrientes, grupos, iniciativas en busca de espiritualidad. Hay quien dice que esa búsqueda se debe al cansancio y a la falta de sentido y vacío que crea esta sociedad de consumo.
Toda búsqueda de espiritualidad nos parece, en principio, algo positivo, mientras no sea para eludir o falsificar al Dios que nos presenta Jesús. Su Espíritu siempre nos animará a trabajar por un mundo más fraterno, justo e igualitario, teniendo presente el dolor y sufrimiento de tantas personas en nuestro mundo.
En el mes de noviembre, el recuerdo de nuestros difuntos y la celebración de todos los Santos, la visita a los cementerios, etc, nos lleva a recordar a tantas personas que han formado parte de nuestras vidas, que nos han dado la vida o nos han ayudado a plantearnos la nuestra. Ellas, nos inculcaron una manera de entender la existencia en que los valores religiosos estaban presentes. Eran auténticos valores. Recordamos a nuestros seres queridos, hombres y mujeres, a quienes hemos ido diciendo “adiós”, unas veces de manera sencilla y otras más complicada.
En este mes de noviembre, haciendo nuestras las palabras del Papa Francisco, se nos invita “a reconocer que tenemos «una nube tan ingente de testigos (12,1) que nos alientan a no detenernos en el camino, nos estimulan a seguir caminando hacia la meta. Y entre ellos puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas (cf. 2 Tm 1,5). Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor”. (GE 3)
Su recuerdo nos lleva a plantearnos también esas preguntas sobre el final de la vida y el destino de los nuestros. El Catecismo de la Iglesia Católica, al hablar de la comunión con los difuntos (nº 958) afirma que “la Iglesia nos recuerda que desde los primeros tiempos del Cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones…”. Esta es también una de las obras de misericordia.
Me viene a la mente el diálogo entre Santa Mónica y sus hijos antes de morir, cuando les dice: “enterrad aquí a vuestra madre… Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí, ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis”.
Seguramente que aquellas últimas palabras de su madre quedaron bien grabadas en el corazón de San Agustín. Él, como hombre creyente llegó a esta conclusión: “Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios”.
Toda búsqueda de espiritualidad nos parece, en principio, algo positivo, mientras no sea para eludir o falsificar al Dios que nos presenta Jesús. Su Espíritu siempre nos animará a trabajar por un mundo más fraterno, justo e igualitario, teniendo presente el dolor y sufrimiento de tantas personas en nuestro mundo.
En el mes de noviembre, el recuerdo de nuestros difuntos y la celebración de todos los Santos, la visita a los cementerios, etc, nos lleva a recordar a tantas personas que han formado parte de nuestras vidas, que nos han dado la vida o nos han ayudado a plantearnos la nuestra. Ellas, nos inculcaron una manera de entender la existencia en que los valores religiosos estaban presentes. Eran auténticos valores. Recordamos a nuestros seres queridos, hombres y mujeres, a quienes hemos ido diciendo “adiós”, unas veces de manera sencilla y otras más complicada.
En este mes de noviembre, haciendo nuestras las palabras del Papa Francisco, se nos invita “a reconocer que tenemos «una nube tan ingente de testigos (12,1) que nos alientan a no detenernos en el camino, nos estimulan a seguir caminando hacia la meta. Y entre ellos puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas (cf. 2 Tm 1,5). Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor”. (GE 3)
Su recuerdo nos lleva a plantearnos también esas preguntas sobre el final de la vida y el destino de los nuestros. El Catecismo de la Iglesia Católica, al hablar de la comunión con los difuntos (nº 958) afirma que “la Iglesia nos recuerda que desde los primeros tiempos del Cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones…”. Esta es también una de las obras de misericordia.
Me viene a la mente el diálogo entre Santa Mónica y sus hijos antes de morir, cuando les dice: “enterrad aquí a vuestra madre… Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí, ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis”.
Seguramente que aquellas últimas palabras de su madre quedaron bien grabadas en el corazón de San Agustín. Él, como hombre creyente llegó a esta conclusión: “Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios”.
Benjamín Echeverría, capuchino
viernes, 1 de noviembre de 2019
FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
Cuando se trata de vocación, no somos nosotros los que elegimos a Dios sino que él nos elige a nosotros; no somos nosotros quienes proponemos a Dios nuestro proyecto sino que es Dios quien nos propone su proyecto; no somos nosotros quienes hemos de señalarnos objetivos sino que hemos de discernir lo que el Señor nuestro Dios quiere de nosotros. Así lo hicieron los santos. Así queremos hacerlo quienes, como ellos, somos llamados a la santidad.
De ese proceso de discernimiento de la voluntad de Dios en la propia vida, nos dejó testimonio en sus escritos San Francisco de Asís. En medio de oscuridades y sufrimientos, el Hermano Francisco hubo de buscar en la oración cuáles fuesen los designios de Dios para él. Creo que podemos hacer nuestra su “oración ante el Cristo de San Damián”, oración de discernimiento, humilde oración en busca de conocimiento de la voluntad del Señor:
“Sumo y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla tu santo y veraz mandamiento”.
Sólo Dios nos puede iluminar acerca de su santa voluntad. Sólo Dios puede darnos la fe, la esperanza y el amor que necesitamos para adherirnos a ella. Sólo él puede darnos “sentido y conocimiento” para que en nuestra vida cumplamos “el mandato” que el Señor nos haya concedido conocer.
Esto fue lo que sucedió con San Francisco –lo cuenta San Buenaventura en su Leyenda Mayor-: “Como quiera que el siervo del Altísimo no tenía en su vida más maestro que Cristo, plugo a la divina clemencia colmarlo de nuevos favores visitándole con la dulzura de su gracia. Prueba de ello es el siguiente hecho. Salió un día Francisco al campo a meditar, y al pasear junto a la iglesia de San Damián, cuya vetusta fábrica amenazaba ruina, entró en ella –movido por el Espíritu- a hacer oración; y mientras oraba postrado ante la imagen del crucificado, de pronto se sintió inundado de una gran consolación espiritual. Fijó sus ojos, arrasados en lágrimas, en la cruz del Señor, y he aquí que oyó con sus oídos corporales una voz, procedente de la misma cruz, que le dijo tres veces: «Francisco, ve y repara mi casa, que, como ves, está a punto de arruinarse toda ella… Vuelto en sí, se dispone a obedecer, y concentra todo su esfuerzo en la decisión de reparar materialmente la iglesia, aunque la voz divina se refería principalmente a la reparación de la Iglesia que Cristo adquirió con su sangre, según el Espíritu Santo se lo dio a entender y el mismo Francisco lo reveló más tarde a sus hermanos.»
