martes, 29 de diciembre de 2020

HUMILDAD, NUEVA SABIDURÍA

Hay personas que nos maravillan por su gran memoria, porque son capaces de acumular mucha información en multitud de campos del saber: ciencia, cultura, historia... Son como enciclopedias andantes. No hay más que ver algún concurso de televisión. Decimos de ellas que saben mucho. Hay otras personas que, aunque no sepan tanto como las anteriores, poseen la facilidad de captar los mecanismos humanos que mueven a los demás; son rápidas a la hora de saber qué le agrada y le disgusta al que tiene al lado, qué motivaciones le mueven, cómo se siente, qué necesita... No es fácil llevarles a engaño porque se las saben todas.

Pero cuando hablamos de alguien que es sabio, no nos estamos refiriendo a la acumulación de datos y saberes ni al conocimiento de las personas, sino a esa capacidad humana que se adquiere cuando comenzamos a percibir lo que podemos y no podemos esperar de nosotros mismos y de los demás. Es como ese olfato para calibrar en su justa medida lo que nuestra condición humana puede dar y no dar. No es mero fruto de un esfuerzo intelectual, ni de habilidades de relación, sino esa lucidez adquirida en la experiencia personal que nos sitúa en nuestra verdad. Esta sabiduría no nos coloca por encima ni por debajo de los demás, sino que nos pone en nuestro sitio en medio de la realidad. Es un tipo de sabiduría que requiere humildad. La persona que está llegando a esta situación, decimos que es una persona sabia.

Y hay otra sabiduría, parecida a la anterior, que se alcanza ante la presencia de Dios. Es la persona que se sabe criatura. Más que una especie de logro o algo que se alcanza, es una especie de revelación, un regalo. Ante el descubrimiento de la presencia de Dios, uno mismo se ve, al mismo tiempo, como la mayor maravilla de la naturaleza por el amor que recibe y como la más pequeña de las criaturas, porque todo es regalo, don, sin ningún mérito.

Carta de Asís, diciembre 2020 

viernes, 25 de diciembre de 2020

NAVIDAD 2020

 

Bienvenido, Señor, esta es tu casa.
Haz de nuestro mundo un hogar de pan y de paz.
Porque a veces rompemos en pedazos la gran casa del mundo,
reconstrúyela con tu nacimiento.

Bienvenido, Señor, a la tierra.
haz de nuestro suelo, caminos de amor y de concordia.
Porque a veces rompemos la gran partitura
que Dios compuso en el principio de la historia.

Bienvenido, Señor, en esta noche silenciosa
a un lugar donde habita y reina el ruido.
Queremos escuchar palabras de amor,
queremos ver el rostro de Dios,
queremos comprender que, para llegar hasta El,
hay que inclinarse y entrar pequeño en Belén.

¡Gracias, Señor, por venir!
Eres la gran noticia de esta noche,
La luz que ilumina el camino incierto del hombre,
el llanto que nos hace de nuevo ser solidarios,
el Niño que, en el mundo, es salvación y futuro.

Bienvenido, Señor, a este valle.
Permítenos, como los pastores,
ofrecerte lo que somos y tenemos.
Déjanos, unirnos al coro de los ángeles y arcángeles
para cantar eternamente tu gloria.
Doblamos nuestras rodillas ante, Ti, Señor.
¡Eres tan pequeño y tan grande!
¡Tan débil y tan fuerte!
¡Tan inocente y tan sabedor de lo que te espera!

¡Bienvenido, Señor, a nuestra casa!
La paz, el amor, la concordia,
la fraternidad, el mundo, las personas...
Todo te espera y todos te necesitamos.
Amén.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

LEYENDA DE NAVIDAD

Un día, Dios miró a la tierra desde el cielo y vio que el mundo era como un inmenso archipiélago: un mar lleno de islas, millones de islas, nada más que islas.

Y en cada isla, vivía una sola persona, sólo una persona que no se podía comunicar con nadie, porque las aguas que separaban las islas eran profundas y tumultuosas.

