martes, 29 de marzo de 2022

PRIMERAS AYUDAS PARA UCRANIA

Con un sencillo mensaje “Nuestra iglesia – refugio, nuestra vida al frente” respondía el Hermano Blazej, capuchino custodio de Ucrania, a nuestro mensaje de preocupación la semana pasada. Desde el primer momento hemos tratado de hacernos presentes en oraciones y desde los deseos de paz reconociendo que el calor de la fraternidad es un impulso de esperanza. Unos días después hemos respondido también con un primer envío de fondos a la Provincia Capuchina de Cracovia (Polonia) desde donde se está activando el apoyo y sustento a la custodia de Ucrania y a las personas refugiadas que están llegando masivamente al país polaco.

El pasado 24 de febrero, el gobierno ruso dio por terminado el conflicto diplomático que desde hacía semanas vivían Rusia y Ucrania. Las incursiones armadas se han sucedido desde ese día a lo largo de las principales ciudades del norte y este del país ucranio sometiendo en una semana a la población civil al arbitrio de las bombas. Las personas muertas se cuentan ya por millares y el éxodo de la población ucrania hacia países vecinos se cifra en más de millón y medio. Se considera ya, solamente dos semanas después, el mayor éxodo de refugio desde la Segunda Guerra Mundial.

Los Capuchinos regresaron a Ucrania hace 26 años tras la salida de este país de la extinta Unión Soviética. El Hermano General nos recordaba en su carta del pasado 26 de febrero que siete fraternidades y 36 hermanos delegados de la Provincia de Cracovia en Polonia han ido constituyendo la red de asistencia y refugio a la población ucrania durante estos años con lugares de oración y animación a la fe. En estos momentos esas presencias se han convertido también en refugios de vida. Las fotografías que nos mandan desde Ucrania muestran la acogida en los salones y los encuentros de oración.

Los hermanos polacos nos indican que esa respuesta de acogida se está haciendo en todas las presencias y que también en Polonia se están activando para dar respuesta a las personas refugiadas en colaboración con organizaciones de ayuda humanitaria y con Cáritas Polonia.

Desde nuestra ONG capuchina SERCADE hemos hecho un primer envío de fondos que servirán para dar cobertura al pueblo ucranio en la asistencia de nuestras presencias allá. Además estamos participando en mesas de diálogo con otras entidades del tercer sector y con las administraciones públicas en caso de que el éxodo migratorio llegue a España. Parece ser que se están armando los mecanismos legales para posibilitar corredores humanitarios y garantizar el acceso a derechos de nacionales ucranios en todo el territorio de la Unión Europea. Siendo España el cuarto país de la Unión con más población originaria de ese país podemos esperar que algunas de las personas que ahora salen a los países limítrofes terminarán llegando a España. En ese caso trataremos de responder al llamado con los espacios que dispongamos y participando así de su acogida e integración.

Xavier Parra


domingo, 27 de marzo de 2022

UN PADRE AMOROSO

Escribía Charles Peguy: “Todas las parábolas son hermosas, todas las parábolas son grandes. Pero con esta, millares y millares de hombres han llorado”.

Muchas veces comentada, la parábola de este domingo resulta, sin embargo, inagotable en su capacidad de sugerencias. No basta la explicación exegética. Solo se comprende desde la oración. Es una parábola para ser “orada”. Nos revela el núcleo de Dios, que no está pidiendo cuentas de los pecados; no es un Dios al acecho. Es Padre misericordioso. Esta parábola es, además, una invitación a examinar nuestra experiencia de filiación y de fraternidad.

Un hombre tenía dos hijos. Un día el más pequeño, en el estallido de su juventud, prefirió la aventura de sus sueños a la aparente monotonía del hogar y del amor paterno; quería experiencias nuevas... y pidió la parte de su herencia. No sin dolor el padre accedió. Y es que el respeto de Dios por la libertad del hombre es casi escandaloso.

