jueves, 17 de marzo de 2022

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LA TERNURA?

Para muchos, el AT es un libro todo menos tierno, duro, sangrante, violento. Algo de razón no les falta. Pero también contiene textos donde brilla la ternura (“como un niño a quien su madre consuela” Is 66,13; “con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje” Os 11,4). No podía ser de otra manera porque la Biblia recorre todos los recovecos del alma humana y uno de ellos es la ternura.

La figura de Jesús en los evangelios no aparece especialmente tierna, aunque hay rasgos. Tampoco hay textos muy elocuentes sobre la ternura. Pero podemos encontrar “semillas” que alimenten este rasgo tan interesante de las espiritualidad humana.
  • Dice en Mc 6,34 que al ver Jesús a la gente que andaban como ovejas sin pastor “se puso a enseñarles con calma”, que es lo mismo que decir que les enseñaba con paciencia no exenta de una cierta ternura. No es el profeta airado, ni el sabio que no acepta interrupciones: es el que tiene calma porque conoce la necesidad del corazón del otro. Y él, en la medida que puede, acude a esa necesidad.
  • En Jn 11,35 se dice que ante el hecho de la muerte de Lázaro, “se le saltaron las lágrimas”. Más allá de su significado en la narración joánica (el llanto por no ser entendido como posibilidad ante la muerte) se desvela en el dato una indudable ternura de Jesús por su amigo muerto. Presentar a un Mesías que llora por un amigo es algo insólito porque apunta a la realidad de un Mesías con corazón.
  • Pero donde más aparece la ternura de Jesús es en su manera, hermosa y rara, de denominar a Dios con el modo infantil de “Abbá” (Mc 14,36): En ese simple término (de la misma boca de Jesús, según J. Jeremías) se insinúa la ternura con la que Jesús entiende al Padre y su relación con él.
Texto: Mt 11,28-30: «Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
  • Parece que existía entre los judíos contemporáneos de Jesús una discusión nunca cerrada del todo sobre qué mandamientos de la Ley eran “pesados” y cuales otros eran “ligeros”. Es decir: cuáles eran obligatorios y cuáles de libre cumplimiento. Es que el judaísmo había generado una jungla de preceptos y preceptillos que al final conformaban un todo realmente opresor.
  • Jesús se dirige al pueblo sencillo que sufre el peso de los legisladores, de aquellos que no mueven un dedo para contribuir a llevar la misma carga ellos han puesto (Mt 23,4). Están rendidos y abrumados por la vida dura y, encima, están más agobiados por la religión que tendría que haberles ayudado a su liberación. Doblemente sojuzgados.
  • Jesús propone dar un respiro de una manera muy sencilla: su propuesta es llevadera y ligera. Es decir: él se alía con el lado de lo ligero. Lo de Jesús no es obligatorio, brota de la libre adhesión del corazón. Obligar a aceptar su propuesta es como obligar a amar. Un amor obligado es una contradicción en sí mismo.
  • Él mismo ha hecho la prueba de enfocar su vida desde la sencillez y la humildad. Ese es el camino de liberación que propone. Pero, a la vez, su propuesta es fuertemente liberadora e, incluso, reivindicativa: habla de una nueva alternatividad lejos y en confrontación no buscada pero real con el sistema opresor legal.

Aplicación: La ternura social es necesaria. Parece obvio, pero construir la comunidad social demanda, más allá de una simple “amistad cívica” (algo de por sí muy valioso) un verdadero afecto hacia la sociedad. Querer a la sociedad no es un sentimentalismo barato, sino haber llegado a la convicción profunda de su necesidad para el más personal de los desarrollos. Esta convicción toma el rostro del verdadero afecto, de la adhesión cordial e, incluso, de la ternura. ¿Es posible construir la sociedad humana sin realmente amarla? No será fácil. Pero para amar la sociedad quizá haya que comenzar a amarse a sí mismo, por obvio que parezca. ¿Cómo puede el hombre sentir ternura por otro hombre, por todas las criaturas, por la naturaleza de la tierra y de los cielos, si no consigue sentirse tierno con respecto a sí mismo? De ahí podrá derivar y dar contenido a esa “caridad política”, esa colaboración al bienestar del otro a través de estructuras sociales, que el cristianismo ha invocado y que aún se halla en la zona de las sombras. Todo esto no es posible sin amar la sociedad, sin hacerla objeto del amor más personal. No se trata de amar una entelequia, sino una realidad vida que está ahí y que interpela. Y desde aquí se podrán construir una cridad social que trabaje en la simple línea de sembrar ternura en la, con frecuencia, dura vida de los frágiles. 

Fidel Aizpurúa, capuchino

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