domingo, 31 de octubre de 2021

AMAR A DIOS Y AL PROJIMO

En el Evangelio de san Lucas, a continuación de la respuesta de Jesús a la pregunta sobre “el primer mandamiento de todos” sigue la parábola del buen samaritano (Lc 10,30-37), con la que se nos aclara quién es nuestro prójimo. Todo hombre. Pero Jesús ha proclamado otro mandamiento, el primero: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser” (Mc 12,30) Y ¿ya sabemos quién es nuestro Dios?

¿Quién es Dios? Una pregunta desigualmente respondida, pero una pregunta ineludible, porque Dios no deja nunca indiferente al hombre. Como creyentes, ¿quién es Dios para nosotros?, ¿para mí?

Dios no es algo, es alguien; no es una idea, es una realidad personal; no es límite del hombre, sino la posibilidad del hombre.

Es Alguien próximo, íntimo a nosotros -“más íntimo a mí que yo mismo” decía san Agustín-; a quien no hay que buscar solo, ni principalmente, en los callejones sin salida de la vida, en las limitaciones del hombre: el dolor y la muerte…, sino, también y sobre todo, en los horizontes abiertos, en la sonrisa, en el color… Y, sobre todo, Dios es nuestro Padre: “Cuando oréis decid: Padre…” (Lc 11,2).

Pero este Dios no debe ser solo teóricamente afirmado - concediéndole una especie de certificado de existencia-; ha de ser vivencialmente sentido y profundamente amado, sin espacios vacíos, “con todo el ser”. Su presencia en nuestra vida ha de trasformarla. Y es necesaria esta practicidad, si no queremos escuchar la recriminación de Jesús: “Este pueblo me honra con los labios…” (Mc 7,6), o aquella otra de san Pablo: “por vuestra causa es blasfemado el nombre de Dios” (Rom 2,24).

“Te conocía solo de oídas…” (Jb 42,5), podía ser la respuesta de muchos creyentes. Y un conocimiento de Dios solo “de oídas”, como un hablar de Dios solo “de oídas”, resulta empobrecedor y carente de credibilidad. Dios no es un tema del que hay que oír hablar o del que hay que hablar; es Alguien con quien hay que hablar y Alguien a quien hay que oír. Ser creyente es ser testigo, y es imposible dar testimonio de lo desconocido.

Nuestra vida no debe participar de ambigüedad referencial, sino que ha de orientarse linealmente hacia Dios, el Dios revelado en Cristo. Cualquier otra referencia, además de una desorientación, es una frustración.

No basta con decir que creemos, hay que mostrar en quién y qué creemos, explicitando los contenidos de nuestra fe. No basta con decir que somos creyentes, hay que mostrar qué creyentes somos.

“Yo soy el Señor, y no hay otro” (Is 45,18; cfr. 43,11; 45,22). Y ese Dios se nos ha revelado con un rostro humano, en una opción humana, con un nombre humano, Jesucristo. Y “no ha salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hch 4,12). Si somos capaces de interiorizar y exteriorizar esta verdad, habremos dado un golpe de timón salvador para nuestra existencia.

Si el sentido de Dios se atenúa -no digo que desaparezca-, si se homologa -no digo que se supedite- a otros sentidos, hay que reconocer, y no es un juego de palabras, el sinsentido de nuestra vida; ya que este depende del sentido que Dios tenga en ella.

¿Quién es Dios? No evitemos la pregunta, si no queremos privar a nuestra vida de contenidos sólidos. “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4,16). ¡Ahí descansa nuestra fe! No en una verdad fría y aislada de la vida, sino en un AMOR infinito, que nos ama infinitamente.

Pero ni Dios ni su amor pueden ser evasivos. El horizonte donde concretar el amor a Dios es el prójimo; pero el amor al prójimo solo será posible desde el amor de Dios.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Hay dioses “alternativos en mi vida?
  • ¿Es la palabra de Dios luz e mis senderos?
  • ¿Mantengo viva en mi vida la pregunta por Dios?
Domingo Montero, capuchino

martes, 26 de octubre de 2021

SILENCIOS

Cuando en la fraternidad, en la pareja, en la familia se dan los silencios, entra la sospecha de que algo no va bien. Esas comidas donde no hay conversación, donde no hay nada que decirse, que comunicarse, dejan una impresión de vacío, de frialdad. Aunque haya alguien que intenta generar un ambiente algo más distendido comentando alguna cosa de la actualidad o recordando algo del pasado y nadie le sigue la conversación y vuelve a imponerse el silencio queda más patente el ambiente enrarecido o enfermo. Esa es la sensación, al menos. Estos silencios pueden señalar miedo, lejanía, rechazo…

También se dan situaciones donde la conversación es ágil y animada. Pero los temas siempre son de un nivel muy superficial o se habla siempre de terceras persona o de cuestiones que no implican en nada a los presentes. Si esto se da siempre y nunca asoman asuntos de tipo más personal, se van notando las dificultades de comunicación y de trato entre los miembros del grupo, de la pareja. Aunque el ambiente sea distendido queda muy a la vista que la relación es insustancial y no hay verdadera comunión. Se parece más a una palabrería hueca y deja patentes más las carencias de relación que sus riquezas.