Creo que las palabras de Cristo a Francisco pueden ser una muy buena síntesis del carisma que el Señor nos llama a vivir en estos tiempos en que Satanás parece “habernos reclamado de nuevo para cribarnos como trigo” (cf. Lc 22, 31), tiempos de pasión y prueba para el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Aquel: «ve y repara mi casa», hoy lo escuchamos dicho para nosotros. Se ha hecho necesaria una comunidad de fieles que amen a la Iglesia como la ama Cristo Jesús; que la acudan en su necesidad como cuidaba a Jesús su Madre santísima; que en todo tiempo y lugar sirvan a la Iglesia como la sirvieron los santos.
De ese proceso de discernimiento de la voluntad de Dios en la propia vida, nos dejó testimonio en sus escritos San Francisco de Asís. En medio de oscuridades y sufrimientos, el Hermano Francisco hubo de buscar en la oración cuáles fuesen los designios de Dios para él. Creo que podemos hacer nuestra su “oración ante el Cristo de San Damián”, oración de discernimiento, humilde oración en busca de conocimiento de la voluntad del Señor:
“Sumo y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla tu santo y veraz mandamiento”.
Sólo Dios nos puede iluminar acerca de su santa voluntad. Sólo Dios puede darnos la fe, la esperanza y el amor que necesitamos para adherirnos a ella. Sólo él puede darnos “sentido y conocimiento” para que en nuestra vida cumplamos “el mandato” que el Señor nos haya concedido conocer.
Esto fue lo que sucedió con San Francisco –lo cuenta San Buenaventura en su Leyenda Mayor-: “Como quiera que el siervo del Altísimo no tenía en su vida más maestro que Cristo, plugo a la divina clemencia colmarlo de nuevos favores visitándole con la dulzura de su gracia. Prueba de ello es el siguiente hecho. Salió un día Francisco al campo a meditar, y al pasear junto a la iglesia de San Damián, cuya vetusta fábrica amenazaba ruina, entró en ella –movido por el Espíritu- a hacer oración; y mientras oraba postrado ante la imagen del crucificado, de pronto se sintió inundado de una gran consolación espiritual. Fijó sus ojos, arrasados en lágrimas, en la cruz del Señor, y he aquí que oyó con sus oídos corporales una voz, procedente de la misma cruz, que le dijo tres veces: «Francisco, ve y repara mi casa, que, como ves, está a punto de arruinarse toda ella… Vuelto en sí, se dispone a obedecer, y concentra todo su esfuerzo en la decisión de reparar materialmente la iglesia, aunque la voz divina se refería principalmente a la reparación de la Iglesia que Cristo adquirió con su sangre, según el Espíritu Santo se lo dio a entender y el mismo Francisco lo reveló más tarde a sus hermanos.»
Creo que las palabras de Cristo a Francisco pueden ser una muy buena síntesis del carisma que el Señor nos llama a vivir en estos tiempos en que Satanás parece “habernos reclamado de nuevo para cribarnos como trigo” (cf. Lc 22, 31), tiempos de pasión y prueba para el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Aquel: «ve y repara mi casa», hoy lo escuchamos dicho para nosotros. Se ha hecho necesaria una comunidad de fieles que amen a la Iglesia como la ama Cristo Jesús; que la acudan en su necesidad como cuidaba a Jesús su Madre santísima; que en todo tiempo y lugar sirvan a la Iglesia como la sirvieron los santos.
jueves, 31 de octubre de 2019
martes, 29 de octubre de 2019
¿Y CUANDO LA FRATERNIDAD NO VA?
Todos hemos querido vivir la familia, el grupo de amistad, la fraternidad o la comunidad eclesial aspirando a vivir en armonía. Siempre se ha intentado actualizar aquello de “vivían unidos y todo tenían en común...” que aparece en los Hechos de los apóstoles. Todos conocemos en propia carne las dificultades de todo tipo, tanto personales como de grupo, para poder alcanzar ese sueño. Todos hemos puesto en juego lo mejor de nosotros para superar los obstáculos y reconducir la convivencia, las relaciones, y así hacer realidad una vez más la comunidad, la familia.
Sin embargo, en más de una ocasión sucede que no se ven los frutos esperados, por más que se haya intentado y por más que se hayan puesto los medios que eran necesarios. Se tiene la impresión de que no es posible entre nosotros la convivencia en el mínimo nivel que requiere nuestra vida familiar, de pareja o comunitaria. Entonces emergen los fantasmas de la imposibilidad de la fraternidad, la incapacidad personal o del grupo para poder vivirla, las impotencias que hacen tambalear las certezas que nos hicieron apostar fuerte por la fraternidad...
No siempre es posible, pero quizá haya llegado la hora de resituar la vida en fraternidad. Ahora, no es cuestión sólo de buena voluntad (respeto, perdón, colaboración...), ni de aprendizaje de habilidades para la convivencia (asertividad, autoconocimiento, saber expresar sentimientos...). Todo ello seguirá haciendo falta, pero lo que habrá que reformular es dónde está fundamentada mi fraternidad, mi familia, mi amistad... Qué es aquello que la ha generado y la sostiene. O, quién es el que nos ha llamado a tomar parte en esta aventura de la fraternidad.
Esto no es la solución, pero nos coloca en un nueva visión de la fraternidad. Y quizá todo adquiera una nueva perspectiva. No nacerá de nosotros, aunque nos implique personalmente como nunca; sino que será una vocación, una llamada, un camino inédito hacia no sabemos qué; pero sabremos que será Él el que nos convoca a los diferentes.
