La primera pregunta del examen de la Cuaresma es sobre el agradecimiento. Adéntrate en tu corazón y ve repasando los últimos cuarenta días. Ve agradeciendo los gestos que hayas podido tener para acercarte más a Dios. Agradece si has podido sacar ratos de oración personal o comunitarias donde sentías que eras invitado de nuevo a acercarte más a Jesús. La dinámica del agradecimiento te saca de ti mismo y te sitúa en el plano de la necesidad que tenemos en la vida de Dios y de su Buena Noticia.
La segunda es la pregunta por el perdón. Descubre cuánto de sueños no realizados y de propósitos anestesiados en estos días. Siempre comenzamos la Cuaresma con las ganas de asomarnos más al evangelio y de vivir con mayor profundidad las recomendaciones de la Iglesia. Muchos ayunos no cumplidos y muchas limosnas no dadas. No es hora de castigos ni de lamentaciones. Examina con el corazón y, delante de Dios, si siguen vivas esas aspiraciones de volver a mirar al pobre, de dar algo de ti a quién puede necesitarte. No se agotan en la cuaresma y se pueden seguir renovando siempre.
La última pregunta es por los deseos. Cuando comenzábamos la Cuaresma, al imponernos la ceniza se nos decía: «conviértete y cree en el Evangelio». ¿Se te alentaron los deseos en aquel momento? Revisa con Jesús si sigues estando vivo. Si tienes deseos de acompañar al Señor en las encrucijadas de la vida, cargar con él cruces propias y de otros y celebrar con alegría las fiestas y los banquetes. Los deseos mueven nuestra vida, transforma en petición aquellos que sientas dentro de ti, para que sean alimentados por la presencia de Jesús en la Pascua.
Al final de la Cuaresma es tiempo de mirar hacia atrás. Para seguir mirando hacia delante, subiendo con Jesús y sus discípulos a Jerusalén. Siempre hay una oportunidad para afianzar nuestra vida y enraizar nuestra fe. No permitas que siga pasando el tiempo como si nada vaya a suceder.
David Cabrera, sj
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