lunes, 28 de abril de 2014
sábado, 26 de abril de 2014
NUEVO EQUIPO DE GOBIERNO
En el II Capítulo que hemos celebrado los capuchinos de la Provincia de España se han elegido los nuevos superiores que dirigirán la Provincia en este nuevo trienio. Los resultados han sido los siguientes:
- Ministro Provincial: Hno. Benjamín Echeverría
- Primer Consejero y Vicario Provincial: Hno. Carlos Coca
- Segundo Consejero: Hno. José María Lana
- Tercer Consejero: Hno. Francisco Martínez
- Cuarto Consejero: Hno. Hilario Rodríguez
domingo, 20 de abril de 2014
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Yo andaba buscando entre los sepulcros
y sólo encontré vacío.
Me decidí a buscarlo entre los hombres
y me di cuenta que estaba vivo.
Que Dios,
no es Dios de muertos
sino Dios de vivos.
Lo creía muerto,
pero Él estaba vivo.
Lo creía sin vida,
pero Él era la Vida.
Ahora cuando quiero ver a Dios
no voy al cementerio.
Ahora salgo a la calle,
a contemplar
a los hombres que caminan.
Porque sé que la Pascua,
es Dios, que vive en el hombre.
Porque sé que la Pascua,
es Dios, caminando con los hombres.
Porque sé que la Pascua,
es Dios, triunfando sobre la muerte.
Porque sé que Dios está vivo
y vive entre nosotros.
y sólo encontré vacío.
Me decidí a buscarlo entre los hombres
y me di cuenta que estaba vivo.
Que Dios,
no es Dios de muertos
sino Dios de vivos.
Lo creía muerto,
pero Él estaba vivo.
Lo creía sin vida,
pero Él era la Vida.
Ahora cuando quiero ver a Dios
no voy al cementerio.
Ahora salgo a la calle,
a contemplar
a los hombres que caminan.
Porque sé que la Pascua,
es Dios, que vive en el hombre.
Porque sé que la Pascua,
es Dios, caminando con los hombres.
Porque sé que la Pascua,
es Dios, triunfando sobre la muerte.
Porque sé que Dios está vivo
y vive entre nosotros.
sábado, 19 de abril de 2014
SÁBADO SANTO
Soy de nuevo yo, Tadeo, uno de los discípulos “oscuros” de Jesús. La noche del Sábado Santo fue terrible para nosotros. Todo era silencio, dolor, confusión, una nube negra. No sabíamos muy bien qué nos había pasado. Estábamos todavía inmersos en un torbellino de oscuridad del que no sabíamos salir. Ni Pedro con su vigor, ni Juan con claridad, ni Santiago con sus dotes de mando sabían dar una explicación a lo que nos había sucedido. Todos estábamos en silencio; las lágrimas asomaban a nuestros ojos. Alguien dijo, sollozando: “Lo dejamos solo, lo abandonamos”.
Estábamos cerrados en una casa con las puertas bien atrancadas. Oíamos las voces que pasaban por la calle y creíamos que, en cualquier momento, vendrían a por nosotros. El miedo había instalado su campamento en nuestro grupo y en el alma de cada cual. ¿Cómo era posible que todo se hubiera venido abajo como un castillo de naipes? ¿Cómo vino a cumplirse con exactitud aquello en lo que no queríamos creer: “El hijo del hombre tiene que ser entregado…”? (Mc 9,30).
El ambiente era asfixiante. Nadie dormía. Muy entrada la noche una mujer se levantó decidida y dijo: “Me voy al sepulcro”. Otras dos o tres se levantaron con ellas. Eran más valientes que nosotros. Su profundo amor era más vivo que el nuestro. Por eso su valor era mayor. Allí nos quedamos todos esperando. Y a las horas volvieron con algo que nos sobresaltó a todos: no estaba en el sepulcro. Y empezaron a hablar de luces, de apariciones y cosas así que nos llenaron de perplejidad.
Pero el colmo del desconcierto fue cuando una de las mujeres formuló esta sospecha: “¿Y si estuviera vivo?” Y fue entonces Pedro quien, en medio de las lágrimas, lo dijo con toda claridad: “Está vivo”. Y os aseguro que una luz nueva empezó a caer sobre nosotros, sobre aquel grupo de desamparados. Algo dentro nos dijo que era cierto, que la muerte no podía ser más fuerte que el amor y que, por ello, quien amó tanto tenía que haberse sobrepuesto, de alguna manera, al zarpazo de la muerte.