También se dan silencios que denotan una profunda comunión. Son esas relaciones sostenidas, con historia vivida, donde hay conocimiento mutuo y no se siente la urgencia de que las palabras. En una relación continua en el tiempo seguro que habrá habido épocas dificultosas, pero estos silencios de ahora son tranquilos, sosegados, profundos; muestran comunión. Esos silencios son preciosos porque aportan mayor densidad a las palabras, aunque estas sean pocas. Esos silencios dan verdad a la relación porque denotan respeto, profundidad, intimidad. Es una riqueza.

La fraternidad, la familia, la pareja, necesita palabras, y también silencios.

Carta de Asís, octubre 2021 

domingo, 24 de octubre de 2021

MAESTRO... ¡QUE VEA!

A poco que hayamos prestado atención a este evangelio habremos percibido su capacidad de impresionar y sugerir. No es una anécdota pasada. Jesús aparece dando sentido a los sentidos -o a la falta de sentido- del hombre. Hace andar a los cojos, ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos. Jesús dador de sentido, liberador de los impedimentos del hombre...

Hoy se nos habla de un pobre ciego -doble desgracia, y es que la desgracia nunca viene sola-, sentado al borde del camino y pidiendo limosna. Pero tuvo suerte, porque ese camino -el de su pobreza y marginación- lo recorría también Jesús. Y es que el camino, la andadura del Señor, discurrió precisamente por esas zonas que los hombres oficialmente buenos consideran "peligrosas".

"Escoge a los pecadores y come con ellos…”. (Lc 15,2); si este fuera profeta sabría quién y qué clase de mujeres la que lo está tocando, pues es una pecadora”. (Lc 7,39). Así pensaban y se expresaban los "buenos". Pero Jesús no rehuyó lo que ellos llamaban "malas compañías". Porque había venido a buscar precisamente a lo que estaba perdido. No se preocupó de evitar las "malas compañías", sino que se esforzó por ser él un buen compañero, una "buena compañía".

No recorrió las rutas "oficiales" sino los caminos reales de los hombres. Por eso sabía de sus necesidades; por eso su camino de la cruz empezó antes del viernes santo, porque hizo suya la cruz de cada hombre.

Por eso cuando los prudentes, los preocupados por ocultar al Maestro la fealdad y la pobreza humanas que hay a lo largo del camino, quisieron acallar los gritos del ciego, Jesús, para quien no servían esos cordones de seguridad, no permite que se pierda ningún grito de dolor y esperanza y manda traer al ciego.

"¿Qué quieres que te haga?". Jesús, como el que sirve, se ofrece pero no impone el servicio. Quiere que el hombre tenga la iniciativa en su propia salvación. Porque sin libertad no hay salvación. Sería una imposición más. Antes de curar, Jesús quiere saber qué era para aquel hombre su enfermedad, su carencia y su dolencia radical: "¿Qué quieres que te haga?" "¡Maestro, que recobre la vista!".

Más de una vez he pensado que aquel hombre no era tan ciego: había reconocido y confesado a Jesús como “Hijo de David”, y se dirige a él como “¡Maestro!”. ¿No estarían más ciegos los que le mandaban callar?

En todo caso, este breve diálogo deberíamos revivirlo todos y cada uno de nosotros. Porque Jesús no ha cambiado de actitud. Sigue recorriendo los caminos de la vida real con su pregunta "¿Qué quieres que te haga?". ¿Qué le responderíamos nosotros? ¿“Auméntanos la fe” (Lc 17,5)?; ¿“Creo, pero ayuda mi falta de fe!” (Mc 9,24)?; ¿“Maestro, que recobre la vista” (Mc 10,51)?

¿Somos conscientes de nuestras carencias y dolencias más radicales? ¿Tendríamos una necesidad tan profunda como la del ciego, la de ver, o nos limitaríamos con una petición por el bienestar? ¿Nos contentaríamos, como los dos hermanos del pasado domingo, con un puesto de privilegio, uno a su derecha y otro a su izquierda (Mc 10,37)?

