martes, 30 de octubre de 2012

GENTE VIVA

   Celebrar a los “santos y santas” es celebrar la opción por la vida de todas aquellas personas que la han amado, han sido fecundos/as generando vida y la han trasmitido como el mejor de los valores. No es otra cosa lo que ha hecho Jesús, el “viviente”.
   Llamados/as a la vida: Ésa es la verdadera vocación, vivir y dar vida. Es la vocación primordial, la única “verdadera”. La prueba es que la da Dios y que la creación lo demuestra. Si no hubiéramos sido llamados a vivir no habríamos sido creados; no puedo ser llamado a vivir y después que se me niegue la vida. Cumplir esta vocación primordial, vivir con la hondura, dignidad y gozo, es el primer cometido que Dios nos asigna.
   Ser santo/a, dar vida: Ésa es la santidad que recordamos y la que pedimos. Dar vida en la vida, ser fecundos, engendradores de vida, personas que se sitúan donde se gesta la vida, verdaderos amadores/as de la vida, capaces de amarla y disfrutarla hasta el fondo. Dios, que es Dios de vivos, plenifica estos anhelos y estos trabajos dando vida “definitiva”, eterna, plena, total.
   Celebrar a los santos/santas es interrogarse por el amor a la vida y querer cumplir la vocación de los que vivieron y dieron vida. No es una fiesta del más allá sino, sobre todo, del más acá. El amor a la vida ha de manifestarse en un talante benigno con la realidad y, sobre todo, con las personas.

Fidel Aizpurúa, capuchino

jueves, 25 de octubre de 2012

NUEVAS PALABRAS PARA CONTAR LA PALABRA

   Obispos de todo el mundo se juntan. Se devanan los sesos. Se plantean qué hay que hacer para que el mensaje de la Iglesia sea creíble y no deje frío al personal. Proponen buscar a los intelectuales de nuestro mundo y hablar con ellos. Dicen que no solo los curas deberían llevar las riendas, que hay que dar peso y palabra a otros hombres y mujeres… Todo esto está pasando en Roma estos días. Pero cuando nos lo quieren contar inmediatamente nos adentramos en el terreno de un lenguaje oficial, que oscila entre lo solemne y lo soporífero: “Nueva evangelización”, “atrio de los gentiles”, “Sínodo”. La realidad que está detrás es interesante –en ocasiones hasta diría apasionante- pero el vocabulario resulta lejano. Y el lenguaje es muy importante. Tal vez es inevitable acudir a esos lugares comunes. Pero si la evangelización quiere ser “nueva” debería empezar por abandonar palabras que a mucha gente, en cuanto las oye o las lee, le llevan a desconectar. O por buscar un lenguaje mucho más fresco, concreto, inmediato, que aborde las cuestiones que a las personas les inquietan y les urgen en la búsqueda de vidas con sentido. Ese es el reto que muchas veces, como agentes de pastoral, tenemos: traducir. Porque hay mucho bueno que contar.
   La comunicación en la Iglesia es una asignatura pendiente, no únicamente como estrategia, sino como prueba de que, de verdad, somos un interlocutor que tiene los pies en la tierra, nos manchamos las manos con la realidad cotidiana, y no tenemos miedo de buscar la verdad en los vericuetos de lo cotidiano, allá donde Dios y el mundo se abrazan.
http://www.pastoralsj.org


miércoles, 17 de octubre de 2012

¿Y SI… MAÑANA ME MUERO?

