sábado, 30 de marzo de 2013

SÁBADO SANTO: VIDAS QUE FLORECEN (Textos para la Pascua Joven)



   Esta fotografía es la de una clase de un pueblo de Cádiz (Camposoto, San Fernando). Son niños de último año de infantil. Todos se tapan la cara y queda solamente a la vista la cara de los profesores y la de un niño que se llama Antonio. Sus compañeros le llaman “superantonio”. Es un niño con parálisis cerebral, “va en carrito”, tiene un pupitre especial. Pero es listo como el aire y ha hecho piña con sus compañeros de manera increíble. Resulta que una productora de jóvenes jerezanos hizo gratuitamente un video sobre Antonio y su escuela como felicitación navideña. Pero Ana Pastor, la periodista, se fijó en él, le dio publicidad y de ahí saltó a todos los periódicos y televisiones. Lo han visto más de medio millón de personas. Son vidas que florecen más allá de cualquier prejuicio y uniéndose en el corazón, en la base de la dignidad, en el cimiento del amor.
   La vida de Jesús ha florecido. Eso es lo que celebramos en la Pascua: una vida florecida más allá de las tremendas limitaciones e injusticias de una muerte violenta. Jesús ha sido un ramo de abril florecido, un espino blanco que florece en primavera, una jara que cubre las laderas de su hermosa flor blanca. La herida de la muerte no fue más grande en él que la herida del amor. Al contrario, en el Calvario plantaron una cruz pero, en realidad, plantaban el más florido de los almendros, el rosal que no se agosta con los fríos. No es poesía barata decir que la de Jesús ha sido una vida florecida. Es la realidad más hermosa, la promesa de las esperanzas más hondas, la certeza de que los sueños tomarán cuerpo, la seguridad de que las ilusiones no quedarán frustradas.
   Para celebrar bien la Pascua es preciso celebrar bien la vida que florece. Para ello, hay que amar la vida, mirarla con benignidad, abrazarla con ternura. Mirar de través a la vida, a la sociedad, a la persona, pensar siempre negativamente, ser implacable con los fallos de los demás, vivir avinagrado y avinagrando al otro, no es camino de Pascua. No se trata de ser ingenuos y ocultar lo limitado y pobre de nuestros caminos e trata de ser animoso, positivo, constructor de horizontes.
   Es cierto que los tiempos de Francisco, la Edad Media, fueron épocas de mucha dureza, de mucha inhumanidad, de mucha muerte. Pero eso no logró amargar el corazón de Francisco. Para él la vida siempre fue luminosa, hasta en los peores momentos. Y esta luz le venía, sin duda, de haber descubierto a un Jesús hermoso, florecido, amable. En sus escritos él echa verdaderos “piropos” a Jesús: hermano, hermoso, de palabras perfumadas, amable en extremo, brillante, tierno, etc. Estaba embobado por él. De manera que se podría decir que toda su vida fue Pascua porque nunca le abandonó la certeza de que Jesús era luminoso y florido. Clara pensaba igual o más.
   Si quieres celebrar bien la Pascua has de sacar del baúl de tu corazón los ropajes más vivos, las sonrisas más luminosas, los abrazos más cálidos, los perfumes más embriagadores. Solamente se puede celebrar la Pascua desde lo mejor de ti mismo, desde tus valores menos estropeados, desde tus sueños más acariciados. Habríamos de florecer en Pascua como florecen los campos, como se llenan de color las laderas, como renace todo lo que estaba aterido. Una Pascua “florida”, una Pascua de amor. (Fidel Aizpurúa)

viernes, 29 de marzo de 2013

VIERNES SANTO: UNA MUERTE QUE PROTEGE LA VIDA (Textos para la Pascua Joven)