Vosotros sois muy creativos. Podrías pensar en un programa para vuestro ordenador o vuestro móvil: JESÚS ESTÁ VIVO. No está vivo de una manera rara, como se aparecen los fantasmas. Está vivo en todo acto de amor, en cualquier lugar donde se perdona, en las casas donde hay generosidad, en el corazón de quien es agradecido, en la amabilidad de quien se siente tocado por la necesidad del otro. Ahí sigue vivo.
Cuando esta noche celebréis la Vigilia Pascual, más allá de las palabras, de los cantos, de los signos que creéis para dar vida a vuestra fe, la verdad es muy sencilla: Jesús sigue vivo en las vidas de quienes aman. Él deja el perfume de su presencia en esas vidas; su rastro se puede ver en los caminos compartidos con generosidad; su alegría aparece en las sonrisas y los abrazos que nos damos los humanos. Está vivo y quiere que todos nosotros vivamos. Eso es en el fondo lo que llamamos resurrección. Digámonoslo, ayudémonos unos a otros a creer de verdad en esto.
Pregúntate:
- ¿Qué esperanzas nos ayudan a seguir adelante en los momentos de oscuridad, de fracaso?¿Crees que el amor es más fuerte que la muerte?
- ¿Cómo sientes a Jesús vivo en tu camino personal?
- ¿Cómo mirar la vida para que nos se nos pase desapercibida la presencia discreta de Jesús?
- ¿Cómo colaborar a que el amor se mantenga vivo en nuestras relaciones, en nuestra casa, en nuestro estudio o trabajo, en nuestro pueblo o barrio, en nuestra parroquia?
viernes, 18 de abril de 2014
VIERNES SANTO
Lo que vosotros llamáis Viernes Santo fue para nosotros el día del gran mazazo. Ni nosotros, los discípulos, ni yo creo que él mismo, Jesús, creímos nunca que las cosas iban a ir tan mal. Es cierto que algo nos decía que los jefes del país no iban a quedarse quietos ante las “provocaciones” de Jesús. La gota que colmó el vaso fue la expulsión de los mercaderes del templo. Eso fue la firma de su condena. Porque hablar de Dios de forma provocadora, como lo hacía Jesús, podía pasar. Pero tocar el mercado, el dinero, el bolsillo de los poderosos era impensable.
Sabíamos que habría problemas, pero, como digo, no imaginamos que iban a ser tan graves. Había muchas clases de castigos en la legislación vigente: multas, expulsiones temporales, azotes, etc. ¿Por qué a Jesús se le aplicó el vergonzante suplicio de la cruz? Aún hoy, no terminamos de entenderlo. Pero así fue. Lo llevaron al suplicio como la hez de los malhechores.
Vosotros no habéis visto nunca un crucificado. Suerte que tenéis. Pero aquello era algo horrible. Primero para el reo, su nombre manchado a perpetuidad. Luego para la familia, marcada por la infamia. E incluso para sus amigos, despreciados por la sociedad. Fue un mazazo para todos nosotros. No os extrañéis que lo abandonáramos y nos dispersáramos. No estábamos preparados para eso, por más que nos lo habían advertido. Nos escondimos donde nadie nos pudiera encontrar porque pensábamos que vendrían a por nosotros. Jesús nos había querido defender en el tribunal, pero el habernos citado allí nos complicaba las cosas. Por eso, fue el día del gran abandono, de la traición del amor, aunque en el fondo seguíamos queriéndole con un amor herido de muerte. No sé por qué reaccionamos así, por qué no hubo nadie que diera la cara por él o, al menos, le acompañara hasta el patíbulo para que su vía crucis fuera algo más llevadero. No hubo nadie. Condenado y abandonado.
Pero estamos seguros que pensaba en nosotros. Su amor era vivo, aunque estuviera herido. Un amor vivo y herido. Eso es justamente lo que celebráis cuando en la tarde del Viernes Santo releéis su pasión. El amor vivo de Jesús por encima de toda traición. Tendríais que quedaros embobados: ¿cómo nos puede querer aunque le hiramos tanto? ¿Cómo se puede amar por encima de cualquier herida? Ese es el “misterio” del Viernes Santo.
Sobre el software del servicio se puede instalar este programa básico: amar por encima de heridas, de traiciones, de disgustos, de fragilidades, de limitación. Creer que el amor es posible en toda circunstancia, incluso en las situaciones duras de la vida. Hay personas que tienen razones para renegar del amor. Pero no es cuestión de razones solamente, es cuestión de amor a fondo perdido.
