lunes, 31 de enero de 2022

IGLESIA LUNAR

En muchos momentos de la historia se ha dado un enfrentamiento u oposición entre la Iglesia y el mundo. El mundo ha considerado a la religión y a la Iglesia como algo que se opone al progreso o la luz de la razón. La Iglesia, por otra parte, fácilmente ha condenado al mundo.

En muchos momentos de la historia se ha dado un enfrentamiento u oposición entre la Iglesia y el mundo. El mundo ha considerado a la religión y a la Iglesia como algo que se opone al progreso o la luz de la razón. La Iglesia, por otra parte, fácilmente ha condenado al mundo. Reconociendo los aspectos positivos que hay en nuestra cultura, en la mentalidad y en el modo moderno de vivir, no siempre es fácil el diálogo entre ambos. Dentro de la propia Iglesia han existido dos posturas, por así decir. La que se centrado en remarcar o acentuar lo que nos diferencia de la sociedad en la que vivimos, y la que se centra en ver lo que nos une y facilita la comprensión y difusión del Evangelio.

La vida nos enseña que, cuando únicamente valoramos lo nuestro, nos cerramos a los demás y caemos en el error de condenar lo que es distinto a nosotros. A la Iglesia le puede pasar lo mismo: cuando se encierra en sí misma, tiene graves dificultades para cumplir su “ser misionero”. La Iglesia y la fe no crecen nunca por imposición o proselitismo, sino por atracción; es decir, por el testimonio de vida de los creyentes dado a los demás.

En numerosas ocasiones el Papa Francisco ha hablado de uno de los peligros más destructores que acechan a la Iglesia: la autorreferencialidad. Es una palabra rara que la entendemos mejor con las imágenes de “estar encorvado sobre uno mismo” o “mirarse el propio ombligo”.

Cuando la Iglesia está muy pendiente de sí misma y habla un lenguaje que no suena a Evangelio o repite un discurso que la gente no comprende, algo falla. Tal vez tengamos el peligro de repetir un lenguaje que en otras épocas resultó muy acertado pero tal vez hoy quienes lo escuchan no entienden nada o entienden “otra cosa”. Hay quien dice que puede ocurrir que nuestro lenguaje, queriendo defender los grandes principios, oculte los verdaderos problemas.

Si la tarea de la Iglesia es trasmitir el Evangelio, evangelizar, ha de ser capaz de llegar a la vida real de las personas y ser capaz de ofrecer luz y sentido a esas situaciones personales en las que se encuentran los que reciben el evangelio. El evangelio de Juan nos recuerda que “quien se ama a sí mismo, se pierde” (Jn 12,25). Lo propio del amor cristiano es la referencia al otro.

Me gustó una imagen que explica la misión de la Iglesia. La nuestra ha de ser una “Iglesia lunar”. San Ambrosio utilizaba esta imagen para dar a entender que, del mismo modo que la luna recibe toda su luz del sol y la refleja durante la noche, así la misión de la Iglesia está en irradiar la luz de Cristo en la noche del mundo de los hombres y hacer posible la esperanza. La Iglesia no existe en función de sí misma, sino de Cristo y en función del mundo al que debe servir mediante el testimonio del Evangelio.

La Iglesia es luz, pero como la luz de la luna. La luz de las gentes no es la Iglesia, sino Cristo. Si la Iglesia es luz es porque la recibe y no se la queda en sí misma, sino que la refleja hacia fuera de ella.