   Esta foto dio en su día la vuelta al mundo: un palestino protege a su hijo Muhammad al-Durrah de un fuerte tiroteo de los soldados israelíes. No sirvió para nada. Por mucho que el padre enseñara sus manos abiertas, fueron ambos abatidos. Un horror más de los muchos que hay en toda guerra. Pero el gesto envolvente del padre ante el terror del hijo pequeño nos parece magnífico. Es un intento gigantesco por proteger la vida débil, por amparar a quien está en desamparo, aunque no se pueda hacer más que abrigarlo contra su cuerpo. No acabó bien la cosa, pero el gesto sigue siendo hermoso: gente que entrega la vida aunque no haya final feliz.
   Algo parecido vamos a celebrar este Viernes Santo. No es solamente el recuerdo de la muerte injusta de Jesús de Nazaret. Cuando leas el relato de la pasión esta tarde piensa que de lo que se trata es de celebrar el final de alguien que ha querido proteger, abrazar, amparar, sostener nuestra vida. Jesús lo tenía claro. Solía decir: “Lo mismo que el Padre levanta a los muertos dando vida, yo también doy vida porque amo a todos”. Un protector de la vida, un amparador de caminos, un abrigo para quien necesita refugio, un defensor para quien se siente atacado.
   Mirando el final desastroso de su muerte violenta podríamos pensar que esa protección que nos quiso dar no ha servido para nada. Pero no es así. Muchas personas a lo largo de su vida han creído y sentido que Jesús acompañaba sus caminos, que estaba tan cerca como el amor más vivo de quien ama sin reservas, que les daba un calor que hacía que su alma encontrara un consuelo. Nos protegió de la muerte; nos sigue protegiendo y abrazando.
   Francisco de Asís era especialista en amparar la vida de sus hermanos y de las personas. Una vez le mandó a su compañero Rufino a que predicase desnudo en la catedral de Asís para vencer su timidez a la hora de ofrecer el Evangelio. El tímido Rufino obedeció. Y cuando era la rechifla de los de su pueblo entró Francisco como una tromba en la catedral y cubrió con una capa a su hermano a la vez que lo abrazaba y hacía ver a la gente que nosotros los cristianos seguimos a un “desnudo en cruz”, a un pobre, y no hay que avergonzarse ni zaherir al pobre. Francisco y Clara protegieron los caminos de sus hermanos. Por eso los llamaban “padre y madre”, porque sentían que en ellos tenían a quién agarrarse.
   Tú también puedes proteger y amparar el camino de tus amigos, de tu familia, de toda persona. No hace tener grandes medios; hay que tener, sí, gran corazón. Porque no nos cabe duda: la verdadera casa de la persona es otra persona que acoge. El amparo del otro no es comparable con ninguna seguridad social que valga. Si tenemos personas que nos amparen, vamos bien; si ignoramos el calor del amparo sencillo de quien nos ama, estaríamos perdidos. Si entiendes la vida de Jesús y su muerte como una historia de amparo, de protección, de abrazo, has dado en el quid de la cuestión. (Fidel Aizpurúa)

jueves, 28 de marzo de 2013

JUEVES SANTO: ENTREGAS QUE NO SE PIERDEN (Textos para la Pascua Joven)


   Esta niña pakistaní se llama Malala Yousafzai. Fue tiroteada hace poco a sus 13 años por hacer campaña en su blog y en su vida a favor de la escolarización de las niñas de Pakistán. Los talibán no dudaron en pegarle cuatro tiros y dejarla al borde de la muerte. Ha pasado por varias operaciones en Inglaterra. Su rostro no es ahora tan bonito como el de la foto, pero su corazón es mucho más hermoso. Cuando cayó víctima del atentado sus verdugos habrían pensado que su entrega a la causa de la escolarización de las niñas se venía abajo. Una entrega perdida. Pero era justamente lo contrario: su entrega cobrara más valor cuanto más injustamente era tratada. Por ella hemos sabido que la vida de las niñas en países como el suyo es muy dura. Pero también hemos visto que no están solas, que alguien acompaña el despertar difícil de las mujeres que viven en regímenes de desigualdad. No es una entrega perdida porque las entregas no se pierden nunca. Y esto es así porque las entregas tienen valor en sí mismas. No dependen ni del aplauso, ni del reconocimiento, ni del premio, ni del sueldo. Tienen el valor dentro, antes que todas estas cosas. Quien se entrega ha de saber que aunque no reciba aplausos, lo suyo vale. Esto le ha de hacer levantar los hombros y seguir adelante.
   El Jueves Santo es el día de la entrega pobre y humilde de Jesús, su lavar los pies a aquellos amigos suyos que no entendían el lenguaje de la entrega. Pero es el día en que hoy valoramos el justo sentido de aquella entrega. Cuando se ató la toalla y les lavó los pies a sus amigos les estaba queriendo decir: las entregas valen, no se pierden; si os entregáis sois de los míos; no os importe que ignoren vuestra generosidad; cuando os entregáis estás siendo de mi grupo; si te das al otro sin reclamar nada a cambio, eres mi amigo mejor. Pedro creía que aquello era una broma de mal gusto. Pero no, él también entendería que entregarse era la clave y que lavar los pies, servir, no era una pérdida, sino una ganancia.
   No le han calificado a Francisco como un “entregado”. Pero, en realidad, lo era: se entregó a tumba abierta al Evangelio y llegó a su corazón; se entregó sin reservas a su comunidad y sintió el calor del amor; se entregó con pasión a la creación y disfrutó siempre con ella; se entregó sin descanso a la oración y halló en ella consuelo y fortaleza; se entregó a la vida de los humildes y de ellos recibió dulzura y consuelo. Entregados que salieron ganando, esos son Francisco y Clara.
   Quizá no sea palabra del gusto de nuestro tiempo, eso de llamarnos entregados y de querer entregarse. Parece que suena a rendirse, a servilismo, a esclavitud. Nada de eso. Entregarse es ser como Jesús y saber que entregándose, sirviendo, puedo vivir contento, realizado, humano. Entregarse es abrazar el corazón del otro más allá de sus indudables limitaciones. Es aprender el disfrute de lo sencillo y mirar de frente a la realidad a la que te entregas. Es abandonar el ansia de que me aplaudan siempre, de que me reconozcan siempre, de que me paguen siempre. Un camino de luz, un amanecer nuevo. (Fidel Aizpurúa)

