domingo, 27 de febrero de 2022

UNA MIRADA SALVADORA

Un signo de la misión de Jesús era: “los ciegos ven” (Lc 7,22). Él vino a abrir los ojos del hombre para que este viera por sus propios ojos; pero vino, además, a dar profundidad, horizonte y luminosidad a su mirada. No se trataba sólo de ver más, sino de ver mejor. Y todos necesitamos de esa clarificación, de esa profundidad y limpieza en nuestra mirada. Es necesario recuperar la mirada de Jesús, su perspectiva, su ángulo de visión. “Dios no ve como el hombre, pues el hombre mira la apariencia, pero Dios mira al corazón” (1 Sm 16,7). Y ése, el corazón, fue también el punto de mira de Jesús.

Miró al corazón de la pecadora pública..., y descubrió mucho amor (Lc 7,44-47).

Miró al corazón del publicano..., y descubrió un sincero arrepentimiento (Lc 18,9-14).

Miró al corazón de la hemorroisa..., y descubrió un mar de esperanza (Mc 5,25-34).

Miró al corazón de la samaritana..., y descubrió una gran sed de verdad (Jn 4,1-38).

Miró al corazón del centurión (Mt 8,5-10) y de la mujer cananea (Mt 15,21-28) y descubrió una gran fe.

Miró al corazón de los fariseos, y tras la cosmética de sus observancias rituales, descubrió la podredumbre del egoísmo, la autosuficiencia, la hipocresía... (Mt 23,13-31).

Esa mirada cordial no es, sin embargo, una mirada  ingenua, sino generosa. La advertencia de la “paja y de la viga” no es una invitación  a desentenderse, a pasar por alto y de largo ante lo que no está bien; sino una llamada a ser críticos desde la autocrítica.  El amor nunca es indiferente. Por eso no lo fue  Jesús ante el pecado, porque amaba profundamente al pecador. Pero era una mirada salvadora.

“Lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo (tu interior) está sano, todo tu cuerpo (la realidad) estará luminosa; pero si tu ojo (tu interior) está malo, todo tu cuerpo (la realidad) estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!” (Mt 6,22-23).         

Purifiquemos la mirada hasta ver con el corazón. Dios mira al corazón, porque allí es donde se fragua la verdad del hombre (Mt 15,19). Pero, además, solo el hombre limpio de corazón podrá mirar a Dios (Mt 5,8).

REFLEXIÓN PERSONAL 

  • ¿Mi mirada ofrece oportunidad o solo denuncia?
  • ¿Cultivo las raíces de la vida?
  • ¿Son precipitados mis juicios?

Domingo Montero, capuchino

miércoles, 23 de febrero de 2022

PERSPECTIVA, HISTORIA

Todos hemos vivido encuentros que despiertan instantes de plenitud, momentos inolvidables llenos de sentimiento; es cuando nos topamos con nuestras “almas gemelas” o cuando coincidimos con personas que nos atraen por sus ideas, proyectos, etc. Son momentos ilusionantes y llenos de satisfacción que han despertado en nosotros el deseo de la comunidad, la convivencia plenificante. Pero tenemos también la experiencia de que si no se recorre una historia de relación todo queda en un recuerdo agradable y no más. Las relaciones más hondas, las que de verdad nos hacen por dentro son la que se han fraguado en el tiempo.

Tomamos parte en un mundo obnubilado por la inmediatez de las cosas y los resultados, donde las realidades a largo plazo no se valoran y todo se quiere conseguir en un instante. A nuestras relaciones también les pedimos inmediatez. Sin embargo, una fraternidad donde no se respetan los tiempos de las relaciones humanas tiende a no ser capaz de vivir los estadios más desagradables y duros de las relaciones, que también los hay. Se quiere que todo sea fácil y gratificante aquí y ahora, pero las relaciones fraternas tienen otros ritmos, otros horizontes más lejanos y más profundos.