Benjamín Echeverría, capuchino
 

domingo, 30 de enero de 2022

ACEPTAR A JESÚS EN MI VIDA

El relato evangélico de este domingo es impresionante. Comienza con una muestra de simpatía -"todos expresaban su aprobación"-, pero acaba con una gran decepción -"se pusieron furiosos..., y Jesús se alejaba"-. ¡Rechazar a Jesús! Rechazar al que era el abrazo de Dios para acoger a todos; rechazar la mano de Dios tendida a todo hombre caído; rechazar la voz de los sin voz…

¿Por qué la gente de Nazaret pasa de la admiración al rechazo? Porque Jesús no hace concesiones a su visión nacionalista y patrimonialista de la salvación. Dios no es el Dios de un clan, de un pueblo, sino el Dios del hombre, de todo hombre, también del leproso sirio y de la viuda de Sarepta. El Dios que opta por el marginado, por el menor…

Y esa apertura y esa opción les molestaban. Se consideraban atacados en su privilegio religioso; no podían creer a ese hombre que anuncia un Dios así. Porque un Dios así, abierto, misericordioso, no excluyente, les obligaba a ellos, les urgía a cambiar sus sentimientos, sus actitudes, sus comportamientos, les complicaba la vida. Porque Dios es normativo…

Y eso les escandalizaba. Si no sonara a irreverencia podría decirse que la persona y la vida de Jesús, desde el nacimiento a la muerte, estuvieron envueltas en el “escándalo”. Sus orígenes, su nacimiento, su vida en Nazaret resultan “desconcertantes”. También su vida pública y su final en la cruz. Fue tildado de loco (Mc 3,21), endemoniado (Mc 3,22), blasfemo (Mc 2,6-7)… Y Jesús lo previó y lo asumió (Mc 6,4; 14,27). Pablo, más adelante, lo presentará como “escándalo” para los judíos y “necedad” para los gentiles (1 Cor 1,23; cf. 1 Pe 2,7-8).

Y ¿en qué consistía ese escándalo? En el Dios que encarnaba y anunciaba. ¡Dios no podía ser así!, pensaban y decían sus contemporáneos. Y, sin embargo, Jesús decía: ¡Dios es así! En realidad el escándalo era Dios. Jesús no se desdijo, solo añadió: “Dichoso el que no se escandalice de mí” (Mt 11,6).

A lo largo de los siglos, a Jesús se le rechazará por razones distintas, pero en el fondo estará la misma dificultad -"¿No es este el hijo de José?". ¡No es más que el hijo de José!

Hemos de estar atentos, porque quizá seamos de los que aceptan de buena gana a Jesús, mientras eso no nos complique la existencia. Pero cuando un acontecimiento nos sitúa ante una exigencia evangélica que nos parece inadmisible, y la del amor es la más radical, -"el amor cree sin límites, perdona sin límites, aguanta sin límites"(2ª lectura)- en seguida aparece un "¡No puede Dios pedirme eso!". Y empujamos a Jesús fuera de nuestra vida.

Hay que estar muy atentos ante la tentación de escoger en el Evangelio entre lo que nos va y lo que no nos va...; procediendo así corremos el peligro de ir arrinconando a Jesús, hasta acabar por echarle fuera de nuestro espacio personal y vital.

El final de esta página evangélica es tremendo: "Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba". ¡Es tremendo rechazar a Jesús; pero no es imposible! Hay muchas formas de hacerlo.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Cómo es mi amor?
  • ¿Me “escandaliza” Jesús o me deja indiferente?
  • ¿Siento en mi vida, como Jeremías, la fuerza de Dios?
Domingo Montero, capuchino

martes, 25 de enero de 2022

UNA HISTORIA CON CORAZÓN

El mundo de la solidaridad se ha vuelto muy complejo. Hace tiempo que sabemos que no es suficiente con dar una limosna. El ámbito de necesidades que vivimos en nuestra sociedad es inmenso y los tipos de pobreza incontables. Por ello, el ejercicio de la solidaridad toma multitud de formas. Ante ello, tendremos que cuidar dos aspectos importantes para que nuestra dimensión solidaria sea la más humana posible. Ante la complejidad de necesidades habrá que esforzarse en acertar el modo mejor de cercanía y ayuda que se requiere en cada caso.

Por un lado, el servicio solidario necesita de organización, preparación y competencia. Hay muchas entidades, eclesiales o no, dirigidas a estos menesteres y que invierten recursos y personas en ello. Un modo de ser solidarios será colaborando con ellas económicamente, o siendo voluntario, o dando a conocer sus servicios. Este modo de ayuda tan importante requiere eficacia y buena gestión de los recursos. Para ser solidario no es suficiente con la buena voluntad; hay que saber acertar en el modo de ayuda más eficaz en cada caso.

