La sensación que se tiene al observar a un recién nacido es prácticamente inexplicable, estoy seguro de que todos en nuestro interior tenemos sentimientos muy complicados de expresar en esta situación; admiración, sorpresa, ternura, protección…
Pero pocas veces cuando observamos a un recién nacido nos hacemos conscientes de que estamos ante el regalo más importante que recibirá nunca, el gran regalo de VIVIR, el regalo de la VIDA.
En esta sociedad de consumo desenfrenado que hoy nos toca vivir estamos acostumbrados al “tiquet regalo”, nos obsequian con algo que no nos agrada o que no podemos utilizar y lo devolvemos o cambiamos sin problema alguno.
A Rafa, como a todos, también lo premiaron con el regalo de la VIDA. Pero al llegar, su regalo no venía envuelto en papel bonito, ni en una caja entre algodones para protegerlo y cuidarlo. Su regalo vino en una caja fea y desgastada llena de dificultades y sin “tiquet regalo” para poder descambiar o devolver.
Sus primeros pasos fueron en un barrio humilde, cerca del Mar pudiendo escuchar al despertarse cada mañana el canto de las gaviotas desde una pequeña chabola familiar ocupada por seis miembros de la familia.
Desenvolviendo parte del regalo jugaba y corría entre chabolas, pescaba en las rocas del Mar y jugaba con la arena de la playa como cualquier otro niño, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor en el mundo adulto.
Con el paso del tiempo su familia adquirió un pequeño piso donde vivir mejor, pues tendría un aseo, una cama y agua corriente entre otras cosas.
Él tenía 8 años cuando se mudaron al nuevo hogar, todo era ilusión y alegría por este acontecimiento.
Poco duró esta alegría porque esa buena vida que se prometía, se transformó en tristeza y fracaso tras fracaso al llegar y descubrir a “La Señora”. Ésta se apropió del regalo de Rafa y todavía hoy después de más de 54 años sigue adueñándose de su energía.
Conoció a “La Señora” cuando era un chiquillo con tan solo 9 años, cuando veía a los vecinos del barrio inhalando botes de pegamentos de las basuras. Él como cualquier otro niño imitaba a sus mayores y así sin ser consciente de lo que hacía comenzó a transitar el camino de la Droga.
“La Señora”, como él expresa se apropió de su regalo, que sin darse cuenta lo rompió y lo maltrató hasta el extremo. Se apropió de todo hasta convertirse en su única compañera y guía cada día, hasta el punto de ser la única e imprescindible. Tanto es así que sería capaz de cualquier cosa por ella.
Acciones que en una situación personal estable no podría llevar a cabo nadie pero que bajo los efectos del mono todo es posible. Desde asaltar una casa de campo, a robar un coche; múltiples acciones y situaciones que bajo los efectos de la necesidad de consumo le daban la valentía para ejecutarlas.
La consecuencia de todas estas acciones fue que desde los 14 años sería un asiduo de Centros de menores y posteriormente de Centros Penitenciarios llegando a pasar entre sus muros más de 20 años de su vida.
El gran regalo lo perdió, se fue, huyo, vivir para el ya no era un regalo. Todo había cambiado, el olor a sal de la playa de su niñez se había transformado en olor a polvo de ladrillo de prisión. El regalo de jugar en la calle de niño, se había trasformado en desidia y aburrimiento en el chabolo.
Hablando con Rafa cuenta que su regalo ahora es una tortura que muchas veces quisiera descambiar, como se hace ahora con cualquier obsequio con el tiquet regalo.
Cuando relata parte de su historia se muestra avergonzado.
Pero de lo que no es consciente es que a pesar de la dureza y crueldad de su historia él también es un regalo todavía lleno de vida, pues debajo de esa gran fachada de un tipo duro que presenta hay un gran corazón con ganas de poder ayudar, de vivir y de poder volver a disfrutar de cosas pequeñas como el canto de las gaviotas, el olor a sal del mar o el ladrido de su perro.
Que afortunados nos sentimos al tener tan cerca estos regalos en forma de vida.