Solo cuando hay una historia vivida de relación, cuando se han recorrido tiempos largos en los cuales ha habido momentos agradables y también duros, cuando se han trabajado estos momentos, cuando las personas se han ido haciendo en la convivencia, la fraternidad se asoma a las profundidades más hondas. Solo en esos marcos de convivencia se van captando los verdaderos matices de la fraternidad, llenos de serenidad y de sabiduría. Ya no interesa tanto la emoción, sino la verdad de la comunidad. Para esto se requiere perspectiva en el tiempo y en la relación. Así se llega a saborear de los hermanos, de las hermanas.

Carta de Asís, febrero 2022

lunes, 21 de febrero de 2022

JUNTOS Y REVUELTOS

La mayoría de los elementos que aparecen en la Tabla Periódica de Química (muchos de ellos muy conocidos y tan vitales para nosotros como el carbono y el oxígeno) no aparecen solos en la naturaleza. Cuando les digo esto a mis alumnos se quedan como extrañados pues, al verlos de manera independiente en dicha tabla, creen que es así como los encontramos en la naturaleza. Pero lo cierto es que la mayoría de esos elementos aparecen unidos entre sí formando moléculas o redes, bien entre átomos iguales, o bien entre átomos diferentes. La razón es porque unidos consiguen la estabilidad que no tienen cuando están solos: la de alcanzar ocho electrones en la última capa. Como no todos lo tienen, se unen, bien dando unos lo que a otros les falta o bien compartiendo. Pero no todos lo hacen: ahí están los gases nobles, que ya tienen esa estructura que ansía el resto. Ellos ya la tienen. ¿El precio? La soledad.

A nosotros nos pasa como a esos elementos de la Tabla Periódica que no son nobles: necesitamos unirnos porque sabemos que solos estamos incompletos, aunque no queramos a veces reconocerlo. Ese deseo de unidad nos salta de vez en cuando, especialmente en los momentos de máxima alegría. Nos pasa ahora, exaltados por la victoria de un bravísimo Nadal, que todos compartimos como si fuera nuestra, como si cada uno de nosotros conformáramos un cachito de este formidable tenista. Y nos pasó cuando ganamos el Mundial de fútbol en Sudáfrica: todos entonces fuimos una misma cosa, porque todos nos sentimos ganadores. Me acuerdo en estos momentos de la película Invictus, en la que un Mandela recién nombrado presidente de Sudáfrica intuye que es a través del rugby como ese pueblo tan fracturado puede unirse más que nunca, sintiéndose un solo pueblo.

En muchos momentos de nuestra historia nos hemos unido muy fuertemente. No solo en los momentos de euforia, también en los de máxima adversidad, como nos ha pasado hace poco con esto del COVID. Pero es triste cómo esa unidad en la que creemos en unos momentos determinados puede romperse ante el más mínimo revés. Entonces nos surgen las diferencias, los reproches, las rupturas. Se nos olvidan cuáles fueron los motivos que nos unieron, y volvemos a pensar en nosotros mismos: en lo que no nos gusta del otro, en lo que necesitamos para sentirnos mejor y que el otro no puede, no quiere o no es capaz de darnos. Y sumidos en esa decepción, dejamos de buscarnos, desconfiados y temerosos de que nos quiten o nos hagan daño, olvidando lo que un día fuimos capaces de hacer juntos.

Si fuéramos más conscientes de que, verdaderamente, estamos incompletos y que esos huecos se llenan con lo que los otros pueden aportarnos (y viceversa), quizás entonces sentiríamos la conveniencia y necesidad de unirnos. A lo mejor ese es el sentido de sentirnos incompletos. La unión nos estabiliza, nos hace ser mejores y más útiles. Porque, ¿alguien quiere ser un gas noble e ir solo por la vida? Yo creo que no. No estamos hechos para ello. Lo sabemos porque, recordemos, los momentos más felices de nuestras vidas nunca han sido momentos de soledad absoluta, ¿verdad? Siempre hubo alguien, los otros, y también Dios. Ese sí que entiende de unidad, a pesar de que, como un gas noble (¿qué digo? ¡Mejor que ellos!), no nos necesite para nada. Ahí está su grandeza. 

