Una mañana de boda, tuve la desacertada idea de irme a cortar el pelo. Desacertada porque me dijeron que el mismo día de un evento no hay que aligerar la cabeza, que a los varones nos queda mejor el pelo una semana después de cortado: primer aprendizaje.
Desde que vine a Zaragoza voy a una peluquería de un marroquí, que es baratita, y que extrañamente tenía varias personas esperando: ¿será que era sábado o es otra consecuencia más de la crisis?
El caso es que para matar el tiempo en la cómodas sillas de peluquería busqué entre “el copioso” elenco de revistas viejas y arrugadas. Y encontré un artículo de XL Semanal, donde aparecía la guerra que están manteniendo Google, Amazon, Facebook y Appel por el control de Internet. Todos, evidentemente, con la necesidad de encontrar esa nueva tendencia que marque el desarrollo tecnológico del futuro.
Y encontré una profecía de Eric Schmidt, el actual presidente del consejo de administración de Google, que en uno de esos discursos llenos de proyectos, intentaba entusiasmar al público sobre los nuevos conceptos, filosofías y tendencias que sus productos van a ser capaces de desarrollar en un futuro próximo. Y decía: “El ser humano del futuro, y la voz de Schmidt temblaba por la emoción, nunca más estaría solo, nunca más se aburriría”. Aquí están los monstruos más feroces, de los que necesitamos ser liberados por los nuevos héroes del siglo XXI: la soledad y el aburrimiento.
Parecen, éstos, los mesías de hoy; y sus productos los que van a liberarnos de nuestras más terribles limitaciones. En el fondo aciertan en que la soledad y el aburrimiento son algunos de los más grandes temores que tenemos cada persona dentro. No somos capaces de encontrarnos en soledad; no aceptamos el silencio de nuestras personas donde quiere aparecer el yo más genuino, pero que nos asusta con la amenaza del vacío. No nos damos cuenta que la soledad es la tierra de donde nace nuestra identidad; que la soledad querida y buscada es el espacio privilegiado de construcción de una persona arraigada y que no se deja llevar por las corrientes del momento. Y si esto fuera poco, el silencio solitario es uno de los lugares más genuinos de encuentro con Dios.
Cuando los chavales y chavalas gimen en clase diciendo: “profe me aburro”, parece que expresan el más terrible de las protestas posibles, la más inadmisible de las situaciones que les puede tocar vivir. Y el entretenimiento es la solución para este gran castigo. Algunos definen esta sociedad como la “cultura del entretenimiento” que quiere vacunar contra el aburrimiento y probablemente también contra el sinsentido. Y nos pasamos la vida entreteniéndola y además de evitar el aburrimiento conseguimos enajenarnos de la vida, pasar por la vida como turistas, consumiéndola, utilizándola pero no viviéndola. Así que el saludable entretenimiento puede convertirse en “el opio del pueblo” que diría Marx, una forma de vivir alienados, desapegados de la realidad, viviendo sin realmente vivir.
Así es que quizá, la soledad y no buscar el entretenimiento por encima de todo, sean buenas propuestas para vivir intensamente la realidad que nos espera cada día: segundo aprendizaje. (Javier Morala, capuchino)