miércoles, 27 de abril de 2022

VIVIR EN EL AMOR

Todos sabemos que nuestra fe habla del mandamiento del amor tal como Jesús lo dijo: “Que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Tanto hemos hablado y escuchado sobre esto que ya no nos sugiere nada novedoso. Y sin embargo es uno de los secretos más importantes de nuestra fe, porque descubrir esto en nuestra historia persona concreta es lo que más nos acerca al misterio de Jesús, a lo que le movió en su vida.

Aprender a amar es tarea de toda una vida y más. Aprendemos a amar cuando recibimos amor, cuando hay personas que nos atienden con cariño en nuestras necesidades; también cuando somos capaces de dedicarnos a atender las necesidades de otras; cuando gozamos de una relación que parece que nos hace tocar el cielo; o cuando en medio del sufrimiento y de la frustración sabemos que nos debemos a personas con las que nos hemos comprometido en la vida.

Vivimos muchas razones y motivos para amar y para no amar; hay infinidad de situaciones que facilitan o dificultan el amor; habrá circunstancias en las que tendremos que hacer muchas y grandes cosas por amor; también habrá otras en las que no podemos hacer nada, sólo estar y aguantar. Pero en todas habrá que amar. Por eso, como dice Pablo, el amor es paciente, servicial, no es envidioso…; el amor siempre estará ligado a la humildad. Y sobre todo, el amor está ligado a alguien, a un tú, porque si no hay un tú, no es amor sino una idea, hacer filosofía del amor. Y el amor cristiano es amar sobre todo a un Tú personal, alguien vivo que ama, que salva.

El amor más que un mandamiento o una norma a cumplir será un don que nos hace vivir.

Carta de Asís, abril 2022

domingo, 24 de abril de 2022

DOMINGO DE LA MISERICORDIA

Una cosa bien clara dejan los relatos evangélicos: la resurrección de Jesús no fue una invención de los discípulos; éstos fueron los primeros y los más sorprendidos. Tal vez por eso quiso Cristo dedicar cuarenta días a explicar a los suyos este misterio de luz que tanto les costaba penetrar. ¡Había sido tan real y tan cruel su muerte!

A los dos días de la crucifixión, los discípulos habían empezado a resignarse ante lo irremediable: dar por perdido a Jesús y a su causa. Pero Jesús no podía resignarse a esa idea y quiere meterles por los ojos y por las manos su resurrección, con la paciencia de un maestro que repite la lección una y otra vez con distintos recursos.

Las apariciones de Jesús no son un jugar al escondite; son las últimas lecciones del Maestro antes de que los discípulos se abran al mundo con la insospechada novedad del evangelio. Eso fueron los cuarenta días que siguieron a la resurrección: una pugna de la luz contra el temor que cegaba los ojos de los discípulos. Y éste es el contexto del relato evangélico que acabamos de leer: miedo, retraimiento, desorientación...

La resurrección del Señor no es, y no fue, una creencia fácil. Y Jesús se hace presente con un saludo -la paz- y una misión -la paz del perdón en el Espíritu Santo-. Su aparición no es sólo para consolar sino para consolidar la misión que el Padre le encomendó, y que Él ahora confía a su Iglesia.

Pero faltaba Tomás. No somos comprensivos con este apóstol. Lo consideramos incrédulo cuando, en realidad, todos los discípulos habían mostrado el mismo escepticismo. Fue el primero que dijo “vayamos y muramos con él” (Jn 11,16). Tomás es como el hombre moderno que no cree más que lo que toca; un hombre que vive sin ilusiones; un pesimista audaz que quiere enfrentarse con el mal, pero no se atreve a creer en el bien. A Tomás no le bastaban las referencias de terceros, buscaba la experiencia, el encuentro personal con Cristo. Y Xto. accedió.

Y de aquel pobre Tomás surgió el acto de fe más hermoso que conocemos: “Señor mío y Dios mío”. Y Tomás arrancó de Jesús la última bienaventuranza del evangelio: “Dichosos los que crean sin haber visto”. Que no quiere decir dichosos los que crean sin conocerme, sino dichosos los que sepan reconocer mi presencia en la Palabra hecha evangelio; hecha alimento y perdón en los sacramentos; hecha comunión fraterna; hecha sufrimiento humano; pues desde la fe y el amor podemos contemplarle en las manos y los pies, la carne y los huesos de aquellos que hoy son la prolongación de su pasión y muerte.

