lunes, 31 de mayo de 2021

ECOEVANGELIO: SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

En el marco del “Día Mundial de la Biodiversidad” recientemente celebrado el 22 de mayo pasado, y en el contexto de la emergencia sanitaria en el que aún estamos inmersos, la ONU resaltó la urgente necesidad de tomar medidas enérgicas ante la pérdida de biodiversidad en el planeta, sobre todo por la amenaza que supone para la salud humana. «Existen pruebas de que perder nuestra biodiversidad podría aumentar los casos de zoonosis -enfermedades transmitidas de los animales a los humanos- mientras que, por el contrario, si conseguimos mantenerla estable, esta podría ser una gran herramienta en la lucha contra pandemias como aquellas causadas por los coronavirus» (ONU). Resulta relevante que en la diversidad se encuentre el futuro de la vida en el planeta, y también determinante la necesidad de complementariedad y no la invidualidad lo que posibilita la existencia. Dios es el origen de la vida y ha querido manifestarla de diversas formas y en una trama de relaciones (cf. LS 240). Dios se expresa así, en relación y encuentro entre personas distintas (Trinidad).

El misterio de la Santísima Trinidad es el que muestra el Evangelista Mateo en este domingo (Mt 28, 16-20). La comunidad mateana recogió en estos versículos el sello indeleble del ser cristiano: el bautismo en el nombre de la Trinidad. “Id, pues, y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19). De ahí que, en razón de nuestro Bautismo, somos llamados a profesar nuestra fe en la Santísima Trinidad (cf. CEC 189). Por tanto, el misterio de la vida que se desarrolla solo y a través de la diversidad no ha de resultar extraño para los creyentes que creemos en un Dios Trinidad; contrariamente hemos de constatar que toda la realidad contiene en su seno una marca propiamente trinitaria (cf. LS 239). Las Personas divinas -Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo- son realmente distintas entre sí. “Dios es único pero no solitario” (cf. CEC 254). Confesar el valor de la comunión en la diversidad es inherente al cristianismo y por tanto al modo de vivir nuestro compromiso creyente en el mundo. Hace dos siglos I. Kant escribía: «Desde el punto de vista práctico, la doctrina de la Trinidad es perfectamente inútil». El planteamiento del filósofo prusiano estaba lejos de la realidad porque «la fe en la Trinidad cambia no sólo nuestra manera de mirar a Dios sino también nuestra manera de entender la vida» (A. Pagola).

Cuando el cristianismo habla de la Trinidad, declara que Dios no es una idea abstracta, por el contrario, esclarece y concretiza la acción divina en el proceso relacional que hace posible la vida. Este cosmos tiene fecundidad, amor y vida porque existe un fundamento originario, el Dios de la vida; un Dios que es movimiento de fecundidad y amor que desde el Padre culmina por el Hijo en el Espíritu (cf. X. Picaza). Esto nos desafía a fomentar la colaboración, la solidaridad, y la fraternidad cósmica y planetaria. Estamos transitando hacia la «Civilización Ecológica», tema de la próxima COP 15. En esta conferencia se espera que los acuerdos que se tomen en relación a la biodiversidad contribuyan a “la nutrición, la seguridad alimentaria y los medios de vida de las personas, especialmente de las más vulnerables” (ONU). Que la fiesta de la Trinidad nos anime a interesarnos, informarnos, orar y comprometernos en estas búsquedas globales. «Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad» (LS 240).

Hna. Gladys de la Cruz Castañón HCJC 

miércoles, 26 de mayo de 2021

CANSADO DE AYUDAR

Después de un tiempo ayudando a los demás, suele llegar un momento en el cual uno descubre que se le han difuminado los motivos que le llevaron a ser solidario con los que le necesitaban. Uno se agota y dice: “Estoy cansado de ayudar”. Hay muchas razones para llegar a esto: se han ido los idealismos primeros por un mundo más justo o por hacer más llevadera la vida de personas necesitadas, ya no me aporta nada nuevo invertir tanto tiempo y energías ayudando a los demás, la vida va para adelante y es hora de empezar a preocuparse más por uno mismo, no se ve que se consiga nada con todo lo trabajado por el prójimo…

Es normal que llegue la hora de cuestionar la tarea y la entrega que se está realizando por los demás. Pero lo que hace que uno toque fondo no es sólo el cansancio, sino que ya no encuentra dónde apoyarse para continuar con lo que venía haciendo; se ha desfondado porque han desaparecido los fondos donde se apoyaba la entrega: los proyectos se han vuelto castillos en el aire, lo que al comienzo parecía generosidad se ha comprobado que era más interés por nuevas experiencias, las personas ayudadas no alcanzan las condiciones que se deseaban para ellas…