La gente se estaba volviendo loca: no podían saludarse ni hablar con los otros; no podían compartir ni un café ni un pedazo de pan. No es que no hubiera comida en cada isla. Había alimentos, pero faltaba amor, que es tan necesario como el pan.

Y como no había manera de entrar en contacto con los demás, estos solitarios no tenían otra diversión que tirar piedras desde su isla hasta la más próxima. Adquirieron tanta destreza, que las piedras alcanzaban gran velocidad, y, a veces, herían gravemente al habitante de las islas cercanas.

De ese modo, el archipiélago se convirtió en una guerra a muerte, en un infierno: todos tirando piedras a todos.

Dijo Dios: No sé cómo se pudo llegar a esta situación. Hay que encontrar un remedio.

Y el Espíritu Santo sugirió: ¿Por qué no enviamos al Verbo, que es nuestra Sabiduría, para que construya puentes entre las islas? Así, la gente se podría encontrar y saludar, y dejarán de tirarse piedras.

El Verbo estuvo de acuerdo. Y se hizo hombre en el seno de María. Desde entonces, comenzaron a construirse muchos puentes.

La palabra es un puente. Cuando una persona se niega a hablar a otro, es que se ha encerrado en una isla. Necesita un puente. Que vaya y que diga a su vecino: ¿Cómo amaneció? Acaba de construir el puente de la palabra.

La sonrisa es un puente. No te aísles en un islote con cara seria. Sonríe a los demás y habrás construido el puente de la sonrisa.

Un regalo es un puente. Te habías alejado de los pobres, pero, de pronto, les llevaste una bolsa de alimentos. Levantase el puente de la solidaridad.

Y así es como la Navidad eliminó el inmenso archipiélago de este mundo. Ahora hay puentes por todos lados: puentes de fe, de confianza, puentes de amor, puentes de perdón. Todos tenemos la tarea de ser pontífices, constructores de puentes.

María, cuando le dijo “Sí” al ángel, hizo posible todos estos puentes, porque nos trajo al pontífice por excelencia, que es el niño Jesús. Él comenzó, con su nacimiento, a construir puentes sobre el mar del odio, de las venganzas, de la codicia y el egoísmo.

Pero es mucho trabajo para uno solo. Jesucristo nos pide a todos: "Ayudarme a construir puentes de alegría y felicidad”.

¿Todavía no has construido ningún puente? Entonces, sigues encerrado en tu isla. Y no podrás celebrar la Navidad.

Carlos Bazarra, capuchino

lunes, 21 de diciembre de 2020

LA HUMILDAD DE MARÍA

San Francisco descubre en María la humildad y pobreza que presidirán su vida, quiere que esas virtudes sean las que abracen todos los que se unirán a él y ¿Quién podría mostrarlas mejor que la Virgen?

Para María vivir desde la fe era algo cotidiano, normal. Para ella fe y vida formaban una unidad. También para San Francisco, que quiere vivir como la Madre empiezan a hacerse forma de vida. Pero él vive en el mundo y sabe que no es tan usual para cualquier cristiano pues cuando en la vida las cosas empiezan a ponerse mal parece que la fe empieza a desaparecer.

María cree firmemente el mensaje que el Ángel le trae, lo acoge en su corazón aunque su mente no pueda abarcarlo. Ella, salta al vacío y pronuncia su Sí incondicional, un Sí que sería el que revolucionaría la historia trayendo al mundo una novedad incomprensible para muchos.

Eso mismo le pasa a Francisco. Él ha optado por Cristo y nadie lo detendrá. Como María, acoge en su corazón todos los acontecimientos que Dios le pone en su camino de conversión, salta al vacío sin más apoyos que su fe y su confianza incondicionales, pronuncia el Sí y llevará Cristo hombres y mujeres de todos los tiempos; tantos que, ni siquiera él, podría dar crédito de ello.

Nuestra manera de obrar es distinta, dista infinitamente de la de María. Así los que decimos creer pedimos demostraciones, pruebas, certezas, oportunidades… sin darnos cuenta de que la fidelidad ha de pasar por la prueba de la confianza, la perseverancia y la coherencia.