Y es que el resucitado es el crucificado, y a Cristo resucitado sólo se accede por la comprobación de la Cruz. Necesitamos la Resurrección para creer en el valor salvador de la Cruz, y necesitamos la Cruz para reconocer quién es el Resucitado. Las llagas de Cristo, contraídas por nuestro amor, nos ayudan a entender quién es Dios y que sólo un Dios que nos ama hasta cargar con nuestras heridas y nuestro dolor, herido y dolorido Él también, es digno de fe.

Este segundo domingo de Pascua es también conocido como “Domingo de la misericordia”, desde que así lo denominara Juan Pablo II. De la misericordia de Dios con Tomás y con nosotros, pues sus “heridas”, las de Jesús, nos han curado; pero también de nuestra misericordia con los otros, porque es una llamada a reconocer al Señor en las heridas y dolores de la vida.

A Cristo resucitado se le afirma en tantos momentos y situaciones del dolor humano… Tomás nos dice que las “heridas”, las “llagas”, no son un obstáculo para creer en el resucitado, sino más bien la prueba necesaria para no confundir la resurrección con una idea o una ideología. Tocar las “llagas” con fe y curarlas con misericordia.

Habrá quienes digan: “Si no veo...”; “Brille vuestra luz...” Porque las dudas de muchos hombres surgen de la poca fe – luz de muchos cristianos. ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Vibro ante la resurrección de Cristo?
  • ¿Es mi espiritualidad resurreccionista o rutinaria?
  • ¿Surgen dudas en mi interior? ¿Por qué?
Domingo Montero, capuchino

viernes, 22 de abril de 2022

PASCUA 2022 EN URBASA

Hemos retomado la Pascua presencial y encima en Urbasa. ¡¡Una maravilla!! Muy en familia, pudiendo vivir las celebraciones y cada encuentro con tranquilidad y mucha intensidad. Muchas gracias a todos los que lo habéis hecho posible.

domingo, 17 de abril de 2022

DOMINGO DE RESURRECCIÓN: EL TRIUNFO HUMILDE DEL HERMANO JESÚS

Como los cristianos decimos, y así es, que la resurrección es el triunfo de Jesús, podrías llegar a pensar que es un triunfo inconmensurable. Pero, en realidad, es un triunfo humilde, es el triunfo de lo que comienza, de lo que, seguramente, costará mucho lograr, ese sueño de la nueva sociedad.

Pero aunque sea humilde, para nosotros es un triunfo de mucho valor. Más aún, la resurrección es el lenguaje del triunfo en la derrota de los pobres. Es un lenguaje que difícilmente se escucha, pero él sigue hablando con tenacidad. Es una voz que cuenta muy poco en el discurso del sistema, pero que no se calla ante las injusticias. No es la voz de los sin voz, sino que es la voz sojuzgada de quienes no son escuchados. Por eso la resurrección es el grito de los empobrecidos, grito que sigue resonando por mucho que se lo quiera sofocar. Y la resurrección muestra que el itinerario de los empobrecidos no es mera negatividad, sino que apunta necesariamente a la justicia nunca satisfecha y por ello vigente. Un grito que demanda lo que no se pagó y advierte sobre ello.

No habrá de extrañar que digamos que los perdedores son los resucitadores de la historia, los que hacen que no mueran los ideales y utopías a partir de las que se puede hablar de futuro. Precisamente su característica de anhelos justos impagados hace que, por ese impago, se mantengan vigentes. La justicia no saldada los mantiene en vigencia a perpetuidad. Eso los convierte en un dinamismo que empuja a la historia hacia una plenitud que no es la del sistema, sino la de toda realidad deseosa de justicia.