Ante este cansancio generalmente se responde con un tiempo para descansar, rearmarse de nuevo y renovar los motivos para la vuelta a la entrega. Muchas personas pasan página y dan por finalizado su tiempo para la solidaridad. Y hay personas que encuentran nuevos motivos para la solidaridad ahondando en lo que les llevó a la entrega. Quizá sea que el apoyo para la solidaridad no esté en uno mismo, ni en el trabajo que realiza, ni en los ideales que le motivaron en otros tiempos, sino en que sólo dándose a favor de los demás, en la forma que sea, van respondiendo al amor que mantiene toda su vida. Dios es quien sostiene la obra.

Carta de Asís, mayo 2021 

lunes, 24 de mayo de 2021

ECOEVANGELIO: PENTECOSTÉS, DESARROLLAR LAS VIRTUDES ECOLÓGICAS

El científico Stephen Hawking, a finales del siglo pasado, hacía notar el ajuste exacto de los valores de la carga de los electrones, el ratio de la masa, etc., que hizo posible el desarrollo de la vida en el universo. Y citaba un ejemplo: «si la carga eléctrica del electrón hubiera sido solo ligeramente diferente, las estrellas no hubieran podido quemar hidrógeno y helio o, por el contrario hubieran explotado». Este escenario caótico hubiera sido hostil para la existencia de la vida. Así concluía que: «habría que tomar esto como evidencia de un propósito divino en la creación y en la elección de las leyes de la ciencia». El libro del Génesis, con su propio estilo, refiere el escenario caótico inicial y en éste la presencia del Espíritu -la Ruah- que al hacerse Palabra -Y dijo Dios- va posibilitando la vida, incluida la del ser humano, a quien le insufla el aliento de vida (cf. Gn 2,7). En la solemnidad de Pentecostés, que celebramos este domingo último de Pascua, nuestra reflexión se centra en el Espíritu Santo, «Señor y Dador de vida», como lo proclamamos en el Credo.

En el Evangelio, Juan relaciona a Jesús con el modelo de Dios creador que insufla aliento de vida (cf. Gn 2,7). Así también, Jesús sopla sobre los apóstoles y les dice: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20,22). Si el Spiritu Creator, Espíritu Creador, llena la tierra y renueva todas las cosas, quienes reciban el Espíritu dado por Jesús, se descubrirán renacidos y portadores de una nueva vida. Además, el evangelista añade: «a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 23). Significa entonces que esta vida nueva en el Espíritu se ofrece como principio de perdón, de gracia y de poder liberador. Los hombres y mujeres del Espíritu, a ejemplo de Jesús, vivirán el perdón, la reconciliación y la comunión no solo entre ellos, sino con el universo entero y con todo lo que en él habita.

Efectivamente, de este modo reconocemos que en cada criatura habita el Espíritu vivificante que nos llama a una relación con Él (cf. LS 88). Un poema de Oriente expresa muy bien esta presencia: «El Espíritu duerme en la roca; sueña en la flor; recuerda en el animal, y viene a conocer lo que recuerda en el ser humano». L. Boff, comentando este poema, subrayaba que, «el Espíritu permea todo como una trabazón del universo consigo mismo, como una fuerza de comunicación y de comunión. Por eso la espiritualidad que nace de esta fe se siente vinculada a los procesos naturales y cósmicos». Y en consecuencia, suscita la reconciliación con el universo.

La fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo a nuestras vidas y a nuestra Iglesia, es un llamado a contemplar sobrecogidos y admirados el mundo que nos rodea, el Espíritu nos invade en todo; y también nos llama a un compromiso más consciente por el cuidado de nuestro planeta. Como bien dice el Papa Francisco, el descubrimiento de esta presencia -del Espíritu- estimula en nosotros el desarrollo de las virtudes ecológicas (cf. LS 88). La vivencia de nuestra fe ha de ser integral, y ante la crisis ecológica que vivimos, nuestra fe es poco creíble si no la manifestamos también con el cuidado de la creación. Y en este aspecto, los católicos hemos de reconocer la inventiva del Espíritu en la conciencia ecológica que está emergiendo cada vez con más fuerza. Quizás ante el grave deterioro ecológico no logremos percibir las transformaciones que miles de ciudadanos y creyentes están logrando. Sin embargo, el Espíritu está actuando, «el Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de la mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables» (LS 80). Es Pentecostés un llamado, un impulso y una fuerza a estimular en nosotros el desarrollo de las virtudes ecológicas.