Almudena Colorado

domingo, 20 de febrero de 2022

EL PERDÓN COMO ÚNICA OPCIÓN

Jesús diseña el comportamiento cristiano y, además, lo motiva desde dos principios. Uno inmanente, tomado de la ética común: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”, pero que él amplía al infinito, abriéndolo a un nuevo horizonte, los enemigos. “Haced el bien…, amad…, orad…, bendecid”. Lo peculiar del cristiano está en superar la lógica de una justicia retributiva, para entrar en la lógica salvadora de Dios.

“Así seréis hijos de Altísimo”. Es el segundo principio motivador, y el fundamental: un principio transcendente: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”, que como dice el salmo responsorial “perdona todas tus culpas…; es lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados”. Esta motivación descubre, además, una plusvalía en el hombre: no es solo un semejante, es un hermano.

“PERDONAD”. Son palabra de Jesús; y sus palabras no se eligen. Son palabras que quieren hacer de cada uno nosotros un “hijo del Altísimo”, y un hermano universal. Pero PERDONAR no es fácil.

..Porque no es solo aceptar la disculpa del ofensor, sino protagonizar la reconciliación. ("Si al acercarte al altar..." Mt 5,23).

..Porque es no vivir atrapado por el recuerdo de la ofensa (perdono pero no olvido), sino renovar el rostro de las cosas y de las personas desde la renovación del propio corazón (1 Cor 13,5).

..Porque no es identificarse con pacifismos acríticos, renunciando a la búsqueda de la verdad y la justicia. En ocasiones el perdón exigirá actitudes enérgicas, ya que todo perdón debe ser liberador, pero siempre desde la misericordia y la experiencia del perdón de Dios.

..Porque nos hace correr un riesgo: nos pone en manos del otro, del ofensor.

..Porque es también perdonarse a uno mismo, para, aceptando los propios fallos, aceptar el perdón ajeno.

Y esto no es cómodo. Sin embargo ese perdón es necesario, comenzando por el de Dios, para recomponer nuestra existencia fracturada, y abrirnos a la acogida de los otros.

PERDONAR es difícil; pero por ahí pasa la línea de la identidad cristiana. Lo otro -hacer el bien a los que os hacen bien...- “también lo hacen los pecadores”. El cristiano sabe, debe saber, que perdonar no es rebajarse sino elevarse hasta Dios, que es perdón, y elevar al otro hasta nosotros.

El que perdona no se deja dominar por el mal producido. No cura calumnia con calumnia, difamación con difamación, engaño con engaño, muerte con muerte. Crea otra relación: vence el mal con el bien (Rom 12,21). El perdón es una llamada a que el mal no tenga la última palabra. Y las palabras de Jesús no se eligen; se aceptan o se rechazan.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Cómo es mi relación con los demás?
  • ¿Qué principios la inspiran?
  • ¿Qué experiencia tengo del perdón recibido y ofrecido?

Domingo Montero, capuchino

jueves, 17 de febrero de 2022

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LOS EXTRANJEROS?

En el AT hay toda una espiritualidad favorable a los extranjeros “porque fuiste extranjero también tú” (Ex 22,21). Pero, en realidad, Israel cultivó a fondo un profundo menosprecio a los extranjeros a los que tenía por destinados al infierno desde el nacimiento. Por eso nos extraña que Jesús viajara al extranjero (Tiro, Decápolis) sin que se le hubiese perdido allí nada.