Sin embargo, en más de una ocasión sucede que no se ven los frutos esperados, por más que se haya intentado y por más que se hayan puesto los medios que eran necesarios. Se tiene la impresión de que no es posible entre nosotros la convivencia en el mínimo nivel que requiere nuestra vida familiar, de pareja o comunitaria. Entonces emergen los fantasmas de la imposibilidad de la fraternidad, la incapacidad personal o del grupo para poder vivirla, las impotencias que hacen tambalear las certezas que nos hicieron apostar fuerte por la fraternidad...
No siempre es posible, pero quizá haya llegado la hora de resituar la vida en fraternidad. Ahora, no es cuestión sólo de buena voluntad (respeto, perdón, colaboración...), ni de aprendizaje de habilidades para la convivencia (asertividad, autoconocimiento, saber expresar sentimientos...). Todo ello seguirá haciendo falta, pero lo que habrá que reformular es dónde está fundamentada mi fraternidad, mi familia, mi amistad... Qué es aquello que la ha generado y la sostiene. O, quién es el que nos ha llamado a tomar parte en esta aventura de la fraternidad.
Esto no es la solución, pero nos coloca en un nueva visión de la fraternidad. Y quizá todo adquiera una nueva perspectiva. No nacerá de nosotros, aunque nos implique personalmente como nunca; sino que será una vocación, una llamada, un camino inédito hacia no sabemos qué; pero sabremos que será Él el que nos convoca a los diferentes.
Carta de Asís, octubre 2019
jueves, 24 de octubre de 2019
SIETE PASOS PARA SER MENORES
- Procura descubrir lo mejor de cada uno.
- Elogia sinceramente a los demás.
- No tardes en admitir tus errores.
- Sé el primero en disculparse después de una discusión.
- Admite tus limitaciones y necesidades.
- Sirve a los demás.
- Reconócele a Dios el mérito de toda cualidad que tengas y de todo lo bueno que te ayude a hacer.
martes, 22 de octubre de 2019
ALGUIEN TOTALMENTE DIFERENTE
Cuando volví de Tierra Santa este verano, un amigo de la fraternidad me preguntó cuál había sido la experiencia más importante del viaje. Le dije que me quedaba de fondo una especie de convicción de que Jesús era alguien diferente, alguien especial. Él me miró incrédulo como diciendo que eso ya lo sabíamos todos sin necesidad de ir al país del nazareno.
Me he cuestionado varias veces por qué para mí ha sido tan importante ese descubrimiento aparentemente insignificante. Durante mucho tiempo, desde mi gran racionalismo, he pasado por el tribunal de la razón científico-empírica toda mi reflexión religiosa. Así, intentaba explicar la divinidad de Jesús diciendo que era hijo de Dios, casi, como todos nosotros somos hijos de Dios. Es decir esa “razón” cientifista y estrecha era el cedazo exclusivo de la forma de entender mi realidad creyente.
Pero el viaje a Tierra Santa me ha hecho vivenciar que Jesús era distinto; que Jesús era judío como tantos otros, pero portaba una imagen increíblemente bondadosa del Padre; que la relación que tenía con publicanos y pecadores “no es de este mundo”; que su mezcla de compasión y asertividad, es sólo posible en un corazón completamente transparente; que una preocupación por los más pequeños como la suya, sólo la puede vivir un espíritu totalmente libre; que su profundidad y sencillez hablan de una sabiduría de vida gigante; que su experiencia de Dios fue única; que no me cabe en la cabeza cómo se puede entregar la vida en manos de una violencia sin sentido y encima perdonando. Es decir, después de visibilizar a Jesús en la tierra que él pisó, me queda la intuición, la conciencia, la certeza de que fue único, especial, maravilloso, extraordinario. Jesús fue totalmente diferente, fue “totalmente otro”: ¿no es este el nombre que también damos a Dios?
Me he cuestionado varias veces por qué para mí ha sido tan importante ese descubrimiento aparentemente insignificante. Durante mucho tiempo, desde mi gran racionalismo, he pasado por el tribunal de la razón científico-empírica toda mi reflexión religiosa. Así, intentaba explicar la divinidad de Jesús diciendo que era hijo de Dios, casi, como todos nosotros somos hijos de Dios. Es decir esa “razón” cientifista y estrecha era el cedazo exclusivo de la forma de entender mi realidad creyente.
Pero el viaje a Tierra Santa me ha hecho vivenciar que Jesús era distinto; que Jesús era judío como tantos otros, pero portaba una imagen increíblemente bondadosa del Padre; que la relación que tenía con publicanos y pecadores “no es de este mundo”; que su mezcla de compasión y asertividad, es sólo posible en un corazón completamente transparente; que una preocupación por los más pequeños como la suya, sólo la puede vivir un espíritu totalmente libre; que su profundidad y sencillez hablan de una sabiduría de vida gigante; que su experiencia de Dios fue única; que no me cabe en la cabeza cómo se puede entregar la vida en manos de una violencia sin sentido y encima perdonando. Es decir, después de visibilizar a Jesús en la tierra que él pisó, me queda la intuición, la conciencia, la certeza de que fue único, especial, maravilloso, extraordinario. Jesús fue totalmente diferente, fue “totalmente otro”: ¿no es este el nombre que también damos a Dios?
Javi Morala, capuchino
jueves, 17 de octubre de 2019
EN LA CASA DEL PADRE
Padre, como cuando era un niño y te miraba
lleno de devoción, igualmente te miro
hoy, que ya soy un hombre, y cansado suspiro
por las grietas de un tiempo donde nada pasaba.
En el jardín de pájaros, alguien lanza la taba:
una niña que mira con ojos de zafiro
bajo un cielo impasible, sin percibir el giro
incesante de un mundo que empieza donde acaba.
Hoy he vuelto a tu abrazo por veredas de nieve,
persiguiendo el constante murmullo de la era,
el olor de la hierba, la seca luz de enero.
Ya me alcanza tu mano al final del sendero.
Ya descanso a tus pies, rendido, mientras fuera
se iluminan los campos como hogueras de nieve.
lleno de devoción, igualmente te miro
hoy, que ya soy un hombre, y cansado suspiro
por las grietas de un tiempo donde nada pasaba.