“Tú que diste vista al ciego, filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe”, unas gotas que lleguen hasta el corazón, porque solo se ve bien cuando se mira con el corazón y con un corazón limpio. “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). Y un detalle importante: el ciego no creyó al recuperar la vista; recuperó la vista porque creyó. ¡La fe nos abre los ojos!

REFLEXIÓN PERSONAL:
  • ¿Qué expectativas suscita en mí Jesús?
  • ¿Siento necesidad de “ver”?
  • ¿Mis encuentros con Jesús son sanadores?
Domingo Montero, capuchino
 

jueves, 21 de octubre de 2021

ORACIÓN PARA PEDIR POR LOS SUEÑOS DE DIOS EN TU VIDA

Jesús, amigo.
Quiero decirte que todo está bien pero ¿sabes?
el desánimo me invade a diario y cada vez veo ese sueño
por el que trabajo tanto, más lejos de hacerse realidad

Sé que las circunstancias no son las mejores
pero escucho tu voz a diario diciéndome
«No te rindas, no dejes de soñar, sigue.»

Sé que estás aquí, quiero creer que estás ahí.
me esfuerzo por creer que estás aquí.
empujándome a cumplir mis más grandes sueños.

Sé que quieres ayudarme y que muchas veces no te dejo.
Confío más en mis fuerzas y me lleno de miedos, te dejo de lado,
pero al final eres tú quien me ayuda a sobrellevar cada obstáculo, cada desánimo.

Jesús, has puesto anhelos en mi corazón
me has dado dones y talentos para hacerlos brillar
y compartirlos con los demás,
para no esconderlos ni malgastarlos
pero una y otra vez abandono todo
porque creo que merezco poco, creo que no puedo.

Hazme entender que tengo una responsabilidad,
que soy único e irrepetible
y no debo compararme con los demás
Hazme entender que contigo estoy hecho para grandes cosas
y para nunca dejar de soñar.

Sé que muchas veces lo que quiero no es lo que necesito,
fortalece mi confianza, Jesús,
porque es en esos momentos cuando más me vuelvo ciego.

Ayúdame a amar tu voluntad,
Ayúdame a amar tus sueños en mi corazón
Toma los míos, los pongo a tus pies, Jesús.

Con los talentos y dones que me has dado me esforzaré,
pero te necesito a mi lado. Enséñame a escucharte.
Muéstrame el camino. Jesús,

No sé muy bien como llegaré a donde quieres llevarme,
pero sé que de tu mano doy pasos seguros
Quiero trabajar contigo, Jesús.

No tengo idea de cómo alcanzaremos cada sueño.
Quiero soñar contigo, Jesús Dame el valor de soñar a tu lado.

Flavia Carpio
 

martes, 19 de octubre de 2021

SUICIDIO SOCIAL

En varias ocasiones he hablado con amigos que tenían hijos adolescentes y estaban muy preocupados por su adicción a los móviles, porque tonteaban con alguna droga o por tener su principal horizonte vital en el dinero. Yo les intento transmitir que los jóvenes solo reflejan los valores que los adultos potenciamos; que los chavales lo tienen muy difícil a la hora de vivir actitudes diferentes a las de los anuncios o a las de los ‘influencers’.

A esto se añaden algunos mensajes de los políticos que los asumimos acríticamente como positivos. Por ejemplo, cuando defienden que hay que potenciar el consumo o el crecimiento ilimitado. Soy consciente que el consumo nos asegura trabajo, absolutamente necesario para que las personas vivan con un poco de dignidad. Pero sin darnos cuenta todos estamos aceptando un imperativo de comprar bienes o servicios que luego nos llevan a lugares que no queremos: superficialidad, cosificación de las relaciones, competitividad, frustración existencial, placer (también con drogas) como único modo de felicidad, etc. A esto se añade la brutal publicidad de las empresas que nos hipnotizan con sus productos. ¿Quién puede abstraerse de los millones de impactos seductores que recibimos? ¿Quién puede ser más fuerte que las campañas de marketing que nos invaden y que invierten millones de euros?

Es decir, cada uno de nosotros, las autoridades y las empresas estamos promocionando una forma de vida y de consumo; y cuando nuestros adolescentes se lo toman en serio nos quejamos. Les empujamos a un lugar y luego nos arrepentimos. Es una especie de suicidio social. Promocionar –con inversiones millonarias y con discursos muy razonables- lo que comprobamos que nos hace muchísimo daño.

Todos los días nos dicen en los medios de comunicación que hay que promocionar la educación de ciertos valores en la escuela y en las familias. Y nadie dice nada de cómo están educándonos los mensajes publicitarios, más allá de ser políticamente correctos en algunos valores. Quizá esta sea una de las razones de la decadencia de nuestra cultura occidental.