La solidaridad también tiene otra vertiente tan importante como la anterior: el contacto con las personas necesitadas. Es una dimensión más personal, más arriesgada, más de tú a tú. Ya no se busca tanto la eficacia sino la cercanía, el lado más humano. Esto afecta no solo a nuestras cosas y tiempos, sino a nuestro corazón en el trato con las personas. Así damos calidad a nuestra solidaridad, no por la eficacia del servicio sino porque lo hacemos en humanidad. Esta está al alcance de todos, porque todos conocemos personas que requieren algún tipo de ayuda, y que nosotros se la podemos prestar: tiempo, atención, cuidado, compañía, escucha…

Las dos maneras de solidaridad se complementan. Muchas veces no se podrá ser solidario en las dos dimensiones en la misma proporción, pero sí habrá que tenerlas en cuenta las dos y cuidarlas.

Carta de Asís, enero 2022

domingo, 23 de enero de 2022

ENVIADOS POR EL ESPÍRITU

Tras el Bautismo y la experiencia del desierto, Jesús, fortalecido por el Espíritu y entregado a la misión, regresa a Galilea. En Nazaret, un sábado entra en la sinagoga, lugar de la Palabra, como era su costumbre. Y se ofreció a hacer la lectura del texto sagrado. Una lectura sorprendente e identificadora. Ahí Jesús personaliza, radicaliza y recrea la palabra de Dios. Se identifica como el Ungido y enviado a evangelizar. E identifica su Evangelio, su proyecto: no es un adoctrinamiento ni una moralización de la vida, sino una regeneración de la vida.

Evangelizar es humanizar según el proyecto de Dios (Gén 1,26). Y esa fue la tarea de Jesús, dignificar la condición humana, dando sentido a los sentidos perdidos del hombre; levantar del suelo, abrir los ojos y los oídos, hacer caminar y hasta revivir… Jesús no solo marcó objetivos, no solo diseñó caminos: los anduvo, convertido en acompañante paciente del hombre, cargando con nuestras dolencias (Is 53,4) y pecados (1 Pe 2,24).

Y esta es la primera acción pastoral y educativa: ayudar al hombre, que parece haber perdido el sentido profundo y vive asentado, y a veces prematuramente aparcado, en la periferia de las cosas y de la vida, ayudarle a ver, a oír, a caminar por un mundo cada vez más confuso. En definitiva ayudarle a ser hombre. Evangelizar no es solo, ni sobre todo, predicar, sino hacer explícito a Jesucristo, “visualizarlo”. Y un criterio para evaluar el nivel evangelizador de una praxis pastoral/educativa es evaluar el nivel de humanidad que genera.

La Palabra de Dios, y singularmente el Evangelio, es un hontanar de humanidad, en el que puede saciarse el hambre y la sed de ser hombre a poco que se afine la sensibilidad y la capacitación para leer su mensaje humanizador en unos textos que, si bien envueltos a veces en un lenguaje para nosotros culturalmente lejano mitológico, son un modo de ilustrar dramáticamente el problema existencial del hombre.

Pero existe el peligro de que atendamos más a la defensa de los propios intereses y de posiciones adquiridas que a la escucha abierta de la Palabra del Señor. Por eso los que en nuestra profesión de fe nos referimos a Cristo como a nuestro principio de identidad reconociendo un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre, nos encontramos divididos por razones de tipo disciplinar y doctrinal, difíciles de valorar objetivamente, pero que no dejan de interrogar a los no cristianos y, sobre todo, no deben dejar de interrogarnos.

Los que estábamos llamados a formar un solo cuerpo, nos hemos dividido, blandiendo textos bíblicos, los unos contra los otros. De modo que hoy lo importante ya no es el sustantivo cristiano, sino el adjetivo que a continuación se coloca. Así "anuláis la Palabra de Dios por vuestras tradiciones" (Mt 15,6).