Por todo ello, aunque sea un triunfo humilde, la resurrección tiene dentro una potencia imparable. Esa fuerza se cuela también en ti, aunque no la notes. Esa fuerza te dará una mirada más fraterna sobre las cosas y te hará más hermano y hermana de todos y de todo lo creado. Es Pascua, disfruta de la vida que el Hermano Jesús te da a raudales.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL
  1. ¿Te parece que el triunfo de Jesús es humilde, pero hermoso?
  2. ¿Cómo explicarías, cuando vuelvas a casa, lo que es la Pascua?
  3. Escucha la canción de Santiago Cruz y Rozalén “Ya veremos” y mira si se puede entender desde la Pascua.
 

sábado, 16 de abril de 2022

SÁBADO SANTO: UNA SOCIEDAD DE HERMANOS

No te debería extrañar que el HERMANO Jesús tuviera entre ceja y ceja la fraternidad. Puede creerse, así nos lo han enseñado, que Jesús quería salvarnos, llevarnos al cielo, hacernos santos, etc. Pero lo que Jesús quería hacer era simplemente contribuir al nacimiento de una sociedad de hermanos.

¿Qué es una sociedad de hermanos? Una manera de vivir donde uno vale por lo que es, no por lo que tiene; un tipo de relaciones humanas donde lo más importante no sea el dinero, sino el corazón; un modo de relación en que los que mandan no estén arriba y los que no mandan, abajo. Algo de eso quería Jesús y así lo entendieron muchos. Quizá fue ese sueño el que lo llevó a una muerte injusta.

Más aún, él quería que en esa sociedad de iguales tuvieran un puesto especial los más pobres, no porque fueran mejores, sino por necesitaban más amparo. De tal manera que mientras haya excluidos, no habrá alboreado todavía el sueño de Jesús.

Es fácil que hayas escuchado a los mayores que eso de la nueva sociedad es una utopía a la que nunca se llegará. Se puede vivir con la utopía de que esta vida camina hacia su plenitud, hacia la nueva sociedad, hacia el reinado de Dios. Este camino ha de ir haciéndose desde ahora, poco a poco, en el lenguaje de los gestos. Jesús ha sido un utópico con los pies en el suelo. Para vivir como él hay que mezclar utopía y realismo.

Habrá que comenzar a construir esto por cosas sencillas. Escucha lo que dice Francisco de Asís: “Dichoso el hermano que ama y respeta tanto a su hermano cuando está lejos de él, como cuando está con él, y no dice nada detrás de él, que no pueda decir con caridad delante de él”. Hay que comenzar por estas cosas que están en nuestra mano, para que no haya escusas.

Piensa hoy en esta sociedad de hermanos. Piensa que tú puede contribuir mucho a que esto vaya adelante. Tendrás que abandonar tu deseo de ponerte por encima de los demás, deberás tener activado siempre el modo respeto. Y, sobre todo, habrás de hacer algo, lo que sea aunque fuere poco, para que los excluidos sean mejor considerados en la sociedad.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

  1. ¿Crees que esto es un sueño inalcanzable?
  2. ¿Tú qué estarías dispuesto a hacer para que surgiera esta nueva sociedad de hermanos?
  3. Escucha este tema “Para mirar urgente” de Salomé Arricibita, puede que te ayude en tu reflexión.

viernes, 15 de abril de 2022

VIERNES SANTO: EL HERMANO PUESTO EN UNA CRUZ INJUSTA

En la celebración de esta tarde la cruz ocupará un lugar central. Pero ¡ojo! Si no se conecta con la injusticia enorme que fue aquella cruz (y no pocas cruces de hoy), si no se estremece uno ante el dolor que causa la injusticia en todas sus variantes, la veneración de la cruz pierde sentido.

Por eso piensa: El silencio de la cruz es el muro último de ese duro silencio que hace parte de la vida de Jesús. En asumir el silencio de la cruz está una de las grandes pruebas de la fe. La cruz es silencio que grita la injusticia. Porque injustamente fue condenado quien hizo el bien y porque el silencio es el entorno de su muerte, una vez apaciguado el alboroto de la condena. Por lo que la cruz, las cruces, han de sentirse primeramente como injusticia y el rechazo de la cruz como respuesta correcta a quien injustamente ha sido puesto en ella. Venerar la cruz sin sentir la herida de la injusticia es una banalidad.

La cruz de Jesús es silencio que se entrega sin gloria. Porque nadie agradeció ni alabó a Jesús por su muerte. Eso vino después. No fue una muerte rodeada de gloria sino de exclusión y de injuria (le hacían coplas: a ver si viene Elías…). Es la consecuencia de su vida “entregada”: su vida estuvo carente de gloria, su muerte también. La ausencia de gloria de los crucificados es su mejor carta de presentación: no querían gloria, querían justicia. Y no la hubo.