Abandonó la casa, se entregó a la evasión..., y se arruinó. Abandonado de todos, no le abandonó un recuerdo, el de la casa de su padre. Curiosamente no su padre; y es que en el fondo le movía el hambre no el amor. Pero lo importante es que la luz entró en su alma aunque fuera por aquella ventana. Decide volver, con un discurso preparado: “Padre, he pecado, no merezco llamarme hijo tuyo...” ¡No conocía a su padre! Quien desde que marchó no hizo otra cosa que esperarle, saliendo todos los días al camino. Y, a pesar de la edad, quizá con la vista cansada, le reconoció de lejos, porque se ve de verdad cuando se mira con el corazón. Nadie que no hubiera sido su padre le habría reconocido.

Se había marchado bien vestido, y volvía envuelto en harapos. Pero su padre le conoció, le presintió de lejos. Y corrió a él; no supo esperar. Y es que mientras el arrepentimiento anda a paso lento, la misericordia de Dios corre veloz. Manifiesta más necesidad el padre de perdonar que el hijo de ser perdonado. Con el perdón el hijo recupera la comodidad, el padre el corazón; el muchacho volverá a poder comer, el padre volverá a poder dormir. El padre no pregunta los porqués de la marcha y del regreso. Eso se sabrá luego, o nunca. Lo que importa es que ha vuelto. Y comienza la fiesta.

Pero había otro hermano, el que se había quedado en casa. Al regresar del campo le sorprende la fiesta. No adivina que tal alegría solo puede tener un motivo: el regreso de su hermano. ¡No lo echaba en falta! Tuvo que preguntar, y al enterarse, se indignó. ¡No podía ser! ¡Aquello no era justo! Si llega a saber esto, también él hubiera hecho lo mismo...Y no quería entrar. Por lo que también a este hijo tiene el padre que salir a buscarlo. Amargado pasa factura a su padre: “Tanto tiempo que te sirvo…”; y lo que es peor, se desmarca de su hermano: “Cuando ha venido ese hijo tuyo...”. Fue lo que más debió doler al Padre, que no supiera o no pudiera llamar hermano a su hermano. Pero no se desalentó; también para este hijo mayor era la fiesta. “Hijo, deberías alegrarte”. Porque haber estado siempre en casa del padre no es para lamentarlo.

No deja de ser triste la situación de este padre. Es el único que ama en la parábola. El hijo menor regresa más por hambre que por amor; el mayor es incapaz de comprender. ¿Es que es imposible amar desinteresadamente, sin prefijos? DIOS AMA ASÍ, y ASÍ HEMOS DE AMAR. El Dios que nos revela Jesús y que se revela en él es un Dios de puertas abiertas y de corazón abierto. Un Dios Padre que no discrimina, siempre disponible a la acogida gozosa de los hijos. Un Dios que solo sabe ser y ejercer de Padre misericordioso. Es su estilo, que debe ser el nuestro. Ahí está la novedad cristiana.

Una historia de amor bella y dramática. Una historia que todos hemos de leer, contemplar y guardar esta foto del Padre en la cartera, cerca del corazón, para ver si al contacto con ella nuestro corazón comienza a latir al compás del suyo. Una lección importante para este cuarto domingo de Cuaresma.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿De qué modelo de hijo estoy más cerca?
  • ¿Siento a Dios como “Padre” o como “patrón”?
  • ¿Me alegra el bien del otro?
Domingo Montero, capuchino
 

jueves, 24 de marzo de 2022

ESPERANZA EN DIOS

Podemos desear intensamente a Dios y sus cosas. Deseamos con todo el corazón vivir teniéndole en cuenta a Él. También podemos aspirar a ser personas generosas. Nos empeñamos en tener una familia buena, vamos a la parroquia, somos generosos con los necesitados… También intentamos creer correctamente, de modo acorde a lo cristiano, a la Iglesia. Rezamos y tenemos una vida espiritual.

Pero siempre llega la época en la cual casi nada de lo deseado se cumple, porque las cosas de la vida diaria nos distraen de Dios, o vemos que no somos como deseábamos. Tampoco nuestra familia es perfecta, las cosas de la parroquia nos cansan, nuestra generosidad es limitada. Quizá también llega la duda. Todo apunta a que no llegamos a lo que esperábamos de nosotros mismos. No sabemos a qué atenernos.

