viernes, 29 de septiembre de 2017

EL RIESGO DE PERDER

Vivimos en una cultura donde da mucho miedo la pérdida, salir perdiendo: tiempo, dinero, prestigio, bienes... A la hora de tomar decisiones siempre hacemos una previsión de lo que vamos a ganar y lo que vamos a perder: al hacer un presupuesto económico, al invertir tiempo en alguna tarea, en las relaciones personales...

En nuestra voluntad de vivir solidariamente, también nos resulta esclarecedor calibrar qué intentamos conseguir para nosotros o para los demás y qué ponemos para ello de nosotros mismos, qué invertimos, qué gastamos. Las mismas organizaciones solidarias exigen, cada vez más, un mayor rigor a la hora de adecuar los esfuerzos que invierten a los resultados que prevén lograr. Ciertamente, los bienes son limitados y no podemos andar dilapidando vida sin ton ni son.

Junto a lo dicho, también tenemos que ser conscientes que podemos perder todo lo que ponemos en juego por nuestra parte porque no es seguro que consigamos lo que pretendemos. Ya sabemos que apostar por los demás, dar de nosotros mismos no asegura el éxito; es decir que tenemos el riesgo de que no haya servido para nada.

Asumir este riesgo de perder en el terreno de la solidaridad nos lleva a mirar más arriba y más adentro en las motivaciones que nos mueven. El riesgo a perder da valor al hecho de salir de nosotros mismos sin tener asegurada la vuelta, el logro, el éxito, aunque sea moral. Estamos en el terreno donde ponemos en juego el valor de las cosas y las personas más allá de nuestro control, de lo que vemos y palpamos. Nos hace desprendernos hasta de nosotros mismos independientemente de que se logre o no lo pretendido. El riesgo de perder parece que quita valor a la entrega porque entra dentro de lo posible el fracaso, la quiebra; pero también da hondura y verdad a dicha entrega. Todo depende desde dónde hacemos nuestra entrega solidaria.

Jesús se entregó del todo solidariamente, más allá de lo que veía y controlaba. Francisco quedó maravillado de ello y le marcó su vida entera.
Carta de Asís, septiembre 2017

domingo, 24 de septiembre de 2017

PODER MIRAR A LOS OJOS

Todo transcurría con normalidad. Iba a ser un día más de pura rutina. Era la hora de entrar al Comedor cuando Agustín se mareó y cayó desplomado al suelo. Las personas que estaban a su alrededor rápidamente intentaron ayudar, llamaron a los responsables del Centro Social San Antonio, y entre todos le auxiliamos.

Siempre he pensado que cuando alguien se encuentra débil y hay cualquier desfallecimiento, de primeras los seres humanos no tenemos ningún reparo en ayudar o socorrer al hermano olvidándonos de su condición, pero después de la experiencia vivida aquel día me sigo haciendo preguntas.

El golpe había sido importante. Agustín estaba mareado y con una brecha chorreando sangre de su pómulo.

Los que estábamos allí decidimos llamar a los servicios sanitarios para que lo atendieran con más exhaustividad.

Tardaron poco tiempo, pero el suficiente para observar que Agustín gozaba de poca salud, para ver su mirada perdida y descolocada.

Hablaba poco y se dejaba ayudar, y el equipo médico decidió llevárselo al complejo sanitario para poder atenderle mejor y más profundamente. Todo esto podría haber sido un capítulo más en la rutina del Centro, pero iban a darse los condicionantes para que no fuese uno más; sería un episodio diferente.

Después del traslado al centro sanitario llegó la hora de mi descanso. Como todos los días, me dispuse a saciar el hambre mientras miraba en la televisión el informativo del mediodía. Estaba entusiasmado comiendo un plato de pasta cuando llamó mi interés la noticia de un juicio por el asesinato de una joven. Para mi sorpresa, una de esas imágenes llamo mi atención. Era la imagen de alguien tapándose parte la cara, pero se podía intuir su rostro. Inmediatamente lo reconocí: era Agustín. Me quedé sorprendido, helado y patidifuso. La persona a la cual había estado socorriendo hacía unos minutos podría ser cómplice de un macabro asesinato. Mi cabeza no paraba de preguntarse cosas. ¿He estado al lado de un asesino? ¿No es tan bueno como aparentaba? ¿Se merece que le ayudemos? ¿Le hemos ayudado cuando puede ser cómplice de un asesinato?