Estamos celebrando la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, y el fragmento de la 1ª Carta a los Corintios nos recuerda que “Todos hemos sido bautizados en el mismo Espíritu para formar un solo cuerpo” (2ª lectura). Hemos de orar y vivir el proyecto del Señor: “Padre, que todos sean uno, como tú y somos uno…, para que el mundo crea” (Jn 17,20-26). Así seremos testigos creíbles del Evangelio.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿De qué soy yo mensajero?
  • ¿Siento al otro como “hermano” y “miembro” del cuerpo de Cristo?
  • ¿Cómo “leo” la palabra de Dios?
Domingo Montero, capuchino
 

jueves, 20 de enero de 2022

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LA JUSTICIA?

La justicia es un tema mayor en la espiritualidad del AT. Por eso, tiene muchas variantes, algunas muy profundas como las del significado de la justicia de Dios. Pero, de una u otra manera, todas las acepciones pasan por una justicia histórica: si aquí, en los caminos humanos, no se logra la justicia se corre el riesgo de hablar de una entelequia, de algo inexistente.

Por eso mismo, los evangelios sitúan la justicia en el más acá de la historia: es en este mundo donde se verifica si el dinamismo de la justicia puede transformar la historia o no. Des-historizar es anularla.

  • En Mt 5,10 se dice que los que son perseguidos por causa de la justicia tienen a Dios por rey (como los pobres del v.3). Quien trabaja por la justicia está construyendo ya la ciudad futura, no tiene que esperar a edades ulteriores. Los justos construyen el mundo, lo sepan o no.
  • En la parábola del fariseo y del publicano (Lc 18,9-14) vemos no solo dos maneras de orar sino dos modos de vida: baja “justificado a casa” quien pone por delante el tema de la dignidad; quien no lo pone, como el publicano, no logra acceder al terreno de la justicia.
  • En (Mt 6,33) se habla de “buscar el reino de Dios y su justicia” como primer objetivo del horizonte evangélico. Es cierto que esa justicia es muy abarcante. Pero, en cualquier caso, pasa e incluye la justicia histórica.
Texto: Lc 16,19-31: «Había un hombre rico, que vestía de púrpura y lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y había un pobre, llamado Lázaro, cubierto de llagas y echado a la puerta del rico, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamerle las llagas. Murió el pobre y los ángeles lo llevaron junto a Abrahán. Murió también el rico y lo sepultaron. Estando en el lugar de los muertos, en medio de tormentos, alzó la vista y divisó a Abrahán y a Lázaro a su lado. Lo llamó y le dijo: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro, para que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua; pues me torturan estas llamas". Respondió Abrahán: "Hijo, recuerda que en vida recibiste bienes y Lázaro, por su parte, desgracias. Ahora él es consolado y tú atormentado. Además, entre vosotros y nosotros se abre un inmenso abismo; de modo que, aunque se quiera, no se puede atravesar desde aquí hasta vosotros ni pasar desde allí hasta nosotros". Insistió el rico: "Entonces, por favor, envíalo a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos; que los amoneste para que no vengan a parar también ellos a este lugar de tormentos". Le dice Abrahán: "Tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen". Respondió: "No, padre Abrahán; si un muerto los visita, se arrepentirán". Le dijo: "Si no escuchan a Moisés ni a los profetas, aunque un muerto resucite, no le harán caso».
  • La escena dibuja el perfil de un injusto, el rico, que ni siquiera se da cuenta de que lo es: banquetea todos los días, ignora a Lázaro, se viste de púrpura (el tejido más caro). Un ejemplo evidente de autorreferencialidad: no solamente no le importan los pobres sino que ni se entera de que existen. Injusto y sin ninguna clase de remordimiento.
  • Lázaro (el pobre tiene nombre, el rico no) está echado a su puerta porque tiene algún tipo de dependencia económica con el rico: injustamente echado fuera cuando tendría que haber participado de la riqueza que contribuyó a generar. Doblemente marcado por la injusticia: ni se le dio lo suficiente, ni se le da ahora.
  • La parábola tiene una pega fuerte al situar en el más allá la retribución de la justicia: es aquí donde habría que haberla situado; es aquí donde se tendría que haber llevado algún tipo de acción correctiva contra el injusto rico.
  • La autorreferencialidad del rico es tan compacta que persiste incambiable en el más allá: no le interesa más que su lengua (no la de nadie más), los de la casa de su padre (no los del pueblo), un Dios a su servicio que mande un resucitado de su parte. Es como si se dijese: con la injusticia de los ricos no hay nada que hacer, es tan pétrea que solamente se combate huyendo de la como de la peste.
  • Escuchar a los profetas de la justicia es imprescindible para no caer en las redes de la injusticia avasalladora.