SEMBRANDO VIDA (Textos para la Pascua Joven)


   Hemos visto esta foto muchas veces. Los telediarios nos la ponen delante. Es algo de lo que podemos estar satisfechos en nuestra sociedad. Son los SEMBRADORES DE VIDA. Unos muchachos transportan una nevera con un órgano para ser transplantado en algún hospital. Llevan dentro la vida, van sembrando la vida. No se escatima en medios personales (personal de transporte, sanitario, de la DIA)  y materiales (avión, hospitales). Sembrar vida es la tarea humana más hermosa que se pueda dar. Hace de contrapeso, pequeñito pero significativo, a las grandes heridas que nos hacemos los humanos, a las fuertes destrucciones de vida que aparecen todos los días en las páginas de los periódicos.
   Es que la Semana Santa es más que un acto religioso que vuelve todos los años. Es celebrar la siembra de vida que hizo, que hace, Jesús. Él sí que da vida a manos llenas. Ya lo decía claramente: “Yo he venido para que tengan vida”. Lo suyo fue sembrar vida, no implantar unas creencias o una moral, ni siquiera una nueva religión. A él le enamoraba la vida y la quería derramar a manos llenas. Es cierto que, bien mirado, no hizo mucho, no tenía medios para hacerlo. Era como esa humilde nevera de plástico que lleva un poquito de vida dentro. Pero eso poco fue tan importante que muchos siguen creyendo que dar vida es lo más hermoso que puede una persona hacer en su historia, aunque nadie se entere, aunque nadie aplauda.
   Hay mucha gente que cree que la Semana Santa es una recreación de la muerte de Jesús. Muchas imágenes de muerte serán paseadas por las calles del país. Pero, en realidad, es una fiesta de vida: el recuerdo hermoso de aquel sembrador de vida que Jesús y que nos anima hoy a continuar sembrando vida. No es un tiempo para la muerte, sino todo lo contrario: una celebración de la vida. Habría que extasiarse, quedarse embobado ante todo lo que vive: las personas que luchan por vivir y dar vida, los animales humildes que viven para acompañar y servir nuestra vida, los árboles que mueven la cabellera de sus ramas, hasta las piedras mismas cuyo silencio es su manera de decirnos que están vivas.
   En esto, Francisco de Asís fue un sembrador maravilloso. Era humilde, pero amaba la vida; por eso podía ser buen sembrador. Era pobre, pero disfrutaba con las cosas sencillas; por eso podía ser un buen sembrador; miraba al corazón de la persona con arrobo; por eso podía sembrar consuelo y aliento. Había entendido que toda persona, toda creatura era en realidad hermana suya sin ninguna duda; por eso podía sembrar en las personas y cosas el amor que brotaba de dentro. Francisco y Clara fueron “buenos sembradores”. Así podríamos llamarlos.
   ¿Cómo no te vas animar a sembrar vida tú también? No vale decir que soy poca cosa, que mis recursos son insignificantes. Toda semilla es insignificante y mira luego qué planta tan hermosa. Una siembra de vida es derramar una buena sonrisa, dar un abrazo sentido o un apretón de manos cálido, acoger una conversación, acompasar mi paso al del otro, ser amable y respetuoso, disfrutar juntos los sencillos disfrutes de la vida, rezar dándonos las manos, cantar juntos la hermosura de la vida, preocuparte un poco del dolor ajeno, hacer tuyos los sueños de otros. Con esta clase de semillas se hace la siembra de la vida. Anímate a sembrar vida ya. (Fidel Aizpurúa