Hna. Gladys de la Cruz Castañón HCJC

jueves, 20 de mayo de 2021

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LA ECOLOGÍA?

Querer hacer del evangelio un tratado de ecología es excesivo. El tema, tal como lo entendemos ahora, es moderno. Pero, como ocurre con otros asuntos, hay “semillas” en los evangelios que pueden contribuir a alimentar una espiritualidad ecológica. Al fin y al cabo, aquellos tiempos preindustriales son tiempos más ceñidos a la tierra que los nuestros.

Una certeza que tienen los contemporáneos de Jesús es la noción de “bienes limitados”: ellos creen que los bienes de la tierra son limitados y que si uno se apropia de muchos de ellos, deja desprovistos a las demás personas. Es como un robo ecológico. Entronca esto muy bien con la corriente del decrecimiento que quiere hacer ver que la tierra no es una despensa inagotable, sino que hay que explotar racionalmente los recursos y aceptar el rito de crecimiento que marca la naturaleza. Son aproximaciones.

  • Jesús hace ver a sus contemporáneos que saben leer muy bien los signos del cielo y no saben leer los del reino (Lc 12,54). Avezados en ecología, pero torpes en espiritualidad. Un aviso que hemos de recoger nosotros, porque ambas realidades conectan de alguna manera.
  • Fácilmente los evangelios utilizan los elementos ecológicos para extraer una espiritualidad. En Jn 3,8 dice que el nacido del espíritu es volátil como el viento que no sabes ni adónde viene ni adónde va. Se lee con facilidad el libro de la creación porque los caminos no se han diversificado todavía, se vive ceñido a la tierra.
  • En la parábola de la semilla que crece por sí sola se quiere enfatizar la confianza (Mc 4,26-29). En realidad, no crece por sí sola: la semilla trabaja día y noche para chupar sus nutrientes. La creación trabaja, porque el logro de una creación culminada se hace con el trabajo de todas y cada una de las criaturas.

Texto: Mt 6,24-34: «Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propia preocupación».

  • Son dos parábolas ecológicas propiamente dichas: los lirios y los pájaros enseñan un comportamiento cristiano, la confianza que debe tener el seguidor para que las preocupaciones excesivas no ahoguen la opción por Jesús.
  • Por un lado los pájaros: es verdad que no tienen graneros y que el Padre los alimenta, pero ellos trabajan denodadamente para llevarse el grano a su buche (más de 400 salidas diarias). La naturaleza enseña la confianza pero no desdeña la laboriosidad.
  • Lo mismo los lirios: no tejen ni hilan y el Padre los viste con elegancia. Pero ellos trabajan las 24 horas del día para chupar los nutrientes de la tierra que los alimentan y los embellecen, de lo contrario se agostarían.
  • Los seres de la tierra enseñan la laboriosidad y la confianza. Ambas realidades han de ir mezcladas en la vida del seguidor de Jesús. Por otra parte, son recursos (las aves, los lirios) que son mirados aquí más por su hermosura que por su utilidad. Ayudan a lograr lo que LS’ (111) llama “la otra mirada”, ese modo de enfocar la creación con respeto y aprecio, en sintonía de belleza.

Aplicación: Cada vez queda más claro que uno de los movimientos sociales llamados a modificar el planeta en este momento es el de la ecología. Aunque la cosa tenga aún detractores y negacionistas la realidad es imparable: del comportamiento ecológico deriva la comprensión del ciudadano moderno, no solamente el cuidado del medio ambiente. Por eso está todos los días en la prensa; por eso “sobrevive” la Laudato Si’; por eso se miran con lupa aspectos técnicos (por ejemplo los vehículos) que antes parecían asuntos de personas exquisitas; por eso las ciudades se organizan en maneras cada vez más ecológicas con el beneplácito de la ciudadanía. La ecología tiene inmediato futuro, más que nunca.

Pero, a veces, hay variables muy interesantes: una de ellas es el movimiento ecológico de los adolescentes promovido por Greta Thumberg. Los adolescentes es un fragmento social que pocas veces había levantado la voz a nivel mundial. Pero resulta que en este tema de la ecología empiezan a ser una fuerza social que ya no se puede desdeñar. Como sus herramientas de contacto están en internet, se empieza a tejer toda una red de acciones que los gobiernos empiezan a tener en cuenta y tratan de domesticar (una manera es dar premios, a ver si se apaciguan). Pero si esto va a más, los políticos van a tener que ponerse las pilas.