Sin embargo, quizá sólo así aprenderemos que el centro de la esperanza no somos nosotros, sino el don de Dios. De este modo, la esperanza se acercará más al agradecimiento que al cumplimiento de nuestros deseos. Aprenderemos a confiar, a abandonarnos en Dios, en su voluntad, no en la nuestra. Entonces empezaremos a mirar más a Dios que nos ama no por nuestros méritos sino por su amor. La esperanza será más desde la fe que desde el sueño de ser los mejores.

Algunos dirán que esta esperanza un engaño para los perdedores en la vida. Será así en más de un caso. Pero después de haber vivido este camino de transformación, de cambio de nuestros deseos a la confianza en Dios, la esperanza no será un engaño sino un gran regalo; el mayor regalo junto a la fe y al amor.

Carta de Asís, marzo 2022

martes, 22 de marzo de 2022

LAUDEMUS DEUM

Alabemos a Dios que nos ha creado, nos ha redimido y que por su sola misericordia nos salvará.

S. Francisco de Asís

domingo, 20 de marzo de 2022

NUEVAS OPORTUNIDADES

Entre los judíos estaba muy extendida la creencia de que las desgracias personales, las catástrofes o las enfermedades eran castigos de Dios por pecados cometidos. Jesús aprovecha la noticia de dos desgraciados acontecimientos recientes para hacer ver a sus contemporáneos que tales desgracias son totalmente ajenas a la voluntad de Dios, y explicables por otras razones: la intolerancia política de Pilato o el derrumbamiento casual de la torre de Siloé.

Empequeñecemos a Dios proyectando sobre él nuestros limitados modos de pensar y existir. Arrojamos balones fuera, cuando responsabilizamos o atribuimos a Dios lo que deberíamos asumir e interpretar desde nuestras responsabilidades o limitaciones. Y, además, actuamos injustamente, al convertirnos en jueces inmisericordes del dolor ajeno, interpretando las desgracias como castigos divinos.

Dios no hace sufrir, aunque esté presente en el sufrimiento y lo permita. Él no es causante del sufrimiento, sino confidente del que sufre. Más bien Él es vulnerable, sensible al dolor del hombre. “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos” (1ª lectura). Así se presenta Dios; que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (cf. Ezq 18, 23). Eso es lo que quiere Dios: que el hombre viva.

Jesús vino para eso: para que tuviéramos vida “y una vida abundante” (Jn 10,10), de calidad. Y para eso es necesaria la conversión.

El tiempo litúrgico de la Cuaresma quiere ser una memoria viva y permanente de esa necesidad. Que no es reductible a una serie de prácticas superficiales y aisladas, sino a una decisión fundamental y preferencial por Él. Y todos necesitamos encontrar y entrar en ese camino, en esa dinámica, pues “si no os convertís, todos igualmente pereceréis” (Evangelio). Por tanto, concluye S. Pablo: “el que se cree seguro, ¡cuidado! No caiga” (2ª lectura).

Y no se trata de atemorizar, sino de una llamada para que despertemos a este maravilloso tiempo de gracia, de amor, de perdón y reconciliación que Dios nos otorga. Esto es lo que quiere decirnos la parábola de la higuera infecunda: Dios es inaccesible al desaliento, siempre mantiene una expectativa; es un pertinaz creyente en el hombre, al que ama apasionadamente.

Frente a nuestras impaciencias -nos gustaría arrancar, cortar…, en el fondo desesperando de la regeneración propia y ajena-, la estrategia de Dios, el viñador, es abonar, cuidar y esperar un año más, no para crear falsas esperanzas sino para que de una vez nos decidamos a dar fruto. “No es que el Señor se retrase, como algunos creen, en cumplir su promesa; lo que ocurre es que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que se pierda alguno, sino que todos se conviertan. Pero el día del Señor llegará” (2 Pe 3,9-10).

