domingo, 29 de octubre de 2023

EL SEGUNDO ES SEMEJANTE AL PRIMERO

Como todas las religiones, el judaísmo había creado una tupida red de preceptos, normas, mandamiento, preceptillos cotidianos, etc. Una selva de leyes. Se perdía la perspectiva y ya no se sabía qué mandamientos eran los importantes y cuáles otros menos importantes. De ahí la pregunta que se hace a Jesús. Y este responde con dos planteamientos novedosos a los que añadiremos uno más:

Primero: Jesús resume toda la maraña de leyes y mandatos en dos: amar a Dios y amar al prójimo. Con dificultades (porque resumir se piensa que es banalizar) lo habría admitido el judaísmo. La esencia de una fe no está en el número de mandatos.

Segundo: No solamente resume, sino que equipara el segundo mandamiento (el amor al prójimo) al primero (amor a Dios). “El segundo es semejante al primero”, dice. O sea: la manera de amar a Dios es amar al prójimo. Ese es el modo que Jesús plantea.

Pero hay algo más: Dice la Primera Carta de san Juan que el amor al prójimo es, de alguna manera, el primero porque hace visible el amor a Dios. Efectivamente: uno puede decir que ama mucho a Dios, pero eso no ve. En cambio si se ve si ama al hermano o no. Por eso, el amor al otro es, de alguna forma, mandamiento primero.

Consecuencia: Eso quiere decir que la medida del vigor de nuestra fe es la buena relación. ¿Quieres saber si tu fe va bien, si es vigorosa? Mira cómo van tus relaciones con los demás. ¿Te relacionas bien? Puede que tu fe sea vigorosa. ¿Te relacionas mal? Cae sobre tu pretendida fe un pesado interrogante.

Helder Cámara dijo que es posible que haya quien no lea el evangelio, pero leerán tu vida. Y si tu vida es compasiva, solidaria y generosa, quizá eso le lleve a Dios. Si tu vida es egoísta, dura y violenta, eso les alejará de Dios.

Decía hace unos días el rabino judío Jeremías Milgrom a propósito de la guerra en Israel: “Es más importante que nunca ser compasivo con todas las víctimas y firmes con la defensa de todas las vidas humanas”: ese es el camino a seguir, el rostro del amor a Dios en esta difícil circunstancia.

Fidel Aizpurúa, capuchino

viernes, 27 de octubre de 2023

ESPÍRITU DE ASÍS 2023

En un momento de la historia marcado por los conflictos en la tierra de Jesús y en Ucrania, que ha implicado a un gran número de países en todo este tiempo, el tema del Espíritu de Asís elegido para este año recuerda que, incluso en los casos de legítima defensa, el objetivo final debe ser siempre la paz, incluso cuando esta paz, como hoy, parezca lejana. Pero “una paz duradera – según nos dice también el Papa Francisco- sólo puede ser una paz sin armas”, y por eso insiste en el tema que le es muy querido del desarme a todos los niveles, incluso dentro de la sociedad: “la cultura de la no violencia pasa por un recurso cada vez menor a las armas, tanto por parte de los Estados como de los ciudadanos”.

El papa Francisco siguiendo a su patrón San Francisco propone orar ‘por una mayor difusión de una cultura de la no violencia’. La paz entre los pueblos comienza, de hecho, en lo más concreto e íntimo del corazón, cuando encuentro al otro en la calle, su rostro, su mirada, sobre todo el que viene de otra parte, el que no habla como yo y no tiene la misma cultura, el que es extraño en sus actitudes y al que se llama ‘extranjero’. La guerra y el conflicto comienzan aquí y ahora, en nuestros corazones, cada vez que permitimos que la violencia sustituya a la justicia y al perdón. El Evangelio nos muestra que la vida de Jesús revela el verdadero camino de la paz y nos invita a seguirlo. Es en este espíritu que estamos llamados a ‘desarmarnos’, en el sentido de ‘desarmar’ nuestras palabras, nuestras acciones, nuestro odio. Oremos pues hoy como nos invita Francisco para que hagamos de la no violencia, tanto en la vida cotidiana como en las relaciones internacionales, una guía para nuestra actuación.