De hecho, cuando un político propone “una sociedad de hombre y mujeres iguales en armonía con la naturaleza” los periodistas se ríen a mandíbula batiente. Pero ese es el camino que, indefectiblemente, se ha de seguir cuando lo experimentemos más crudamente las consecuencias del cambio climático. Es que llevar a las instituciones políticas el tema de la ecología es una auténtica novedad porque eso no había sido nunca por aquí un tema de estado. Pero las cosas están cambiando tan vertiginosamente que habrá que hacer sitio al tema en la agenda, pronto y de manera activa, no con protocolos como el Kioto o París que nadie cumple. 

Fidel Aizpurúa, capuchino

martes, 18 de mayo de 2021

ECOEVANGELIO: CAMINAMOS HACIA LA CASA COMÚN DEL CIELO

Hace pocos días, una catequista que cuida a un adulto mayor, me compartía lo difícil que es la situación cuando los ancianos van perdiendo la memoria. Y ella, viéndose en unos años más adelante, me decía: «le pido a Dios que nunca me olvide de Él, que nunca olvide que Él es mi meta». Me sobrecogí por lo que me había compartido; pude percibir la ondura con la que vive, y el anhelo existencial con el que camina. Además, su testimonio activo y cercano en la comunidad parroquial, me hizo pensar en la conocida frase, atribuida a san Juan Bosco:«Camina con los pies en la tierra, pero teniendo la mirada y el corazón en el cielo». Creer en Jesús Resucitado nos ha colocado en la perspectiva de una vida en Dios para siempre; quizá pocos lo interiorizamos -como esta catequista- o quizás más bien, poco lo expresamos. La Solemnidad de la Ascensión del Señor, que celebramos el domingo, nos coloca frente a esta realidad: caminamos «hacia la casa común del cielo» (LS 243).

El evangelista Marcos nos da cuenta de la última aparición de Jesús resucitado a sus discípulos, y también nos dice que después fue llevado al cielo (cf. Mc 16,19). Bíblicamente, la expresión cielo no se asocia a la boveda celeste, sino al lugar de la presencia de Dios; incluso la palabra cielo se identifica con Dios mismo. Esto lo podemos ver en los evangelios, donde a veces se intercambia cielo por Dios: “reino de los Cielos”o “reino de Dios” (cf. X. Pikaza). Ser llevado al cielo significa que Jesús está junto a Dios, su Padre. Según lo que nos ha presentado Marcos, la Ascensión del Señor es despedida y final de un tiempo, el de la pascua; también es plenitud, porque entra en comunión de vida con Dios, y es esperanza de un futuro con Él para todos los que recorren su camino. El Catecismo de la Iglesia Católica, refiriéndose a esta verdad dice: «Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con Él eternamente» (CEC 666).

La fiesta de la Ascensión nos muestra el camino hacia la “casa común definitiva”. Mientras lo recorremos, tenemos una tarea que Jesús nos ha dejado: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). Jesús resucitado es el Evangelio, él es la buena noticia, anuncio de vida para los pobres. Desde aquí comprendemos la importante tarea encomendada de ir a toda la creación. Si el Evangelio es un anuncio para los pobres, en este siglo hemos de incluir a nuestra hermana tierra, como la encíclica Laudato si’ lo refiere: “entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto (Rm 8,22)”» (LS 2). Ser buena noticia para la creación nos lleva a reconocerla como una hermana, con la cual compartimos nuestra existencia (cf.LS 1), a la que le debemos respeto y cuidado.

Sin duda alguna, la solemnidad de la Ascensión amplía la tarea encomendada por el que ha sido elevado a los cielos. Parafraseando la frase ya citada podríamos decir: “cuidar de nuestra casa común, con la mirada puesta en nuestra casa común del cielo”. La misma encíclica, con toda claridad nos dice: «Al final nos encontraremos cara a cara frente a la infinita belleza de Dios (cf. 1 Co 13,12) y podremos leer con feliz admiración el misterio del universo, que participará con nosotros de la plenitud sin fin» (LS 243). «Mientras tanto, nos unimos para hacernos cargo de esta casa que se nos confió, sabiendo que todo lo bueno que hay en ella será asumido en la fiesta celestial» (LS 244).

Hna. Gladys de la Cruz Castañón HCJC

domingo, 16 de mayo de 2021

SEMANA LAUDATO SI'

 

La Semana Laudato Si’ 2021, tendrá lugar del 16 al 25 de mayo, y será la coronación de Año Especial Laudato Si’, y la celebración de los grandes progresos, que toda la Iglesia ha hecho, en el camino hacia la conversión ecológica.