De hecho, este tema de los extranjeros será el gran primer problema de la naciente comunidad cristiana: si tales sujetos son dignos del reino ofrecido por Jesús o no. Los hechos demostraron que sí, aunque les costó mucho, sobre todo a ala mas conservadora (Santiago y los de su grupo), admitir la evidencia de que la fe arraigaba entre paganos.
  • Cuando Jesús quiere desconcertar a sus discípulos les dice: “Vamos al otro lado” (Mc 4,35). ¿Por qué les desconcierta eso? Porque al otro lado están los paganos y un Mesías para paganos es una contradicción. La terquedad de Jesús de ir ahí está indicando que “alguien” (el Padre) le empuja en la dirección de la universalidad.
  • Explícitamente dice que Jesús “llegó al país de los gadarenos” (Mt 8,28). No se dice que hubiera ningún fruto de cara al reino, más bien lo contrario (Mt 8,34). Pero como dice Jn 4,38 esta “fatiga” tendrá su fruto en otro momento.
  • En Mt 8,5-13 se presenta la figura de un militar romano que confía en Jesús al modo militar. Jesús tiene elogiosas palabras sobre él: “No he encontrado fe en Israel como la de este hombre” (v.10). Jesús llega a pensar (es una verdadera evolución) que también los paganos acceden al reino, por más extranjeros que sean.
Texto: Mc 7,24-31:«Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hijita estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. El le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los perros”. Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migas que dejan caer los hijos”. Entonces él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”. Ella regresó a su casa y encontró a la muchacha acostada en la cama y liberada del demonio».
  • Una primer cuestión es quién le empujó a Jesús a tomar la decisión de ir al extranjero: ¿el Padre, en sus noches de oración (Mc 1,35)? Era una verdadera novedad.
  • Él va desasosegado porque le resulta difícil asumir esa dirección. Al fin y al cabo era un judío. La frase dura que le dice a la mujer (“no está bien echar el pan de los hijos a los perros”) deja ver a las claras ese desasosiego.
  • Pero fue, por mucho que Tiro nos parezca que está cerca de Israel (40 km) era el extranjero, otra cultura, otra fe (los dioses fenicios), otra cultura. Un viaje a tierras de paganos en toda regla.
  • El prodigio verificado en Tiro es, como ocurre en Israel, la liberación de la niña de algo que le constriñe (el poder superior de la madre) hasta hacerla muchacha, persona adulta (hijita-hija-muchacha). También el extranjero ha de llegar a la adultez: tarea común a toda persona. A esa tarea quiere ayudar la propuesta de Jesús.

Aplicación: La superación de las tensiones históricas por la asunción de la diferencia.A estas alturas de la historia la persona ha experimentado por enésima vez que las diferencias mal asimiladas son la causa de múltiples sufrimientos sociales. Las pretensiones hegemónicas, los nacionalismos exacerbados, las dictaduras crueles, las enormes dificultades para que los pueblos caminen en la misma dirección tienen como fuente principal la imposibilidad para asimilar la diferencia. Es un movimiento que nos conecta con la época de las cavernas: resulta dificultoso ver al habitante de la otra caverna uno al que no hay que combatir. Precisamente por ser algo tan ancestral es una realidad de muy difícil orientación.

Se puede comprender fácilmente que el odio al distinto tiene aquí su raíz y que la tarea de asumir la diferencia es algo de un volumen que, con frecuencia, sobrepasa a los humanos.

Este problema se agranda cuando el odio al distinto alcanza niveles de globalización, salta las fronteras de un país y comienza a implicar a gentes de cualquier lugar de la tierra. Los recelos entre las sociedades están bien vivos y el odio a las minorías sigue funcionando. La supuesta lucha por la identidad lleva emparejada la violencia, signo evidente de la dificultad de armonizar caminos de vida múltiples y fragmentados.

Hay maneras de asumir diferencias que se asientan sobre falso: toda suerte de imposición del más fuerte, mediante dictaduras, presiones económicas, tiranías culturales. El imperialismo cultural es, sin duda, una forma de machacar las diferencias en beneficios de la cultura dominante, la del neoliberalismo más crudo asentado en los países más desarrollados, sobre todo USA. Se puede definir imperialismo como la “actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política”.

Una forma más sutil de puentear las diferencias es uniformar, hacer que todo el mundo valore, hable, se comporte en modos uniformes, esos modos que están dictados de antemano por la moda, el consumo, la banalización de la individualidad. Este es un objetivo prioritario del imperialismo cultural. “El imperialismo tiene como finalidad exportar e imponer los valores y cultura de los países desarrollados, hacia los países receptores, los cuales adoptan de una manera pasiva y casi imperceptible los flujos informativos y los productos culturales extranjeros”.

Pero hay otra serie de caminos más posibilitadores. Son aquellos que comienzan trabajando la memoria, que se resisten al olvido como manto que cubre heridas que es preciso restañar y curar. Como dice R. Mate, “hacer presente el pasado de los vencidos amplía el campo de la justicia”. El campo de la justicia se amplía con el perdón. Si se quiere edificar en justicia es necesario contar con los agravios del pasado para integrarlos en el proceso de construcción armonizable del presente.