miércoles, 25 de octubre de 2023

¿QUÉ DIRÍA HOY SAN FRANCISCO? 2/6

2. ENAMORAOS DE JESÚS

Esta es la segunda cosa que os diría: de una u otra manera, enamoraos de Jesús. Parece bastante claro que quienes han seguido a Jesús han pasado por todas las etapas de cualquier colectivo humano. Comenzaron siendo un movimiento, algo indefinido, pero vital, en torno a Jesús, cautivados por su persona y su sueño. Quizá tras su muerte, rumiando dichos y experiencias, se fue conformando un grupo más definido, con una misión, con unos valores que preservar. Posteriormente nació una comunidad con un cierto componente estructural y con una ideología que mantener. Y todo terminó en un esquema de Iglesia donde lo estructural comenzó a ser el centro de tal realidad pasando otros valores iniciales a un segundo plano. Cuando se habla de recrear el grupo no se está queriendo decir que haya que volver a algo pasado que ya no puede ser, sino de ver si en nuevos contextos se pueden construir experiencias de libertad, de gozo, de enamoramiento, de anhelo similares a las que surgieron en las horas iniciales, no por imitarlas, sino por ser más coherentes con la propuesta de Jesús.

¿Qué sería pues recrear hoy el movimiento de Jesús para que pudiera amanecer un nuevo estilo de ser grupo con él en nuestro marco social? Habría que suscitar, en primer lugar, el enamoramiento de Jesús y su programa: plantear la fe como una mera adscripción religiosa es cercenarla por la base. Además sería preciso revitalizar su sueño creyéndolo interesante para este mundo nuestro, por muy alejado que se lo crea por obra del sistema económico neoliberal. En tercer lugar, habría que recuperar una espiritualidad de caminos, de itinerancia, y un estructura eclesial (si se la puede llamar así) flexible, con gran capacidad de cambio y adaptación, abandonando viejos inmovilismos tanto ideológicos como legales. En cuarto lugar sería preciso hacer del sufrimiento ajeno el verdadero campo de misión del grupo de Jesús: lo que importa no es captar adeptos para la religión, sino mitigar los dolores de los demás. También, por ingenuo que parezca, habría que des-divinizar la persona de Jesús creyéndolo, sobre todo, compañero de una existencia distinta, fraterna, igualitaria. Finalmente, sería necesario entender el itinerario creyente en comunión con el cosmos y su dinámica expansiva, en un tipo de fraternidad que sugiera realmente la interconexión de todo. ¿Es esto posible? Soñarlo ya es una manera de ir abriéndole la puerta.

Enamorarse de Jesús no es una futilidad, un deseo que se esfuma: es todo un anhelo que hay que construir.

lunes, 23 de octubre de 2023

MI DIOS POBRE

Ojalá, Señor, te llegue mi voz.
Aquí estoy. En silencio.
Sin grandes palabras que decir.
Sin grandes obras que ofrecer.
Sin grandes gestos que hacer.
Solo aquí. Solo, en soledad.
Recibiré aquello que quieras darme: luz o sombra.
Canto o silencio. Esperanza o frío. Suerte o adversidad.
Alegría o zozobra. Calma o tormenta.
Y lo recibiré sereno, con un corazón sosegado,
porque sé que tú, mi Dios, también eres un Dios pobre.
Un Dios a veces solo.
Un Dios que no exige, sino que invita.
Que no fuerza, sino que espera.
Que no obliga, sino que ama.
Y lo mismo haré en mi mundo, con mis gentes,
con mi vida: aceptar lo que venga como un regalo.
Eliminar de mi diccionario la exigencia.
Subrayar el verbo “dar”.
Preguntar a menudo: “¿Qué necesitas?” “¿Qué puedo hacer por ti?”,
y decir pocas veces “quiero” o “dame”.
Y así sigo, Dios: Aquí, sin más, en soledad.
En silencio.
Contigo, mi Dios pobre.

domingo, 22 de octubre de 2023

¿PAGAR O NO PAGAR?

Ocurre que, en su aparente sencillez, el evangelio contiene páginas de muy difícil lectura. Esta que hemos leído, por muy conocida que sea, es una de esas páginas difíciles.

Los impuestos, en la antigüedad, eran signo de sometimiento, de opresión, de explotación. Por eso el evangelio plantea la cuestión de manera aguda: ¿PAGAMOS O NO PAGAMOS? O sea: ¿nos sometemos o no nos sometemos? ¿Aceptamos la opresión o no? Puede que, como dicen algunos, sea un texto nacido de la necesidad de pasar por buenos ciudadanos del imperio para que, siendo minoría el cristianismo, le dejasen vivir en paz. Puede ser.