Aplicación:

La lucha por la igualdad económica. El Papa Francisco ha estigmatizado con duras palabras la “economía que mata”: “Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata” (EG 53). ¿Hay que tomar estas palabras en serio o es un dura metáfora a la que no se le otorga más importancia que su carga literaria? El modelo económico neoliberal, que es el que nos invade, es un asesinato de inmensas proporciones en el sentido más real de la palabra y un formidable ecocidio. La economía de la exclusión es asesina en sus conceptos más básicos.

En muchas ocasiones Francisco ha denunciado la enfermedad de la economía que es la progresiva transformación de los empresarios en especuladores cuando el objetivo de sus beneficios pasa por encima de las personas. Es el resultado de una economía sin rostro, despiadada, cuyos reglamentos y leyes pensados para los no honrados terminan por perjudicar a los honrados. El perverso fruto de estos dinamismos sociales es la desigualdad económica y sus terribles secuelas. Por eso, el quid de la economía que mata hay que situarlo hoy en el tema de la desigualdad.

La vida bajo la desigualdad tiene una serie de consecuencias innegables. La primera de ellas es, simplemente, que acorta la vida: los países bajo la pobreza tienen medias de vida muy bajas y en los países ricos el alargamiento de vida en las capas sociales pobres o con poca educación es mucho más lento que en el resto de la población. La segunda consecuencia afecta sobre todo a los niños y es el retraso en el crecimiento como secuela de la malnutrición infantil. “Casi la mitad de los niños indios menores de cinco años sufren esa condición, al igual que el 40 por ciento de los niños de África subsahariana y de Indonesia”. Efectivamente, la malnutrición masiva tiene un tremendo impacto en el desarrollo humano. ¿Cómo va a tomar cuerpo el aserto de Mt 5,48 sobre la bondad acabada en la persona que llega al techo de sus posibilidades si estas se cercenan desde la infancia?

Hay que considerar también las puertas de la exclusión que son las puertas que llevan al abismo de la desigualdad. La primera es la desmembración social porque la desigualdad de recursos desgarra a los pueblos por las costuras de clase. Se ve cada vez como normal que, a veces en el breve espacio de una zona de la ciudad, convivan los muy ricos en sus apartamentos de lujo y, a pocos metros, están las casas de chapa de los más pobres. Las ciudades se han convertido en núcleos de desigualdad. La violencia urbana no es ajena a esta desmembración. En segundo lugar hay que reconocer la cultura del despilfarro, que también el Papa Francisco ha censurado con rigor. Es socialmente proverbial el despilfarro militar no solamente en los países ricos, sino con frecuencia en los más frágiles.

Fidel Aizpurúa, capuchino

domingo, 16 de enero de 2022

HACED LO QUE ÉL OS DIGA

Caná era una aldea próxima a Nazaret. María y Jesús, posiblemente, pertenecerían al círculo de los allegados al joven matrimonio. La boda prolongaba sus ecos festivos al menos durante una semana. Y el vino no podía faltar. Hasta aquí, todo normal. Pero aquí “empezó Jesús sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él”. Y esto singulariza a Caná.