En el jardín de pájaros, alguien lanza la taba:
una niña que mira con ojos de zafiro
bajo un cielo impasible, sin percibir el giro
incesante de un mundo que empieza donde acaba.
Hoy he vuelto a tu abrazo por veredas de nieve,
persiguiendo el constante murmullo de la era,
el olor de la hierba, la seca luz de enero.
Ya me alcanza tu mano al final del sendero.
Ya descanso a tus pies, rendido, mientras fuera
se iluminan los campos como hogueras de nieve.
Alejandro Martín
(De La fiesta de los vivos)
martes, 15 de octubre de 2019
¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO AMAR LA VIDA?
Hay muchas personas que afirman amar apasionadamente la vida y que, en consecuencia, tienen muchas ganas de vivir. Estas personas son jóvenes, o tienen buena salud, o les va bien en los negocios, o se sienten queridas. La vida les sonríe. Desde ahí parece lógico y fácil decir que se ama la vida. Pero el panorama es muy distinto cuando las cosas no funcionan, cuando la enfermedad nos visita y se instala en nuestra cercanía, cuando nos muerde la soledad y no encontramos el sosiego, cuando las limitaciones económicas nos amargan los días, cuando, en fin, nos sentimos excluidos del banquete de la vida. La misma cercanía de la muerte nos deja sin alegría y pone su última gota de acíbar en nuestro caminar.
Es entonces cuando se desata nuestro desamor contra la vida y decimos que es dura y un valle de lágrimas, que no merece la pena desgastarse por ella y que, a la larga, no sirve para nada. La misma espiritualidad cristiana, o una parte de ella, ha generado desde los viejos tiempos bíblicos una manera de pensar en que se decía que, al ser de tan poco valor la existencia humana, había que anhelar “la otra vida” en la que se nos daría el gozo y la fortuna que aquí se nos había negado. Se elaboró entonces la certeza de que “estábamos de paso”, en una morada transitoria, prestada, a la que no convenía dedicarle mucho esfuerzo. Había más bien que reservar las fuerzas y los anhelos para las eternas moradas.
Este desenfoque que ha llegado a tratar con tan poca benignidad y con tan escasa valoración el camino humano quizá brote de la experiencia de transitoriedad de la vida. Siempre se ha creído que lo nuestro era tan efímero que considerarlo como un valor no tenía sentido. Ya el viejo Píndaro (siglo V a.C.) decía en uno de sus versos: “Somos efímeros, ¿qué es uno?, ¿qué no es? Sombra de un sueño, el hombre” (Píndaro, Pítica VIII, 95-96). Seres de un día, así se nos considera. La imaginación poética vio la existencia humana sometida a la singularidad de ese día de la vida, breve recorrido luminoso o nublado de la luz por el cielo. Una luz que surge aún sin saber lo que va a iluminar, y que en un punto del horizonte se extinguirá. Más allá de este sentimiento de transitoriedad, la fe cristiana quiere dar consistencia a la vida haciendo ver que ella, en sí misma, y por obra de la creación del amor de Dios, merece la pena. Que su valor sobrepasa a su limitación y que sus fronteras, tan breves, se ven desbordadas por el calor que Dios mismo ha puesto en ella. Sin esta nueva perspectiva no solamente no se entiende la vida sino que, además, tampoco se entiende el amor del Padre.
Francisco de Asís ha sido uno que, en un mundo de enormes limitaciones personales y sociales, ha descubierto y vivido el gusto por la vida. Ha sabido mantener una mirada de benevolencia y de amor sobre esta pobre vida y la ha llegado a ver valiosa y rica como el mejor don de Dios a nosotros. Por otra parte, el mundo de hoy está necesitado, como siempre y más, de esa profecía del gusto por la vida ya que el peligro de la pérdida de sentido que siempre ha sido compañero de camino de las personas es hoy más acuciante que nunca. Es por eso que la fe en el valor de la vida es parte irrenunciable del credo franciscano.
Con esta mirada benigna y valorativa sobre la realidad se puede entender correctamente que el final al que está destinada como plenitud, no como fuga del presente, sea la realidad misma de Dios. Dice E. Sábato: “Cualquiera que sean las circunstancias de la vida, nadie le podrá quitar esa pertenencia a una historia sagrada: siempre la vida quedará incluida en la mirada de los dioses” (E. Sábato, Antes del fin…, p.43). Así es, porque la vida está en la mirada y en el corazón del Padre y tiene, por encima de sus limitaciones, un valor inapreciable. La adultez cristiana y la franciscana se miden, entre otras cosas, por una correcta valoración de la existencia, el mejor don del amor del Padre a sus criaturas.
Es entonces cuando se desata nuestro desamor contra la vida y decimos que es dura y un valle de lágrimas, que no merece la pena desgastarse por ella y que, a la larga, no sirve para nada. La misma espiritualidad cristiana, o una parte de ella, ha generado desde los viejos tiempos bíblicos una manera de pensar en que se decía que, al ser de tan poco valor la existencia humana, había que anhelar “la otra vida” en la que se nos daría el gozo y la fortuna que aquí se nos había negado. Se elaboró entonces la certeza de que “estábamos de paso”, en una morada transitoria, prestada, a la que no convenía dedicarle mucho esfuerzo. Había más bien que reservar las fuerzas y los anhelos para las eternas moradas.
Este desenfoque que ha llegado a tratar con tan poca benignidad y con tan escasa valoración el camino humano quizá brote de la experiencia de transitoriedad de la vida. Siempre se ha creído que lo nuestro era tan efímero que considerarlo como un valor no tenía sentido. Ya el viejo Píndaro (siglo V a.C.) decía en uno de sus versos: “Somos efímeros, ¿qué es uno?, ¿qué no es? Sombra de un sueño, el hombre” (Píndaro, Pítica VIII, 95-96). Seres de un día, así se nos considera. La imaginación poética vio la existencia humana sometida a la singularidad de ese día de la vida, breve recorrido luminoso o nublado de la luz por el cielo. Una luz que surge aún sin saber lo que va a iluminar, y que en un punto del horizonte se extinguirá. Más allá de este sentimiento de transitoriedad, la fe cristiana quiere dar consistencia a la vida haciendo ver que ella, en sí misma, y por obra de la creación del amor de Dios, merece la pena. Que su valor sobrepasa a su limitación y que sus fronteras, tan breves, se ven desbordadas por el calor que Dios mismo ha puesto en ella. Sin esta nueva perspectiva no solamente no se entiende la vida sino que, además, tampoco se entiende el amor del Padre.
