¿A quién no le ha pasado? Un día te levantas tarde y tienes prisa porque ves que no llegas, estás todavía medio dormido o simplemente no hay muchas ganas de trabajar. Tienes que hacer la cama antes de salir de la habitación para no encontrártela deshecha cuando vuelvas.
Mueves la cama, estiras las sábanas, metes por dentro la manta y ves que quedan arrugas. Ahora viene el problema, pues para que quedase bien habría que deshacer la cama y hacerla de nuevo. Pero no hay ni tiempo ni ganas. Así que procuras arreglarlo como se puede. Tiras de aquí, metes allí y estiras bien todo para que al poner la colcha encima el resultado sea perfecto. Terminada la operación vuelves a acercar la cama a la pared y sales de tu cuarto contento porque la chapuza no se nota nada.