Dios es un Dios dador de oportunidades. La historia humana, nos dice la Biblia, se abrió con una gran oportunidad de Dios al hombre para que se realizara en plenitud: el paraíso. Y el hombre la perdió (Gen 2,4b-3,24). Pero no fue esa la única ni la última. Dios siguió empeñado en dar nuevas oportunidades. El arca de Noé, la alianza mosaica, la tierra prometida, la palabra profética…, fueron otras tantas oportunidades. “¿Qué más se puede hacer ya a mi viña, que no se lo haya hecho yo?” (Is 5,4). Pero el rechazo contumaz del hombre no bloqueó la iniciativa divina.

Llegada la plenitud de los tiempos llegó la oportunidad definitiva: Jesucristo; él es la gran oportunidad en la que regenerarnos y regenerar nuestra vida. Con sus actitudes y parábolas intentó abrirnos los ojos (Mc 4,26-29; Mt 13,24-30.36-43; Lc 15,11-32). Pero tampoco fue escuchado en su momento: “¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, y no habéis querido!” (Mt 27,37).

Y cuando parecía que todas las puertas se cerraban, la resurrección de Cristo las abrió definitivamente. El hombre tiene abierta la posibilidad de vivir en la órbita de Dios. La oportunidad sigue abierta: la conversión al Evangelio. Un año más Dios ha venido a buscar fruto…; no le decepcionemos.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Qué lectura hago de la vida?
  • ¿Doy oportunidades para la recuperación de situaciones aparentemente perdidas?
  • ¿Exijo ser lo que yo no soy?
Domingo Montero, capuchino
 

sábado, 19 de marzo de 2022

FIESTA DE SAN JOSÉ

 

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.

jueves, 17 de marzo de 2022

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LA TERNURA?

Para muchos, el AT es un libro todo menos tierno, duro, sangrante, violento. Algo de razón no les falta. Pero también contiene textos donde brilla la ternura (“como un niño a quien su madre consuela” Is 66,13; “con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje” Os 11,4). No podía ser de otra manera porque la Biblia recorre todos los recovecos del alma humana y uno de ellos es la ternura.

La figura de Jesús en los evangelios no aparece especialmente tierna, aunque hay rasgos. Tampoco hay textos muy elocuentes sobre la ternura. Pero podemos encontrar “semillas” que alimenten este rasgo tan interesante de las espiritualidad humana.
  • Dice en Mc 6,34 que al ver Jesús a la gente que andaban como ovejas sin pastor “se puso a enseñarles con calma”, que es lo mismo que decir que les enseñaba con paciencia no exenta de una cierta ternura. No es el profeta airado, ni el sabio que no acepta interrupciones: es el que tiene calma porque conoce la necesidad del corazón del otro. Y él, en la medida que puede, acude a esa necesidad.
  • En Jn 11,35 se dice que ante el hecho de la muerte de Lázaro, “se le saltaron las lágrimas”. Más allá de su significado en la narración joánica (el llanto por no ser entendido como posibilidad ante la muerte) se desvela en el dato una indudable ternura de Jesús por su amigo muerto. Presentar a un Mesías que llora por un amigo es algo insólito porque apunta a la realidad de un Mesías con corazón.
  • Pero donde más aparece la ternura de Jesús es en su manera, hermosa y rara, de denominar a Dios con el modo infantil de “Abbá” (Mc 14,36): En ese simple término (de la misma boca de Jesús, según J. Jeremías) se insinúa la ternura con la que Jesús entiende al Padre y su relación con él.
Texto: Mt 11,28-30: «Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
  • Parece que existía entre los judíos contemporáneos de Jesús una discusión nunca cerrada del todo sobre qué mandamientos de la Ley eran “pesados” y cuales otros eran “ligeros”. Es decir: cuáles eran obligatorios y cuáles de libre cumplimiento. Es que el judaísmo había generado una jungla de preceptos y preceptillos que al final conformaban un todo realmente opresor.
  • Jesús se dirige al pueblo sencillo que sufre el peso de los legisladores, de aquellos que no mueven un dedo para contribuir a llevar la misma carga ellos han puesto (Mt 23,4). Están rendidos y abrumados por la vida dura y, encima, están más agobiados por la religión que tendría que haberles ayudado a su liberación. Doblemente sojuzgados.
  • Jesús propone dar un respiro de una manera muy sencilla: su propuesta es llevadera y ligera. Es decir: él se alía con el lado de lo ligero. Lo de Jesús no es obligatorio, brota de la libre adhesión del corazón. Obligar a aceptar su propuesta es como obligar a amar. Un amor obligado es una contradicción en sí mismo.
  • Él mismo ha hecho la prueba de enfocar su vida desde la sencillez y la humildad. Ese es el camino de liberación que propone. Pero, a la vez, su propuesta es fuertemente liberadora e, incluso, reivindicativa: habla de una nueva alternatividad lejos y en confrontación no buscada pero real con el sistema opresor legal.

