jueves, 24 de marzo de 2022

ESPERANZA EN DIOS

Podemos desear intensamente a Dios y sus cosas. Deseamos con todo el corazón vivir teniéndole en cuenta a Él. También podemos aspirar a ser personas generosas. Nos empeñamos en tener una familia buena, vamos a la parroquia, somos generosos con los necesitados… También intentamos creer correctamente, de modo acorde a lo cristiano, a la Iglesia. Rezamos y tenemos una vida espiritual.

Pero siempre llega la época en la cual casi nada de lo deseado se cumple, porque las cosas de la vida diaria nos distraen de Dios, o vemos que no somos como deseábamos. Tampoco nuestra familia es perfecta, las cosas de la parroquia nos cansan, nuestra generosidad es limitada. Quizá también llega la duda. Todo apunta a que no llegamos a lo que esperábamos de nosotros mismos. No sabemos a qué atenernos.

Sin embargo, quizá sólo así aprenderemos que el centro de la esperanza no somos nosotros, sino el don de Dios. De este modo, la esperanza se acercará más al agradecimiento que al cumplimiento de nuestros deseos. Aprenderemos a confiar, a abandonarnos en Dios, en su voluntad, no en la nuestra. Entonces empezaremos a mirar más a Dios que nos ama no por nuestros méritos sino por su amor. La esperanza será más desde la fe que desde el sueño de ser los mejores.

Algunos dirán que esta esperanza un engaño para los perdedores en la vida. Será así en más de un caso. Pero después de haber vivido este camino de transformación, de cambio de nuestros deseos a la confianza en Dios, la esperanza no será un engaño sino un gran regalo; el mayor regalo junto a la fe y al amor.

Carta de Asís, marzo 2022

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