domingo, 6 de febrero de 2022

DEJARON LAS REDES Y LO SIGUIERON

Un pequeño lago, una ensenada, un joven predicador, unos cuantos pescadores sin especial cualificación: así comienza la aventura de la Iglesia que san Lucas va a relatarnos en su obra.

Releyendo esta página evangélica alguno, quizá desalentado, se pregunte: ¿Dónde pescar hoy? y ¿cómo? Eso es lo que pretende esclarecer san Lucas, mostrando la confianza en Jesús como antídoto contra el desánimo o la autosuficiencia, y el estilo de Jesús como la única estrategia con futuro.

Los resultados no habían correspondido a los esfuerzos. Resignado, Simón regresó a puerto y atracó la barca, sin percatarse, quizá, de la presencia del Maestro, o al menos sin prestarle mucha atención, ocupado en el lavado de sus redes (¡sus redes le enredaban...!). Pero Jesús se acercó pidiéndole un favor, la barca, para, desde ella, hablar "a la gente que se agolpaba para oír la Palabra de Dios". Simón se la cedió...Y la barca infecunda de Simón se convirtió en la primera cátedra del Evangelio.

"Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: rema mar adentro, y echad las redes". Pero Simón, que no había dudado en cederle la barca, no estaba, sin embargo, dispuesto a recibir lecciones de pesca (y menos de un carpintero). ¡Si conocería él los caladeros del lago..., y acababa de recorrerlos en vano! Al final aceptó, declinando toda responsabilidad, consciente de la inutilidad de la faena. "En tu nombre -porque Tú lo dices-...echaré las redes". ¡Y esto fue lo que le salvó! Las redes se llenaron hasta reventar, y él paso a ser pescador de hombres.

Sí, hay dos modos de pescar, y de vivir: en nombre propio o en nombre del Señor. Vivir concediendo nuevas posibilidades a la realidad, abriéndose a ella con la esperanza de descubrir siempre nuevos caladeros, o dándola por sabida, por agotada, por irrecuperable... Y ambos modos de pescar y de vivir producen resultados diferentes. ¡Cuántos esfuerzos baldíos por falta de estilo, de "modos", de esperanza...!

Aunque nuestros caladeros parezcan sobradamente recorridos; aunque el resultado no parezca compensar los esfuerzos..."echad las redes", pero en el nombre del Señor y a su estilo. Obsesionados no por obtener resultados inmediatos, sino ilusionados por situar nuestra vida en una actitud de esperanza, no dando por definitiva ni por perdida ninguna situación.

“Rema mar adentro”. Sí, hay que adentrarse en la realidad. Eso fue la encarnación del Hijo de Dios: adentrarse en nuestra realidad, y desde dentro la salvó. Hay excesivos espectadores, quizá también entre nosotros, sentados en la orilla, y pocos “pescadores”. Y pescar, como dice san Pablo, no es engañar con cualquier cebo sino anunciar de palabra y de obra a Jesucristo.

Hay dos modos, dos estilos, de vivir: enredados o desenredados, en la orilla o mar adentro, al estilo propio o al estilo de Jesús, pero sólo uno es fructífero: vivir y actuar en el nombre del Señor, a su estilo, creyendo en las posibilidades y bondad de lo creado. ¡Ojalá que ése sea el nuestro

Nunca como hoy al hombre puede definírsele como un ser “enredado”. Las redes son múltiples, no solo las redes sociales, las de la informática. Están las redes del dinero, del sexo, del poder, del miedo…

“Dejaron las redes y lo siguieron”. Así presentan Mateo (4,20) y Marcos (1,18) el inicio del seguimiento. Lucas lo radicaliza: “dejándolo todo, lo siguieron” (5,11). El seguimiento de Jesús exige desenredarse de las redes que nos enredan. Exige abandonar esas redes “estériles” con las que hemos pasado la noche bregando sin coger nada. Una decisión dura porque supone la fractura con el pasado. Y esta es una decisión libre, que ha de asumir todo aquel que quiera ser discípulo de Jesús. Es el umbral que hay que traspasar para entrar en el espacio de la libertad evangélica. Para seguir a Jesús hay que desenredarse, hay que estar disponibles.

Hay dos modos, dos estilos, de vivir: sentados en la orilla o remando mar adentro, enredados o desenredados, al estilo propio o al estilo de Jesús, pero sólo uno es fructífero: vivir y actuar en el nombre del Señor, a su estilo, creyendo en las posibilidades y bondad de lo creado. ¡Ojalá que ése sea el nuestro!

REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿Qué redes son las que me enredan?
  • ¿Vivo al estilo del Señor?
  • ¿Estoy disponible para la misión?
Domingo Montero, capuchino
 

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