Será necesario, igualmente encajar la evidencia de que la diferencia es un componente ineludible de los seres históricos y que pretender ignorarla es una rotunda equivocación. Más aún, será preciso ver la diferencia como un valor, como una posibilidad de enriquecimiento, no solamente en lo que tiene de obstáculo. Es el gran valor de la diferencia. La única manera de contrarrestar el efecto desintegrador de la diferencia es, justamente, convertir la diferencia en un motor del hecho social. “Aceptar a estas personas [diferentes] es, entenderlas y comprenderlas como personas diferentes, como individualidades que puedes querer o aborrecer, que te importan o de las que pasas pero en las que ves, además de su limitación -evidente o no-, sus valores, sus inquietudes, sus motivaciones, su forma de ser. Aceptarlas como un factor más, como un elemento que junto con muchos otros, determinan su personalidad. No hay que integrar a los diferentes, mediante sistemas paralelos. Hay que permitirles vivir en el mundo -el nuestro y el suyo-, y que se coloquen donde quieran estar. Hay que dotarles de la capacidad necesaria, para que puedan tener las mismas oportunidades, que el resto de las personas para vivir como ellos quieran vivir”.

Fidel Aizpurúa, capuchino

domingo, 13 de febrero de 2022

BIENAVENTURADOS

Si no lo hubiera dicho Jesús, las “bienaventuranzas” nos parecerían una tomadura de pelo. Pero son sus palabras, y sobre todo son su vida. Él fue pobre, manso y humilde, tuvo hambre y sed de justicia, fue misericordioso, construyó la paz, fue perseguido y murió por la causa del Reino de Dios.

No son un sermón improvisado; se encuentran al principio, en el centro y al final del evangelio. Son la filosofía, o mejor la teología de Jesús... Porque ellas nos hablan, en primer lugar, de Dios, de sus preferencias y de sus sufrimientos. Son la expresión de la opción de Dios en favor del pobre contra la pobreza, del hambriento contra el hambre, del que llora contra sus lágrimas... Nos dicen que Dios no es indiferente, y mucho menos complaciente, sino beligerante ante el dolor del hombre; por eso ha decidido instaurar el cambio, su Reino.

Las bienaventuranzas vienen a romper un maleficio que durante mucho tiempo se abatió y esgrimió contra los "desgraciados". El sufrimiento no es reprobación ni lejanía de Dios... En la Cruz de Cristo, y en toda cruz, Dios se revela particularmente como Dios-con-nosotros.

Si esto no fuera verdad, jugar con la esperanza de los desvalidos sería una burla cínica. Por eso Jesús hizo de esta proclamación el núcleo de su mensaje y la causa de su vida. El Dios que nos revelan las bienaventuranzas es un Dios de una gran seriedad ante el dolor humano: misericordioso y justo, pues no hay misericordia sin el restablecimiento de la justicia (y esto pretenden resaltar los "ayes").

¿De qué lado estamos nosotros, del lado de los que apartan su corazón del Señor, para depositarlo en los ídolos del dinero, del bienestar, de la violencia..., o de los que ponen en el Señor su confianza, aceptando vitalmente el criterio de Dios como criterio de vida (1ª lectura)? ¿Del lado de los que son llamados "dichosos" por Jesús, o del lado de aquellos sobre los que recaen los "ayes" amenazadores?

“Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”, dice el salmo responsorial. Este es el núcleo de las bienaventuranzas.

¿En quién confiamos nosotros? Si lo hacemos en el Señor, debemos abrir nuestro corazón sincera y cálidamente a los hermanos. Porque las bienaventuranzas son el proyecto de una vida -la de Jesús- , y un proyecto de vida -el del cristiano-.

Son la vocación y la misión de la Iglesia. Y es necesario respetar este orden: no pueden anunciarse sino desde la vivencia del seguimiento de Cristo resucitado. Y hay que anunciarlas con claridad, amor. Porque quien hace de las bienaventuranzas solo una denuncia, no anuncia el evangelio. Y quien se contenta solo con oírlas no participa de su promesa salvadora.

Hay que verificar la ubicación existencial en la vida: si estamos en el seguimiento de Jesús, orientados a sus promesas o en una vía paralela si no radicalmente contraria.