   Puede resultar tétrico, negativo, pesimista hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si mañana muero? ¿Alguno de vosotros, en algún momento de la vida se ha hecho esa pregunta? ¿Habéis sido capaces de contestar? Me aventuro a pensar que no, que probablemente la edad que se tiene influye para no hacerse ese tipo de preguntas; la adolescencia, la juventud exigen otra serie de cuestiones propias de esa etapa. ¿Qué estudiaré? ¿Me seguirá queriendo mi novia? ¿Encontraré trabajo? Esas cuestiones de cierto calado, pero también los hay que se cuestionan ¿Qué vestido ponerse para salir? ¿Qué zapatos comprar? e incluso… ¿saldré este sábado por la noche? Antony de Melo, con cierta ironía, diría en un breve diálogo entre un padre y un hijo:
- “Papa ¿cuándo seré lo bastante mayor para hacer lo que me plazca?
- “No lo sé, hijo, hasta ahora, nadie ha vivido tanto”
   Cuestiones, imagino, muy acordes con la edad, pero… desde aquí os invito a haceros esa pregunta, a iluminar “el comienzo de la vida” por el final. ¿Qué pasaría si mañana dejaras de vivir, de ser quien eres? ¿Qué serías capaz de contestar? ¿Contestarías: He vivido lo suficiente? ¿Qué sentimientos se apoderan de ti? ¿Aún te quedan cosas por hacer, cosas por vivir, cosas por experimentar? ¿Acaso hay un momento bueno para dejar de respirar? ¿Acaso se concluye todo en la vida?
   Ante toda esta serie de cuestiones, pienso que el camino no se recorre haciendo. Cada uno de nosotros tendrá que encontrar aquello que permita decir “He hecho lo que tenía que hacer, pero más importante aún, he sido lo que tenía que ser” (más allá del tiempo que dispongo). Acertar, y cuanto antes mejor, con la esencia de la vida posibilita hacer de ella algo maravilloso, algo extraordinario. Nuestras prioridades ya no serían qué ponerme, qué comprar, qué hacer… probablemente sería cómo amar mejor, cómo hacer el bien, cómo ser mejor persona… Y desde luego, y aunque pueda parecer una utopía, es de este modo como se cambia el mundo. Desde aquí os animo a contribuir a ese cambio.
Enrique García, capuchino

miércoles, 10 de octubre de 2012

ROSAS ROSAS

   Desde luego que las rosas son una de las flores más bonitas, y las más bonitas son las de “nuestro” jardín, y mucho más lo son si las cuidamos personalmente. Pues todavía estos rosales echan por segunda vez a estas alturas del año. Uno se queda embelesado contemplando tal maravilla de color, de olor, de forma y de belleza, da la sensación que Vivaldi anda por ahí tocando el concierto de las cuatro estaciones. Todo es belleza y armonía.
   Esta mañana cuando he visto los rosales del jardín del convento se me ha ocurrido la siguiente reflexión, que tiene que ver con la vida misma.
   Si nos preguntáramos qué es lo que nos hace ser felices, estar bien con nosotros mismos y con los demás, conseguir la tan ansiada autorrealización personal… tendríamos que buscar la respuesta en las “rosas”. Empezaremos con las raíces que son fuertes, con cierta profundidad con las que extrae el alimento que necesita de la tierra abonada, y cuanto más abono tenga mejor, más alimento. Sin esto, difícilmente, algo tan bello puede nacer, crecer y deleitar con su forma, color, textura… Estoy pensando ahora, y paso a la realidad de la vida… ¿qué, forma, qué color, qué textura tiene mi vida, nuestra vida, la vida de los que seguimos a Jesús, de los que vivimos al estilo de Francisco de Asís? Yo creo que si queremos ser como estas “rosas rosas” del jardín tenemos que hundir nuestras raíces en la tierra abonada, tenemos que hundir nuestras raíces en la profundidad de nuestra experiencia de Dios que tiene que ser, y mucho más si quiere ser franciscana, personal y comunitaria… «Descubriendo a Dios, Francisco descubría que el lugar de la presencia de Dios no era únicamente el “más allá”, el cielo, sino también el mundo visible, en cuyo centro está el hombre, imagen de Dios. Hombre, “morada y habitación del Padre-Hijo-Espíritu, la más digna de las criaturas”, uno mismo, por supuesto, pero también todo ser humano, bueno o malo, amigo o enemigo, rico o pobre, de buena salud o leproso. Y todas las criaturas, que habitan bajo el cielo, que conocen y obedecen a su creador y en las que resplandece su gloria. Hemos de buscar y encontrar a Dios en todas partes, en todo lugar, a toda hora, en todo tiempo» (Thaddée Matura, Francisco de Asís herencia y herederos ocho siglos después, Ed. Franciscanas Arantzazu, Madrid, 2009, pg 39).
   Y no tenemos que olvidar que para encontrar a Dios, es preciso buscarle y desearle, como hace Él para encontrarse con nosotros. Para encontrarse con Dios no es posible si antes no somos impulsados a ello porque lo percibimos como felicidad, como alguien capaz de dar sentido a toda una vida.
   Esta experiencia de Dios será la que nos capacite para que seamos unas “rosas rosas” tan bellas que ni el mismo Vivaldi, ni ningún otro artista ni arte, sería capaz de describir, porque estaríamos reflejando de alguna manera la belleza del mismo Dios. Y eso se contempla, no se expresa…