¿Qué hacer? Primero saber cuáles son nuestras prioridades. Jesús lo decía: “Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6, 33). Y no lo decía como una mera reflexión piadosa. En su relato, justo antes, las preguntas que están en el aire son: “¿qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿con qué nos vestiremos?” (Mt 6, 32). Es decir, como sociedad tendríamos que tener claro lo que es irrenunciable: el tipo de relaciones que queremos potenciar, los valores que necesitamos que estén presentes, la educación que buscamos, etc. Y desde allí ver qué modelos de consumo, qué estilos de vida son coherentes con ellos.

¿Eso significaría dejar de consumir o que aumentara el paro? No, que haya más desempleo no es el camino. Por eso, como sociedad podríamos potenciar el “consumo” de los servicios que realmente son más congruentes con los valores que buscamos potenciar: por ejemplo la educación, la sanidad, las energías renovables, la ciencia, el cuidado de las personas, la justicia, la cultura. Si llegásemos a un acuerdo de que estos u otros valores y servicios son los que queremos que estén presentes en la sociedad, el estado podría generar políticas de apoyo e inversión en estos sectores de modo que nosotros potenciemos lo que realmente nos interesa desarrollar. Y las empresas también podrían publicitarlas porque serían las más rentables. Si no, caemos en una esquizofrenia social.

Javi Morala, capuchino

jueves, 14 de octubre de 2021

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LA ALEGRÍA?

El tema de la alegría no es un constitutivo explícito de los evangelios. Quizá porque es algo ajeno a la espiritualidad de la época o porque la vida de los pobres es dura y en ella encuentra poco eco la alegría. Por eso mismo el perfil de Jesús es ciertamente el de una persona pacifica y bondadosa, pero no especialmente alegre, aunque haya algunas semillas interesantes.

No nos ha de extrañar que si a esto sumamos nuestra rigidez occidental, la fe cristiana no se haya caracterizado por su rostro risueño. Por eso el papa Francisco dice que con una experiencia de Jesús fuerte y con una buena dosis de alegría se puede transmitir hoy la fe. También en esto el nuestro sea un tiempo bueno para volver a Jesús.

  • Uno de los pocos pasajes en que Jesús aparece “exultante de gozo” es a la vuelta de la misión de los discípulos porque Dios revela la fe a los sencillos (Lc 10,21-24). Es una alegría nueva, como si no se la esperara, al ver que la propuesta del reino tiene buena acogida.
  • El texto de Lc 15,8-9 habla de la alegría que experimenta la mujer que encuentra su moneda o en Lc 15,1-10 el pastor que halla a su cordero para indicar que en el cielo hay todavía más alegría cuando alguien va entrando en el cauce del evangelio.
  • Y en Jn 16,22  propone una “alegría inarrebatable”. La alegría es muy frágil. Por eso, si nadie podrá arrebatar la alegría de Jesús, tal alegría tiene que ser compatible con la pena y la limitación. Porque si no, estas borrarán la alegría del corazón del creyente.

Texto: Mt 9,14-15:  «Se aceraron entonces los discípulos de Juan a preguntarle: -Nosotros y los fariseos ayunamos a menudo, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan? Jesús les contestó: -¿Pueden estar de luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que les arrebaten al novio y entonces ayunarán».

  • Para el evangelio es más importante el comportamiento existencial que las practicas ascéticas, es más importante vivir con disfrute que ser persona religiosa, si esa religiosidad mata el disfrute.
  • Ahora están con el novio (una manera evangélica de denominar a Jesús: Jn 3,27-30), no hay lugar para la tristeza. El irse del novio alude a su muerte, pero, en realidad, este novio nunca se irá, sino que bajará al fondo de la existencia (Jn 14,23). Por eso, siempre será tiempo de alegría para quien entiende lo de Jesús.
  • Una alegría permanente es imposible. Pero puede permanecer un fondo de bonhomía, de disfrute, de admiración contemplativa que haga posible una vida en alegría.

Aplicación: La asignatura pendiente de la alegría. Lo es para el común de las comunidades cristianas. Siempre se ha acusado al cristianismo de su adustez, de su dolorismo, de su negación del placer. La alegría es asignatura pendiente. Nada digamos de la espiritualidad del placer o del disfrute. ¿Qué futuro tiene la experiencia cristiana? Si seguimos manteniendo que dicha y cristianismo hoy son poco compatibles, el futuro es poco. Alejarse de la espiritualidad del gozo es desfigurar lo que Jesús representa para la humanidad. Por eso, el futuro del cristianismo está ligado a un mensaje de felicidad y de bienaventuranza. Para lo cual: abandono del Dios violento; abandono de la ética de obligación sustituyéndola por la de necesidad; abandono de la espiritualidad del dolor y del sacrificio por la de la felicidad. Es preciso elaborar una mística de la felicidad: una felicidad que se construye, que apunta sobre todo a los otros, que no se impone sino que se contagia.

