domingo, 16 de enero de 2022

HACED LO QUE ÉL OS DIGA

Caná era una aldea próxima a Nazaret. María y Jesús, posiblemente, pertenecerían al círculo de los allegados al joven matrimonio. La boda prolongaba sus ecos festivos al menos durante una semana. Y el vino no podía faltar. Hasta aquí, todo normal. Pero aquí “empezó Jesús sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él”. Y esto singulariza a Caná.

La agitación por la escasez de vino, el curioso diálogo entre Jesús y María, el milagro, hasta el toque humorístico..., dan vivacidad al relato. ¡Cuántos pintores han plasmado en sus lienzos la boda de Caná! ¡Y qué tentación para nosotros quedarnos en el encanto de la boda! Pero hay que ir más allá para descubrir la verdad que encierra este relato. Estamos en el evangelio de S. Juan -el teólogo por excelencia-. Cada episodio supera el nivel del simple relato para convertirse en símbolo sugeridor de una verdad más profunda. Estamos ante la profecía del banquete mesiánico.

¿Qué se quiere decir aquí, precisamente al inicio del evangelio? Que Jesús ha llegado a la vida real, al núcleo de la vida -la familia humana-, y con Él ha llegado el cambio. Lo viejo ha pasado; hay que dejar lo caduco, lo provisorio, lo intranscendente. Ha llegado lo nuevo, lo definitivo, lo que realmente tiene valor. El AT cede su puesto al NT. El agua, al vino. "A vino nuevo, odres nuevos" (Mc 2,22).

Para S. Juan “la hora” de Jesús tiene su plenitud en la cruz (Jn 13,1ss); en Caná "todavía no ha llegado mi hora". Pertenece al Padre marcarla; pero ya comienzan a moverse las agujas del reloj divino. Y, precisamente, a instancias de su madre. ¡Cuántos dolores de cabeza ha dado a los estudiosos la respuesta de Jesús a María! No es desaire ni despreocupación.

Solamente en dos ocasiones evoca san Juan en su evangelio la figura de María: en Caná, y junto a la cruz (19,25), y en ambos relatos es presentada como "mujer" y "madre", no por su nombre de María. Y es que cuando se está gestando el nuevo hombre, el hombre redimido, María asume el papel de Nueva Eva -madre de todos: "Ahí tienes a tu hijo..." (Jn 19,26).

Podríamos adentrarnos en este simbolismo grandioso y profundo, pero nos llevaría muy lejos y muy alto. En todo caso, el relato de Caná -el inicio de la Hora- no puede leerse sin hacer referencia a la Cruz -plenitud de la Hora y consumación del banquete mesiánico-. Y en ambos momentos María es co-protagonista. La presencia de María es siempre una presencia atenta, solícita; por ello la Iglesia la proclamado mediadora e intercesora por excelencia ante Cristo.

Caná es profecía del banquete mesiánico, donde se sirven manjares sustanciosos y vinos de solera (Is 25,6), y del banquete eucarístico, donde esos majares y bebidas son personalizados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Juan no transmite el relato eucarístico del Jueves Santo, pero la eucaristía vertebra su Evangelio: la presenta en Caná, donde Jesús se convierte en sacramento de la fe para sus discípulos, que “creyeron en él”, y la explica en el cap. 6, en el discurso que sigue a la multiplicación de los panes y los peces.

Caná es urgencia a situar la vida en la órbita de Jesús: “Haced lo que él os diga”. Ahí reside el secreto para convertir la realidad, y la propia vida, en el vino que salve la fiesta, amenazada por la escasez de caldos y por su baja calidad. Hay que injertarse existencialmente en Él para dar su fruto y ser vino de calidad (Jn 15,6-7), que alegre el corazón del hombre.

Caná es espacio teofánico/sacramental, donde Jesús manifestó su gloria (Jn 1,11), como en el Bautismo y en la Transfiguración. Y se reveló como el novio (Jn 3,29; Mt 9,15) de las bodas definitivas (Apo 19,7; 21,2).

Concluye el relato anotando “y creció en él la fe de sus discípulos”. No estaría mal que esta fuera la conclusión de nuestro acercamiento hoy a la contemplación de este “signo” de Jesús.


REFLEXIÓN PERSONAL

  • ¿Cómo participo de la Eucaristía?
  • ¿Aporto mis dones a la comunidad?
  • ¿Qué vino sirvo en la vida?
Domingo Montero, capuchino
 

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