Instala en tu ordenata, en tu móvil, el programa del AMOR A FONDO PERDIDO. Es el programa que Jesús instaló un día como hoy. En realidad, lo tenía siempre instalado. Eso tendría que animarnos esta tarde del Viernes Santo. No lo desinstales nunca para que tu vida se parezca a la de Jesús.
Pregúntate:
- ¿Cómo fue aquel viernes para que todos le abandonaran? Intenta hacerte una idea de lo que vivieron y sintieron los discípulos y Jesús.
- ¿Qué significa amar a fondo perdido? Pon ejemplos para que nos hagamos una idea de lo que significa.
- ¿Cómo es posible que Dios nos ame a fondo perdido? ¿Es por méritos míos o por qué?
- ¿Tengo que volver a amar a personas que, según creo, me traicionaron o hirieron?
- ¿Es realmente posible instalar el programa AMOR A FONDO PERDIDO?
jueves, 17 de abril de 2014
JUEVES SANTO
Se nos revolvían las tripas. Sí, cuando en las cenas, y aquella última lo hizo igual, se ponía a lavar nuestros pies, se nos revolvían las tripas. ¿Qué se podía esperar de un maestro que lava pies? Pedro, en particular, rabiaba por dentro. Por eso, aquel Jueves Santo, como vosotros lo llamáis, Pedro se plantó: “No me lavarás los pies jamás”. Y Jesús, con una calma que no sabemos de dónde le salía en aquel momento, le replicó: “Bien, pues entonces no tienes nada que ver conmigo” (Jn 13,6-11).
Nos quedamos atónitos: ¿Por no dejarse lavar los pies, solo por eso se rompían las relaciones con Jesús? Pues, ¿qué significaba aquello de dejarse lavar los pies? Lo entendimos más tarde. Quería decir que la comunidad de seguidores de Jesús se asienta no sobre cuestiones religiosas (bautismos, parroquias, tradiciones religiosas) sino sobre el servicio.
O sea: que si sirves, eres seguidor de Jesús. Y si no sirves, no lo eres. Y punto. Suena un poco brusco, pero así es. Un obispo francés, Jacques Gaillot, al que le quitaron la diócesis por progresista, lo dijo una vez de forma evidente: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”.
En el fondo lo sabíamos. Era como si Jesús nos dijera: vosotros os creéis que sois discípulos míos porque estáis hoy aquí cenando conmigo. Pero mi verdadero discípulo no es el que anda conmigo, el que dice que cree en mí, el que saca a relucir su bautismo, sino el que sirve. Eres de los míos si sirves. Si no, tú sabrás de quién eres.
No os ha de extrañar que Pedro, al fin, dijera: “Pues entonces, lávame de los pies a la cabeza”. Pedro quería a Jesús, como nosotros, y a trancas y barrancas llegábamos a entender eso del servicio como ley que fundamenta la comunidad de Jesús. Pero ahí estaba el quid. Había que dejarse vaciar de las ansias de gloria, de poder, de brillo, de supremacía, de honor, de fuerza, para situarse en el otro lado: la sencillez, la ayuda, la colaboración, el amor, el servicio.
Vosotros decís que, para instalar un software nuevo, hay que desinstalar el anterior. Desinstalar el viejo software que hay dentro de nosotros (que me sirvan, que estoy por encima de los demás, que mande más, que me imponga a las opiniones de los otros) no es nada fácil. Pero sin desinstalar lo viejo resulta imposible instalar el software del servicio fraterno.
Hoy celebráis el Jueves Santo: es el día en que Jesús quiere instalar en nuestra vida el software del servicio al otro y desinstalar el del egoísmo, el brillo, la imposición y la superioridad. Francisco de Asís entendió muy bien esto y decía cosas como estas: “Lo que la persona es ante Dios, eso es y no más”. O sea, que si eres un egoísta y un tirano, eso eres. Y si eres una persona colaboradora y servicial, eso eres. Hoy se te invita a lo segundo. Reinicia tu vida con el software del SERVICIO. Tu ordenador, tu vida, funcionará mucho mejor.
Pregúntate:
- ¿Cuándo colaboras lo haces de buena gana y con una sonrisa o a regañadientes y protestando?
- ¿Por qué crees que nos cuesta desinstalar el software del “egoísmo y ser el centro” de nuestro sistema operativo? ¿Quisiera hacerlo? ¿Qué me puede ayudar a hacerlo?
- ¿Crees que por el servicio y la colaboración puedes medir el vigor y la verdad de tu fe cristiana?