Aplicación: La ternura social es necesaria. Parece obvio, pero construir la comunidad social demanda, más allá de una simple “amistad cívica” (algo de por sí muy valioso) un verdadero afecto hacia la sociedad. Querer a la sociedad no es un sentimentalismo barato, sino haber llegado a la convicción profunda de su necesidad para el más personal de los desarrollos. Esta convicción toma el rostro del verdadero afecto, de la adhesión cordial e, incluso, de la ternura. ¿Es posible construir la sociedad humana sin realmente amarla? No será fácil. Pero para amar la sociedad quizá haya que comenzar a amarse a sí mismo, por obvio que parezca. ¿Cómo puede el hombre sentir ternura por otro hombre, por todas las criaturas, por la naturaleza de la tierra y de los cielos, si no consigue sentirse tierno con respecto a sí mismo? De ahí podrá derivar y dar contenido a esa “caridad política”, esa colaboración al bienestar del otro a través de estructuras sociales, que el cristianismo ha invocado y que aún se halla en la zona de las sombras. Todo esto no es posible sin amar la sociedad, sin hacerla objeto del amor más personal. No se trata de amar una entelequia, sino una realidad vida que está ahí y que interpela. Y desde aquí se podrán construir una cridad social que trabaje en la simple línea de sembrar ternura en la, con frecuencia, dura vida de los frágiles. 

Fidel Aizpurúa, capuchino

domingo, 13 de marzo de 2022

TRANSFIGURADOS POR LA LUZ DE CRISTO

En este segundo Domingo de Cuaresma pasamos del árido e inhóspito desierto, donde Jesús fue tentado por el Diablo, al monte luminoso de la Transfiguración, donde el Padre desvela la verdad más profunda de Jesús: su filiación divina.

Se acerca a Jerusalén, donde van a tener lugar los dramáticos acontecimientos que le conducirán a la muerte y, para que los discípulos no se vean desbordados por esos sucesos, para que puedan superar el terrible escándalo de la Cruz, escoge a Pedro, a Santiago y a Juan, -los mismos que más tarde serán testigos de su agonía en el huerto de Getsemaní-, para revelarles su auténtica dimensión: el hombre que sudará sangre por la tensión de lo que se avecina; el hombre que verán como rechazado y maldito, es el Hijo de Dios, el amado, el predilecto. El hombre a quien el pueblo elegido no sabrá reconocer, es reconocido, sin embargo, por las grandes figuras históricas de ese pueblo: Moisés, autor de la Ley, y Elías, el gran profeta.

¿Por qué este evangelio en este domingo de Cuaresma? ¿No contrastan el blanco deslumbrador del Señor transfigurado con el morado del tiempo litúrgico? ¿Por qué este evangelio aquí? Porque la Cuaresma nos sitúa ante la apremiante necesidad de colocarnos en la ruta de Jesús, de reorientar nuestros pasos por su camino, ya que “mis caminos no son vuestros caminos” (Is 55,8), de abrir nuestro corazón a su evangelio (“Convertíos y creed en el evangelio” (Mc 1,15), y esto exige someter nuestra vida a un fuerte ritmo.

Un camino que sólo podremos recorrer, y un ritmo que sólo podremos mantener, iluminados por la convicción y la experiencia de la cercanía y de la presencia del Señor. Por eso nos pone la Iglesia este relato evangélico, luminoso y esperanzador, en el tiempo de Cuaresma. Para saber bien a quién seguimos.