La Semana Laudato Si’ 2021 será, además, un momento para reflexionar sobre lo que la pandemia del COVID-19 nos ha enseñado y preparar el futuro con esperanza.

En esta PÁGINA encontrarás todo lo que necesitas saber sobre el evento que corona el Año Especial de Aniversario de la Laudato Si’: cómo puedes participar en los eventos globales, y cómo puedes crear un cambio a nivel local y ayudar a llevar Laudato Si’ a la vida.

Todos los eventos mundiales serán transmitidos en el canal de YouTube del MCMC. Además, cada día el MCMC emitirá un programa en directo a las 13:00 CET para destacar cómo Laudato Si’ está inspirando a los católicos de todo el mundo.

A nivel local, recuerda participar en un evento cerca de ti, ya sea en persona o en línea, para llevar realmente la celebración a tu comunidad.

Para estar al día, sigue las redes sociales del MCMC: Facebook, Twitter, YouTube e Instagram, y cuéntale al mundo lo que estás haciendo usando los hashtags #SemanaLaudatoSi #LaudatoSi6.

sábado, 15 de mayo de 2021

ORACIÓN A SANTA MARÍA

 

Santa María, Virgen de la acogida,
que abriste los brazos y el corazón al Niño de Belén,
enséñanos a acoger a Jesús que se hace presente,
de tantas maneras, a lo largo de cada día.

Santa María, Virgen de la disponibilidad,
que te dejaste modelar por las manos del Artista Divino,
haznos disponibles, atentos y prestos
a dejarnos iluminar por la luz de tu Hijo.

Santa María, Virgen del servicio,
que estuviste siempre a punto para dar una mano,
haznos dispuestos a ver las necesidades de los otros,
y a responder generosamente.

Santa María, Virgen del silencio,
que en el recogimiento penetraste el Misterio,
danos el coraje de salir del ruido engañoso,
para sumergirnos en la realidad viva de las cosas.

Santa María, Virgen de la escucha y la respuesta,
que dijiste un sí que fue el alma de toda una vida,
abre nuestras vidas a la voz expectante de nuestro Dios.

Santa María, Virgen de la oración,
que supiste vivir en intimidad
y en comunión con tu Hijo,
llena nuestra existencia de su infinita ternura.

miércoles, 12 de mayo de 2021

SÍMBOLOS DE RESURRECCIÓN

En la primavera de 1986, el reactor número 4 de Chernóbil se incendió y explotó, enviando un penacho de radiación atómica a la atmósfera. La catástrofe obligó a más de 100.000 personas a abandonar sus hogares. Inmediatamente se creó una zona de exclusión de un radio de 30 kilómetros alrededor del reactor, dejando vacías dos grandes ciudades, así como más de 100 pueblos y multitud de granjas.

Mucha gente piensa que la zona que rodea la central nuclear de Chernóbil es hoy un escenario post-apocalíptico, un lugar desolado y muerto. Sin embargo, la ciencia nos dice algo muy diferente.

Los investigadores han descubierto que el terreno que rodea la central, vedado a los humanos desde hace más de tres décadas, se ha convertido en un refugio para la fauna, con bisontes, alces, ciervos, caballos, jabalíes, lobos, linces, cigüeñas negras y otros animales que habitan en los espesos bosques circundantes.

La llamada Zona de Exclusión de Chernóbil (ZEC), que abarca 2.800 km2 en el norte de Ucrania, es la tercera reserva natural más grande de Europa continental y se ha convertido en un experimento icónico -aunque accidental y trágico en su origen- de “vuelta a un estado silvestre” (rewilding, en inglés).

La ZEC es un ejemplo fascinante del poder de la naturaleza para recuperarse de la degradación.

Otro ejemplo similar es el del antiguo Telón de Acero que dividió Europa. Durante décadas, esa franja de tierra fuertemente militarizada dividió el Este y el Oeste del continente. Hasta 1989, como si de una larga y profunda herida se tratase, atravesaba Alemania y los Balcanes llegando al Mar Negro y al Adriático.

Para las personas, el Telón de Acero fue durante décadas una barrera impenetrable. Pero, para la naturaleza, se convirtió en una magnífica oportunidad, en una zona libre de la ocupación humana. Precisamente allí donde el alambre de espino, las torres de vigilancia y los campos de minas dividían Europa, se desarrolló un hábitat ecológico libre de interferencias a lo largo de 12.500 km de frontera.

El bautizado como Cinturón Verde Europeo es otro de los grandes experimentos contemporáneos de vuelta a un estado silvestre.