Pero nosotros lo leemos desde otra situación social y religiosa.
  • Desde el punto de vista social, la cosa se responde fácilmente: hay que ser honrado con las obligaciones fiscales, hay que pagar lo que se debe pagar. No hacerlo es un grave pecado contra la ciudadanía. Porque nosotros no pagamos al César, sino a la sociedad. Se paga para que luego redunde en beneficio común, porque de los impuestos salen los medios para el sostenimiento de la sociedad. Cualquier estratagema que se emplee para eludir el pago de impuestos la cuestiona el evangelio, sea quien sea quien lo haga. Esto queda claro y pertenece al comportamiento moral del cristiano.
  • Desde el punto de vista religioso, y según el evangelio, la cosa queda igualmente clara: hay que pagar a Dios. ¿Y cómo se le paga? Poniendo parte de nuestros bienes al servicio de los que lo necesitan más. Dios no necesita nuestro dinero, son los pobres los necesitados. Y por eso, la manera de pagar a Dios es siendo generosos con los pobres.
No estamos aún muy acostumbrados a escuchar este tipo de reflexiones en la Iglesia porque siempre se nos ha dicho que a la Iglesia se viene a hablar con Dios. Pero eso es muy discutible, porque la manera que tiene el creyente de hablar con Dios es a través de las mediaciones importantes de la vida. Y la conciencia de que hemos de colaborar al bienestar social y al de los pobres es importante. Pagar impuestos o ser generosos son actos morales; no únicamente asuntos de dinero.

En su última exhortación apostólica, Laudate Dominum sobre el cambio climático, el Papa Francisco dice una frase interesante: “La fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado” (Nº 61). Es decir: las cosas de la vida son el terreno donde ha de vivirse la fe que ha de modificar nuestra manera de ver la vida. De lo contrario, es una fe de postureo, engañosa. Y, además, la fe ha de contribuir a mejorar la relación con los demás. Una fe cerrada en uno mismo no es la fe cristiana.

Abramos nuestro corazón y nuestra mente a estas sugerencias de la moral cristiana para que se hagan vida en nosotros.

Fidel Aizpurúa, capuchino

martes, 17 de octubre de 2023

GRATUIDAD

La fraternidad es mucho más que una mera convivencia pactada donde cada uno pone de sí y recibe de los demás. Ciertamente, tiene que haber una cierta corresponsabilidad en la marcha de la vida en comunidad. Una familia, una pareja, una fraternidad donde unos ponen todo y otros solo reciben sin aportar en absoluto no tiene mucho futuro. Es necesario conocer los límites y las condiciones de la convivencia. Pero tampoco tiene futuro una vida en común si siempre estamos mirando a la correspondencia exacta a lo que cada cual pone de su parte. Las relaciones pierden frescura si todo queda marcado por la contrapartida a lo que cada cual pone de su parte. La convivencia funcionará, pero no genera vida comunitaria.

La fraternidad necesita vivir en gratuidad. Es esa actitud de no querer medir, de no llevar cuentas; es aceptar que somos diferentes y que siempre no podemos aportar en la misma medida. Gratuidad es aprender a respetar que todos tenemos diversos modos de sumar, de entregarse, de darse. La gratuidad también sabe de tiempos, de los diversos ritmos, caracteres, habilidades y límites de los integrantes de la comunidad. No siempre se puede dar en la misma cantidad y de la misma manera. Gratuidad no es que no espere respuesta, sino que no exijo respuesta como condición para amar.

Dios sabe absolutamente de gratuidad. Solo hace falta darse cuenta de lo que nos da sin esperar recibir de nosotros en la misma proporción. No podríamos corresponderle en absoluto, pero nos sigue amando gratuitamente. Y esa desproporción es absoluta. Ojalá que alguna vez se nos dé la gracia de caer en la cuenta de este misterio de Dios. Nos cambiará la vida. Esta luz nos ayuda a vivir en la fraternidad con gratuidad.

Carta de Asís, octubre 2023

domingo, 15 de octubre de 2023

INVITACIÓN DESPRECIADA

Hay páginas en los evangelios que dejan un cierto regusto de aspereza, de frustración, de fracaso. Hay que saber encajarlas leyéndolas con discernimiento.