Pero hay algo más. El evangelio nos recuerda que Jesús no solo se transfigura en gloria, en luz; hay otra transfiguración más dura y difícil: “Tuve hambre, estuve desnudo, estuve enfermo y en la cárcel... ¿Cuándo te vimos…?” (Mt 25,31-45).

La transfiguración gloriosa tuvo lugar en un monte; la transfiguración humilde, en un valle, que solemos llamar de lágrimas. Ambas transfiguraciones no son opuestas, y no podemos oponerlas. Los discípulos quedaron deslumbrados; nosotros quedamos confundidos y hasta molestos por esta segunda transfiguración del Señor en la debilidad...

La Transfiguración es, pues, reveladora de la verdad más íntima de Cristo; pero además es una llamada a la transformación personal, a que Cristo brille en nuestras vidas, y una denuncia de nuestra opacidad, de nuestra dificultad para traslucir al Señor.

El evangelio de hoy nos invita a situarnos en la ruta de Jesús, a caminar a su ritmo, a escucharlo. El evangelio de hoy ilumina la Cuaresma, descubriendo su auténtico sentido: la meta de la conversión cristiana no es la mortificación, sino la transformación, pero ésta pasa necesariamente por la etapa de la Cruz -¿o también somos nosotros de los que vivimos como enemigos de la Cruz de Cristo? (Flp 3,18)- .

Como a Abrán, también a nosotros el Señor nos invita a salir de nuestras reducidas “casillas”, de nuestras “tiendas” y a mirar al cielo con la esperanza formulada por san Pablo en la segunda lectura: “Él transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa”.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Experimento en mí la energía transformadora del Evangelio?
  • ¿Qué transfiguraciones del Señor me interpelan?
  • ¿Vivo como seguidor o como enemigo de la cruz de Cristo?

Domingo Montero, capuchino


viernes, 11 de marzo de 2022

FRATELLI TUTTI EN IMÁGENES DE ANTONIO OTEIZA

PAZ: En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia. (FT 225)

El camino hacia la paz no implica homogeneizar la sociedad, pero sí nos permite trabajar juntos. Puede unir a muchos en pos de búsquedas comunes donde todos ganan. Frente a un determinado objetivo común, se podrán aportar diferentes propuestas técnicas, distintas experiencias, y trabajar por el bien común. Es necesario tratar de identificar bien los problemas que atraviesa una sociedad para aceptar que existen diferentes maneras de mirar las dificultades y de resolverlas. El camino hacia una mejor convivencia implica siempre reconocer la posibilidad de que el otro aporte una perspectiva legítima, al menos en parte, algo que pueda ser rescatado, aun cuando se haya equivocado o haya actuado mal. Porque «nunca se debe encasillar al otro por lo que pudo decir o hacer, sino que debe ser considerado por la promesa que lleva dentro de él», promesa que deja siempre un resquicio de esperanza. (FT 228)

miércoles, 9 de marzo de 2022

40 DÍAS DE CAMINO

Vivo en el mundo de los 'enredos': prisas, agobios, problemas y conflictos, miles de relaciones fugaces, ando cargado de trabajos, estudios y compromisos… tengo la sensación de que el mundo va una velocidad de vértigo que me supera. Me doy un respiro. Paro, me siento, y comienzo a tomar conciencia de mi propia confusión y caos. Se me van abriendo los ojos y me pregunto: ¿qué sentido tiene todo esto? ¿Hacia dónde voy? ¿Dónde me lleva este ritmo de vida? Y empiezo a despertar como de un sueño. De nuevo, surge el deseo de reorientar mi vida.

Y descubro que toda esta experiencia no es nueva, no es la primera vez que me pasa. Mi historia está llena de caídas y nuevos intentos. Pero no desespero. Porque es Él, ese Dios que siempre está ahí, quien me trata como un maestro de escuela trata a un niño: enseñándome. Y me enseña que mi vida es un camino: que cada caída, crisis, enredo es una oportunidad para vivir de forma más auténtica; que es Él quien sigue dando continuidad a mi historia; que es su pedagogía, a veces extraña, la que me convierte, desbloquea, ilusiona y me impulsa a seguir haciendo camino. Un camino que, al andarlo, me abre a nuevos horizontes. Un camino, mi camino… que quiero seguir aprendiendo…

Quique Gómez-Puig, sj

lunes, 7 de marzo de 2022

CONVERTIR TODO EN PAN

Es nuestra gran tentación. Reducir todo el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos: empeñarnos en convertirlo todo en pan con que alimentar nuestras apetencias.