Benjamín Serrano, capuchino

miércoles, 3 de octubre de 2012

FRANCISCO, EL HERMANO FRANCISCO…

A esta altura de mi vida, así me suena, me sabe, me llega, tu nombre… Con tus palabras y con las mías, con las de tus hermanos y amigos. Así te quiero celebrar este año…
  Francisco… Tu nombre, tu espíritu, tu rostro, tu cuerpo, tu historia, tu anhelo, tu dolor, tu Dios, tu amor…
  Francisco… Me sabes a libertad, a entrega, a acogida, a soledad, a camino compartido, a humildad, a fuerza, a abandono, a fe… A Vida vivida: sufrida, amada, entregada, combatida, acogida, creada.
  Francisco… Me suenas a la apertura del que está ante el Único, a la fuerza de la debilidad atravesada, a la libertad del que vive ante un Señor, a tanta palabra del que tanto escucha, al canto compuesto en muchos sufrimientos, a las muchas compañías del que habita la intimidad del propio corazón, a la paz del que ha visto mil violencias… Vida hecha sabiduría del Evangelio.
  Francisco… Te dices el siervo y súbdito de cuantos habitan en el mundo entero; el hermano Francisco, vuestro pequeñuelo y despreciable siervo en el Señor Dios; el más pequeño de los siervos de Dios; vuestro pequeñuelo siervo… Ante todo y sobre todo, para siempre, el hermano Francisco; tu palabra más querida… Vida alejada de todo dominio y poder.
  Francisco… Te veo con tus ojos llenos de acogida y misericordia; con tus manos que traen calor y cuidados; con tus pies que siguen de cerca las huellas de Jesús; con tus oídos que escuchan el misterio de toda criatura; con tus besos y abrazos al leproso y al lobo, al que nadie toca y del que todos huyen; en la intimidad con Clara, necesitado de gustar su amistad y su fe; con tu corazón hecho tan humilde y tan grande; con tu cuerpo tan roto y dolorido, tan tuyo y tan habitado por Otro… Vida humana y plena.
  Francisco… Te llamas el esposo, hermano y madre de nuestro Señor Jesucristo; la madre que quiere y nutre a sus hermanos; el siervo de todos los que habitan en este mundo; los hermanos menores que viven lavándose los pies los unos a los otros; el hermanado con toda criatura… Clara te llama el amante e imitador de Jesús; el que dice cosas bellas de las hermanas y las anima con su ejemplo, palabras y pequeños escritos; el que nos tiene un amoroso cuidado y una especial solicitud; el que era nuestra columna y nuestro único consuelo después de Dios y nuestro apoyo; el fundador y plantador y ayuda nuestra en el servicio de Cristo… Vida fraternal, en el apoyo mutuo.
  Francisco… Tan viejo y tan nuevo, tan conocido y tan por estrenar. Tu nombre me lleva al mío; tu vida a la mía… ¿Hoy, a qué te sabe y te suena a ti Francisco; a qué sabe tu propio nombre…?

Jesús Torrecilla, capuchino