martes, 26 de marzo de 2013

SEMANA SANTA

Hay realidades que mejor se entienden en el silencio que con mucha palabrería. Hay momentos en los que mejor nos dedicamos a callar y a escuchar. En la Semana Santa es cuando Jesús “calla”. Apenas si dice unas cuantas palabras. Se parece al nacimiento. Tampoco recién nacido Jesús hablaba, porque los recién nacidos no hablan. Sin embargo, Juan lo llama “Palabra”. En la Semana Santa todos se extrañan de su silencio: “¿No dices nada?” “Y Jesús callaba.” Es que no hay mejor palabra que la vida misma.
   Durante estos días también nosotros debiéramos callar. Las palabras pueden ser una manera de distraernos y descentrarnos del verdadero misterio. Es una Semana para “escuchar”:
   Mirar en silencio y dejar que lo que vemos nos toque por dentro.
   Escuchar en silencio y dejar que lo que vemos se haga palabra dentro de nosotros.
   Escuchar el silencio de Dios, que es la mejor palabra de Dios.
   Nosotros mismos hablamos demasiado, pero ¿habla nuestra vida?
   Hablamos mucho de Dios, pero ¿habla de Dios nuestra vida?
   La muerte pareciera ser el silencio de la vida. Al morir, la vida calla. Sin embargo, si asomamos nuestro oído a la muerte de Jesús, ¿no escucharemos la voz de Dios hablando a nuestro corazón? La Semana Santa debiera enseñarnos a escuchar el silencio de Dios en silencio. Nadie tiene palabras válidas en esta Semana. La única palabra que tiene sentido es el silencio de la muerte de Jesús. Aquí no valen nuestros razonamientos ni nuestros argumentos. Aquí solo vale callar, escuchar en silencio y dejar que nuestro corazón responda.

sábado, 23 de marzo de 2013

DOMINGO DE RAMOS

   El Domingo de Ramos nos introduce en la Semana Santa. Dos rostros muestra la liturgia de este día: a) la entrada en Jerusalén, y b) la presentación de la Pasión en una triple versión: narrativa (Evangelio de san Lucas), profética (la figura del Siervo de Isaías) y kerigmática (muerte y resurrección de Cristo, en la carta a los Filipenses).
   La entrada en Jerusalén seguramente no conmocionó la ciudad, pero sí alertó a los dirigentes. Quienes aclamaban a Jesús serían un reducido grupo de discípulos y simpatizantes galileos. Jesús ya había venido en otras ocasiones a Jerusalén -el IV Evangelio habla de tres (5,1; 7,10; 12,12)-; en las dos primeras subió a celebrar fiestas judías; en ésta última subía a celebrar “su” pascua. Y cuidó los detalles.
   Los textos evangélicos subrayan el perfil mesiánico: Jesús ejerce el derecho del rey a requisar medios de transporte, pero no entra ostentosamente, sino en una humilde cabalgadura, signo mesiánico apuntado en los profetas (Zac 9,9). Es ayudado a subir sobre ella, evocando la entronización de Salomón como sucesor de David (I Re 1,33ss). Los mantos extendidos a su paso tienen también su sentido en la realeza de Israel (II Re 9,13). Y las aclamaciones populares destacan la dimensión mesiánica.
   Mesías humilde, pero decidido. No se durmió en los laureles de las aclamaciones. Ese mismo día, según el texto de san Mateo, llevó a cabo un gesto profético y político de gran calado: la expulsión de los vendedores del Templo y el enfrentamiento directo con los sumos sacerdotes (Mt 21,12-16). ¡La suerte estaba echada!
   En el Domingo de Ramos no debería olvidarse este gesto de Jesús, reivindicando un Templo limpio, abierto, casa donde Dios sea patente y accesible a todos, sin limitaciones étnicas o económicas. Elimina “la planta comercial” del Templo, y al Templo como “comercio”, para reivindicar su dimensión de casa de oración.
   No deberíamos quedarnos en un entusiasmado agitar de palmas. Hay que leer los signos escogidos por Jesús y su significación profunda en el acompañamiento procesional de los ramos.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Cuál ha sido mi preparación a la Semana Santa?
  • ¿En qué personaje o situación del relato de la Pasión me veo reflejado?
  • ¿Siento que todo esto fue "por mí"? ¿Me siento implicado en esa opción de Jesús?

Domingo Montero, capuchino

miércoles, 20 de marzo de 2013

CUAL SI FUERA UN SOLO HOMBRE

   Entre los versos 193-201 de su Ars Poetica, el poeta romano Horacio (65 a.C - 8 a.C) expresa el ideal de humanidad antiguo. Los versos que describen la actuación del coro enuncian todo un sueño mediante un hermoso catálogo de tareas concretas. Humanidad es, a la vez, el conjunto de los seres humanos y el abstracto ideal que cada uno de nosotros encarna. Nadie lo representa mejor que el coro, pues participa de ambas dimensiones: grupo humano y personaje único ejemplar. Ambas caben en el término "officium virile" que le asigna Horacio: "cual si fuera un solo hombre". Y que ese hombre único tenga un comportamiento perfecto. Que sea generoso, buen amigo, moderado, austero, fiable, justo, piadoso.