Nuestra mayor satisfacción, y a veces casi la única, es digerir y consumir productos, artículos, objetos, espectáculos, libros, televisión. Hasta el amor ha quedado convertido con frecuencia en mera satisfacción sexual.

Corremos la tentación de buscar el placer más allá de los límites de la necesidad, incluso en detrimento de la vida y la convivencia. Terminamos luchando por satisfacer nuestros deseos, aun a costa de los demás, provocando la competitividad y la guerra entre nosotros.

Nos engañamos si pensamos que es ese el camino de la liberación y de la vida. Al contrario, ¿no hemos experimentado nunca que la búsqueda exacerbada de placer lleva al aburrimiento, el hastío y el vaciamiento de la vida? ¿No estamos viendo que una sociedad que cultiva el consumo y la satisfacción no hace sino generar insolidaridad, irresponsabilidad y violencia?

Esta civilización, que nos ha «educado» para la búsqueda del placer fuera de toda razón y medida, está necesitando un cambio de dirección que nos pueda infundir nuevo aliento de vida.

Hemos de volver al desierto. Aprender de Jesús, que se negó a hacer prodigios por pura utilidad, capricho o placer. Escuchar la verdad que se encierra en sus inolvidables palabras: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios».

¿No necesitamos liberarnos de nuestra avidez, egoísmo y superficialidad, para despertar en nosotros el amor y la generosidad? ¿No necesitamos escuchar a Dios, que nos invita a gozar creando solidaridad, amistad y fraternidad?

José Antonio Pagola
 

domingo, 6 de marzo de 2022

CUARESMA, TIEMPO DEL SÍ

El pasado miércoles iniciábamos un nuevo tiempo litúrgico: la Cuaresma. ¡Todos estamos enterados! Unos, por haber participado ese día en la ceremonia de la imposición de la ceniza; otros, por el ruido de los carnavales. En todo caso no hay que ser excesivamente críticos con este carnaval de tres días; más preocupante es el de los restantes días del año.

Iniciamos la Cuaresma; y lo hemos hecho con una ceremonia que invitaba a la reflexión y a la decisión: la imposición de la ceniza, acompañada de unas palabras de Jesús: “Convertíos y creed en el Evangelio”.

Conversión, una palabra muy usada, pero una realidad quizá todavía por estrenar y, en todo caso, aún no concluida. Una palabra a la que ya nos hemos acostumbrado, pero que, sin embargo, es palabra de Cristo que hay que proclamar “a tiempo y a destiempo” (2 Tim 4,2), y que, también, hay que rescatar de un uso rutinario y ritualista. Un tiempo que hemos de vivir a la luz de la palabra de Dios, una palabra íntima y de intimidad.

Las lecturas bíblicas de este domingo nos hablan de la fe en un Dios cercano al hombre, un Dios “convertido” en acompañante permanente de su historia, presente en todos sus avatares. Una fe que es confesión agradecida de la experiencia de Dios en la propia historia (1ª lectura), porque el Credo no puede reducirse a un enunciado teórico. En toda profesión de fe hemos de reconocernos personalmente implicados. Todo “credo” debe tener su “historia” personal.

La verdadera fe, además, debe llevarnos, como nos recuerda san Pablo (2ª lectura), a la coherencia, a sintonizar los labios y el corazón (“Este pueblo me honra solo con los labios…” Is 29,13; cf. Mc 7,6).

Y, finalmente, toda fe verdadera necesita pasar por la prueba, verdadero control de calidad. También la fe de Jesús fue probada (Evangelio).

