Celebramos hoy en la Iglesia la fiesta de la Presentación del Señor. María y José, fieles a la tradición de su pueblo, entran en el Templo con su Hijo a los cuarenta días de su nacimiento. Del mismo modo, también nosotros, cuarenta días después de la Navidad, somos llevados y presentados por nuestra Madre la Iglesia ante el Dios vivo y verdadero.
En esta fiesta litúrgica se celebra la XXVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, cuyo lema para este año, «Caminando juntos», nos lleva a darle gracias a Dios por el gran don de la vida consagrada con su multiplicidad de formas y carismas que nos recuerda que todos somos hermanos y que todos estamos convocados a la ayuda mutua y al apoyo recíproco sin desentendernos de nadie.
La vida consagrada quiere mantener su misión profética y su fascinación, continuando en su ser escuela de fidelidad y comunión para los cercanos y para los lejanos. Para esto, hemos sido convocados: «Caminando juntos» a la escucha del Espíritu Santo.
Que la escucha de la Palabra de Dios y el sacramento de la eucaristía, nos recuerde vivamente a todos la esencia de nuestra vocación consagrada: ser signo y ofrenda generosa al Señor para construir una convivencia humana diferente, el sueño de la fraternidad.
Como nos dice el papa Francisco, siendo testigos de esperanza para todos, mirando más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. ¡Caminemos en esperanza! (Fratelli tutti, 55).
Estamos ante ti, Espíritu Santo,
reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos,
entra en nuestros corazones.
Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta.
Impide que perdamos el rumbo
como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia
nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que nuestras acciones se guíen
por prejuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos del camino
de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal
nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti,
que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo
por los siglos de los siglos. Amén.
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