La cruz de Jesús es silencio que no reprocha a quien no ama. Es el amor sin esperanzas, sin demanda de recompensa y, por lo tanto, sin reproche (“no saben lo que hacen”: Lc 23,24). No se tomaron las opciones que llevaron al desastre para recibir premio, sino por amor. Y cuando no ha habido respuesta de amor, el amor sigue vivo y no reprocha.

La cruz de Jesús es bálsamo para las vidas heridas. Porque tales vidas están afectadas en mayor o menor medida de la ponzoña de la cruz. Si Jesús bebió esa ponzoña y salió vivo, es que se puede superar el veneno de las heridas humanas con el bálsamo del amor. El silencio de la cruz es de los silencios que dinamizan, no de los que apaciguan.

Quizá esta reflexión te pueda parecer excesiva. Adáptala a tu medida. Pero el fondo siempre es el mismo: en el Viernes Santo habría que renovar la decisión de no ser injusto, de tratar de ser respetuoso y cuidadoso con todos. No vacíes de sentido un signo tan potente como el de la cruz.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

  1. ¿Te resulta dura esta manera de ver la cruz?
  2. ¿Te estremecen las injusticias? ¿Cuáles?
  3. Escucha la canción de Rosalía “Aunque es de noche”. ¿Cómo relacionas esta canción con el Viernes Santo?

jueves, 14 de abril de 2022

JUEVES SANTO: EL HERMANO QUE ESTÁ CONTENTO SIRVIENDO

Esta tarde vamos a leer en la celebración un texto que conocemos de sobra: el lavatorio de los pies. Es el fiel dibujo de un Jesús que está contento sirviendo, que no tiene inconveniente en cogernos los pies, aunque estén sucios, y lavarlos con mimo. Se entrega a la tarea. Y eso es un reflejo: lava toda nuestra persona, nuestro cuerpo y nuestro corazón.

Y lo hace contento, como quien lo considera una suerte. No le importa que esos pies hayan andado caminos raros o que, incluso, se hayan alejado de él. Los cuida con mimo como diciendo: todo lo tuyo me importa, tus idas y venidas me interesan, en los caminos que vas eligiendo, te acompaño.

Fíjate en lo que dice a Pedro: “Si no te dejas lavar los pies, no tienes nada que ver conmigo”. O sea: si no te interesan los pies de tu hermano, es como si tú y yo fuéramos por caminos diferentes. Por eso, las sendas de tu hermano, de tus amigos, de las personas que amas e incluso de las que no conoces, son tus sendas. Tienes que cuidar los pies de quienes andan por eso caminos, tienes que servirles lo mejor que sepas y puedas.

Dice san Francisco que nosotros nos hacemos hermanos de Jesús “cuando hacemos la voluntad del Padre del cielo”. Y la voluntad de Dios es clara: que nada se pierda, que todos lleguen a su cuota de dicha, que la alegría desplace a la pena. A eso apunta el servicio.

Cuando esta tarde participes en la celebración del lavatorio, puede repetirte por dentro: “Estoy contento cuando lavo los pies de mis hermanos”. Eso te hace hermano del Jesús que lava pies, del Hermano que acaricia nuestra debilidad y la sostiene. Lo hace con gusto y amor. Así tendrías que hacerlo tú.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

  1. ¿Te parece interesante el perfil de un Jesús que lava pies?
  2. ¿Qué pies tendrías que lavar hoy mismo?
  3. Escucha la canción "Sigue habiendo" de Ixcis como si rezaras.

 

miércoles, 13 de abril de 2022

CON JESÚS, NUESTRO HERMANO - PASCUA 2022

Muchos de nosotros hemos tenido la suerte de tener hermanos y hermanas. Suerte y problema, porque donde hay hermanos hay conflictos. Pero también hay amor. El amor entre hermanos es uno de los más hermosos que existen. No exagera quien dice que, por sus hermanos, él daría su vida.