- ¿Por qué crees que el servicio puede ser el elemento básico del ser cristiano? ¿Qué tiene? ¿Qué lleva consigo?
martes, 15 de abril de 2014
REINÍCIATE ESTA SEMANA
Me diréis que hablo de lo que no sé. Y tal vez tengáis razón. En mi tiempo no había ordenadores, ni móviles, ni facebook, ni twiter. Vosotros sois expertos en todo esto. Soy Tadeo, uno de los compañeros “oscuros” de Jesús de Nazaret. Si vais a Mc 3,18 encontraréis mi nombre. Nada más que mi nombre. Pero os aseguro que a mí, lo de Jesús me cambió la vida. Yo no sé de ordenadores, pero os puedo hablar de cómo nos reiniciamos en aquella primera semana santa. Fue decisiva para nosotros.
El grupo de seguidores y seguidoras amábamos a Jesús. Pasamos días estupendos con él. A veces, algún apurillo, cuando apretaba el hambre o nos despachaban de una aldea. Pero la cosa iba adelante. Ya veíamos que subir a Jerusalén aquel año iba a ser un problema. Pero nunca creímos que lo fuera a ser tanto. Fue la muerte violenta de Jesús y la disolución de nuestro grupo. Un mazazo del que creíamos que nunca nos repondríamos.
Pero, por extraño que os parezca, ese fue el comienzo de nuestro reinicio, porque un nuevo software se instaló en nuestra vida. A eso vosotros le llamáis la resurrección, la Pascua. Pero, en realidad, es como un potente software que deja de lado a todos los anteriores. De eso quiero hablaros.
Ahora bien, para instalar un software nuevo hay que animarse a dejar de lado el viejo, el de siempre. Hay que abrirse a la novedad. Si vienes a esta Pascua sin deseos de novedad, el reinicio de tu corazón no se producirá. Es preciso también ver las ventajas del nuevo sistema operativo. Por eso, tienes que dejarte iluminar por la Palabra, por los signos, por la oración, por el silencio.
Pero lo más importante es que veas a Jesús como la chispa que desencadena una nueva luz, un incendio. Que él te enamore, que él te “queme”, que él te envuelva. En un primer momento nosotros creímos que su luz se había apagado. Pero ¡qué va! Vino con tal fuerza después de su dura muerte, que ya nunca más se apagó su brillo en nuestro corazón. Esta Pascua puede ser el momento de tu reinicio con Jesús. Anímate, apóyate en tus amigos y amigas, reiníciate con ellos.
domingo, 13 de abril de 2014
DEJARSE HACER
Hoy, Domingo de Ramos, la Iglesia nos regala la gran experiencia de escuchar toda la Pasión de Jesús para que tengamos el marco de referencia original que nos permita seguir viviendo estos próximos días antes de la Pascua.
No puedo dejar de escribir aunque sea unas pocas líneas ante tal acontecimiento que se me hace vida cada año. Y he visto claro que lo que más me llama la atención de todo el relato es la idea que pone título a esta reflexión:”Dejarse hacer”.
Desde todos y cada uno de los momentos que Jesús vive al dejar su casa y apostar en su vida por el anuncio de la Buena Noticia, va intuyendo que la esencia estará en ir descubriendo poco a poco su camino sin dar nada definitivamente por trazado. Sólo la elasticidad en cada momento serán clave de su experiencia desde el Espíritu. Vive la alegría de las Bodas de Cana, hasta la hondura de su Bautismo en las aguas del Jordán. Y nada tiene que “envidiar” el duro momento en el templo de Jerusalén a la tristeza de haber perdido un amigo al que posteriormente le devuelve la vida. Todos y cada uno de esos acontecimientos por los que pasa no le dejan indiferente, es más, le transforman hasta el punto de ir haciendo de Él una persona completamente distinta que se va reconociendo a sí mismo paso a paso. Se va “dejando hacer”, modelar.
Ahora le toca subir en un burro y dejarse aclamar por los que sabe Él que de verdad le quieren y los que no lo hacen más que por un paripé mientras otros confabulan su muerte. Y a partir de aquí toda una cadena de acontecimientos que son la consecuencia de una serie de desapegos que le han transformado durante toda su vida.
Pero aún no está todo cumplido y es necesario que se siga “dejando hacer” para al final dar lo único que le queda: hasta el último aliento.
Sí no hay en la vida experiencia de transformación no habrá experiencia de encuentro desde dentro con Dios. Si nada se transforma no será posible conseguir distintas soluciones. La experiencia pasa por el cambio, por el dejarse hacer.
Así, inevitablemente lo tuvieron que intuir Francisco y Clara en Asís, Ghandi, Teresa de Calcuta, y tantos otros a lo largo de la historia no sólo de la Iglesia.