   Así suenan sus palabras:

Actoris partis chorus officiumque uirile
defendat, neu quid medios intercinat actus,
quod non proposito conducat et haereat apte.
Ille bonis faueatque et consilietur amice
et regat iratos et amet peccare timentis;
ille dapes laudet mensae breuis, ille salubrem
iustitiam legesque et apertis otia portis;
ille tegat commissa deosque precetur et oret,
ut redeat miseris, abeat Fortuna superbis.

   Y así su eco en nuestro idioma (traducción de González Iglesias, Cátedra 2012):

Que el coro se haga cargo del papel
de un actor, cual si fuera un solo hombre,
y no declame en medio de los actos
frases sin intención o inadecuadas.
Que ayude y aconseje como amigo
a los buenos, modere a los furiosos,
y dé su amor a los que tienen miedo
de fracasar. Que ensalce los manjares
de una mesa sencilla, la justicia
saludable y sus leyes, los momentos
serenos en que se abren nuestras puertas.
Que guarde todo lo que le confíen
y suplique a los dioses y les rece
para que vuelva a los infelices
la Fortuna, y descuide a los soberbios.

Víctor Herrero, capuchino

sábado, 16 de marzo de 2013

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

   Ahora no se trata de una parábola sino de un hecho. Jesús es puesto en la disyuntiva: o condena (y su enseñanza sobre la misericordia queda en entredicho) o absuelve (y se coloca en contra de la legislación vigente). No era aquella una situación cómoda. Pero, aún con todo eso, lo más incómodo y enrarecido era el ambiente. Jesús percibe que allí faltaba sinceridad y, sobre todo, no había compasión. Aquella mujer ya había sido juzgada y condenada de antemano en el corazón de los fariseos...
   Por eso se hizo el desentendido; no quería entrar en aquel juego sucio. Y se puso a escribir en el suelo. ¿Qué escribiría Jesús? Muchos se lo han preguntado; pero me parece que esa es una pregunta casi frívola y superficial. Una vez más la curiosidad puede apartarnos de lo esencial.
   Y ante la impaciencia de los acusadores, se limita a decir: El que esté sin pecado... Y en el fondo aquellos hombres fueron sinceros; entendieron la indirecta; quizá recordaban lo que ya había dicho Jesús en otra ocasión sobre el adulterio del corazón (Mt 5,28)... Y se retiraron sin lanzar una sola piedra.
   Jesús no es un ingenuo: sabe quien es aquella mujer, que en su vida había pecado; que aquella mujer fue durante un tiempo -¿mucho? moneda de uso y de cambio para satisfacer infidelidades y pasiones… Pero sabe también que aquella mujer no era solo una prostituta sino una mujer prostituida por otros; sabe que no todo es pecado en su vida ni todo el pecado era suyo. Allí había gérmenes buenos en espera de ser despertados y reconocidos. Lo que hace Jesús es mirar a la parte buena de aquel corazón, y mirarlo con un corazón limpio.
   Ya solos, dialoga con la mujer. No la recrimina, no la ruboriza con preguntas. No silencia su pecado pero tampoco lo absolutiza. Prefiere alentar a regañar. Y aquella mujer se sintió acogida. No fue juzgada ni prejuzgada. Era consciente de su pecado: eso bastaba. No había que abrumarla con preguntas mortificantes. Necesitaba más comprensión que reprensión... No vuelvas a pecar. Jesús lanza la vida hacia delante, al camino nuevo. No te condeno porque Dios le ama en su debilidad y por su debilidad. Porque en la medida en que está arrepentida ya fue condenado lo que debía ser condenado: el pecado. Ahora mira adelante...Así es Dios; éste es su estilo. Es el primer mensaje de este evangelio.
   Pero el comportamiento de Jesús es también un ejemplo de actuación. ¡Somos tan inclinados a sorprender, a denunciar! ¡Cuántas personas se han hundido, porque en momentos de debilidad buscaron una mano tendida y solo encontraron dedos que los descalificaban! El que esté sin pecado... es una invitación a purificar la mirada, pues para los limpios todo es limpio; para los contaminados nada es limpio, pues su mente y su conciencia están contaminados (Tit 1,15); una invitación a ser no solo críticos sino autocríticos.
   Pero no es una invitación a desentenderse, a pasar por alto o a justificar lo que no está bien. ¡No! Hoy hay mucha indiferencia disfrazada de tolerancia, porque falta mucho amor al prójimo y a la verdad. El amor nunca es indiferente. Por eso no lo fue Jesús ante el pecado, porque amaba profundamente al pecador. Por eso no condena a la mujer adúltera, pero tampoco legitima su adulterio.
   Desde el ejemplo que Jesús nos ofrece en el evangelio de hoy aprendamos a apropiarnos sus actitudes ante la vida; con la pasión de Pablo, para quien todo era nada con tal de ganar a Cristo y existir en él. Esto no es fácil ni cómodo, pero sólo así se es cristiano de verdad.


REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Vivo atrapado en "nostalgias" o abierto a la esperanza?
  • ¿Hasta qué punto es Cristo quien configura y dinamiza mi vida?
  • ¿Ante la fragilidad ajena aporto crítica o una mano tendida?
Domingo Montero, capuchino

lunes, 11 de marzo de 2013

EQUILIBRAR LA VIDA

   Hace un par de semanas estuvo por aquí, Madrid-El Pardo, en la ESEF (Escuela Superior de Estudios Franciscanos), Giacomo Bini: un franciscano italiano, que ronda los 75 años. Un buen trecho de su vida lo ha vivido en África, y otro le tocó ser “ministro general” de la orden franciscana durante seis años; ahí conoció la realidad de las fraternidades franciscanas por todo el mundo. Actualmente vive en Palestrina, cerca de Roma, proponiendo desde esa fraternidad una forma de vida, dice él, más “equilibrada”.
   Giacomo, con gracia, con seriedad, con la sabiduría de los años y de sus inquietudes, nos habló de variadas “cuestiones actuales del franciscanismo”. Y en todas ellas, una de las claves que sugería es que necesitamos equilibrar la vida. Para que nuestra vida recupere “humanidad” (sobre todo), para que nuestra vida sea más desde el Evangelio, para que vivamos realmente la fuerza que tiene la experiencia de Francisco y Clara…
   Se pueden colar en nuestra vida, personal o grupal, como sin darnos cuenta y de la manera más natural, variados desequilibrios: el de hacer muchas cosas sin parar, el de la inmediatez en resultados y sensaciones (en lo humano y lo divino), el de mirar más fuera que dentro de mí mismo, el de unas relaciones con poca comunicación personal… Cosas a las que dedico un tiempo desmedido, insaciable, y otras que, aún nombrándolas y teniéndolas entre mis intereses, apenas tienen tiempo en mi día a día…
   Pensaba que ésta pueda ser una clave desde la que leer y mirar la vida: equilibrios-desequilibrios. Buscar y construir “una vida equilibrada” no es pretender vivir tranquilo, con todo en orden y sin sobresaltos, controlando… Más bien, creo que sugiere un ser consciente de las cosas que uno necesita cuidar para respetarse profundamente a sí mismo, para alimentar las fuentes que irrigan la vida. Ser consciente de los núcleos que sostienen, de los focos que dan luz, de las experiencias que me constituyen…
   Estamos avanzando en la Cuaresma, alumbrando la Pascua. Quizás este sea un tiempo propicio para mirarnos desde esta perspectiva. La Vida Nueva necesita ser cuidada para que arraigue, eche raíces, surja con fuerza. Seguramente que necesitamos “equilibrar la vida” para que sea más nueva, más plena y verdadera.