Como el primer hombre, y como todo hombre, Jesús estuvo expuesto a la tentación. ¡Y a qué tentaciones! La del materialismo (1ª), la del poder (2ª) y la de la religión (3ª), que pretende convertir a Dios en paracaídas al servicio de la propia vanidad. Y no fueron estas las únicas: “El demonio se marchó hasta otra ocasión”. Jesús fue tentado hasta el final de su vida, hasta la cruz (Lc 23, 37).

Pero Jesús no solo venció la tentación sino que la iluminó, la desveló. Y así nos enseñó no sólo a vencer sino a cómo vencer. Vencer la tentación no es solo no consentir, decir no, sino iluminar esa situación tentadora, desenmascarar su ambigüedad y su mentira, pues toda tentación se presenta como salvadora y portadora de felicidad. No hay que huir, sino hacer frente; huyendo se rehúye la solución. Jesús nos ha enseñado a afrontar la tentación desde la oración -“No nos dejes caer en tentación” (Mt 6,13)-, desde los criterios de la palabra de Dios y desde la decisión responsable.

La Cuaresma no debe ser el tiempo del NO, sino del SÍ. Tiempo para decir SÍ al Señor, SÍ a su palabra, SÍ a su amor, SÍ a su voluntad. Debe ser un tiempo constructivo, dejándonos construir, modelar y reconciliar por Dios. Es, como hemos pedido en la primera oración de la misa, el tiempo para avanzar en el conocimiento del misterio de Cristo y para vivirlo en su plenitud. Así será el tiempo favorable, el tiempo de salvación del que nos habla san Pablo.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Cómo afronto la Cuaresma?
  • ¿De qué tengo hambre?
  • ¿Cuáles son mis tentaciones radicales?
Domingo Montero, capuchino
 

viernes, 4 de marzo de 2022

FIESTA DEL CRISTO DE MEDINACELI

¿Por qué me persigues?
–dices–.
Yo me sorprendo,
me apeno,
me irrito,
replico.
¿Perseguirte yo?
No hago daño.
Rezo a veces.
Amo a ratos.

Y Tú,
sin decir nada,
te presentas.

Yo soy Jesús,
a quien persigues
cuando ignoras al hermano,
cuando juzgas con desprecio,
cuando eliges el camino
de las muertes cotidianas,
cuando intentas encerrarme
en una idea.

Solo entonces,
sorprendido,
descubro
que estaba ciego,
y suplico
que me abras los ojos.

José María R. Olaizola, SJ


miércoles, 2 de marzo de 2022

MIÉRCOLES DE CENIZA

La Cuaresma es tiempo de conversión a la fraternidad. Convertirnos a la hermana, al hermano, especialmente vulnerable y herido. Fraternidad quiere decir mano tendida, respeto, escuchar con el corazón abierto, compartir miedos y esperanzas.

La Cuaresma es tiempo para creer y abrir las puertas a Aquel que viene a nosotros con su pobreza, pero lleno de “gracia y verdad” (Jn 1,14) para convocarnos a un “nosotros” que es más fuerte que la suma de pequeñas individualidades. Creer en el hermano excluido para que se sienta acompañado, fortalecido, animado a seguir hacia delante.

En este contexto que nos toca vivir, donde que todo parece frágil e incierto, la Cuaresma es tiempo de esperar y aprender a vivir con la certeza de que, incluso en las noches más oscuras, la realidad está sostenida y habitada por la presencia de un Dios que nos invita a soñar y vivir la Pascua de la fraternidad. Esperar en el hermano empobrecido, incluso en sus situaciones más desesperadas, para abrir con él esa “grieta” por donde entra la luz, indicando la puerta de salida.

La Cuaresma es tiempo de amar desde ese el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos para ir al encuentro del otro y crear vínculo y comunión: amar al hermano empobrecido para hacer alianza con él en el combate contra la desigualdad y la exclusión; y caridad para cuidar a quien se encuentra en una situación de sufrimiento, angustia y abandono; una caridad que sabe de compasión y dignidad y que, con su dinamismo universal, rompe barreras y fronteras para construir ese mundo en el que quepamos todos. ¡Hermanos todos!

El Señor nos regala una Cuaresma para crecer en fraternidad, para “pelear” la vida juntos, para construir una comunidad de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan unos de otros.

Vicente Martín Muñoz