Cuando hablamos de esta alegría “que no se puede arrebatar” estamos hablando de algo más que un mero componente de la psicología humana. La alegría común es frágil, fácilmente arrebatable. Se puede aspirar a un tipo de gozo estable y compatible con situaciones de evidente dificultad. ¿Es esto una quimera? La vida serena y sosegada de muchas personas marcadas por la limitación demuestra que no. Quizá para ello haya que dar un paso más allá del propio sufrimiento para descubrir en el otro la solidaridad que puede sacar a la persona de la cárcel terrible de su mal. Si se es capaz de echar la mirada a horizontes más amplios es entonces cuando se descubre la hermosura de la solidaridad fraterna. La adversidad retrocede hasta sus propios límites sin invadirlo todo.

La recuperación de las alegrías sociales es una cuestión de alta necesidad. Sobre todo la alegría de ver que entre los humanos, desde la mandíbula de Dmanisi hasta la última de las ONG de hoy, ha existido la entrega a los débiles, por mucho que el nivel al que hemos llegado no sea, ni mucho menos, el deseado. Es cierto, contra Darwin, que los grupos que tienen mejor futuro no son los más fuertes, sino los más solidarios. Por eso, al necesario aumento de la solidaridad habría de acompañar un crecimiento del gozo por la sociedad. Quien se entristece o protesta porque la sociedad vaya enfocando sus recursos (una partecita de ellos, nada más) a las causas de los pobres no solamente no entiende el Evangelio, sino que no está en los parámetros de lo humano. Cada logro social, cada pequeño avance en igualdad, en consideración y respeto, cada tratamiento positivo de quien soporta más los pesos de la historia, habría de ser celebrado como el mejor de los triunfos humanos.

Fidel Aizpurúa, capuchino

martes, 12 de octubre de 2021

SUSHI

¿Cuánto plástico comemos sin que nos demos cuenta a causa de la contaminación de los océanos? ¿Cómo afecta esta contaminación a la fauna marina? ¿Y podemos hacer algo para remediarlo? Estas son algunas de las preguntas que lanza al aire este impactante corto animado que comienza con una escena propia de cualquier restaurante de sushi pero que pronto retrata una dura realidad: la de los millones de toneladas de plástico que llegan a nuestras aguas cada año.

 

Obra del animador con sede en Canadá PoChien Chen, el corto muestra a un cocinero de sushi que pilla una botella de detergente de una pila de pescado y comienza a cortarlo a rodajas para elaborar un plato con él. Acto seguido, junta este plato con otras recetas hechas también con deshechos (como una ensalada que incluye bolsas, pajitas, colillas, tiras de plástico y botellas) y los sirve a un trío de animales acuáticos completamente horrorizados. Una metáfora impactante que muestra cómo hay una gran cantidad de animales que confunden la basura con comida y acaban ingiriendo plásticos que llegan hasta nuestra cocina o incluso les producen la muerte.

domingo, 10 de octubre de 2021

MAESTRO, ¿QUÉ HARÉ PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?

La Palabra de Dios en este domingo nos anuncia que es necesario dotar a nuestra vida de contenidos sólidos, si queremos que ésta no se diluya. Que es preciso establecer una valoración jerarquizada de los motivos del vivir, si no queremos una existencia tergiversada, desorientada. Que al hombre no le queda otra alternativa de salvación si no es la progresiva liberación de la confianza ciega en el poder salvador del dinero. Que es necesaria la Sabiduría de Dios para distinguir, entre tanta bisutería, el auténtico tesoro.

El afán de tener más, para ser más y consumir más ha exigido -y exige- un alto precio en moneda humana. Muchos ascensos se consiguen con desplazamientos injustos e, incluso, pisando peldaños humanos. Muchas ganancias están amasadas con derechos hipotecados.

Jesús hoy irrumpe en nuestras vidas para decirnos que el camino de la salvación va en otra dirección; que los planteamientos a que tenemos sometida la existencia son planteamientos de muerte, sin salida, sin futuro...Y no podemos acallar ni atenuar la radicalidad de sus palabras: "¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!"

Pero tampoco las utilicemos como argumento de condenación: son palabras orientadas a crear esperanza, aunque no falsas ni cómodas esperanzas; son palabra de salvación, porque "Dios lo puede todo". Hasta cambiar el corazón de los ricos...