Jesús Torrecilla, capuchino


sábado, 9 de marzo de 2013

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA

   Escribía Charles Peguy: “Todas las parábolas son hermosas, todas las parábolas son grandes. Pero con ésta, millares y millares de hombres han llorado”
   Un hombre tenía dos hijos. Un día el más pequeño, en el estallido de su juventud, prefirió la aventura de sus sueños a la aparente monotonía del hogar y del amor paternos; quería novedades, sensaciones, experiencias...; y pidió la parte de su herencia. No sin dolor el padre, que respeta la libertad de su hijo, accedió. Y es que el respeto de Dios por la libertad del hombre es casi escandaloso.
   Abandonó la casa, se entregó a la evasión..., y se arruinó. Y abandonado de todos, no le abandonó un recuerdo, el de la casa de su padre. Curiosamente no su padre; y es que en el fondo le movía el hambre no el amor. Pero lo importante es que la luz entró en su alma aunque fuera por aquella  ventana. Decide volver, con un discurso preparado: “Padre, he pecado, no merezco llamarme hijo tuyo...” ¡No conocía a su padre! Quien desde que marchó no hizo otra cosa que esperarle, saliendo todos los días al camino. Y, a pesar de la edad, quizá con la vista cansada, le reconoció de lejos, porque se ve de verdad cuando se mira con el corazón. Nadie que no hubiera sido su padre le habría reconocido. Se había marchado bien vestido, y volvía envuelto en harapos; partió joven y reluciente, regresaba flaco y envejecido. Pero su padre le presintió de lejos. Y corrió a él; no supo esperar. Y es que mientras el arrepentimiento anda a paso lento, la misericordia de Dios corre a pasos agigantados. Manifiesta más necesidad el padre de perdonar que el hijo de ser perdonado. Con el perdón el hijo recupera la comodidad, el padre el corazón; el muchacho volverá a poder comer, el padre volverá a poder dormir.
   El padre no pregunta; no examina los porqués de la marcha y del regreso. Eso se sabrá luego, o nunca. Lo que importa es que ha vuelto. Y comienza la fiesta.
   Pero había otro hermano, el que se había quedado en casa. Al regresar del campo, le sorprende la fiesta. No adivina que tal alegría solo puede tener un motivo: el regreso de su hermano. Tuvo que preguntar, y al enterarse, se indignó. ¡No podía ser! ¡Aquello no era justo! Si llega a saberlo, también él hubiera hecho lo mismo; si todo iba a terminar así, también él hubiera preferido las juergas del hermano...Y no quería entrar. Por lo que también a este hijo tiene el padre que salir a buscarlo.  Amargado, pasa factura a su padre: “Tanto tiempo que te sirvo…”; y lo que es peor, se desmarca de su hermano: “cuando ha venido ese hijo tuyo...”. Fue lo que más debió doler al Padre, que no supiera o no pudiera llamar hermano a su hermano. Y que nunca saliera de sus labios la palabra "padre". Pero no se desalentó; también para este hijo mayor era la fiesta.  “Hijo, deberías alegrarte”.
   Porque haber estado siempre en casa del padre no es para lamentarlo. Del bien hecho nunca hay que arrepentirse; y del bien ajeno no debemos entristecernos. Cuando la felicidad ajena nos hace felices, entonces hemos alcanzado la madurez y la libertad verdaderas. Esa “alegría” demostrará que el haber estado cerca de Dios nos ha permitido conocerle mejor y experimentar su amor. Pero si, por desgracia, somos duros de corazón, si el proceder misericordioso y generoso de Dios nos escandaliza hasta entristecernos y turbarnos, quiere decir que a pesar de haber estado tanto tiempo cerca aún no le hemos conocido, no hemos estado dentro, porque el que no ama, dice S. Juan , no conoce a Dios (I Jn 4,8). El hijo mayor vivió dentro de la casa del padre, sin conocer al padre por dentro.
   No deja de ser triste la situación de este padre. Es el único que ama en la parábola. El hijo menor regresa más por hambre que por amor; el mayor es incapaz de comprender. ¿Es que es imposible amar desinteresadamente, sin prefijos?  DIOS AMA ASÍ.  Es su estilo.
   Así nos amó y ama en Cristo. Y así debemos amar, como nos recuerda la 2ª lectura. Ahí está la novedad cristiana y la verdad de nuestra fe. Una lección  importante para este cuarto domingo de Cuaresma. Una historia de amor bella y dramática. Una historia que todos hemos de leer y contemplar,  y guardar esta foto del Padre en la cartera, cerca del corazón, para ver si al contacto con ella nuestro corazón comienza a latir al compás del suyo.

REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿En cuál de los dos hijos me siento más reflejado?
  • ¿Voy experimentando en la Cuaresma el paso de lo viejo a lo nuevo?
  • ¿He celebrado la reconciliación sacramental y fraterna?
Domingo Montero, capuchino