Resulta que a Jesús de Nazaret se le ha llamado sobre todo Señor, Mesías, Hijo de Dios, Salvador, etc. Pero casi nunca se le llama Hermano. Y, sin embargo, él es, ante todo, nuestro mejor hermano, el que sabe de nuestros caminos porque él los ha andado antes; el que conoce nuestros miedos y temblores, porque él ha temblado como lo hacemos nosotros; el que ha experimentado alegrías similares a las nuestras.

Dice la carta a los Hebreos que Jesús “no se avergüenza de llamarnos hermanos”. No somos una vergüenza para él aunque fallemos; él nos considera hermanos en todos los sentidos. Somos su alegría y su preocupación, su cariño y su pena cuando nos agobian las preocupaciones.

Por eso mismo, si con alguien estamos hermanad@s es con él. San Francisco lo tenía muy claro. Decía: “¡Qué suerte es tener un hermano como Jesús, agradable, dulce, pacífico, amable y querido más que cualquier cosa!”. Tenlo por seguro, si has tenido hermanos, éste es el mejor; si no los has tenido, este es buenísimo.

Bueno, pues resulta que en estos días de la Semana Santa vas a acompañar el tramo final del hermano Jesús. O quizá mejor: él te va a acompañar a ti. Tú mirarás su entrega que sirve y te animarás a servir más y mejor; tú apreciarás su cruz y él llevará las tuyas; tú contemplarás su humilde triunfo en la resurrección y él se alegrará de los pequeños triunfos que vas consiguiendo en la vida. Anímate: tienes en la mano una estupenda oportunidad de hermanarte más con Jesús.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

  1. ¿Sientes a Jesús como un hermano?
  2. ¿Cómo animarte a vivir estos días con ilusión?
  3. Igual te anima escuchar la siguiente canción de Juan Pablo Alarcón sobre un poema de Pedro Casaldáliga. A ver cómo te suena.

 

domingo, 10 de abril de 2022

DOMINGO DE RAMOS

En el umbral de la Semana Santa nada parece más adecuado que aclarar el por qué y para qué de todo lo que celebramos en estos días.

Envueltos en la “cultura” del espectáculo -que hace del hombre más espectador que protagonista- nos vemos expuestos al peligro de considerar desde esta perspectiva la realidad de la obra de Dios en Cristo, que, ciertamente, fue espectacular por su hondura y verdad, pero no fue un espectáculo.

En unos días en que los templos abren sus puertas, y las calles, mitad museos y mitad iglesias, se convierten en un espacio y exposición singular de arte y religiosidad, ¿cuántos nos detenemos a pensar que “todo eso” fue por nosotros, y no porque sí?

Es verdad que no faltan quienes interpretan reductivamente la vida y muerte de Jesús, prescindiendo de esta referencia -por nosotros-. Puede que esa sea una lectura “neutral”, pero, ciertamente, no es una lectura “inspirada”. Porque, si es cierto que la muerte de Jesús tuvo unas motivaciones lógicas (su oposición a ciertos estamentos y planteamientos de la sociedad de su tiempo que se vieron amenazados por su predicación y su comportamiento), también lo es, sobre todo, que no estuvo desprovista de motivaciones teológicas. El mismo Jesús temió esta tergiversación o reducción y avanzó unas claves obligadas de lectura.

Jesús previó su muerte, la asumió, la protagonizó y la interpretó para que no le arrancaran su sentido, para que no la instrumentalizaran ni la tergiversaran.

La Semana Santa, a través de su liturgia y de las manifestaciones de la religiosidad popular, debe contribuir a reconocer e interiorizar con gratitud el amor de Dios en nuestro favor manifestado en Cristo, y a anunciarlo con responsabilidad, concretándolo en el amor fraterno.

Si nos desconectamos, o no nos sentimos afectados por su muerte y resurrección quedaremos suspendidos en un vertiginoso vacío. Si no vivimos y no vibramos con la verdad más honda de la Semana Santa, las celebraciones de estos días podrán no superar la condición de un “pasacalles” piadoso.

Si, por el contrario, nos reconocemos destinatarios preferenciales de esa opción radical de amor, directamente afectados e implicados en ella, hallaremos la serenidad y la audacia suficientes para afrontar las alternativas de la vida con entidad e identidad cristianas.

La Semana Santa no puede ser solo la evocación de la Pasión de Cristo; esto es importante, pero no es suficiente. La Semana Santa debe ser una provocación a renovar la pasión por Cristo.