Francisco de Asís ha sido uno que, en un mundo de enormes limitaciones personales y sociales, ha descubierto y vivido el gusto por la vida. Ha sabido mantener una mirada de benevolencia y de amor sobre esta pobre vida y la ha llegado a ver valiosa y rica como el mejor don de Dios a nosotros. Por otra parte, el mundo de hoy está necesitado, como siempre y más, de esa profecía del gusto por la vida ya que el peligro de la pérdida de sentido que siempre ha sido compañero de camino de las personas es hoy más acuciante que nunca. Es por eso que la fe en el valor de la vida es parte irrenunciable del credo franciscano.
Con esta mirada benigna y valorativa sobre la realidad se puede entender correctamente que el final al que está destinada como plenitud, no como fuga del presente, sea la realidad misma de Dios. Dice E. Sábato: “Cualquiera que sean las circunstancias de la vida, nadie le podrá quitar esa pertenencia a una historia sagrada: siempre la vida quedará incluida en la mirada de los dioses” (E. Sábato, Antes del fin…, p.43). Así es, porque la vida está en la mirada y en el corazón del Padre y tiene, por encima de sus limitaciones, un valor inapreciable. La adultez cristiana y la franciscana se miden, entre otras cosas, por una correcta valoración de la existencia, el mejor don del amor del Padre a sus criaturas.
Fidel Aizpurúa, capuchino
jueves, 10 de octubre de 2019
EN LO PEQUEÑO
Es en lo pequeño
donde se gestan las grandes historias.
En la desnudez vulnerable,
en el hambre de evangelio,
en la caricia tímida,
en la palabra discreta,
en la revolución silenciosa.
Así es tu amor.
Un grano de mostaza
que ya anuncia un árbol.
Levadura invisible
que entreteje,
en lo profundo,
una justicia inmortal
que ha de alzarse
al calor del fuego
que es tu anuncio.
Es en lo pequeño, sí,
donde cabe tu verdad.
Magnificat recitado
por una muchacha pobre.
Letras en la arena
que solo el pecador entiende.
Perfume guardado
para la fiesta especial.
Amistad de un leproso
que regresa a dar las gracias.
Campesino que ayuda
a cargar la cruz.
Cabellos que secan
lágrimas de agotamiento y culpa.
Humano temor que pide:
¿Velad conmigo?
Así, en lo pequeño,
explota el Reino.
Y otra vez sin enterarnos.
donde se gestan las grandes historias.
En la desnudez vulnerable,
en el hambre de evangelio,
en la caricia tímida,
en la palabra discreta,
en la revolución silenciosa.
Así es tu amor.
Un grano de mostaza
que ya anuncia un árbol.
Levadura invisible
que entreteje,
en lo profundo,
una justicia inmortal
que ha de alzarse
al calor del fuego
que es tu anuncio.
Es en lo pequeño, sí,
donde cabe tu verdad.
Magnificat recitado
por una muchacha pobre.
Letras en la arena
que solo el pecador entiende.
Perfume guardado
para la fiesta especial.
Amistad de un leproso
que regresa a dar las gracias.
Campesino que ayuda
a cargar la cruz.
Cabellos que secan
lágrimas de agotamiento y culpa.
Humano temor que pide:
¿Velad conmigo?
Así, en lo pequeño,
explota el Reino.
Y otra vez sin enterarnos.
José María R. Olaizola
martes, 8 de octubre de 2019
A DIOS LE GUSTA LO PEQUEÑO
Para entrar en el Reino de los cielos, hace falta un pasaporte: ser pequeño. Ésta es la identidad que nos distingue delante de Dios; la virtud que más nos acerca a Él. Una canción dice: “¿Qué tendrá lo pequeño, que a Dios tanto le agrada?” Cristo nos enseña en este Evangelio que ser pequeño significa volver a ser niño. Implica un cambio, recuperar cada día aquel tesoro que se va desgastando con los años…
Un niño tiene las manos pequeñas. Todo le queda grande, todo le sobrepasa, en todas las sillas sus pies quedan colgando. Pero es feliz aunque no tenga el control de todo. Más aún: su felicidad consiste en que no quiere controlarlo todo. El niño vive para recibir, para descubrir, para sorprenderse. La grandeza de un niño no está en su poder sobre cosas y personas; más bien él es libre de este deseo de gobernar su mundo. Y así como él encuentra su seguridad en papá y mamá, cada uno de nosotros cuenta con un Padre maravilloso, quien de verdad lo gobierna todo para nuestro bien. Cuando sentimos que nuestras manos son pequeñas, que no podemos agarrarlo todo y dirigir las circunstancias…ésta es la oportunidad para ser niños de nuevo, poniendo nuestra confianza en Dios.
Un niño está apenas entrando al mundo. Le falta experiencia. Cada día aprende algo nuevo. Y si cae al dar los primeros pasos, pronto su mamá lo levanta para que siga aprendiendo a caminar. Esto también es ser pequeño. No somos perfectos ni lo sabemos todo. ¡Cuántas veces cometemos errores, nos caemos, o nos perdemos! Pero esta realidad no es un motivo para desanimarnos. Todo lo contrario: saber que nos hemos perdido nos abre las puertas para descubrir que Dios nos busca. Cuando admitimos la caída con sencillez de niño, podemos alegrarnos con mayor gratitud hacia Dios que nos levanta. Al reconocer los propios límites nos damos cuenta que tenemos un Padre de Amor y misericordia sin límites.
