martes, 21 de julio de 2015

TIEMPO DE DESCANSO

Descansar no significa un “tiempo vacío”. Puede ser un tiempo muy lleno. Porque puede ser un tiempo de:
  • Encontrarnos con nuestra interioridad.
  • Discernir nuestros criterios y nuestra mentalidad.
  • Encontrarnos con nuestro yo profundo.
  • Encontrarnos con Dios escondido dentro de nosotros.
  • Encontrarnos con nuestra verdad, la verdad de nuestra vida.
  • Escuchar esas voces silenciosas de las cosas que de ordinario no escuchamos.
  • Escuchar la realidad que nos rodea y sobre la que no tenemos tiempo para pensar.
  • Escuchar la canción de los pájaros que casi nunca escuchamos.
  • Escuchar la voz de las flores, ¿alguien las escucha?
  • Escuchar a Dios que nos habla desde dentro de nosotros.
“Descansar” no es un tiempo improductivo.
  • Las grandes ideas y pensamientos brotan en el silencio del descanso.
  • Las grandes inquietudes brotan en el silencio del descanso.
  • Las que hoy son las grandes obras musicales comenzaron por escucharse primero en el silencio del alma.
  • Las grandes obras del pensamiento brotaron del silencio del espíritu y no del bullicio de las cosas.
“Descansar” no es marginarnos de las cosas y de las personas.
  • Es descansar para escucharlas dentro de nosotros.
  • Es descansar para sentirlas dentro de nosotros.
  • Es descansar para hacerlas preocupación nuestra dentro de nosotros.
  • Es descansar para llenar de vida nuestra alma.
Hoy todos disponemos de mucho tiempo “libre”, pero disponemos muy poco del “tiempo del descanso”. De ese tiempo de relajación y de paz y de serenidad, y de silencio, y de encuentro. De ese tiempo que detiene el reloj para dejar de vivir “tan de prisa”. Antes las carreteras eran para llegar a algún sitio pero contemplando el paisaje, atravesar los pequeños pueblitos y ver a la gente paseando. Hoy, las grandes autopistas son para correr y llegar pronto, pero sin haber visto nada. No haberse deleitado nada, no haber visto nada.
Juan Jáuregui

martes, 14 de julio de 2015

AMAOS

Realmente no es sencillo hablar del amor. Todos tenemos experiencia de cómo nos centra y nos hace sentir vivos el sabernos amados, y también de cuánto nos rompe el sentirnos rechazados o no queridos. También sabemos cómo nos cuestan las relaciones, tanto en la familia como en los distintos entornos en que nos movemos.
   Por eso, hablar del amor es tanto como hablar del eje que da razón de nuestro ser (amar es lo que nos da vida, y amar es para lo que vivimos), pero también de las dificultades que encontramos para vivirlo a fondo.
   Esa incapacidad de amar proviene de nuestras heridas y miedos. Porque si bien el amor nos lleva a desprotegernos, a entregarnos y a confiar plenamente, el miedo nos hace desconfiar, protegernos, guardar las distancias. Sabemos que el miedo es un motor muy fuerte. Y que es incompatible con el amor, pues éste necesita un ámbito de confianza: no se puede amar a medias, no se puede amar con miedo, teniendo un as guardado en la manga “por si acaso”.
   Sin embargo, todos sabemos de la ambigüedad de nuestros amores, en los que se nos cuelan tantos miedos… Por eso necesitamos confesarnos a nosotros mismos que no sabemos amar, que hay situaciones y personas que nos bloquean, que sacan lo peor de nosotros, que nos “desquician”. Necesitamos ir aprendiendo a amar, y ello requiere la voluntad de querer amar… porque en ello nos va la vida. Si no somos capaces de amar, ¿tiene sentido nuestra vida?
   “El amor todo lo puede” nos dice San Pablo, y es verdad; pero eso no nos quita las dificultades, los conflictos, las heridas… Pero el hecho de sabernos amados incondicionalmente, hasta en nuestro pecado, nos da fuerzas para no detenernos en dificultades e impotencias, sino apostar por querer incluso a quienes nos hacen daño. Porque así hemos sido amados nosotros mismos. Así es como nos quiere Dios.

Carta de Asís, junio 2015


martes, 7 de julio de 2015

¿CUÁNTO TIEMPO TE PERMITES PARA LEER ESTE TEXTO?

¿Cuánto tiempo te permites para leer este texto? ¿Mientras lo lees ya estás pensando en lo que quieres hacer después? ¿Es otra información más que quieres consumir o te permites una lectura serena que pueda incorporarse a tu bagaje?
   En la cultura del ‘usar y tirar’ también hacemos lo mismo con multitud de propuestas de crecimiento personal y de espiritualidad. ‘Usamos’ una reflexión pero no permitimos que nos empape, sino que la consumimos y la desechamos sin dejar que nos cuestione.
   Muchas veces creemos que vamos a incorporar una sabiduría de vida simplemente por ir a una charla, por devorar un libro o por leer el decálogo de la felicidad que nos llega por WhatsApp. En ocasiones nos comportamos como espectadores y turistas de la vida, oyentes o lectores de frases encadenadas que para nada interpelan a nuestro ser y vivir. Y así, es muy común caer en un consumo desenfrenado de informativos, charlas, libros, como queriendo apropiarnos del conocimiento o sabiduría que creemos que encierran. Y nos olvidamos que la verdadera sabiduría no es objetivable, ni se puede atrapar ni manipular, sino que tenemos que dejarnos sumergir en ella.
Javier Morala. capuchino


domingo, 5 de julio de 2015

REGRESAR A CASA

No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.

¿Y si a la tierra y la casa a la que nos referimos es nuestro propio ser? ¿ No nos sucede a veces que confían más los demás en nosotros que nosotros mismos?
   Y preparados como estamos para hacer cada día el milagro de vivir conscientes e integrados, sin dualidades, vivimos como si eso no existiera, como si no tuviésemos control sobre nosotros mismos y fuésemos víctima de la vida y de los demás.
   Jesús nos lo pone claro, ya que Él fue poco a poco aprendiendo a vivir en el aquí y el ahora y continuamente conectado con su ser más profundo, con lo que cada día y en cada momento obraba el milagro de una vida consciente y por ende los milagros necesarios a su alrededor.
   Acostumbrados a vivir en en mitad del ruido, poco a poco hemos ido abandonando nuestra parcela de silencio donde es más fácil encontrar lo que realmente somos. Se hace necesario recuperarla para ser profetas para nosotros mismos y para los demás y como fruto, la sabiduría, un don que nos permite ir reconociendo los movimientos del Espíritu, las emociones que se mueven dentro de nosotros… Pero para eso tenemos que hacer quizá el,viaje más largo de nuestra vida y volver a ser dueños de nuestra propia vida y no muñecos en manos del destino, actuando como si nada dependiera de Dios, pero con la confianza en Dios como si nada dependiera de nosotros.

CLARA LÓPEZ RUBIO