Cada día es una nueva oportunidad para ablandarse por dentro y “dejarse hacer”. La vida es sabia y los que hemos percibido la presencia de Dios en nosotros no tenemos nada que temer y sí un “gran viaje” que ganar. Dejemos al “hacedor” que hagas. Dejemos a Dios, ser Dios.
No puedo dejar de escribir aunque sea unas pocas líneas ante tal acontecimiento que se me hace vida cada año. Y he visto claro que lo que más me llama la atención de todo el relato es la idea que pone título a esta reflexión:”Dejarse hacer”.
Desde todos y cada uno de los momentos que Jesús vive al dejar su casa y apostar en su vida por el anuncio de la Buena Noticia, va intuyendo que la esencia estará en ir descubriendo poco a poco su camino sin dar nada definitivamente por trazado. Sólo la elasticidad en cada momento serán clave de su experiencia desde el Espíritu. Vive la alegría de las Bodas de Cana, hasta la hondura de su Bautismo en las aguas del Jordán. Y nada tiene que “envidiar” el duro momento en el templo de Jerusalén a la tristeza de haber perdido un amigo al que posteriormente le devuelve la vida. Todos y cada uno de esos acontecimientos por los que pasa no le dejan indiferente, es más, le transforman hasta el punto de ir haciendo de Él una persona completamente distinta que se va reconociendo a sí mismo paso a paso. Se va “dejando hacer”, modelar.
Ahora le toca subir en un burro y dejarse aclamar por los que sabe Él que de verdad le quieren y los que no lo hacen más que por un paripé mientras otros confabulan su muerte. Y a partir de aquí toda una cadena de acontecimientos que son la consecuencia de una serie de desapegos que le han transformado durante toda su vida.
Pero aún no está todo cumplido y es necesario que se siga “dejando hacer” para al final dar lo único que le queda: hasta el último aliento.
Sí no hay en la vida experiencia de transformación no habrá experiencia de encuentro desde dentro con Dios. Si nada se transforma no será posible conseguir distintas soluciones. La experiencia pasa por el cambio, por el dejarse hacer.
Así, inevitablemente lo tuvieron que intuir Francisco y Clara en Asís, Ghandi, Teresa de Calcuta, y tantos otros a lo largo de la historia no sólo de la Iglesia.
Cada día es una nueva oportunidad para ablandarse por dentro y “dejarse hacer”. La vida es sabia y los que hemos percibido la presencia de Dios en nosotros no tenemos nada que temer y sí un “gran viaje” que ganar. Dejemos al “hacedor” que hagas. Dejemos a Dios, ser Dios.
CLARA LOPEZ RUBIO
sábado, 5 de abril de 2014
DEJAR MORIR
Al igual que Jesús deja pasar dos días y no va al encuentro de Lázaro, ya muerto, hasta el tercer día para según la tradición estar completamente seguro de su muerte y proceder entonces a su verdadera resurrección, así también en nosotros son muchos los acontecimientos en nuestra vida que tienen que llegar hasta su final y de este modo, ni proceder antes de que la experiencia haya llegado a su fin, ni conviene intentar mantener el ritmo de la vida como si nada a nuestro alrededor hubiese muerto.
Con el paso del tiempo hay circunstancias que hay que dejar pasar y cerrar bien la puerta para seguir haciendo nuevos caminos. En un profundo y consciente contacto con el Dios que nos habita daremos paso a nuevas oportunidades en la vida que se nos confirmará como una profunda experiencia de Dios.
CLARA LOPEZ RUBIO
jueves, 3 de abril de 2014
PASCUA URBASA 2014: REINICIATE
Muchas veces parece que todo va mal, que no hay salida, que las cosas se tuercen. Son situaciones dolorosas que, en ocasiones, no sabemos afrontar y que a menudo nos quitan la esperanza e incluso las ganas de vivir.
Pero es posible la transformación, surgir de las propias cenizas, reiniciarse, levantar lo que parecía caído. Es lo que Jesús llama “nacer de nuevo”. Podemos “apagarnos” un rato y volvernos a encender para instalarnos nuevos programas que saquen lo mejor que llevamos dentro. Tienes la oportunidad de tener una semana para reiniciarte… ¿qué suerte, no?
Pero es posible la transformación, surgir de las propias cenizas, reiniciarse, levantar lo que parecía caído. Es lo que Jesús llama “nacer de nuevo”. Podemos “apagarnos” un rato y volvernos a encender para instalarnos nuevos programas que saquen lo mejor que llevamos dentro. Tienes la oportunidad de tener una semana para reiniciarte… ¿qué suerte, no?
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