El evangelio de hoy narra el desprecio de una invitación: NO QUISIERON IR AL BANQUETE. Despreciar una invitación es uno de los mayores desprecios que podemos hacernos los humanos. Es cerrar las puertas a la relación, es dar las espaldas a la vida de quien nos invita, es hacer un agravio que casi es imposible de borrar después. Quien desprecia una invitación ha de atenerse a duras consecuencias. ¿Qué nos dice la parábola?
  • Que “las tierras y los negocios” son el impedimento mayor: una economía egoísta, una economía que mata, como dice el papa Francisco. Es el ansia de dinero que bloquea la fiesta y la relación. Es el yo acaparador que quiere hacerse con todo. El banquete de lo humano se frustra por la economía caníbal.
  • Nos dice que se invita a quienes están en “los cruces de los caminos”: ahí se hace la invitación: fuera del sistema, lejos de la fuerza, en los no—lugares de los excluidos. No escuchamos la invitación porque estamos deseosos del triunfo y del éxito, porque no nos gusta servir.
  • Y termina diciendo que “la sala se llenó de comensales”: al final entenderemos que todos estamos llamados al banquete de la vida, que toda persona tiene derecho a sentarse a esa mesa. Estamos “condenados” a vivir en la diversidad.
Puede que nosotros hoy seamos de aquellos que desprecian la invitación:
  • Cuando despreciamos la vida renegando de ella, negativizándola. Cuando nos unimos al coro de quien dice que todo va mal, pero no hacemos nada por arreglar las cosas. Despreciamos la invitación a vivir con humanidad.
  • Cuando destrozamos la naturaleza y no entendemos que es el mejor regalo con el que Dios ha querido alegrar nuestra vida. Despreciamos la invitación a cuidar la tierra.
  • Cuando miramos para otro lado ante las injusticias, como si no tuviéramos nada que ver con ellas, siendo así que, en parte, somos responsables con nuestros modos de comprar, de vestir, de viajar. Despreciamos la invitación a ser familia humana.
Hoy también, a ti y a mí, se nos está haciendo una continua invitación. Miremos cómo respondemos, miremos si respondemos.

Fidel Aizpurúa, capuchino

jueves, 12 de octubre de 2023

MANERAS DE VIVIR

Vivir con pasión, disfrutando de todo, siendo consciente del regalo que es la vida en los pequeños detalles, en lo cotidiano y en los momentos extraordinarios. Mas allá del positivismos superficiales vivir mirando el lado bueno de la vida, desde la encarnación con todas las personas.

Vivir contagiando vida, poniendo lo mejor de ti en cada tarea por minúscula que esta sea. Vivir amando aunque eso suponga exponerte y dar el primer paso. Quererte para querer, para ser esperanza para quienes se cruzan contigo.

Vivir sin disimulo, sabiendo que puedes equivocarte pero también que puedes levantarte y comenzar de nuevo, que eso es la vida. Vivir arriesgándote a ser quien tu eres, a mostrarte con tus dones y tus debilidades, con valentía.

Vivir contracorriente, con el amor por bandera como nos propone Jesús. Con sencillez y alegría como nos enseña San Francisco, haciéndolo Todo Nuevo, viviendo la vida que Dios soñó para cada uno de nosotros.

pjv franciscanos

martes, 10 de octubre de 2023

RATIO FORMATIONIS: EL LEPROSO

Atreverse a poner el propio corazón en la miseria humana del otro: esta es la dinámica de la misericordia (Mi 6,8). Algunas heridas de la guerra marcan la memoria afectiva de Francisco hasta el final. La mirada suave de la misericordia de Dios le ayuda a conocer, acoger e integrar las propias cicatrices y sombras. Solo quien ha experimentado la misericordia, puede practicarla. Se trata de algo que cambia por completo nuestros modos de relación: de la acusación y el juicio, que generan culpabilidad, somos conducidos hacia la empatía y la compresión que invitan a la responsabilidad. Compartir vida con los leprosos es una auténtica escuela para Francisco (1Cel 17; TC 11). A partir de este momento, gratuidad y misericordia serán los fundamentos del nuevo proyecto de vida evangélica inspirado por el mismo Dios.