El día continuaba con aparente normalidad. Esa misma tarde Agustín volvió al Centro, se acercó hasta a mí y me dio las gracias. Me comentó que tenía poca salud, que se encontraba nervioso y que su desmayo podría haber sido causado por no comer lo suficiente. Lo miraba y era difícil considerarlo como una persona más... Me costaba verlo como a un hijo de Dios o como a un hermano. A mi cabeza venía constantemente la imagen del informativo hablando del cómplice de un asesino. Después de hablar con él, los profesionales del Centro consideraron que había que intervenir y ayudarle.

Valoraron empezar prestándole varios tipos de ayudas comenzando por las más básicas, como la higiene y la alimentación, siguiendo por la reinserción de la persona.

Durante los años que ha durado este largo recorrido de normalización, Agustín nos ha ido transmitiendo su lenta mejoría. Pero también sus grandes miedos, como el rechazo al sentirse juzgado. Nos comentaba que solo salía de casa por la noche para no ser visto por la gente: el miedo lo aterrorizaba.

Todo esto cambió cuando empezó a acudir al Centro, porque era el único espacio en el que no se sentía juzgado, sino atendido.

Nos contaba que en el Centro él siempre era uno más y que se sentía respetado y valorado como persona. El juicio por el asesinato fue celebrado y la justicia consideró que él no estaba involucrado, por lo que fue absuelto.

Han pasado los años y a pesar de ello, cuando hoy viene al Centro, me cuesta mirarlo a los ojos y pensar que, en algún momento, esta persona pudo colaborar para quitarle la vida a otro ser humano. Este pensamiento me incomoda. Pero a la vez soy consciente de la suerte que tengo al tener un apoyo tan grande como el de Jesús de Nazaret, y como si fuese un rayo de luz viene a mi mente el texto del evangelio de Mt 25: 40 “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis”.

Este es el sentido, la energía más fuerte para entender y poder comprender mejor estas situaciones y a estas personas con grandes dificultades, y para seguir trabajando por la dignidad de todas las personas, también por Agustín, que nos hacen plantearnos grandes retos y grandes preguntas…

Oscar Matés

viernes, 15 de septiembre de 2017

UNA VIDA PLENA

Caminaba sobre el agua, llenaba las redes,
los pescadores abandonaban su oficio por seguirlo.

En una boda faltó el vino. Él se hizo cargo:
centenares de litros,
un golpe de maestro viñador,
agua en vasos de piedra convirtiéndose en vino.

Es mejor, dijeron los invitados, sí, es mejor
el vino que surge sin pisar la uva,
el pan hecho sin grano ni horno,
el pez que se mete en la barca de un salto.

Desencadenaba el gratis que pertenece a la gracia,
apasionada y violenta.

Venía de un bautismo en aguas del Jordán,
murió poco más allá
sobre un travesaño con forma de T
y, cuando un hierro le atravesó el costado,
brotó agua, como la incisión de un parto.
Murió convertido en fuente.

He aquí el intruso del mundo,
empapado de la grasa de todas las culpas,
perdiendo el color, pálido de frío, en un abril
o incluso en un marzo, más allá de ochocientos metros
sobre el nivel del mar jamás tocado.

Un gargarismo de aguas en el fondo de un pozo seco,
un carraspeo en la tubería de las arterias:
así jarrea su resurrección.

Erri de Luca

***

Vida plena, la de Jesús, dentro de su pobreza social y del desconocimiento en el que se desarrolló. La plenitud que brota del amor más que de la posición sociológica.

Una vida que desencadena lo gratis, lo gratificante, la promesa de la dicha. Porque lo suyo fue anunciar la dicha en la posibilidad, por pequeña que se la quiera, del ahora.

Por eso mismo, su muerte fue algo convertido en fuente, en posibilidad, en promesa, en esperanza. No fue el cerrojazo de la nada, sino la puerta de la promesa.

Un intruso en el mundo para apuntalar el ansia de la dicha, el hambre de trascendencia, en nosotros, minúsculas criaturas perdidas en el universo.

Su vida sigue brotando, su resurrección sigue “jarreando”, llenando de agua viva los secarrales de la historia, las gargantas sedientas del alma.
Fidel Aizpurúa

martes, 12 de septiembre de 2017

URBASA 2017

Al pasar siete días en Urbasa, ya sea por primera vez o una vez más, todos coincidimos en algo: cuando te preguntan qué es Urbasa o qué significa para ti no sabes qué responder.

