miércoles, 8 de mayo de 2024

RATIO FORMATIONIS: LA IGLESIA

Y el Señor me dio una tal fe en las Iglesias (Test 4). La fidelidad creativa y la pertenencia minorítica del proyecto franciscano dan un nuevo aire evangélico a la Iglesia. Santa María de los Ángeles, la Porciúncula, cuna de nuestra Orden, está rodeada de profundas connotaciones afectivas: aquí nacen los hermanos menores y las hermanas pobres; aquí la fraternidad se reúne en torno a María, hecha Iglesia. Este espacio de encuentro y de descanso, memoria de los orígenes es, según Celano, el lugar más amado por Francisco. La Porciúncula recuerda siempre lo pequeño y esencial, es el modelo de la eclesiología franciscana y el sacramento de una Iglesia de hermanos que anuncian el Evangelio viviendo en fraternidad.

Nada veo corporalmente en este siglo del mismo Altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo cuerpo y su santísima sangre (Test 10). La Iglesia, cuerpo místico de Cristo, nace de la Eucaristía. Es el símbolo que resume toda la vida y el mensaje de Jesús: la donación entera y gratuita. El lavatorio de los pies, el gesto fundacional de la Iglesia, evidencia su sentido y su vocación más profunda: el servicio como modo específico de estar en el mundo. Se trata de una auténtica experiencia de amor y justicia, donde ver y tocar el cuerpo de Jesús nos ayuda a verle y tocarle en el cuerpo de los pobres y, de este modo, a desenmascarar toda falsedad espiritual. La Eucaristía es para nosotros fuente de la vida eclesial, raíz, fundamento y corazón de nuestra vida fraterna (Const 48).

El sentido de la Iglesia no es anunciarse a sí misma, sino ser anuncio de Jesús. La dimensión misionera está en el corazón de nuestro proyecto: ser capuchino es estar dispuesto a ir allá donde ninguno quiere ir, siempre al estilo de Francisco, que se puso en camino para encontrar al sultán Malik Al-Kamil y construir la paz a través del diálogo y el respeto. De él aprendemos que el Evangelio no se impone, se propone, y toma como punto de partida el reconocimiento de la verdad que habita en el otro. El testimonio de nuestra vida fraterna es sin duda el modo más creíble de anunciarlo: Cuando vayáis por el mundo, no litiguéis ni contendáis con palabras, ni juzguéis a los otros; sino sed apacibles, pacíficos y moderados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, como conviene (2R 3,10).

lunes, 6 de mayo de 2024

NADIE TIENE AMOR MÁS GRANDE

Por muchas veces que lo leamos, el evangelio siempre nos sorprende. Son palabras vivas y, por eso, llevan a la vida. Eso sí, se precisa un poco de reflexión.

Siempre se nos había dicho que el amor más grande era el amor a Dios. “Hágalo usted por amor de Dios”, se decía como la más grande de las motivaciones. Pero el evangelio nos dice que “no hay amor más grande que dar la vida por aquellos a quienes se ama”. De modo que el amor más grande es el amor al otro, a todo otro.

El mismo san Juan lo dice en otras páginas suyas: tú dices que amas a Dios, y será verdad. Pero eso yo no lo veo. Sin embargo si veo si amas o no al hermano. Y si no se ve que amas al hermano, si tus relaciones son difíciles, si eres persona conflictiva, si no te interesan las situaciones de los frágiles, cae un interrogante sobre tu pretendida fe. Resulta fácil amar al Dios lejano; otra cosa es amar al prójimo, al próximo, a la persona que me complica.

Decían san Ireneo que “la gloria de Dios es que la persona viva”. Ese es el amor más grande, el que elige la vida, el que construye la vida, el que apunta siempre en la dirección del otro. No olvidemos esta sabiduría que viene de siglos y que sigue actual.

Fidel Aizpurúa, capuchino

sábado, 4 de mayo de 2024

MARÍA DE LOS PEQUEÑOS-GRANDES DETALLES

María de los pequeños-grandes detalles,
en Caná sacaste del apuro a unos novios
mientras los otros estaban demasiado ocupados en pasarlo bien.
Sin ruido, sin llamar la atención, sin coger el micrófono…
Desde el silencio, desde el anonimato, desde el servicio desinteresado…
¡Cuánto! ¡cuánto tengo que aprender de ti!