Un niño tiene las manos pequeñas. Todo le queda grande, todo le sobrepasa, en todas las sillas sus pies quedan colgando. Pero es feliz aunque no tenga el control de todo. Más aún: su felicidad consiste en que no quiere controlarlo todo. El niño vive para recibir, para descubrir, para sorprenderse. La grandeza de un niño no está en su poder sobre cosas y personas; más bien él es libre de este deseo de gobernar su mundo. Y así como él encuentra su seguridad en papá y mamá, cada uno de nosotros cuenta con un Padre maravilloso, quien de verdad lo gobierna todo para nuestro bien. Cuando sentimos que nuestras manos son pequeñas, que no podemos agarrarlo todo y dirigir las circunstancias…ésta es la oportunidad para ser niños de nuevo, poniendo nuestra confianza en Dios.
Un niño está apenas entrando al mundo. Le falta experiencia. Cada día aprende algo nuevo. Y si cae al dar los primeros pasos, pronto su mamá lo levanta para que siga aprendiendo a caminar. Esto también es ser pequeño. No somos perfectos ni lo sabemos todo. ¡Cuántas veces cometemos errores, nos caemos, o nos perdemos! Pero esta realidad no es un motivo para desanimarnos. Todo lo contrario: saber que nos hemos perdido nos abre las puertas para descubrir que Dios nos busca. Cuando admitimos la caída con sencillez de niño, podemos alegrarnos con mayor gratitud hacia Dios que nos levanta. Al reconocer los propios límites nos damos cuenta que tenemos un Padre de Amor y misericordia sin límites.
Javier Castellanos LC
domingo, 6 de octubre de 2019
DALE LA VUELTA
viernes, 4 de octubre de 2019
FELIZ DÍA DE SAN FRANCISCO
Francesco un rebelde, pero un rebelde de interioridad. Tenía el coraje de la dulzura en oposición al supuesto coraje de la agresión. Quería que nos quedáramos en la Iglesia, con gran respeto por el Papa, los sacerdotes, fueran cuales fueran sus defectos, porque son los únicos autorizados, dijo, para consagrar el pan y el vino. Esto puede inspirar hoy a todos aquellos que se preguntan si deberían abandonar la Iglesia en el contexto de la crisis que está atravesando. En la época de Francisco, los problemas que afectaban a la Iglesia eran mucho peores que los de hoy, su opción era creer en la Iglesia y continuar estando dentro de ella.
Michel Sauquet
miércoles, 2 de octubre de 2019
CREO EN LA IGLESIA
El 25 de marzo de este año, en Loreto, junto a la Santa Casa, lugar que atendemos los Capuchinos, el papa Francisco firmó uno de esos grandes documentos dirigido a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios.Lleva por nombre Christus vivit, (Vive Cristo) y es una exhortación apostólica escrita a raíz del sínodo sobre la juventud del año pasado.
Como el mismo papa afirma, “es una carta que recuerda algunas convicciones de nuestra fe y que al mismo tiempo alienta a crecer en la santidad y en el compromiso con la propia vocación”. El papa insistentemente nos anima a vivir nuestra vida cristiana poniendo nuestra mirada en la persona de Jesús. Nos invita a profundizar en él, a redescubrirlo. De hecho, en este documento al que hago referencia Francisco es consciente de que “para muchos jóvenes, Dios, la religión y la Iglesia son palabras vacías, en cambio son sensibles a la figura de Jesús, cuando viene presentada de modo atractivo y eficaz”.
Recuerdo a otro Francisco, el de Asís, que unos siglos antes, tras unos años de búsqueda y de replanteamiento de su vida, se encontró con Jesucristo y su mensaje del Evangelio. Le impactó tanto que quiso hacer de él su forma de vida. La Iglesia de aquel tiempo tampoco era ideal, pero él tuvo claro que quería vivir su fe dentro de ella, no al margen. En ella siempre es posible encontrar a Cristo. Nos unimos también a este deseo del papa: “pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla, volverla inmóvil”.
El gran sueño del de Asís fue la fraternidad. El Francisco actual, el papa, nos anima a que todos nos sintamos hermanos y cercanos. Aunque los miembros de la Iglesia no tenemos que ser “bichos raros”, “tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece , a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social”.
La Iglesia de Cristo, muchas veces es reflejo de lo que sucede en la sociedad. Muestra ese lado oscuro cuando no escucha la llamada del Señor y pone su mirada en falsas seguridades. A pesar de todo, también en este tiempo y en esta sociedad y en esta iglesia, como san Francisco de Asís, decimos: “Te adoramos, Señor Jesucristo, aquí y en todas las iglesias en el mundo entero. Y te bendecimos pues, por tu santa Cruz redimiste al mundo”.
Como el mismo papa afirma, “es una carta que recuerda algunas convicciones de nuestra fe y que al mismo tiempo alienta a crecer en la santidad y en el compromiso con la propia vocación”. El papa insistentemente nos anima a vivir nuestra vida cristiana poniendo nuestra mirada en la persona de Jesús. Nos invita a profundizar en él, a redescubrirlo. De hecho, en este documento al que hago referencia Francisco es consciente de que “para muchos jóvenes, Dios, la religión y la Iglesia son palabras vacías, en cambio son sensibles a la figura de Jesús, cuando viene presentada de modo atractivo y eficaz”.
Recuerdo a otro Francisco, el de Asís, que unos siglos antes, tras unos años de búsqueda y de replanteamiento de su vida, se encontró con Jesucristo y su mensaje del Evangelio. Le impactó tanto que quiso hacer de él su forma de vida. La Iglesia de aquel tiempo tampoco era ideal, pero él tuvo claro que quería vivir su fe dentro de ella, no al margen. En ella siempre es posible encontrar a Cristo. Nos unimos también a este deseo del papa: “pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla, volverla inmóvil”.
El gran sueño del de Asís fue la fraternidad. El Francisco actual, el papa, nos anima a que todos nos sintamos hermanos y cercanos. Aunque los miembros de la Iglesia no tenemos que ser “bichos raros”, “tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece , a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social”.