Las bienaventuranzas son un constante y radical examen de conciencia: la medida para evaluar la autenticidad y globalidad de la existencia cristiana.

REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿Examino mi vida por las bienaventuranzas?
  • ¿Me reconozco en ellas?
  • ¿Cómo las traduzco en mi vida?

 Domingo Montero, capuchino

viernes, 11 de febrero de 2022

FRATELLI TUTTI EN IMÁGENES DE ANTONIO OTEIZA

POBREZA: Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que «nacen nuevas pobrezas». Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto. (FT 21)

miércoles, 9 de febrero de 2022

BEATO FRAY LEOPOLDO DE ALPANDEIRE

Granada entera lo lloró. Lloraba la luna mientras jugaba en los arabescos de los patios de la Alhambra y las sombras seguían escondiendo secretos de amor y miedo, miradas y tristes lamentos detrás de los arrayanes; lloraba y cantaba el agua escondida en sus patios, en sus cármenes y en sus fuentes. Granada entera lo lloró. Y si un día Boabdil derramó lágrimas por Granada, fue Granada, con un largo “quejío” de copla gitana en el Albaycín, la que lloró y añoró por sus calles el paso benéfico y casi imperceptible de un amigo de Jesús de Nazaret: Fray Leopoldo de Alpandeire.

Con el beso de la hermana muerte, el humilde limosnero de las tres Ave Marías, se durmió en el Señor. Era el 9 de febrero de 1956 y tenía 92 años. Una gran multitud acudió a su funeral, dando así testimonio de la fama de su santidad en el pueblo.

Tanta santidad de vida no podía quedar encerrada en un frasco de perfume. Dios abrió el frasco del aroma de su santidad para que pudieran percibirla en su Iglesia todos los cristianos. Y Fray Leopoldo fue beatificado en Granada, el 12 de septiembre de 2010, fiesta del Dulce Nombre de María, a quien profesó una gran y tierna devoción.

Alfonso Ramírez, capuchino

lunes, 7 de febrero de 2022

LA EUCARISTÍA FUENTE Y CULMEN DE NUESTRA VIDA

En una familia numerosa hay uno de los hijos, el primogénito, que ama y admira sin reparos a su Padre. Para celebrarlo quiere hacerle un regalo precioso. Pero antes de presentar el don al padre pide que todos sus hermanos y hermanas le pongan su firma en el regalo. Llega así al padre como el don de todos sus hijos, aunque uno solo pagó el precio.

Ahora, de la imagen a la realidad. Jesús es el hijo primogénito que ama y admira sin reparos al propio padre. Todos los días quiere hacer el don más precioso que exista, el de su misma vida. Pero antes de ofrecerlo, pide a todos sus hermanos, que somos nosotros, que pongamos nuestra firma sobre el don para que llegue al Padre celeste como un don de toda su familia… aunque que fue uno sólo el que pagó el precio ¡y qué precio!

¡Es lo que pasa en cada Misa! Nuestra firma está simbolizada por las pocas gotas de agua que, unidas al vino, forman una sola bebida; y también en el solemne “Amén” que la asamblea pronuncia o canta como conclusión de la doxología final. Debemos recordar sólo una cosa: quien firma algo, luego debe honrar la propia firma y esto significa que, pasando de liturgia a la vida, debemos esforzarnos por entregar verdaderamente nuestro “cuerpo” y derramar nuestra “sangre” por los hermanos.

Raniero Cantalamessa, capuchino
 

domingo, 6 de febrero de 2022

DEJARON LAS REDES Y LO SIGUIERON

Un pequeño lago, una ensenada, un joven predicador, unos cuantos pescadores sin especial cualificación: así comienza la aventura de la Iglesia que san Lucas va a relatarnos en su obra.

Releyendo esta página evangélica alguno, quizá desalentado, se pregunte: ¿Dónde pescar hoy? y ¿cómo? Eso es lo que pretende esclarecer san Lucas, mostrando la confianza en Jesús como antídoto contra el desánimo o la autosuficiencia, y el estilo de Jesús como la única estrategia con futuro.