La primera vez que te proponen venir aquí, te lo planteas como un campamento de verano y en el fondo, por muy buenas expectativas que te pongan, no tienes ni idea. Urbasa es mucho más que eso, es una experiencia que tienes que vivir para entenderla. Tienes que sentir cómo te vas impregnando de la magia de la valla roja, y ver, que sin saber muy bien por qué, es capaz de emocionar a cualquiera. Al fin y al cabo te estás abriendo a un grupo de personas que hace unos días ni conocías, y estás aportando una confianza de que no te van a juzgar por mostrarte cómo eres y que cuando acabe la oración van a ir a darte un abrazo. Es por esto que aquí se forman amistades tan fuertes que da igual que esa persona esté a 160 km de ti, porque incluso vas a vivir mucho más que con personas que comparten todos los días contigo, ya que con ellas has compartido Urbasa. No es sólo una unión entre nosotros, sino también con los monitores que hacen todo esto posible, ya que sin ellos Urbasa ni existiría.

Desde las caminatas a las risas, oraciones, pinza, y momentos de fregar cantando en la cocina y en la hamaca. Todo esto hace que esta semana sea insuperable y que quien prueba Urbasa siempre quiera repetir. Debemos sentirnos afortunados por tener un sitio donde encontrarnos, ordenar nuestra cabeza, donde sentirnos preciosos, donde recargar pilas y así formar parte de una auténtica piña. Tras esta semana me vuelvo a casa nueva y confirmando de nuevo que Urbasa no falla y que seguramente no la va a hacer nunca. ¡Nos vemos pronto en nuestra casa, familia!
 Carmen Lorente


domingo, 10 de septiembre de 2017

AMABLE (el amor es otra cosa)

Siguiendo la estela de la Exhortación Apostólica "Amoris Laetitia" el tema de la campaña vocacional para este curso va a ser el amor. El lema escogido es: "AMABLE (el amor es otra cosa)". Según el diccionario de la RAE, amable viene del latín amabĭlis, y tiene dos acepciones: 1. adj. Digno de ser amado. 2. adj. Afable, complaciente, afectuoso.

La primera acepción nos lleva a reflexionar sobre el amor recibido, del que somos más que merecederos, dignos. El amor originario es el de Dios, el primer amor recibido por nosotros.

La segunda acepción nos lleva a preguntarnos cómo es el amor que nosotros ofrecemos. Frente al amor pasional y narcisista (eros ) que domina en el imaginario de nuestra cultura queremos reivindicar un amor de entrega (ágape), el amor de Jesús de Nazaret.

Aunque pueda parecer que alguien cuando ama de forma entregada, "pierde", ocurre todo lo contrario, se te devuelve con creces, recibe el "ciento por uno".

En la pestaña de RECURSOS están disponibles todos los materiales que hemos preparado. Esperamos que os gusten y los utiliceis en vuestras reuniones.

Comisión Pastoral Juvenil Capuchinos de España


lunes, 4 de septiembre de 2017

CAMPAMENTO FRANCISCANO DE JOVENES EN EL AULA DE NATURALEZA “LAS ALQUERÍAS”

Como viene siendo habitual en época estival, tuvo lugar el campamento organizado por las Juventudes Franciscanas de Totana, “JUFRA”, entre los días 5 y 12 de Agosto, que se desarrolló en Las Alquerías, en Sierra Espuña. En la primera tanda, disfrutaron de esta maravillosa experiencia jóvenes de una edad comprendida entre 12 y 16 años, que asisten durante los sábados del año a pasar una hora de aprendizaje en los valores franciscanos con su correspondiente grupo de edad y monitor.

Durante los 8 días que duró el campamento, los 38 acampados vivieron una experiencia intensa, realizando todo tipo de actividades, por grupo o individuales, preparadas por los monitores: talleres, dinámicas, gymkanas, espectáculo por cabañas o diversos juegos, destacando los ratos de oración y canto. Además, hubo tiempo para las tareas, ya que diariamente cada grupo tenía una función asignada para limpiar y cuidar la instalación. También se realizó una excursión sorpresa a Caravaca, donde los componentes del campamento se ganaron el jubileo ascendiendo a la Basílica de la Vera Cruz. El viaje se completó con un baño en la piscina municipal de “La Rafa”, en Bullas

Finalmente, y tras la entrega del regalo del amigo invisible -el cuál realizaron los acampados en los talleres-, los jóvenes se marchaban el sábado dejando una gran vivencia y daban paso al campamento de los pequeños. Se ponía en marcha la cuenta atrás para el campamento del año que viene.

Alberto Heredia Rubio