Es fácil contemplar la mota en el ojo del otro; considerarse, por esta vez, libre de pecado. ¿Quien se considera hoy rico? Muy pocos. Pero ser rico no es solo poseer cosas sino poseerse, o ser poseído por las cosas; y la salvación la encontramos en la medida en que compartimos no solo lo que tenemos sino lo que somos; en la medida en que el dar nos proporcione más alegría que el recibir; en la medida en que nos situemos ante el Señor con la pregunta del personaje del evangelio: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”

"Una cosa te falta..." respondió Jesús. Invitándole a ir más allá de la observancia de los mandamientos, le invita, le urge, a adentrarse en el ámbito de la comunión interhumana, a liberarse de las redes que paralizaban sus movimientos..., para seguirle.

Esa advertencia de Jesús -“Una cosa te falta”- debería conducirnos a la pregunta por el ¿qué nos sobra?; porque muchas veces es la saturación la que nos impide percibir las carencias más importantes de la vida.

¿Qué nos sobra? ¿Miedo? ¿Insensibilidad? ¿Superficialidad? ¿Egoísmo? ¿Soberbia? ¿Rutina?... Es necesario revisar el ropero vital y ver qué cuelga de nuestras perchas. Ya san Pablo invitaba a los Colosenses y a los Efesios a hacer esa revisión, para deshacerse de lo que sobra y quedarse con o esencial con “lo bueno” (1 Tes 5,1). Caminamos saturados de cosas accesorias, olvidando la “carga ligera” (Mt 11,30) de Jesús.

“Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura” (Mt 6, 33); “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo, si se pierde o se arruina a sí mismo?” (Lc 9,25); “No estéis agobiados…” (Mt 6,25). “Solo una cosa es necesaria” (Lc 10,42). “Quien a Dios tiene nada le falta; solo Dios basta” (Sta. Teresa).

También nosotros podemos, quizá, reconocernos en ese personaje, con una vida honesta, pero no radical. Como a él, puede que solo nos falte, o nos sobre, una cosa para amar a Dios sobre todas las cosas; pero es esa precisamente, la que nos distancia y entristece.

Ante la radicalidad de las exigencias de Jesús, los discípulos, nos dice el evangelio, se extrañaron mucho. Nosotros seguimos tan tranquilos, quizá porque no las tomamos en serio. Pero Dios habla siempre en serio. No podemos banalizar su palabra. Jesús es portador de preguntas y propuestas esenciales y liberadoras.

Domingo Montero, capuchino

REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿Qué me falta? ¿Qué me sobra?
  • ¿Cuáles son mis preguntas en la vida?
  • ¿Discierno desde la palabra de Dios, o prevalecen otros criterios?

viernes, 8 de octubre de 2021

EL SUEÑO DE FRANCISCO

Francisco no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios. Había entendido que «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios» (1 Jn 4,16). De ese modo fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna, porque sólo el hombre que acepta acercarse a otros seres en su movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos, se hace realmente padre. En aquel mundo plagado de torreones de vigilancia y de murallas protectoras, las ciudades vivían guerras sangrientas entre familias poderosas, al mismo tiempo que crecían las zonas miserables de las periferias excluidas. Allí Francisco acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo deseo de dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía con todos. Él ha motivado estas páginas. (Papa Francisco)

Dios es solo amor es lo que Francisco descubrió y quiso legar a la familia franciscana. Un amor sin matiz, sin límites impuestos por nuestra mentalidad humana. Un amor que, como decía el Hno Roger de Taizé, se hace visible en comunidades buenas de corazón y de vida simple. Apóstoles del Dios bueno y del amor a la vida, algo de esto habríamos de ser los seguidores de Francisco.

Despertar el sueño de una sociedad fraterna porque es un sueño que, a veces, se esconde, se esfuma, se ignora, se desoye. Los seguidores de Francisco habríamos de ser defensores de la posibilidad de una sociedad fraterna por encima de traiciones, heridas, desastres, por encima de cualquier inhumanidad. Creer que, a pesar de todo, podemos los humanos vivir como hermanos. Y eso se demuestra viviendo en nuestras comunidades un nivel de vida relacional bueno. Si nuestra relación es deficiente, hablar de fraternidad es hablar de música celestial.

Liberarse del deseo de dominio. Algo que llevamos inscrito en el genoma, en la última fibra de nuestro interior. Querer medrar a costal otro. Robar al otro el corazón, las opiniones, las maneras de ver las cosas, para dominarle, para hcaerlo nuestro. Camino errado que lleva a la destrucción del hermano y a la propia. Es preciso liberarse de ese veneno del dominio dejando que el otro sea lo que deba ser, caminando a su lado en respeto y colaboración, no aprovechándose jamás de sus debilidades.

