domingo, 22 de octubre de 2023

¿PAGAR O NO PAGAR?

Ocurre que, en su aparente sencillez, el evangelio contiene páginas de muy difícil lectura. Esta que hemos leído, por muy conocida que sea, es una de esas páginas difíciles.

Los impuestos, en la antigüedad, eran signo de sometimiento, de opresión, de explotación. Por eso el evangelio plantea la cuestión de manera aguda: ¿PAGAMOS O NO PAGAMOS? O sea: ¿nos sometemos o no nos sometemos? ¿Aceptamos la opresión o no? Puede que, como dicen algunos, sea un texto nacido de la necesidad de pasar por buenos ciudadanos del imperio para que, siendo minoría el cristianismo, le dejasen vivir en paz. Puede ser.

Pero nosotros lo leemos desde otra situación social y religiosa.
  • Desde el punto de vista social, la cosa se responde fácilmente: hay que ser honrado con las obligaciones fiscales, hay que pagar lo que se debe pagar. No hacerlo es un grave pecado contra la ciudadanía. Porque nosotros no pagamos al César, sino a la sociedad. Se paga para que luego redunde en beneficio común, porque de los impuestos salen los medios para el sostenimiento de la sociedad. Cualquier estratagema que se emplee para eludir el pago de impuestos la cuestiona el evangelio, sea quien sea quien lo haga. Esto queda claro y pertenece al comportamiento moral del cristiano.
  • Desde el punto de vista religioso, y según el evangelio, la cosa queda igualmente clara: hay que pagar a Dios. ¿Y cómo se le paga? Poniendo parte de nuestros bienes al servicio de los que lo necesitan más. Dios no necesita nuestro dinero, son los pobres los necesitados. Y por eso, la manera de pagar a Dios es siendo generosos con los pobres.
No estamos aún muy acostumbrados a escuchar este tipo de reflexiones en la Iglesia porque siempre se nos ha dicho que a la Iglesia se viene a hablar con Dios. Pero eso es muy discutible, porque la manera que tiene el creyente de hablar con Dios es a través de las mediaciones importantes de la vida. Y la conciencia de que hemos de colaborar al bienestar social y al de los pobres es importante. Pagar impuestos o ser generosos son actos morales; no únicamente asuntos de dinero.

En su última exhortación apostólica, Laudate Dominum sobre el cambio climático, el Papa Francisco dice una frase interesante: “La fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado” (Nº 61). Es decir: las cosas de la vida son el terreno donde ha de vivirse la fe que ha de modificar nuestra manera de ver la vida. De lo contrario, es una fe de postureo, engañosa. Y, además, la fe ha de contribuir a mejorar la relación con los demás. Una fe cerrada en uno mismo no es la fe cristiana.

Abramos nuestro corazón y nuestra mente a estas sugerencias de la moral cristiana para que se hagan vida en nosotros.

Fidel Aizpurúa, capuchino

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