La primera vez que te proponen venir aquí, te lo planteas como un campamento de verano y en el fondo, por muy buenas expectativas que te pongan, no tienes ni idea. Urbasa es mucho más que eso, es una experiencia que tienes que vivir para entenderla. Tienes que sentir cómo te vas impregnando de la magia de la valla roja, y ver, que sin saber muy bien por qué, es capaz de emocionar a cualquiera. Al fin y al cabo te estás abriendo a un grupo de personas que hace unos días ni conocías, y estás aportando una confianza de que no te van a juzgar por mostrarte cómo eres y que cuando acabe la oración van a ir a darte un abrazo. Es por esto que aquí se forman amistades tan fuertes que da igual que esa persona esté a 160 km de ti, porque incluso vas a vivir mucho más que con personas que comparten todos los días contigo, ya que con ellas has compartido Urbasa. No es sólo una unión entre nosotros, sino también con los monitores que hacen todo esto posible, ya que sin ellos Urbasa ni existiría.
Desde las caminatas a las risas, oraciones, pinza, y momentos de fregar cantando en la cocina y en la hamaca. Todo esto hace que esta semana sea insuperable y que quien prueba Urbasa siempre quiera repetir. Debemos sentirnos afortunados por tener un sitio donde encontrarnos, ordenar nuestra cabeza, donde sentirnos preciosos, donde recargar pilas y así formar parte de una auténtica piña. Tras esta semana me vuelvo a casa nueva y confirmando de nuevo que Urbasa no falla y que seguramente no la va a hacer nunca. ¡Nos vemos pronto en nuestra casa, familia!
Carmen Lorente
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