Como europeo, me resulta casi inevitable asociar estos dramáticos ejemplos de nuestra historia con la experiencia central de la fe cristiana. Los paralelismos son muchos: Allí donde se sembró la destrucción y la muerte, ha resurgido con fuerza la vida y la esperanza. Allí donde se instaló la división y el enfrentamiento, se ha dado paso a la unión y al entendimiento. Como si de un Pentecostés de la Creación se tratase, el espíritu de la reconciliación ha transformado el miedo en paz, la degradación en restauración, la muerte en resurrección.

En estos procesos de restauración ecológica resuenan también las parábolas y mensajes de Jesús. Resulta casi evidente que el maestro de Nazaret escogiese tantos ejemplos de la naturaleza para describir el sentido de su misión, el sentido del Reino de Dios y el sentido de su vida. La semilla enterrada, el lento y oculto crecimiento vegetal, el fruto que se multiplica inesperadamente: todas son metáforas que expresan la centralidad de la esperanza y la experiencia de la resurrección.

En todos los casos, sin embargo, la paciencia resulta imprescindible. Porque cualquier proyecto de restauración ecológica demanda tiempo, normalmente décadas, para ver el resultado. La germinación de la semilla, el crecimiento de la planta y la producción de fruto también requieren del tiempo. Y la resurrección solo puede captarse en el transcurrir, “al tercer día”, echando la vista atrás.

Todas las heridas —las que marcan la historia de los pueblos, la geografía física y la propia creación— demandan tiempo para transformarse en cicatrices. Cicatrices que nos recuerdan el dolor pasado, sí, pero que pueden convertirse en símbolos de esperanza. Símbolos de resurrección.

Jaime Tatay, sj

domingo, 9 de mayo de 2021

ECOEVANGELIO: EL AMOR NO TIENE LÍMITES EN EL FLUIR DE LA VIDA

Dentro de los espacios de diálogo suscitados en torno a la COP 25, conferencia de la ONU sobre cambio climático, escuché el testimonio de una joven que decía: Yo, católica de tradición, era ecologista y al mismo tiempo proabortista. Esta incongruencia, señalada por ella, fue superada después de conocer el paradigma de la ecología integral, desarrollado en la encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común, donde leemos: «Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto» (LS 120). Actualmente, la joven está totalmente comprometida con el Movimiento Católico Mundial por el Clima.

En el otro extremo, es común encontrar creyentes que marchan a favor de la vida, y son pasivos o se burlan del problema ambiental (Cf. LS 217). Ambas posturas señaladas, y suponiendo que el móvil es el amor, nos demuestran esa tensión constante de contraponer “amores”; y para quienes creemos en el proyecto de Dios, que es amor, una limitada forma de vivirnos bajo esta experiencia. El tema del amor sobresale en este VI Domingo de Pascua; en él se nos presentan claves para comprenderlo y trascenderlo en los otros.

El pasaje de este domingo es continuación y profundización del que escuchamos el domingo anterior. «Permanecer en el amor», nos dirá Jesús nuevamente en el Evangelio; esclareciendo el origen y las características de este amor. Somos objeto del amor divino y eterno; en esto radica el que también seamos capaces de amar. Si bien, como respuesta a este amor, esperaríamos que la Palabra nos planteara amar primeramente a Dios; y sorprendentemente, subraya el amor a los otros. «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15, 12). La reciente encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, remarca: «Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar» (FT 92) a los otros.

Y porque amamos desde el corazón de Dios, como discípulos de Jesús, «El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida» (FT 94). En esta búsqueda de lo mejor para los otros, en el contexto actual, es necesario incluir el amor y cuidado de nuestro hogar común y de todas las criaturas que en ella habitan. El principio de “todo está conectado” nos revela que la vida humana depende de la vida del planeta y esto nos hace pensar que «Cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos» (FT 17).

La narrativa cristiana, en nuestra época contemporánea, tiene el reto de evidenciar más el llamado al amor de modo más amplio; no solo el que nos debemos entre los humanos, sino extenderlo a la creación entera. Dado que «Para la tradición judío-cristiana, decir «creación » es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado» (LS 76). Permanezcamos unidos a Jesús; la experiencia de su amor nos ayudará a comprender que éste no tiene límites en el fluir de la vida.