Celebrar la Pasión de Cristo no debe llevarnos solo a considerar hasta dónde nos amó Jesús, sino a preguntarnos hasta dónde le amamos nosotros.

¡Todo transcurre en tan breve espacio de tiempo! De las palmas, a la cruz; del “Hosanna”, al “Crucifícalo”… A veces uno tiene la impresión de que no disponemos de tiempo -o no dedicamos tiempo- para asimilar las cosas. Deglutimos pero no degustamos, consumimos pero no asimilamos la riqueza litúrgica de estos días y la profundidad de sus símbolos, muchas veces banalizados y comercializados.

Convertida en Semana de “interés turístico”, “artístico” o “gastronómico”, ¿quién la reivindica como de “interés religioso”? Y, sin embargo, este su auténtico interés.

La Semana Santa es una semana para hacerse preguntas y para buscar respuestas. Para abrir el Evangelio y abrirse a él. Para releer el relato de la Pasión y ver en qué escena, en qué momento, en qué personaje me reconozco…

La Semana Santa debe llevarnos a descubrir los espacios donde hoy Jesús sigue siendo condenado, violentado y crucificado, y donde son necesarios “cirineos” y “verónicas” que den un paso adelante para enjugar y aliviar su sufrimiento y soledad.

REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿Desde dónde vivo la Semana Santa?
  • ¿Qué preguntas suscita en mi vida?
  • ¿La Semana Santa es solo evocadora o también provocadora?
Domingo Montero, capuchino
 

viernes, 8 de abril de 2022

EXAMINAR NUESTRA CUARESMA

Va llegando el final de la Cuaresma. Se abre la puerta a la intensidad de la Pascua. Hemos recorrido este camino vivo de ayuno, limosna y oración, pegados a Jesús para aprender de él cómo vivir de verdad la Resurrección en nuestra vida. ¿De verdad? ¿Ha sido un camino de intensidad humana? ¿Hemos puesto a tono nuestra fe para la Pascua? Vamos a hacer un examen. No te pongas nota, no es necesario. Solo hazte consciente del camino recorrido a lo largo de esta Cuaresma. La clave está en que puedas detectar tres dinámicas: la del agradecimiento, la del perdón y la de los deseos.

La primera pregunta del examen de la Cuaresma es sobre el agradecimiento. Adéntrate en tu corazón y ve repasando los últimos cuarenta días. Ve agradeciendo los gestos que hayas podido tener para acercarte más a Dios. Agradece si has podido sacar ratos de oración personal o comunitarias donde sentías que eras invitado de nuevo a acercarte más a Jesús. La dinámica del agradecimiento te saca de ti mismo y te sitúa en el plano de la necesidad que tenemos en la vida de Dios y de su Buena Noticia.

La segunda es la pregunta por el perdón. Descubre cuánto de sueños no realizados y de propósitos anestesiados en estos días. Siempre comenzamos la Cuaresma con las ganas de asomarnos más al evangelio y de vivir con mayor profundidad las recomendaciones de la Iglesia. Muchos ayunos no cumplidos y muchas limosnas no dadas. No es hora de castigos ni de lamentaciones. Examina con el corazón y, delante de Dios, si siguen vivas esas aspiraciones de volver a mirar al pobre, de dar algo de ti a quién puede necesitarte. No se agotan en la cuaresma y se pueden seguir renovando siempre.

La última pregunta es por los deseos. Cuando comenzábamos la Cuaresma, al imponernos la ceniza se nos decía: «conviértete y cree en el Evangelio». ¿Se te alentaron los deseos en aquel momento? Revisa con Jesús si sigues estando vivo. Si tienes deseos de acompañar al Señor en las encrucijadas de la vida, cargar con él cruces propias y de otros y celebrar con alegría las fiestas y los banquetes. Los deseos mueven nuestra vida, transforma en petición aquellos que sientas dentro de ti, para que sean alimentados por la presencia de Jesús en la Pascua.

Al final de la Cuaresma es tiempo de mirar hacia atrás. Para seguir mirando hacia delante, subiendo con Jesús y sus discípulos a Jerusalén. Siempre hay una oportunidad para afianzar nuestra vida y enraizar nuestra fe. No permitas que siga pasando el tiempo como si nada vaya a suceder.