Vivir en armonía. Lograr vivir en quietud, en interioridad, en el mayor sosiego posible, en el disfrute de lo pequeño, en vida compartida con todos y con todo. No se trata de vivir en la indiferencia y en el pasotismo. Es cuestión de ir integrando con paz nuestros valores y límites llegando a entender que la vida es un dos de amor. No es una manera tonta de vivir sino un modo de vida que cada día se profundiza y degusta.

Fidel Aizpurúa, capuchino

jueves, 7 de octubre de 2021

FRANCISCO AL ENCUENTRO DEL SULTÁN

Hay un episodio de la vida de san Francisco que nos muestra su corazón sin confines, capaz de ir más allá de las distancias de procedencia, nacionalidad, color o religión. Es su visita al Sultán Malik-el-Kamil, en Egipto, que significó para él un gran esfuerzo debido a su pobreza, a los pocos recursos que tenía, a la distancia y a las diferencias de idioma, cultura y religión. Este viaje, en aquel momento histórico marcado por las cruzadas, mostraba aún más la grandeza del amor tan amplio que quería vivir, deseoso de abrazar a todos. La fidelidad a su Señor era proporcional a su amor a los hermanos y a las hermanas. Sin desconocer las dificultades y peligros, san Francisco fue al encuentro del Sultán con la misma actitud que pedía a sus discípulos: que sin negar su identidad, cuando fueran «entre sarracenos y otros infieles […] no promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios». En aquel contexto era un pedido extraordinario. Nos impresiona que ochocientos años atrás Francisco invitara a evitar toda forma de agresión o contienda y también a vivir un humilde y fraterno “sometimiento”, incluso ante quienes no compartían su fe. (Papa Francisco)

La visita al Sultán pertenece a las antiguas leyendas franciscanas, no fácil de verificar en su historicidad. Pero lo que importa es su alma. Francisco viajo a Egipto para ir a las cruzadas desde la paz. El amor desarmado. Para hacernos una idea del tema de las cruzadas, tengamos en cuenta lo siguiente: el Papa Inocencio III en 1213, poco antes del viaje de Francisco a Siria que no llegó a culminar por los malos vientos, publica la bula Quia maior. En este documento se convoca a todos los fieles a “cargar la cruz y a seguir a Jesús…en la lucha”. Porque, dice, “cuando un rey es expulsado de su reino por los enemigos, al regresar, ha de condenar a quienes lo ocuparon”. El Papa amenaza con la pérdida de la salvación a todos aquellos que no se comprometan “a prestar ayuda al Señor desterrado de Jerusalén” y nieguen sus servicios “al Redentor que se halla en tan graves circunstancias”. La bula contiene diversas disposiciones para implicar a los fieles en la campaña militar: se deben hacer procesiones mensuales por la liberación de Tierra Santa, los predicadores han de empujar a que los fieles recen por esta intención y hagan limosnas para sufragar la campaña. En las misas, los laicos deben postrarse y lamentar con el salmo que los paganos hayan entrado en la heredad del Señor. Quien no colabore, que no se tenga por católico. Francisco, sin embargo, parece desoír totalmente el llamamiento de las autoridades eclesiásticas a la cruzada. No vocea su desacuerdo, pero su actitud de presencia pacífica en el lugar del conflicto deja ver a las claras su desacuerdo y su opción por un camino dialogado, más allá de toda violencia. Es la técnica de san Francisco de “ceder sin ceder”: él acata la autoridad del Papa pero, con libertad, elige el camino de la paz, aunque no sea comprendido. Efectivamente, hay que preguntarse si las dificultades que tuvo san Francisco para que Roma le aprobase su regla no son una revancha contra su desafección por las cruzadas y su opción por el diálogo y no por la violencia.

Fidel Aizpurúa, capuchino

miércoles, 6 de octubre de 2021

FRANCISCO DE ASÍS EN LA FRATELLI TUTTI

«Fratelli tutti», escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él». Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite. (Papa Francisco)

Un estilo de vida con sabor a evangelio es el estilo de vida franciscana. ¿Cómo sabemos que nuestra vida sabe a evangelio? Si hay una experiencia personal de Jesús y si hay gozo fraterno. La experiencia personal es básica: creer por propia experiencia ayudado de los hermanos y hermanas. No se trata de “tener fe” sino, sobre todo, de estar enamorado, de vivir con mística, de mantener la ilusión por un Jesús vivo y acompañante. Y luego, tener una experiencia de gozo compartido. La fe se ahoga en las amarguras. Necesita como el aire para respirar la alegría, el amor e, incluso, un cierto buen humor.