Hna. Gladys de la Cruz Castañón HCJC 

jueves, 6 de mayo de 2021

UNA ABSOLUTA NECESIDAD

Hacía mucho tiempo que no escuchaba a un político una frase que me hiciera reflexionar. Por supuesto que no fue en un mitin, ni tampoco en un debate cara a cara, sino en una tertulia distendida. Decía que, como sociedad, en esta pandemia hemos aprendido que somos extremadamente frágiles, y que por tanto necesitamos salir todos juntos de esta crisis. Ha ocurrido de manera espontánea: los vecinos que han ayudado a las personas mayores de su escalera; las mujeres que han confeccionado mascarillas en el salón de su casa; los sanitarios que han dedicado más horas y esfuerzo que el que marcan sus contratos; los voluntarios de las ONGs que se han volcado para atender a los que peor lo estaban pasando, y un largo etcétera.

Dicho político decía que somos extremadamente frágiles, y eso también me hizo pensar que la fragilidad de la humanidad ha sido una constante desde su origen. No es una situación solo de ahora, sino que siempre lo hemos sido. ¿Y dónde estaba la fragilidad del mundo antes de la pandemia? Pues no es difícil decirlo: hambre; guerras; desplazados; refugiados; maltrato; abusos; discriminación; prostitución infantil; personas sin hogar; mi propio dolor y mi futura muerte. La lista la podemos completar cada uno con tantos casos de sufrimiento que conocemos.

¿Por qué antes no éramos conscientes de esa fragilidad cuando está tan presente en el mundo y en mi vida? Porque huimos de ella. Gran parte de esa vulnerabilidad no nos afecta, y lo que no afecta a uno, aunque sea la mayor tragedia, termina por desaparecer de nuestro horizonte y de nuestra forma de entender el mundo: es una simple consecuencia de nuestro egocentrismo. Pero no sólo no nos afecta el sufrimiento de otros países. Tampoco miramos a los dolores que tenemos en nuestra ciudad, en nuestro barrio, o los que viven los vecinos de mi edificio. Y  la fragilidad que sí nos afecta la intentamos tapar con esta cultura del entretenimiento en que vivimos.

Pero en el caso del coronavirus la vulnerabilidad la sentimos en nuestras carnes, nos rodea por detrás y delante y no podemos escapar de ella. De alguna manera se nos ha impuesto la conciencia de fragilidad del mundo en que vivimos y de mi persona, se nos ha puesto delante de los ojos. Y la vulnerabilidad nos lleva a salir de nuestra pretendida autosuficiencia y buscar ayudas, establecer relaciones, lazos, alianzas.

Y, abrirnos a otras personas nos hace más conscientes de la verdad de la existencia y por tanto nos prepara para una vida más auténtica y plena: nos hace más humanos y estrecha nuestra relación con la realidad. Es nuestra única salvación. Ya lo dice Michel Desmurget: “La política renacerá cuando los dolores engendrados por la era actual de comunicación vacía y por el ombliguismo reinante sean lo suficientemente profundos como para traernos de vuelta a la absoluta necesidad del bien común”. Y lo pide el Papa Francisco comentando la parábola del buen samaritano: “que la sociedad se encamine a la prosecución del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social, su tejido de relaciones, su proyecto humano” (Fratelli Tutti 66). Por tanto, no sólo la política, sino también cada uno de nosotros puede nacer de nuevo si vuelve a la absoluta necesidad del bien común (Jn 3, 3).

Javier Morala, capuchino


martes, 4 de mayo de 2021

CARACTERÍSTICA DEL DISCÍPULO: DESBORDE DE VIDA Y DE COMUNIÓN CON EL MUNDO QUE LO RODEA

Somos una sociedad hiper estimulada, vivimos en un mundo de oferta infinita y, sin darnos cuenta, nos enrolamos en continuas compras, en el seguimiento de la moda que viene, en la obtención de la siguiente experiencia, etc. Las consecuencias las padecemos: estrés, inseguridad, problemas económicos, sensación de no controlar la vida, etc., y no pocas veces terminamos con una íntima insatisfacción en todo. Buscamos algo más.

En este contexto me llama la atención el surgimiento de nuevos movimientos que escapan de esta vorágine consumista, tienen sed del infinito, y viven desde otras opciones más equilibradas. Mencionaremos algunos.

  • Vida sencilla (simple living): ellos se proponen eliminar de la vida los elementos superfluos.
  • Anticonsumistas: denuncian el consumismo desaforado, son proambientales y defienden el derecho de los consumidores.
  • Desaceleración (downshifting): valoran la racionalización del tiempo y del ritmo de vida en pro de la felicidad.

Y la lista podría seguir. En estas búsquedas descubro el anhelo innato de plenitud que Dios ha inscrito en nuestros corazones y que la cultura actual va opacando. El Evangelio de este V Domingo de Pascua nos lo recuerda en la llamada a dar fruto abundante.