David Cabrera, sj

domingo, 3 de abril de 2022

ABRIRSE AL FUTURO

Ahora no se trata de una parábola sino de un hecho. Jesús es puesto en la disyuntiva: o condena (y su enseñanza sobre la misericordia queda en entredicho) o absuelve (y se coloca en contra de la legislación vigente). No era aquella una situación cómoda. Pero lo más incómodo y enrarecido era el ambiente. Jesús percibe que allí faltaba sinceridad y, sobre todo, no había compasión. Aquella mujer ya había sido juzgada y condenada de antemano.

Por eso se hizo el desentendido; no quería entrar en aquel juego sucio. Y se puso a escribir en el suelo. ¿Qué escribiría Jesús? Muchos se lo han preguntado; pero me parece que esa es una pregunta casi frívola y superficial. Una vez más la curiosidad puede apartarnos de lo esencial.

Y ante la impaciencia de los acusadores, se limita a decir: El que esté sin pecado... Y en el fondo aquellos hombres fueron sinceros; entendieron la indirecta; quizá recordaban lo que ya había dicho Jesús en otra ocasión sobre el adulterio del corazón (Mt 5,28)... Y se retiraron sin lanzar una sola piedra.

Jesús no es un ingenuo: sabe quién es aquella mujer, que en su vida había pecado; que aquella mujer fue durante un tiempo -¿mucho?- moneda de uso y de cambio para satisfacer infidelidades y pasiones… Pero sabe también que aquella mujer no era solo una prostituta sino una mujer prostituida por otros; sabe que no todo es pecado en su vida ni que todo el pecado era suyo. Allí había gérmenes buenos en espera de ser despertados y reconocidos. Lo que hace Jesús es mirar a la parte buena de aquel corazón y mirarlo con un corazón limpio.

Ya solos, dialoga con la mujer. No la recrimina, no la ruboriza con preguntas. No silencia su pecado pero tampoco lo absolutiza. Prefiere alentar a regañar. Y aquella mujer se sintió acogida. No fue juzgada ni prejuzgada. Era consciente de su pecado: eso bastaba. No había que abrumarla con preguntas mortificantes. Necesitaba más comprensión que reprensión... No vuelvas a pecar. Jesús lanza la vida hacia delante, al camino nuevo. No te condeno porque Dios la ama en su debilidad y por su debilidad. Porque en la medida en que está arrepentida ya fue condenado lo que debía ser condenado: el pecado. Ahora mira adelante... Así es Dios; éste es su estilo. Es el primer mensaje de este evangelio.

Pero el comportamiento de Jesús es también un ejemplo de actuación. ¡Somos tan inclinados a sorprender, a denunciar! ¡Cuántas personas se han hundido...! El que esté sin pecado... es una invitación a purificar la mirada, pues para los limpios todo es limpio; para los contaminados nada es limpio, pues su mente y su conciencia están contaminados (Tit 1,15); una invitación a ser no sólo críticos sino autocríticos. Pero no es una invitación a desentenderse, a pasar por alto o a justificar lo que no está bien. ¡No! Hoy hay mucha indiferencia disfrazada de tolerancia porque falta mucho amor al prójimo y a la verdad. El amor nunca es indiferente. Por eso no lo fue Jesús ante el pecado, porque amaba profundamente al pecador. Por eso no condena a la mujer adúltera, pero tampoco legitima su adulterio.

Desde el ejemplo que Jesús nos ofrece en el evangelio de hoy aprendamos a apropiarnos sus actitudes ante la vida; con la pasión de Pablo para quien todo era nada con tal de ganar a Cristo y existir en él. Esto no es fácil ni cómodo, pero sólo así se es cristiano de verdad.

El mensaje de este domingo V de Cuaresma, en el umbral de la Semana Santa nos dice que un futuro mejor es posible, y que ese futuro nos lo trae Jesús con su muerte y resurrección. “Algo está brotando...”, “yo corro hacia la meta”, “no vuelvas pecar”. Hay que abrirse al futuro.

REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿Con qué espíritu abordo la competición de la fe?
  • ¿Advierto la primavera de Dios en la vida?
  • ¿Doy oportunidades o solo exijo responsabilidades?
Domingo Montero, capuchino