Los resultados no habían correspondido a los esfuerzos. Resignado, Simón regresó a puerto y atracó la barca, sin percatarse, quizá, de la presencia del Maestro, o al menos sin prestarle mucha atención, ocupado en el lavado de sus redes (¡sus redes le enredaban...!). Pero Jesús se acercó pidiéndole un favor, la barca, para, desde ella, hablar "a la gente que se agolpaba para oír la Palabra de Dios". Simón se la cedió...Y la barca infecunda de Simón se convirtió en la primera cátedra del Evangelio.

"Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: rema mar adentro, y echad las redes". Pero Simón, que no había dudado en cederle la barca, no estaba, sin embargo, dispuesto a recibir lecciones de pesca (y menos de un carpintero). ¡Si conocería él los caladeros del lago..., y acababa de recorrerlos en vano! Al final aceptó, declinando toda responsabilidad, consciente de la inutilidad de la faena. "En tu nombre -porque Tú lo dices-...echaré las redes". ¡Y esto fue lo que le salvó! Las redes se llenaron hasta reventar, y él paso a ser pescador de hombres.

Sí, hay dos modos de pescar, y de vivir: en nombre propio o en nombre del Señor. Vivir concediendo nuevas posibilidades a la realidad, abriéndose a ella con la esperanza de descubrir siempre nuevos caladeros, o dándola por sabida, por agotada, por irrecuperable... Y ambos modos de pescar y de vivir producen resultados diferentes. ¡Cuántos esfuerzos baldíos por falta de estilo, de "modos", de esperanza...!

Aunque nuestros caladeros parezcan sobradamente recorridos; aunque el resultado no parezca compensar los esfuerzos..."echad las redes", pero en el nombre del Señor y a su estilo. Obsesionados no por obtener resultados inmediatos, sino ilusionados por situar nuestra vida en una actitud de esperanza, no dando por definitiva ni por perdida ninguna situación.

“Rema mar adentro”. Sí, hay que adentrarse en la realidad. Eso fue la encarnación del Hijo de Dios: adentrarse en nuestra realidad, y desde dentro la salvó. Hay excesivos espectadores, quizá también entre nosotros, sentados en la orilla, y pocos “pescadores”. Y pescar, como dice san Pablo, no es engañar con cualquier cebo sino anunciar de palabra y de obra a Jesucristo.

Hay dos modos, dos estilos, de vivir: enredados o desenredados, en la orilla o mar adentro, al estilo propio o al estilo de Jesús, pero sólo uno es fructífero: vivir y actuar en el nombre del Señor, a su estilo, creyendo en las posibilidades y bondad de lo creado. ¡Ojalá que ése sea el nuestro

Nunca como hoy al hombre puede definírsele como un ser “enredado”. Las redes son múltiples, no solo las redes sociales, las de la informática. Están las redes del dinero, del sexo, del poder, del miedo…

“Dejaron las redes y lo siguieron”. Así presentan Mateo (4,20) y Marcos (1,18) el inicio del seguimiento. Lucas lo radicaliza: “dejándolo todo, lo siguieron” (5,11). El seguimiento de Jesús exige desenredarse de las redes que nos enredan. Exige abandonar esas redes “estériles” con las que hemos pasado la noche bregando sin coger nada. Una decisión dura porque supone la fractura con el pasado. Y esta es una decisión libre, que ha de asumir todo aquel que quiera ser discípulo de Jesús. Es el umbral que hay que traspasar para entrar en el espacio de la libertad evangélica. Para seguir a Jesús hay que desenredarse, hay que estar disponibles.

Hay dos modos, dos estilos, de vivir: sentados en la orilla o remando mar adentro, enredados o desenredados, al estilo propio o al estilo de Jesús, pero sólo uno es fructífero: vivir y actuar en el nombre del Señor, a su estilo, creyendo en las posibilidades y bondad de lo creado. ¡Ojalá que ése sea el nuestro!

REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿Qué redes son las que me enredan?
  • ¿Vivo al estilo del Señor?
  • ¿Estoy disponible para la misión?
Domingo Montero, capuchino
 

viernes, 4 de febrero de 2022

SAN JOSÉ DE LEONISA

Eufranio Desideri, que es su nombre de bautismo, nació en Leonisa (Italia) el 8 de enero de 1556.