La agitación por la escasez de vino, el curioso diálogo entre Jesús y María, el milagro, hasta el toque humorístico..., dan vivacidad al relato. ¡Cuántos pintores han plasmado en sus lienzos la boda de Caná! ¡Y qué tentación para nosotros quedarnos en el encanto de la boda! Pero hay que ir más allá para descubrir la verdad que encierra este relato. Estamos en el evangelio de S. Juan -el teólogo por excelencia-. Cada episodio supera el nivel del simple relato para convertirse en símbolo sugeridor de una verdad más profunda. Estamos ante la profecía del banquete mesiánico.

¿Qué se quiere decir aquí, precisamente al inicio del evangelio? Que Jesús ha llegado a la vida real, al núcleo de la vida -la familia humana-, y con Él ha llegado el cambio. Lo viejo ha pasado; hay que dejar lo caduco, lo provisorio, lo intranscendente. Ha llegado lo nuevo, lo definitivo, lo que realmente tiene valor. El AT cede su puesto al NT. El agua, al vino. "A vino nuevo, odres nuevos" (Mc 2,22).

Para S. Juan “la hora” de Jesús tiene su plenitud en la cruz (Jn 13,1ss); en Caná "todavía no ha llegado mi hora". Pertenece al Padre marcarla; pero ya comienzan a moverse las agujas del reloj divino. Y, precisamente, a instancias de su madre. ¡Cuántos dolores de cabeza ha dado a los estudiosos la respuesta de Jesús a María! No es desaire ni despreocupación.

Solamente en dos ocasiones evoca san Juan en su evangelio la figura de María: en Caná, y junto a la cruz (19,25), y en ambos relatos es presentada como "mujer" y "madre", no por su nombre de María. Y es que cuando se está gestando el nuevo hombre, el hombre redimido, María asume el papel de Nueva Eva -madre de todos: "Ahí tienes a tu hijo..." (Jn 19,26).

Podríamos adentrarnos en este simbolismo grandioso y profundo, pero nos llevaría muy lejos y muy alto. En todo caso, el relato de Caná -el inicio de la Hora- no puede leerse sin hacer referencia a la Cruz -plenitud de la Hora y consumación del banquete mesiánico-. Y en ambos momentos María es co-protagonista. La presencia de María es siempre una presencia atenta, solícita; por ello la Iglesia la proclamado mediadora e intercesora por excelencia ante Cristo.

Caná es profecía del banquete mesiánico, donde se sirven manjares sustanciosos y vinos de solera (Is 25,6), y del banquete eucarístico, donde esos majares y bebidas son personalizados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Juan no transmite el relato eucarístico del Jueves Santo, pero la eucaristía vertebra su Evangelio: la presenta en Caná, donde Jesús se convierte en sacramento de la fe para sus discípulos, que “creyeron en él”, y la explica en el cap. 6, en el discurso que sigue a la multiplicación de los panes y los peces.

Caná es urgencia a situar la vida en la órbita de Jesús: “Haced lo que él os diga”. Ahí reside el secreto para convertir la realidad, y la propia vida, en el vino que salve la fiesta, amenazada por la escasez de caldos y por su baja calidad. Hay que injertarse existencialmente en Él para dar su fruto y ser vino de calidad (Jn 15,6-7), que alegre el corazón del hombre.

Caná es espacio teofánico/sacramental, donde Jesús manifestó su gloria (Jn 1,11), como en el Bautismo y en la Transfiguración. Y se reveló como el novio (Jn 3,29; Mt 9,15) de las bodas definitivas (Apo 19,7; 21,2).

Concluye el relato anotando “y creció en él la fe de sus discípulos”. No estaría mal que esta fuera la conclusión de nuestro acercamiento hoy a la contemplación de este “signo” de Jesús.


REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿Cómo participo de la Eucaristía?
  • ¿Aporto mis dones a la comunidad?
  • ¿Qué vino sirvo en la vida?
Domingo Montero, capuchino
 

viernes, 14 de enero de 2022

FRATELLI TUTTI EN IMÁGENES DE ANTONIO OTEIZA

DESPILFARRO DE ALIMENTOS: En el fondo «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” -como los no nacidos-, o si “ya no sirven” -como los ancianos-. Nos hemos hecho insensibles a cualquier forma de despilfarro, comenzando por el de los alimentos, que es uno de los más vergonzosos» (FT 18)

miércoles, 12 de enero de 2022

SAN BERNARDO DE CORLEONE

San Bernardo nace en Corleone (Sicilia. Italia) el 6 de febrero de 1605 en el seno de una familia muy religiosa. De constitución física fuerte, ejerce el oficio de zapatero. De carácter violento, un día sostiene un duelo en el que hiere gravemente a su adversario. Huido de la justicia se refugia en una iglesia, para después solicitar el ingreso en la vida franciscana en el convento capuchino de Caltanissete (Sicilia). Lleva una vida muy austera hasta el mismo día de su muerte, acaecida el 12 de enero del año 1667. Vive la piedad y contempla las devociones típicas franciscanas, como es el amor a Cristo crucificado y a la Inmaculada.

Escribe Juan Pablo II: "Fray Bernardo, con su historia personal, caracterizada por grandes pasiones civiles y religiosas, con un notable sentido de la justicia y de la verdad en medio de numerosas situaciones de sufrimiento y miseria, encarna, en cierto sentido, la imagen del santo contemporáneo, o sea, la de un hombre que se abre al fuego del amor sobrenatural y se deja inflamar por él, transmitiendo su calor a las almas de los hermanos. Como mostró a sus contemporáneos, también nos indica hoy a nosotros que la santidad, don de Dios, produce una transformación tan profunda de la persona, que la convierte en testimonio vivo de la presencia confortadora de Dios en el mundo".

Es beatificado por Clemente XIII el 15 de mayo de 1768, y canonizado por Juan Pablo II el 10 de junio de 2001.

domingo, 9 de enero de 2022

TÚ ERES MI HIJO AMADO

En la Palestina contemporánea a Jesús estaba extendida la costumbre de las purificaciones rituales por medio del agua. En este contexto apareció Juan predicando conversión, y ofreciendo como signo de la misma un bautismo de tono penitencial. "Convertíos..., Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo... Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego".

En aquella sociedad cansada y rutinaria, el Bautista provocaba nuevas expectativas. Su presencia y su mensaje suponían una corriente de aire fresco en la saturada atmósfera de Judea. Y muchos aceptaban su predicación, se arrepentían y recibían su bautismo. Hasta aquí todo normal.

¿Pero qué hace Jesús en la fila de los hombres pecadores? ¿Por qué realiza Él ese gesto de bautizarse, además diluido en un "bautismo general" (Lc 3,21). Sin duda, fue una decisión muy pensada. El mismo Juan se extraña: "Soy yo quien debe ser bautizado por ti…" (Mt 3,14).

Pero es que Jesús no había venido a hacer ostentación de sus privilegios sino que, por libre decisión, se hizo semejante a nosotros en todo (Flp 2,7), excepto en el pecado (2 Cor 5,21). Hasta aquí llegó la encarnación. No terminó en el seno de María, sino que recorrió toda la andadura humana hasta pasar por la muerte, Él que era la Vida.

Por eso Jesús, sin pecado, no duda en mezclarse con los pecadores: porque solo se salva compartiendo, desde dentro y desde abajo, la condición del hombre. Jesús quiso sentir al pueblo y quiso sentirse pueblo, por eso entró en la corriente penitencial de las aguas del Jordán, para, como sal sanadora de las aguas malas (cf. 2 Re 2, 19-22), purificarlas con su presencia. Y así, aunque el pecado no entró en él, él si entró en el pecado, desactivando su poder, convirtiéndose en “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29).

Y al confundirse entre los hombres, al hundirse en la debilidad y asumirla, se abren los cielos para revelar la grandeza y la verdad de Jesús: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto".

¡Qué gran lección para nosotros, que preferimos siempre no mezclarnos, distinguirnos de los que consideramos inferiores social, moral, económica, política y hasta religiosamente!