Cuando estaba en el pecado, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos. Y el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la misericordia con ellos. Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo (Test 2-3). Durante mucho tiempo, Francisco se siente inseguro frente a los leprosos y se protege: levanta muros, se aleja, se esconde. No se trata de un miedo al contagio físico, es algo más profundo: es temor de correr la misma suerte que el leproso: no ser aceptado, ser excluido, no tener ningún derecho, no ser conocido ni amado por nadie, ser invisible, no ser nada ni nadie.

Francisco besa al leproso, aunque aquí besar significa, más bien, dejarse besar. No se trata de un acto de pura voluntad para superar la repugnancia. Su beso es expresión de una experiencia afectiva sincera, que acaba expulsando los miedos y cambia el propio universo afectivo. Todo comienza a tener otro sentido: lo amargo se hace dulce, se produce el paso de la necesidad de ser reconocido por los otros a tener un buen conocimiento de uno mismo. Gracias a los leprosos, Francisco comienza a conocerse y experimenta el sentido de la gratuidad. Besar el Evangelio o besar al leproso es lo mismo, escuchar la palabra de Jesús y escuchar el grito de la carne de los que sufren es lo mismo: el que habla y el que besa es siempre Jesús.

En medio de los leprosos, lejos de toda falsa seguridad, surge la verdadera seguridad interior. Es la paradoja evangélica: cuanto menos poder, más libertad. Allí donde no hay nada que perder, de la mano de la gratuidad, nace la verdadera seguridad. Francisco aprende aquí otra lección decisiva que marcará su existencia y la de los hermanos: la incompatibilidad entre fraternidad y poder. Quien quiere ser hermano menor debe servir y renunciar a todo tipo de dominio sobre el otro.

domingo, 8 de octubre de 2023

SOMOS LA VIÑA DEL SEÑOR

Somos la “VIÑA” del Señor, y Él ha hecho por cada uno de nosotros todo lo que es posible hacer: nos da la vida, nos cuida sin medida, nos sostiene con su mano, y nos capacita para que sepamos salir adelante.

Por nuestra parte, tenemos que hacer que otras personas crean en la entrega, en la solidaridad, en la acogida y en la fraternidad, viviendo al estilo de Jesús, porque hoy es posible vivir así. Sin olvidar que la tarea la recibimos del mismo Jesús, y que sólo somos administradores. Él es nuestro Camino, y Él nos sostiene en cada momento.

miércoles, 4 de octubre de 2023

FIESTA DE SAN FRANCISCO

Después de ocho siglos, san Francisco sigue siendo un misterio. Así como la pregunta de Fray Masseo permanece intacta: «¿Por qué el mundo entero te sigue, y cada persona parece querer verte y oírte y obedecerte?». Para encontrar una respuesta es necesario ir a la escuela del Pobrecillo, encontrando en su vida evangélica el camino para seguir las huellas de Jesús. En concreto, esto significa escuchar, caminar y anunciar hasta las periferias.

Escuchar, en primer lugar. Francisco, delante del Crucifijo, escucha la voz de Jesús que le dice: “Francisco, ve y repara mi casa”. Y el joven Francisco responde con prontitud y generosidad a esta llamada del Señor: reparar su casa. ¿Pero qué casa? Poco a poco, se da cuenta de que no se trata de ser albañil y reparar un edificio hecho de piedras, sino de dar su contribución a la vida de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la Iglesia, amándola y trabajando para que en ella se reflejara cada vez más el Rostro de Cristo.

En segundo lugar, caminar. Francisco fue un viajero incesante, que atravesó a pie innumerables pueblos y aldeas de Italia, asegurándose de estar cerca de la gente y eliminando la distancia entre la Iglesia y el pueblo. Esta misma capacidad de “salir al encuentro”, en lugar de “esperar en la puerta”, es el estilo de una comunidad cristiana que siente la urgencia de hacerse cercana en vez de encerrarse en sí misma. Esto nos enseña que quien sigue a san Francisco debe aprender a estar quieto y ser caminante: quieto en la contemplación, en la oración, y luego ir adelante, caminar en el testimonio, el testimonio de Cristo.

Por último, anunciar hasta las periferias. Lo que todos necesitan es justicia, pero también confianza. Sólo la fe devuelve el soplo del Espíritu a un mundo cerrado e individualista. Con este suplemento de aliento se pueden afrontar los grandes desafíos presentes, como la paz, el cuidado de la casa común y un nuevo modelo de desarrollo, sin rendirse ante los hechos que parecen insuperables.

Papa Francisco