María de los pequeños-grandes detalles,
en mi hogar, en mi trabajo, en el barrio, en la parroquia…
Préstame tus ojos para ver “aquello que falta”
tus manos, para ponerme el mandil y seguir tu ejemplo,
tus pies, para darme a la fuga prescindiendo de la dichosa palmadita,
y tu corazón, sí, Madre, tu corazón, para sentir tu amor y compañía.

Una cama sin hacer, una bolsa de basura que tirar,
un mensaje que mandar, un amigo que escuchar,
un anciano al que hablar, un libro que regalar,
una visita al hospital, unos apuntes que prestar,
una oración que compartir, una pelea que evitar…

Virgen María concédeme tu sabiduría,
la sabiduría de los pequeños-grandes detalles.

jueves, 2 de mayo de 2024

DIOS ES MADRE

La tradición cristiana nos presenta a María como una mujer de profunda vida de oración. Humilde, sencilla y generosa. De las que se olvidaba de sí misma para darse a los demás.

El mes de mayo toma su nombre de la diosa romana Maia, diosa de la primavera y de la fertilidad. Quienes experimentamos el cambio de las estaciones a lo largo del año sabemos que Mayo es el mes de las flores. Es el mes ideal para estar al aire libre disfrutando de la belleza de nuestros campos. Desde la tradición y sensibilidad franciscana, todo lo que nos rodea nos ha de recordar al Creador. Todas las criaturas nos han de llevar al Creador.

Ya desde la Edad Media los cristianos empezaron a asociar este mes con la Virgen. A partir del siglo XIII el rey Alfonso X el Sabio, en las Cantigas de Santa María compara la belleza de la Virgen con la del mes de mayo. Precisamente las flores uno de los regalos más frecuentes para agradecer algo a alguien. Por eso este mes, el de las flores, lo dedicamos a la criatura que ofreció su vida al cuidado de Jesucristo, el Hijo de Dios: a María, la Virgen Madre. Poco a poco, distintas órdenes religiosas, como los Dominicos y Franciscanos y más tarde los Jesuitas fomentaron la devoción mariana en este mes, a través de distintos rezos y ejercicios devocionales.

La tradición cristiana nos presenta a María como una mujer de profunda vida de oración. Humilde, sencilla y generosa. De las que se olvidaba de sí misma para darse a los demás. Una mujer servicial, alegre, paciente con su familia, que sabía aceptar la voluntad de Dios en su vida.

Ella, de alguna manera nos presenta el rostro casero y cercano de Dios. Así lo afirmó en su breve pontificado de 33 días, Albino Luciani, el Papa Juan Pablo I, en el Ángelus del día 10 de septiembre de 1978 al decir que “Dios es Padre, más aún, es Madre”. Dicen que esta afirmación entonces causó un gran desconcierto en la mayoría de sus oyentes, acostumbrados al uso del lenguaje masculino cuando se habla de Dios. Recuerdo también que, siendo estudiantes de teología leímos el libro de Leonardo Boff, “El rostro materno de Dios”. Sabemos que, al hablar de Dios la Biblia no sólo utiliza un lenguaje masculino, sino que lo compara como una madre que consuela a sus hijos. “Como un hijo a quien su madre consuela, así os consolaré yo”, dice el profeta Isaías. De la misma manera que una madre no puede olvidarse del hijo de sus entrañas… Dios tampoco.

En este mes sentimos de manera especial a María como madre. Le hablamos de lo que nos pasa, de lo bueno y lo malo. Acudimos a ella en muchos momentos y le pedimos que interceda ante su Hijo por nosotros. Lo hacemos con las oraciones con las que se ha dirigido la Iglesia a lo largo de la historia: El Ángelus, el Regina Caeli, la Salve, el Rosario… Con otras más actuales y con distintas canciones, expresamos nuestros sentimientos ante ella: “Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes. Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Y ya que me proteges tanto, como verdadera madre, Haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.

Benjamín Echeverría, capuchino