La Iglesia de Cristo, muchas veces es reflejo de lo que sucede en la sociedad. Muestra ese lado oscuro cuando no escucha la llamada del Señor y pone su mirada en falsas seguridades. A pesar de todo, también en este tiempo y en esta sociedad y en esta iglesia, como san Francisco de Asís, decimos: “Te adoramos, Señor Jesucristo, aquí y en todas las iglesias en el mundo entero. Y te bendecimos pues, por tu santa Cruz redimiste al mundo”.
Benjamín Echeverría, capuchino
lunes, 30 de septiembre de 2019
SOLIDARIDAD E INFORMACIÓN
Vivimos en medio de tantas noticias, datos, comentarios, estudios de opinión, etc. que se nos hace difícil discernir entre lo que es cierto y lo que no lo es. Esto se acrecienta en el ámbito de la solidaridad, y más con los inmigrantes. Se nos desgarra el corazón al ver imágenes de personas en situaciones límites de vida y muerte: salto de vallas, familias enteras rescatadas en alta mar, columnas de hombres y mujeres huyendo de la guerra y el hambre... También nos llegan noticias de inmigrantes que roban, que actúan sin ningún civismo, de abusos en la recepción de ayudas institucionales, de conflictos interreligiosos, etc. Esto crea en más de uno miedo y sospecha hacia los diferentes, hacia los que han venido de fuera.
Sin embargo, no todo lo que se dice es cierto; nos movemos muchas veces entre medias verdades. Muchas de las informaciones son tendenciosas. Y hay que decirlo: hay mucho bulo en materia de inmigración. Qué nos dicen y cómo influye más de lo que creemos en nuestro pensamiento y comportamiento; en nuestra solidaridad.
Por ello, nuestra acción solidaria está pidiendo verificar, en la medida que podamos, qué y cuánto hay de cierto en todo lo que nos llega. Para ello hay unas pocas preguntas que hacerse ante cada noticia que nos llega. Estas podrían ser unas cuantas:
Sin embargo, no todo lo que se dice es cierto; nos movemos muchas veces entre medias verdades. Muchas de las informaciones son tendenciosas. Y hay que decirlo: hay mucho bulo en materia de inmigración. Qué nos dicen y cómo influye más de lo que creemos en nuestro pensamiento y comportamiento; en nuestra solidaridad.
Por ello, nuestra acción solidaria está pidiendo verificar, en la medida que podamos, qué y cuánto hay de cierto en todo lo que nos llega. Para ello hay unas pocas preguntas que hacerse ante cada noticia que nos llega. Estas podrían ser unas cuantas:
- Quién dice la noticia, dónde ha aparecido (periódico, radio, televisión...). Cuantas más fuentes fiables sean, más probable que la noticia sea cierta.
- Conocer lo más posible el contexto, la situación, el tiempo y el lugar del hecho. Un hecho sin contexto lleva a confusión.
- Nunca es suficiente leer un titular. Los titulares no informan, llaman la atención.
- Las citas (“ha dicho fulano”) no sirven si no se sabe dónde y cuándo.
Carta de Asís, septiembre 2019
sábado, 28 de septiembre de 2019
martes, 24 de septiembre de 2019
LA COMPASIÓN DEL GRILLO Y DE LA NOCHE
Estaba de travesía en mitad de los Pirineos. Descendíamos por en un sendero sencillo y suave desde el Refugio de I`lla. El aire refrescaba mis pulmones y sentía como si me alimentara cada célula. Mis pies pisaban amortiguados por la mullida tierra. La brisa me traía el aroma del pinar que me rodeaba. Oía el rumor del agua en un torrente cercano. Mis ojos se posaban en la hierba, los árboles, el agua, el cielo azul, las montañas pedregosas, y con todo eso, se veían totalmente recompensados.
Me sentía saciado, como que todo estaba preparado para darme satisfacción; era algo así como que los elementos habían quedado de acuerdo en regalarme sus dones, como que todo mi entorno quisiera cuidarme y me tratara con su mayor suavidad, con la máxima generosidad: el aire me refrescaba, el pinar me llenaba de sus aromas, la armonía del arroyo me acunaba, el verdor me reconfortaba. Sentía que la creación entera estaba hecha para mí, que por todos los lados me ofrecía sus encantos; como que cada elemento, con sus posibilidades, me abrazaba suavemente. Me sentía arropado por todo mi entorno.
Y entendí que no era un hecho aislado. No se trataba de una sensación sólo válida para ese momento, sino que me hablaba de la realidad del universo, de un mundo creado, no a mi servicio, pero sí para mi cuidado. Y entonces entendí mejor eso que decía Jesús: “hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Mt 10, 30). Su atención por nosotros es máxima, aunque no nos demos cuenta la mayoría de las veces. Él tiene un cuidado por cada uno de nosotros muy especial, que se concreta en miles de regalos que nos brinda cada día, en cada instante, por el solo hecho de existir. Y a la vez, cada uno de nosotros, además de ser cuidados por toda la creación, somos regalo para los demás, somos posibilidad de misericordia para cada persona, para cada criatura.
Como dice Eloy Sánchez Rosillo, yo también era un mendigo antes de darme cuenta:
Yo también creí que estaba muerto por “no tener”, pero, a veces, se me revela “la compasión” de la existencia, “la caridad” de lo que me rodea y me siento absolutamente amparado, totalmente saciado, aunque aparentemente tenga muy poco.
Me sentía saciado, como que todo estaba preparado para darme satisfacción; era algo así como que los elementos habían quedado de acuerdo en regalarme sus dones, como que todo mi entorno quisiera cuidarme y me tratara con su mayor suavidad, con la máxima generosidad: el aire me refrescaba, el pinar me llenaba de sus aromas, la armonía del arroyo me acunaba, el verdor me reconfortaba. Sentía que la creación entera estaba hecha para mí, que por todos los lados me ofrecía sus encantos; como que cada elemento, con sus posibilidades, me abrazaba suavemente. Me sentía arropado por todo mi entorno.