Es importante vivir la Navidad como la vivía San Francisco. Fascinado por el misterio, traspasado por el amor, inundado por la delicadeza, la grandeza, el silencio, la inmensidad de Dios, escondido en un Bebé indefenso.

Creo que necesitamos callar, serenarnos, aplazar las compras y los regalos, dejar el desasosiego de los gastos y decir desde lo profundo de nuestro corazón, lo mismo que lo diría San Francisco:

Aquí estamos Señor,
con el alma abierta a tu amor
y el corazón ansioso de tu cercanía.
Aquí estamos con la necesidad de encontrarnos contigo,
de liberar nuestro interior y de sentirte a nuestro lado.
Aquí estamos para alabarte,
porque de nuestro ser agradecido
brota la acción de gracias y el canto.
Aquí estamos en oración para gozarnos contigo,
como gozó María al desgranar el Magníficat.

Julia Merodio
 

miércoles, 16 de diciembre de 2020

CARNE NUESTRA

El Papa Francisco se ha inspirado en San Francisco de Asís para escribir las Encíclicas “Laudato Si”, “Alabado seas, mi Señor”, sobre el cuidado de la casa común, escrita hace cinco años y  la recién publicada, “Fratelli tutti”, “Hermanos todos”, dedicada a la fraternidad y a la amistad social. En la primera nos decía que en San Francisco “se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”. (LS 10)

En la segunda, nos dice del santo de Asís “que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne”. (FT2). Esta expresión de la “propia carne” me ha recordado lo que dice el profeta Isaías de parte de Dios: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne”. (Is 58,7-10)

Me ha llamado la atención esta expresión porque en este mes de diciembre celebramos la Navidad, que es el misterio de la Encarnación, el hecho de que Dios se hace carne nuestra. Así lo recordamos en el rezo del Ángelus: La Palabra o el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Así lo escucharemos en el Evangelio de Juan los días de Navidad. Dios mismo se encarna en Jesús de Nazaret, se hace “carne” asumiendo la debilidad, la vulnerabilidad y la fragilidad para traernos la vida. Dios se hace niño para ser acogido en nuestros brazos. El de la Encarnación es el misterio de la carne, de un Dios que se humaniza, que se hace carne. 

Para tratar de vivir y de adentrarnos en el misterio de la Encarnación, hemos de tener una nueva mirada sobre nosotros mismos, la historia, la vida, la sociedad… sobre nuestra tierra. 

La celebración de la Navidad nos trasporta a la experiencia de san Francisco de Asís. Conocemos lo que sucedió en Greccio. Aquella experiencia vivida por Francisco le sirve al Papa para decir que el santo de Asís realizó, con la simplicidad de aquel signo, una gran obra de evangelización. Es también un modo de representar con sencillez la belleza de nuestra fe. En palabras del Papa “el belén manifiesta la ternura de Dios y es, desde su origen franciscano, una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados”. Es no cerrarnos a nuestra propia carne, a los nuestros, sino sentirnos unidos a los que son como nosotros. 

Recordemos y seamos solidarios con cuantos tienen que vivir la Navidad en la pobreza, en el dolor, en la condición de emigrantes… Que les llegue a ellos y a nosotros esa bondad que Dios, con el nacimiento de su Hijo, ha querido traer al mundo.

Para todos vosotros, mis mejores deseos de Paz y Bien en estos días y el nuevo año.

Benjamín Echeverría, capuchino

sábado, 12 de diciembre de 2020

LA VIDA ES UN ADVIENTO

Ante la vida de San Francisco, uno descubre que la vida es un Adviento. Y los signos que lo determinan son: la búsqueda, la preparación y la esperanza. Es verdad que en todo hombre hay un trasfondo de esperanza. Por eso es muy importante, dedicar un tiempo a descubrir ese mundo de deseos que hay dentro de nosotros, pues solamente lo que de verdad queremos y deseamos es lo que anhelamos con ilusión y alegría.