sábado, 2 de marzo de 2013

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

Empequeñecemos a Dios proyectando sobre él nuestros limitados modos de pensar y existir. Arrojamos balones fuera, cuando responsabilizamos o atribuimos a Dios lo que deberíamos asumir e interpretar desde nuestras responsabilidades o limitaciones. Y, además, actuamos injustamente, al convertirnos en jueces inmisericordes del dolor ajeno, interpretando las desgracias como castigos divinos.
    Dios no hace sufrir, aunque esté presente en el sufrimiento del hombre y lo permita. Él no es causante del sufrimiento, sino confidente del que sufre. Más bien Él es vulnerable, sensible al dolor del hombre. “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos” (Ex 3,7-8). Así se presenta Dios; que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (cf. Ezq 18, 23). Eso es lo que quiere Dios: que el hombre viva. Y para eso vino Jesús: “para que tuviéramos vida y una vida abundante” (Jn 10,10); de calidad. Y esa vida no es posible sin la conversión.
    El tiempo litúrgico de la Cuaresma quiere ser una memoria viva y permanente de esa necesidad. Que no es reductible a una serie de prácticas superficiales y aisladas, sino que demanda una decisión fundamental y preferencial por Él. Y todos necesitamos encontrar ese camino y entrar en él, en esa dinámica, pues “si no os convertís, todos igualmente pereceréis”. Por tanto, concluye S. Pablo: “El que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga”.
    No se trata de atemorizar, sino de hacer una llamada para que despertemos a este maravilloso tiempo de gracia, de amor, de perdón y reconciliación que Dios nos otorga. Es lo que se nos quiere decir con la parábola de la higuera: Dios es inaccesible al desaliento, siempre mantiene una expectativa; es un pertinaz creyente en el hombre, al que ama apasionadamente.
    Frente a nuestra impaciencias – nos gustaría arrancar, cortar ..., en el fondo desesperando de la regeneración propia y ajena -, la estrategia de Dios, el viñador, es abonar, cuidar y esperar un año más, no para crear falsas esperanzas sino para que, de una vez, nos decidamos a dar fruto. “No es que el Señor se retrase, como algunos creen, en cumplir su promesa; lo que ocurre es que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que se pierda alguno, sino que todos se conviertan. Pero el día del Señor llegará” (II Pe 3,9-10).
    Un año más Dios ha venido a buscar fruto...; ¡No le decepcionemos! ¡Dejémonos trabajar por él!

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Cómo releo mi historia? ¿Como historia de salvación?
  • ¿Cuál es mi experiencia de Dios? ¿La del Dios "costumbre", sabido, o la del Dios "novedad permanente", por ver?
  • ¿Me dejo cultivar por Dios?
 Domingo Montero, capuchino

viernes, 1 de marzo de 2013

ENCUENTRO DE FORMACIÓN: CELEBRAR LA VIDA DESDE LO SIMBÓLICO

El sábado 23 de febrero íbamos llegando desde Vigo, Gijón, Tudela, Logroño, Zaragoza, Totana, Salamanca, Madrid (Cuatro Caminos, Usera, Jesús de Medinaceli, El Pardo) para estar todos a la comida, unas sesenta personas, y alrededor de las 16.00 horas comenzar el Encuentro que la Comisión de PJV organiza para los agentes de pastoral juvenil de nuestras presencias capuchinas. El título de este año “Celebrar la vida desde lo simbólico”; el ponente Siro López.
   Esa tarde estuvimos cuatro horas, con oración incluida, que se pasaron en un abrir y cerrar de ojos; a la misma vez que nos daba contenido, Siro iba colocando imágenes que ilustraban lo que nos iba contando, haciendo surgir en el auditorio un montón de sensaciones, sentimientos, e interés por el mundo de lo simbólico y de cómo aplicarlo después en nuestras reuniones, celebraciones, encuentros… con los jóvenes. Con una dinámica: explicar un texto del Nuevo Testamento con un símbolo.
   Después de la cena hubo tiempo libre, unos se fueron a pasear fuera, en la gélida noche de El Pardo, por la carretera, otros se animaron a bajar al pueblo, en fin un tiempo de compartir, de amistad…
   El domingo 24 a las 10.00 ya estábamos otra vez en el salón de actos de la Casa de Espiritualidad de El Pardo. En la mañana dos partes bien diferenciadas. En la primera Siro sigue hablándonos de lo simbólico pero esta vez con una dinámica, divididos por grupos, teníamos que ver prácticamente como utilizar un símbolo en nuestros grupos de jóvenes. El símbolo común para todos los grupo “una tirita”, a partir de ahí cada grupo tiene que utilizarlo en una reunión de grupo… fueron saliendo distintas formas de utilizarlo, sentidos distintos…, Siro iba completando, sugiriendo, corrigiendo, añadiendo… La segunda parte de la mañana preparación por grupos y celebración de la Eucaristía, intentando aplicar lo que habíamos aprendido en este encuentro. Una celebración en la que participamos todos muy intensamente.
   Después de comer cada cual a su lugar de origen.
   En general este Encuentro fue muy interesante, se aprendieron contenidos y también los pusimos en práctica. Un taller muy sugerente. Siro López supo conectar perfectamente con los que estábamos allí, y lo hizo francamente muy bien. Sabe lo que dice y lo dice muy bien.
   Creamos entre todos un buen ambiente.

 Hno. Benjamín Serrano