Pero no terminan aquí las lecciones de este día. La 1ª lectura pone de relieve, proféticamente, el estilo y el contenido del auténtico enviado de Dios: "No gritará, no clamará... La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho..."

No quebrar ni ahogar esperanzas... Hay que tener la mirada muy limpia y muy profunda para descubrir vida y esperanza donde otros solo perciben desesperación y muerte. No faltan profetas del pesimismo, inclinados a dar por irrecuperables personas y situaciones, certificando defunción no sólo sobre los muertos sino sobre los dormidos... Muchos se han hundido en lo que llamamos "mala vida" porque no encontraron a tiempo alguien que les concediera un poco de credibilidad y confianza. En vez de manos tendidas, solo vieron dedos anatematizantes y descalificadores. El paso de Jesús fue muy distinto. "Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos..., porque Dios estaba con Él", nos dice la segunda lectura.

Para Jesús, el bautismo supuso un momento crucial en su vida, no fue un momento de conversión sino de discernimiento y marcó profundamente su identidad en un doble sentido: en el de su filiación divina y en el de su misión humana. “Tú eres mi Hijo…”, revela una voz desde el cielo; “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, proclama Juan a la orilla del río Jordán (Jn 1,28-29). El bautismo fue para Jesús el descubrimiento de su ser y de su quehacer.

Y, para nosotros, ¿qué significa el bautismo? Las respuestas teológicas están claras: Nos incorpora a la comunidad de los creyentes, siendo el fundamento de la fraternidad; significa el paso de la muerte a la vida, siendo el fundamento de nuestra libertad; supone una vida coherente, siendo el fundamento de nuestra responsabilidad. Y, sobre todo, nos incorpora al mismo Cristo. Pero, ¿ya advertimos en nosotros esas realidades y damos muestras a los otros de nuestro bautismo?

El bautismo no se acredita con un documento extendido en la parroquia; se acredita con una vida inspirada en el seguimiento del Señor. Nuestra vida no puede ser una negación del bautismo. Al bautismo fuimos presentados; ahora hemos de hacer nosotros presentes el bautismo, avalándolo con la vida.

REFLEXIÓN PERSONAL:

  • ¿Qué significado tiene el bautismo en mi vida?
  • ¿Cómo lo acredito?
  • ¿Es mi paso por la vida como el paso de Jesús?

Domingo Montero, capuchino

 

viernes, 7 de enero de 2022

MIENTRAS TANTO

Defender los Derechos Humanos, de todas todas.
Pero antes, a la vez y mientras tanto
ejercer algunos deberes humanos de solidaridad.
Denunciar la injusticia
de un sistema capitalista estructuralmente injusto.
Pero antes, a la vez y mientras tanto
dar de comer a quien sufre hambre.
Acabar con la violencia machista
pero antes, a la vez y mientras tanto
corregir comportamientos machistas y denunciarlos.
Rechazar la Ley de Extranjería por racista y clasista
pero antes, a la vez y mientras tanto
acudir el último martes de mes a las puertas del CIE por su cierre.
Papeles para todas, permisos de residencia y trabajo
pero antes, a la vez y mientras tanto
al menos un abrazo, una sonrisa, una palabra.
Asilo y acogida a personas refugiadas que huyen de la muerte
pero antes, a la vez y mientras tanto
apoyo a las ONGs que las asisten.
Compromiso político para cambiar leyes y estructuras
pero antes, a la vez y mientras tanto
salir a la calle, asistir, ayudar, acompañar.
Defender una ley de vivienda justa y necesaria
pero antes, a la vez y mientras tanto
acudir mañana con la PAH a parar el próximo desahucio.
Derecho a techo y no a la exclusión social,
pero antes, a la vez y mientras tanto,
al menos un bocadillo con los Amigos de la Calle a las personas sin hogar.
Soñamos y queremos un mundo más justo
pero antes, a la vez y mientras tanto
vivamos con sobriedad, respeto y solidaridad.
Apuntamos al horizonte de la utopía
pero antes, a la vez y mientras tanto
dar un paso y otro, día a día.
Deme Orte