San Francisco lo entiende bien. Él al principio no busca la vida que lleva, ni piensa en la santidad, ni en privaciones, ni en hacer oración... ni en nada de lo que después lo llevó a ser el santo que es. Pero Dios salió a su encuentro donde menos lo esperaba, la grandeza de San Francisco y lo que nosotros tenemos que copiar de él es que Francisco está abierto a la novedad, a la sorpresa, a caminar por otro camino distinto al elegido, a acoger en su corazón el amor que Dios le tiene. Francisco sabe velar porque espera, espera a Alguien grande y poderoso que se adueña de su alma.

Al llegar su Señor y pronunciar el Sí incondicional para seguirle, Francisco es otro hombre. Francisco descubre ese mundo que nunca soñó y abre los ojos del alma para ver con mirada nueva todo lo que el Señor le va mostrando. Su mayor grandeza es vivir, ya siempre junto a Cristo.

Julia Merodio

martes, 8 de diciembre de 2020

FIESTA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

SALUDO DE SAN FRANCISCO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA.

Salve, Señora, santa Reina,
santa Madre de Dios María,
que eres virgen hecha Iglesia
y elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tienda suya;
salve, casa suya; salve, vestidura suya;
salve, sierva suya; salve, madre suya.

viernes, 4 de diciembre de 2020

TIEMPO DE ESPERA Y ESPERANZA

Ya transcurrió un año, estamos iniciando un adviento más, pareciera que el tiempo va a pasos agigantados entre los miedos y oscuridades del COVID-19.

Seguramente este adviento será muy distinto, el virus no solo afecto la salud de las personas queridas, sino también ha hecho daño en el corazón del hombre, en su esperanza y felicidad, en sus valores, en sus objetivos, en sus tiempos y cuando el hombre o la mujer pierden la esperanza todo pareciera hacerse más complejo y difícil

Pero adviento significa espera y esperanza en el Señor, ser capaces de descubrir que los tiempos de Dios no son los nuestros y que en el camino, él, volverá a nosotros, a reinar en nuestros corazones.

Hoy la humanidad se encuentra dividida entre quienes ansían volver a la misma normalidad que dejamos, otros solo esperan el reencuentro con sus seres queridos, otros tal vez esperan que llegue la vacuna, y podemos encontrar muchas esperas mas; pero adviento es:

  • la espera puestas en María y José que como Mamá y Papá serán capaces de proteger la vida de Jesús dándole calor, ternura, Hogar, amor mas allá de la pobreza donde nació.
  • la presencia real, una vez más, en nuestros corazones del niño de Belén. Aquel niño desnudo, desprotegido, necesitado de ser amado.
  • la esperanza cristiana depositada en una persona: el niño de Belén, Verdadero Dios y Hombre, Jesús.

¿Y quienes lo esperan realmente?

Lo esperan realmente aquellos que son capaces de mirarse a si mismos, de hacer silencio y profundizar en su propia vida el sentido de la conversión para así ser capaces de poder cambiar día a día la lógica del descarte, del usar y tirar, del consumir y disfrutar.

Este tiempo es una nueva oportunidad para descubrirnos a nosotros mismos y preparar el corazón.

¡Velad! Es el grito de adviento, no pasemos por la vida sin dejar huellas profundas no en la tierra, sino en los corazones de nuestros hermanos. Huellas de Paz y fraternidad. Huellas de Amor y compasión. Huellas de santidad

¡Velad! Es el grito de adviento, que nos llama a seguir cuidándonos sin dejar de ser hermanos hijos, padres y madres. luz encendida sobre la mesa.

¡Velad! Es el grito de adviento, que nos llama a preparar la mesa y en la espera esperanzadora de la navidad.

Que este tiempo de adviento, crezcas hacia dentro, en profundidad, crezca hacia lo alto, en esperanza y crezca hacia los demás en misericordia.

Para que la luz de la Navidad inunde y transforme tu vida, vive este tiempo de adviento de puertas para adentro. Así Serás capaz de arrancarle a nuestros días, a la dictadura del tiempo, tiempo para ti y para Dios.

pazybien.es