El 3 de enero de 1572 ingresó en el noviciado de los Hermanos Menores Capuchinos en Asís, a pesar de la oposición de sus familiares que intentaron arrancarle del convento por la fuerza y se vieron vencidos por su decisión, su palabra y su actitud. Un año más tarde, 1573, emite la primera profesión, siendo ordenado sacerdote el 24 de septiembre de 1580.

Recibe el título de predicador en 1581 y en 1587 es enviado como misionero a Constantinopla, donde sufrió el martirio del “gancho” (el reo era condenado a ser suspendido de un poste clavado de una mano y un pie hasta morir de hambre y de dolor). Liberado milagrosamente, regresó a Italia y consumió su vida en la predicación por el territorio de los Abruzos y la Umbría.

Después de una larga enfermedad, falleció en el convento de Amtrice 14 de febrero de 1612. Fue beatificado por Clemente XII (1737) y canonizado por Benedicto XIV (1748). Pío XII lo proclamó patrón de las misiones de Turquía (1952).

Además de su carácter indómito, destaca en su vida su íntima unión con Dios, cultivada en su espíritu con una vida de oración incesante. Es la “fuente de energía” en la que bebe lo que transmite a los demás.

De esa fuente de energía manaba lo que transmitía a los demás en la predicación. José de Leonisa fue, antes que nada, un predicador, un anunciador de la buena noticia, dedicándose especialmente a los sencillos, a los más necesitados de recibir el mensaje.

El tercer aspecto destacable en su vida es su amor y dedicación los pobres, a los más necesitados por los que sentía una especial predilección. Son numerosos los casos que los biógrafos destacan de este aspecto de su vida. Solamente recordamos uno: Un día encuentró a un pobre mendigo, viejo y moribundo, tirado al borde del camino; lo cargó a sus espaldas y, atravesando la ciudad, lo llevó hasta el convento donde
cuidó de él con exquisita delicadeza.

Su caridad se extendía también a las cárceles, donde asistía a los condenados a muerte y buscaba siempre, incluso arriesgando su vida, que las familias rivales hicieran las paces y que desaparecieran las injusticias, opresiones y discordias. Con el Crucifijo en la mano, empuñado como una espada, no dudaba cuando tenía que afrontar y meterse en situaciones difíciles para conducir a la gente a la paz y al perdón. 

miércoles, 2 de febrero de 2022

JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA

Celebramos hoy en la Iglesia la fiesta de la Presentación del Señor. María y José, fieles a la tradición de su pueblo, entran en el Templo con su Hijo a los cuarenta días de su nacimiento. Del mismo modo, también nosotros, cuarenta días después de la Navidad, somos llevados y presentados por nuestra Madre la Iglesia ante el Dios vivo y verdadero.

En esta fiesta litúrgica se celebra la XXVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, cuyo lema para este año, «Caminando juntos», nos lleva a darle gracias a Dios por el gran don de la vida consagrada con su multiplicidad de formas y carismas que nos recuerda que todos somos hermanos y que todos estamos convocados a la ayuda mutua y al apoyo recíproco sin desentendernos de nadie.

La vida consagrada quiere mantener su misión profética y su fascinación, continuando en su ser escuela de fidelidad y comunión para los cercanos y para los lejanos. Para esto, hemos sido convocados: «Caminando juntos» a la escucha del Espíritu Santo.

Que la escucha de la Palabra de Dios y el sacramento de la eucaristía, nos recuerde vivamente a todos la esencia de nuestra vocación consagrada: ser signo y ofrenda generosa al Señor para construir una convivencia humana diferente, el sueño de la fraternidad.

Como nos dice el papa Francisco, siendo testigos de esperanza para todos, mirando más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. ¡Caminemos en esperanza! (Fratelli tutti, 55).



Estamos ante ti, Espíritu Santo,
reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos,
entra en nuestros corazones.
Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta.
Impide que perdamos el rumbo
como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia
nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que nuestras acciones se guíen
por prejuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos del camino
de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal
nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti,
que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo
por los siglos de los siglos. Amén.