domingo, 27 de marzo de 2022

UN PADRE AMOROSO

Escribía Charles Peguy: “Todas las parábolas son hermosas, todas las parábolas son grandes. Pero con esta, millares y millares de hombres han llorado”.

Muchas veces comentada, la parábola de este domingo resulta, sin embargo, inagotable en su capacidad de sugerencias. No basta la explicación exegética. Solo se comprende desde la oración. Es una parábola para ser “orada”. Nos revela el núcleo de Dios, que no está pidiendo cuentas de los pecados; no es un Dios al acecho. Es Padre misericordioso. Esta parábola es, además, una invitación a examinar nuestra experiencia de filiación y de fraternidad.

Un hombre tenía dos hijos. Un día el más pequeño, en el estallido de su juventud, prefirió la aventura de sus sueños a la aparente monotonía del hogar y del amor paterno; quería experiencias nuevas... y pidió la parte de su herencia. No sin dolor el padre accedió. Y es que el respeto de Dios por la libertad del hombre es casi escandaloso.

Abandonó la casa, se entregó a la evasión..., y se arruinó. Abandonado de todos, no le abandonó un recuerdo, el de la casa de su padre. Curiosamente no su padre; y es que en el fondo le movía el hambre no el amor. Pero lo importante es que la luz entró en su alma aunque fuera por aquella ventana. Decide volver, con un discurso preparado: “Padre, he pecado, no merezco llamarme hijo tuyo...” ¡No conocía a su padre! Quien desde que marchó no hizo otra cosa que esperarle, saliendo todos los días al camino. Y, a pesar de la edad, quizá con la vista cansada, le reconoció de lejos, porque se ve de verdad cuando se mira con el corazón. Nadie que no hubiera sido su padre le habría reconocido.

Se había marchado bien vestido, y volvía envuelto en harapos. Pero su padre le conoció, le presintió de lejos. Y corrió a él; no supo esperar. Y es que mientras el arrepentimiento anda a paso lento, la misericordia de Dios corre veloz. Manifiesta más necesidad el padre de perdonar que el hijo de ser perdonado. Con el perdón el hijo recupera la comodidad, el padre el corazón; el muchacho volverá a poder comer, el padre volverá a poder dormir. El padre no pregunta los porqués de la marcha y del regreso. Eso se sabrá luego, o nunca. Lo que importa es que ha vuelto. Y comienza la fiesta.

Pero había otro hermano, el que se había quedado en casa. Al regresar del campo le sorprende la fiesta. No adivina que tal alegría solo puede tener un motivo: el regreso de su hermano. ¡No lo echaba en falta! Tuvo que preguntar, y al enterarse, se indignó. ¡No podía ser! ¡Aquello no era justo! Si llega a saber esto, también él hubiera hecho lo mismo...Y no quería entrar. Por lo que también a este hijo tiene el padre que salir a buscarlo. Amargado pasa factura a su padre: “Tanto tiempo que te sirvo…”; y lo que es peor, se desmarca de su hermano: “Cuando ha venido ese hijo tuyo...”. Fue lo que más debió doler al Padre, que no supiera o no pudiera llamar hermano a su hermano. Pero no se desalentó; también para este hijo mayor era la fiesta. “Hijo, deberías alegrarte”. Porque haber estado siempre en casa del padre no es para lamentarlo.

No deja de ser triste la situación de este padre. Es el único que ama en la parábola. El hijo menor regresa más por hambre que por amor; el mayor es incapaz de comprender. ¿Es que es imposible amar desinteresadamente, sin prefijos? DIOS AMA ASÍ, y ASÍ HEMOS DE AMAR. El Dios que nos revela Jesús y que se revela en él es un Dios de puertas abiertas y de corazón abierto. Un Dios Padre que no discrimina, siempre disponible a la acogida gozosa de los hijos. Un Dios que solo sabe ser y ejercer de Padre misericordioso. Es su estilo, que debe ser el nuestro. Ahí está la novedad cristiana.

Una historia de amor bella y dramática. Una historia que todos hemos de leer, contemplar y guardar esta foto del Padre en la cartera, cerca del corazón, para ver si al contacto con ella nuestro corazón comienza a latir al compás del suyo. Una lección importante para este cuarto domingo de Cuaresma.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿De qué modelo de hijo estoy más cerca?
  • ¿Siento a Dios como “Padre” o como “patrón”?
  • ¿Me alegra el bien del otro?
Domingo Montero, capuchino
 

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