Jesús, como buen pedagogo, al dirigirse a las personas partía con frecuencia de cosas conocidas, de lo que estaba a la vista, y desde aquí señalaba realidades trascendentes y actitudes a asumir (cf. DC 200). La imagen de la vid, los sarmientos y el viñador que escuchamos en este domingo es un ejemplo de ello. Jesús dice de sí: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador» (Jn 15,1). El Padre es el diestro labrador que interviene en el cuidado de la vid para que dé fruto, que es su capacidad nata.

Jesús es la cepa que ha sido cultivada con dedicación y por eso da frutos a través de sus sarmientos o ramas. Él nos compara con las ramas revelándonos el vínculo tan profundo y vital que nos une a Él. En el plano espiritual, la unión se da por la savia divina que nos recorre y que se manifiesta en nosotros con proyectos vitales y capacidad creadora.

Entonces, ¿cómo es que también somos capaces de cultivar proyectos de no vida? Jesús, el maestro, nos lo aclara: si las ramas no estamos unidos a Él, nos secamos; la linfa divina que corre dentro de nosotros se corta y perdemos la capacidad creadora y protectora que recibimos como don. Jesús quiere que demos fruto abundante, nuestra plenitud es la gloria del Padre: «Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos» (Jn 15,8). Es pues una característica del discípulo el desborde de vida y de comunión con el mundo que lo rodea.

Por eso, como discípulos de Cristo Jesús, necesitamos ser podados de ideas y de actuaciones que nos meten en círculos viciosos y nos enfrentan con el mundo, con los hermanos y con nosotros mismos. Necesitamos cultivar nuevos pensamientos positivos acerca de la vida, de la sociedad y de la relación con la naturaleza. De otro modo, seguiremos siendo presa del paradigma consumista que se transmite por los medios de comunicación y a través de los eficaces engranajes del mercado (cf. LS 216). Dicho paradigma nos atrae poderosamente pero nos roba la paz, nos enfrenta con los otros y con nuestro mundo. En definitiva, nos corta la linfa de la vida divina que corre por nuestras venas. Permanezcamos unidos a la Vid verdadera que es Cristo, garantía de fruto abundante y plenitud de vida para ser compartida.

Hna. Gladys de la Cruz Castañón HCJC

domingo, 2 de mayo de 2021

DÍA DE LA MADRE

El calendario está lleno de días Internaciones, Mundiales o simplemente de Días de… Lo que tienen en común todos ellos es que tratan de celebrar o de sensibilizarnos ante una situación que afecta a muchas personas en todo el mundo. ...

Tratan de temas universales. Los días internacionales oficiales son los proclamados por la ONU. Su fecha de celebración la decide la Asamblea General, que es el órgano más representativo. Los días mundiales oficiales son proclamados por las agencias especializadas adheridas a la ONU, como son la UNESCO o la OMS. Hay otros días internacionales o mundiales no oficiales, que son proclamados por otro tipo de organizaciones, asociaciones o colectivos que se han popularizado con el paso del tiempo y que también se celebran a nivel mundial. Finalmente están los días de … lo que sea, que no tienen el calificativo de internacionales o mundiales, pero que también se celebran en todo el mundo. Entre estos están el Día de la Madre o el Día del Padre.

En España celebramos el día de la madre el primer domingo de mayo, pero no es así en todos los países. Comenzó a celebrarse este día el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Pero en 1965 se trasladó este día al primer domingo de mayo, tal como lo conocemos ahora. El hecho de que se celebre en mayo no es casual, pues éste es el mes dedicado a la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra.

En este año, en este tiempo complicado y difícil, queremos tener un recuerdo especial por todas nuestras madres. Algunas abuelas y madres se nos han ido en soledad y no las hemos podido despedir como hubiéramos querido. Nos quedan los recuerdos y experiencias de vida que nos han dado. Estamos convencidos de que el recuerdo agradecido de lo vivido siempre es vivir más.

Hay muchas madres sufriendo especialmente en esta crisis sanitaria, social y económica que vivimos. Hay madres solas que cuidan de sus hijos con mucho esfuerzo y muy pocos recursos económicos. Hay otras que únicamente verán a los suyos a través de una video llamada o por el ordenador, pues el aislamiento y la distancia y el confinamiento nos ha separado. Otras tendrán la suerte de contar con los suyos y con algún regalo que recuerda y expresa que la madre es la figura esencial en nuestras vidas por generosidad, entrega, ternura y dedicación.

Que la celebración de este día, desde el ejemplo que nos dan, nos lleve a construir un mundo mejor, el que ellas siempre quieren para los suyos.

Benjamín Echeverría, capuchino