jueves, 17 de abril de 2014

JUEVES SANTO

   Se nos revolvían las tripas. Sí, cuando en las cenas, y aquella última lo hizo igual, se ponía a lavar nuestros pies, se nos revolvían las tripas. ¿Qué se podía esperar de un maestro que lava pies? Pedro, en particular, rabiaba por dentro. Por eso, aquel Jueves Santo, como vosotros lo llamáis, Pedro se plantó: “No me lavarás los pies jamás”. Y Jesús, con una calma que no sabemos de dónde le salía en aquel momento, le replicó: “Bien, pues entonces no tienes nada que ver conmigo” (Jn 13,6-11).
   Nos quedamos atónitos: ¿Por no dejarse lavar los pies, solo por eso se rompían las relaciones con Jesús? Pues, ¿qué significaba aquello de dejarse lavar los pies? Lo entendimos más tarde. Quería decir que la comunidad de seguidores de Jesús se asienta no sobre cuestiones religiosas (bautismos, parroquias, tradiciones religiosas) sino sobre el servicio.
   O sea: que si sirves, eres seguidor de Jesús. Y si no sirves, no lo eres. Y punto. Suena un poco brusco, pero así es. Un obispo francés, Jacques Gaillot, al que le quitaron la diócesis por progresista, lo dijo una vez de forma evidente: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”.
   En el fondo lo sabíamos. Era como si Jesús nos dijera: vosotros os creéis que sois discípulos míos porque estáis hoy aquí cenando conmigo. Pero mi verdadero discípulo no es el que anda conmigo, el que dice que cree en mí, el que saca a relucir su bautismo, sino el que sirve. Eres de los míos si sirves. Si no, tú sabrás de quién eres.
   No os ha de extrañar que Pedro, al fin, dijera: “Pues entonces, lávame de los pies a la cabeza”. Pedro quería a Jesús, como nosotros, y a trancas y barrancas llegábamos a entender eso del servicio como ley que fundamenta la comunidad de Jesús. Pero ahí estaba el quid. Había que dejarse vaciar de las ansias de gloria, de poder, de brillo, de supremacía, de honor, de fuerza, para situarse en el otro lado: la sencillez, la ayuda, la colaboración, el amor, el servicio.
   Vosotros decís que, para instalar un software nuevo, hay que desinstalar el anterior. Desinstalar el viejo software que hay dentro de nosotros (que me sirvan, que estoy por encima de los demás, que mande más, que me imponga a las opiniones de los otros) no es nada fácil. Pero sin desinstalar lo viejo resulta imposible instalar el software del servicio fraterno.
   Hoy celebráis el Jueves Santo: es el día en que Jesús quiere instalar en nuestra vida el software del servicio al otro y desinstalar el del egoísmo, el brillo, la imposición y la superioridad. Francisco de Asís entendió muy bien esto y decía cosas como estas: “Lo que la persona es ante Dios, eso es y no más”. O sea, que si eres un egoísta y un tirano, eso eres. Y si eres una persona colaboradora y servicial, eso eres. Hoy se te invita a lo segundo. Reinicia tu vida con el software del SERVICIO. Tu ordenador, tu vida, funcionará mucho mejor.

Pregúntate:
  • ¿Cuándo colaboras lo haces de buena gana y con una sonrisa o a regañadientes y protestando?
  • ¿Por qué crees que nos cuesta desinstalar el software del “egoísmo y ser el centro” de nuestro sistema operativo? ¿Quisiera hacerlo? ¿Qué me puede ayudar a hacerlo?
  • ¿Crees que por el servicio y la colaboración puedes medir el vigor y la verdad de tu fe cristiana?
  • ¿Por qué crees que el servicio puede ser el elemento básico del ser cristiano? ¿Qué tiene? ¿Qué lleva consigo?

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