La pobreza es un estado de falta de recursos de cualquier orden para poder vivir y llevar una vida dignamente humana. Nadie queremos ser pobre. Sin embargo, puede que por opciones ideológicas, políticas, morales, etc. vivamos una cierta pobreza y austeridad como un mérito frente a los que no lo son. De hecho, en muchos ambientes, nadie quiere alardear de riqueza sino que lo adecuado es llevar una vida sencilla y sin ostentación. Es más, recordar una época anterior de carestía nos da cierto brillo ante los demás: “Ya sé, ya, lo que es sufrir la pobreza”. Pero en el fondo, de un modo u otro, se utiliza la pobreza para adquirir un cierto grado de virtud. Hay una cierta asociación de pobre y bueno; y rico y malo.
Sin embargo, la pobreza en Francisco va unida a la humildad; no es un juicio a los ricos por ser ricos, sino una identificación con Jesús que vivió la pobreza de dejar de ser como Dios y vivir la miseria de la vida humana, llena de limitaciones y contradicciones. La pobreza es un desprendimiento de la riqueza, de la posesión, y entrar en el reconocimiento de la necesidad de Dios. Pero esta necesidad de Dios no es sólo interior; la pobreza tiene consecuencias económicas, sociales, relacionales… La pobreza de Francisco es reflejo de la pobreza que vive ante Dios y ante los demás; siempre irá ligada a la humildad de corazón. Así, la pobreza no es arma arrojadiza contra nadie ni una virtud a imitar, sino un momento de la dinámica de la humildad. La pobreza es la cristalización de la apertura a la riqueza de Dios.
La pobreza es una de las características que más ha estado ligada a Francisco: Francisco pobre y humilde. Pero el referente para Francisco de esta pobreza humilde es Jesucristo, y su programa del Reino: “Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos”. La pobreza de Francisco siempre ha resultado una provocación para todos los que de un modo y otro le tenemos como referente.
Carta de Asís, abril 2015