Muchos de nosotros hemos tenido la suerte de tener hermanos y hermanas. Suerte y problema, porque donde hay hermanos hay conflictos. Pero también hay amor. El amor entre hermanos es uno de los más hermosos que existen. No exagera quien dice que, por sus hermanos, él daría su vida.
Resulta que a Jesús de Nazaret se le ha llamado sobre todo Señor, Mesías, Hijo de Dios, Salvador, etc. Pero casi nunca se le llama Hermano. Y, sin embargo, él es, ante todo, nuestro mejor hermano, el que sabe de nuestros caminos porque él los ha andado antes; el que conoce nuestros miedos y temblores, porque él ha temblado como lo hacemos nosotros; el que ha experimentado alegrías similares a las nuestras.
Dice la carta a los Hebreos que Jesús “no se avergüenza de llamarnos hermanos”. No somos una vergüenza para él aunque fallemos; él nos considera hermanos en todos los sentidos. Somos su alegría y su preocupación, su cariño y su pena cuando nos agobian las preocupaciones.
Por eso mismo, si con alguien estamos hermanad@s es con él. San Francisco lo tenía muy claro. Decía: “¡Qué suerte es tener un hermano como Jesús, agradable, dulce, pacífico, amable y querido más que cualquier cosa!”. Tenlo por seguro, si has tenido hermanos, éste es el mejor; si no los has tenido, este es buenísimo.
Bueno, pues resulta que en estos días de la Semana Santa vas a acompañar el tramo final del hermano Jesús. O quizá mejor: él te va a acompañar a ti. Tú mirarás su entrega que sirve y te animarás a servir más y mejor; tú apreciarás su cruz y él llevará las tuyas; tú contemplarás su humilde triunfo en la resurrección y él se alegrará de los pequeños triunfos que vas consiguiendo en la vida. Anímate: tienes en la mano una estupenda oportunidad de hermanarte más con Jesús.
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL
- ¿Sientes a Jesús como un hermano?
- ¿Cómo animarte a vivir estos días con ilusión?
- Igual te anima escuchar la siguiente canción de Juan Pablo Alarcón sobre un poema de Pedro Casaldáliga. A ver cómo te suena.
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