Y entendí que no era un hecho aislado. No se trataba de una sensación sólo válida para ese momento, sino que me hablaba de la realidad del universo, de un mundo creado, no a mi servicio, pero sí para mi cuidado. Y entonces entendí mejor eso que decía Jesús: “hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Mt 10, 30). Su atención por nosotros es máxima, aunque no nos demos cuenta la mayoría de las veces. Él tiene un cuidado por cada uno de nosotros muy especial, que se concreta en miles de regalos que nos brinda cada día, en cada instante, por el solo hecho de existir. Y a la vez, cada uno de nosotros, además de ser cuidados por toda la creación, somos regalo para los demás, somos posibilidad de misericordia para cada persona, para cada criatura.
Como dice Eloy Sánchez Rosillo, yo también era un mendigo antes de darme cuenta:
Muchas veces morí por no tener.
Yo era un mendigo y nadie me amparaba,
hasta que supe un día, no sé cómo,
la compasión del grillo y de la noche,
la caridad del alba.
Yo también creí que estaba muerto por “no tener”, pero, a veces, se me revela “la compasión” de la existencia, “la caridad” de lo que me rodea y me siento absolutamente amparado, totalmente saciado, aunque aparentemente tenga muy poco.
Javi Morala, capuchino
domingo, 22 de septiembre de 2019
PEQUEÑOS
Los Hermanos Menores Capuchinos de España, llevamos un tiempo pensando en cómo orientar nuestra vida en un futuro cercano. En esa reflexión creemos que la minoridad es un elemento clave de nuestra espiritualidad, por eso le hemos dedicado varios encuentros de profundización y sensibilización. Nos gustaría que todas las realidades pastorales de la provincia interiorizaran la riqueza de la minoridad y por eso proponemos este tema para el curso 2019-2020.
La minoridad es algo propio y esencial del franciscanismo. La orden capuchina reflexionó sobre ella en el 7º Consejo Plenario de la Orden, que en su documento final dice, entre otras cosas:
Decía el Papa Francisco a los participantes en el Capítulo general de los capuchinos del año 2018: “La minoridad que caracteriza a los seguidores de Francisco es un don precioso y de gran necesidad para la Iglesia y para la humanidad de nuestro tiempo. Así actúa el Señor: hace las cosas simplemente. La humildad y la simplicidad son el estilo de Dios; y este es el estilo que todos los cristianos estamos llamados a asumir en nuestra vida y en nuestra misión. La verdadera grandeza es hacerse pequeños y servidores.”
La minoridad debe ser pues la brújula que oriente todo nuestro trabajo y reflexión. Desde esta perspectiva y fundamentos surge el lema de este año: “Pequeños”. En la sección de recursos encontrareis todo el material que hemos preparado. Esperamos que lo compartáis y utilicéis en vuestro trabajo pastoral.
La minoridad es algo propio y esencial del franciscanismo. La orden capuchina reflexionó sobre ella en el 7º Consejo Plenario de la Orden, que en su documento final dice, entre otras cosas:
- Francisco en las Alabanzas al Dios Altísimo proclama: “¡Tú eres humildad!” (AID 4). En efecto nuestro Dios Trinitario es por naturaleza relacional, esto es, es libre comunión de Personas sin dominación o subordinación. A causa de su semejanza con Dios, los hombres progresivamente realizan una libre comunión de personas sin dominación ni subordinación, llegando así a la verdadera humildad.
- La minoridad nace en Francisco de Asís como asombro frente al amor de Dios, que, para librarnos del mal y para introducirnos en la vida divina, no dudó en entregar a su Hijo que se hizo hombre y se hizo obediente hasta la muerte de cruz (Fil 2,6-8; 2CtaF 1), haciéndose así menor y sometido a todos.
- En su camino de conversión, Francisco encontró el fundamento de la minoridad en el Dios-hombre, en el Cristo crucificado de San Damián, pasando a través del leproso. El encuentro con este hombre abandonado y excluido de la sociedad y del sistema de su tiempo, hizo que ‘saliese’ del siglo y cambiase su condición social y su residencia, emigrando del centro a la periferia de Rivotorto y de Santa María de los Ángeles, esto es, se hizo menor.
Decía el Papa Francisco a los participantes en el Capítulo general de los capuchinos del año 2018: “La minoridad que caracteriza a los seguidores de Francisco es un don precioso y de gran necesidad para la Iglesia y para la humanidad de nuestro tiempo. Así actúa el Señor: hace las cosas simplemente. La humildad y la simplicidad son el estilo de Dios; y este es el estilo que todos los cristianos estamos llamados a asumir en nuestra vida y en nuestra misión. La verdadera grandeza es hacerse pequeños y servidores.”
La minoridad debe ser pues la brújula que oriente todo nuestro trabajo y reflexión. Desde esta perspectiva y fundamentos surge el lema de este año: “Pequeños”. En la sección de recursos encontrareis todo el material que hemos preparado. Esperamos que lo compartáis y utilicéis en vuestro trabajo pastoral.
jueves, 19 de septiembre de 2019
LETANÍA Y CREDO
Qué lejos queda siempre todo.
Qué lejos las estrellas, sí, pero qué lejos
también las multitudes que pasan sin mirarme.
Son los que llamo hermanos.
Qué lejanos los ojos como mármoles negros
a la luz de una vela, y qué lejanas
son las manos de Cristo.
¿Qué nos queda después de tanta lluvia?
Un charco de verdades donde mojar la lengua
para alejarnos luego en la sequía.
Qué lejano el instante de ahora mismo,
luz y ceniza al mismo tiempo.
Pero tú sonreíste y me abrazaste
en la orilla de abril del Lago Blanco,
y algo de aquel abrazo alcanza todo
aunque todo lo lejos siga quedando lejos.
Qué lejos las estrellas, sí, pero qué lejos
también las multitudes que pasan sin mirarme.
Son los que llamo hermanos.
Qué lejanos los ojos como mármoles negros
a la luz de una vela, y qué lejanas
son las manos de Cristo.
¿Qué nos queda después de tanta lluvia?
Un charco de verdades donde mojar la lengua
para alejarnos luego en la sequía.
Qué lejano el instante de ahora mismo,
luz y ceniza al mismo tiempo.
Pero tú sonreíste y me abrazaste
en la orilla de abril del Lago Blanco,
y algo de aquel abrazo alcanza todo
aunque todo lo lejos siga quedando lejos.
Alejandro Martín (De Aquel lugar)
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