El amor de Francisco de Asís es un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Y se demuestra al ver que, tras tantos años, nosotros seguimos recordándole y amándole. ¿Qué nos da para que le amemos? Un amor sin condiciones, sin juicio, sin apropiación. Un amor de hermano que no juzga, que no nos quita nada, que devuelve amor aunque no se le ame. Intentar no poner límites al amor, no poner condiciones ni precio. No querer sacar provecho exclusivo del amor. Ya lo dice el Cantar 8,7: “Quien quisiera comprar el amor con todos los bienes de su casa se haría despreciable”.

Una fraternidad abierta es la que no se queda en: de dónde es el otro, de dónde viene, qué caudal intelectual tiene, que características conforman su carácter... Una fraternidad que ha ensanchado los límites de su tienda hasta abrazar a todos, sobre todo a los frágiles (“Ensancha los límites de tu tienda”: Is 54,2). Fraternidad abierta de mente, de corazón, de casa, de mesa, de ideología. Una comunidad flexible, acogedora, disculpadora, perdonadora. 

Fidel Aizpurúa, capuchino

lunes, 4 de octubre de 2021

FRANCISCO HERMANO DE TODAS, TODOS Y TODO

San Francisco, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos. (Papa Francisco)

Francisco inspira no por su sabiduría grande o por su ciencia eximia, sino por su amor fraterno, su sencillez y su alegría. Son los caminos de la mística franciscana. Otros grupos eclesiales tienen otros caminos. Los nuestros son esos: al alcance de todos, generadores de vida simple, siembra de bondad en el corazón. Una alegría que “nadie puede arrebatar” (Jn 16,22), más allá de las lágrimas e incluso aunque haya lágrimas. Al Papa le ha inspirado y a muchos de nosotros nos sigue inspirando sentido y gozo por la vida, fraternidad desde nuestras pobrezas evidentes.

Es hermosa la familiaridad que tiene Francisco con las criaturas. Pero es conmovedora la que tiene con las personas, sobre todo aquellas que sufren, aquellas que, por su pobreza, son como Jesucristo pobre. “Hablar mal de los pobres es hablar mal de Jesucristo”, decía. Uno que se conmueve y que se mueve por el otro, ese es Francisco.

Decía a sus frailes que “debían gozarse cuando conviven con personas de baja condición y despreciadas, con pobres y débiles y enfermos y leprosos y los mendigos de los caminos” (1 Regla 9,2). Gozarse, estar contentos con ellos, disfrutar con sus disfrutes y compartir sus lágrimas y anhelos.

domingo, 3 de octubre de 2021

QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO DE LA CREACIÓN

Al entrar en los últimos días del Tiempo de la Creación de este año, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre la creación y el carácter sagrado de los vínculos que nos unen a todos. La lectura del segundo mito de la creación en el Génesis se centra en la sensible atención de Dios a la soledad de Adán y en el don especial de la atracción y el vínculo humano que une a las personas para el compañerismo, la nueva vida y el cuidado atento de la Tierra. En el Evangelio, Jesús nos recuerda que lo que Dios ha unido así, ningún ser humano debe separarlo. 

Esta advertencia adquiere un significado nuevo, más profundo y desafiante, a medida que nos damos cuenta, a través de la ciencia contemporánea, de que cada criatura está en realidad "unida" a todas las demás en complejas y cambiantes redes de interdependencia. Nos estamos dando cuenta de que Dios ha unido todo lo que compartimos con la Tierra y el Universo en una gran red de vida interdependiente.

Entremos en la quietud de nuestros espíritus... pidiendo ser más conscientes de las redes de vida interconectadas en las que vivimos... de las que dependemos... que invitan a nuestro cuidado... pidiendo gratitud y asombro... pidiendo ser parte del nacimiento de la Nueva Creación en nuestros tiempos....

En la lectura del libro del Génesis, vemos la sensible atención de Dios a las necesidades del primer ser humano, Adán, formado del barro de la Tierra. Utilizando la misma tierra de la que se formó Adán, Dios da forma y hace nacer animales y aves mansos y salvajes. Aunque están hechos de los mismos materiales, ninguno de ellos "demostró ser la pareja adecuada" capaz de acompañar, de despertar la creatividad y alimentar la nueva vida, de ayudar a cuidar la creación. Cuando Adán encuentra a la compañera que Dios hace nacer para él, reconoce que han sido creados el uno para el otro, para unirse en una unión nueva y más plena.

Esto sugiere dos reflexiones, una más general sobre los lazos que unen a todas las criaturas en la gran comunidad de la Tierra, y la otra más específicamente centrada en la comunión humana y la asociación humana creativa que es el centro de este texto bíblico.