lunes, 24 de mayo de 2021

ECOEVANGELIO: PENTECOSTÉS, DESARROLLAR LAS VIRTUDES ECOLÓGICAS

El científico Stephen Hawking, a finales del siglo pasado, hacía notar el ajuste exacto de los valores de la carga de los electrones, el ratio de la masa, etc., que hizo posible el desarrollo de la vida en el universo. Y citaba un ejemplo: «si la carga eléctrica del electrón hubiera sido solo ligeramente diferente, las estrellas no hubieran podido quemar hidrógeno y helio o, por el contrario hubieran explotado». Este escenario caótico hubiera sido hostil para la existencia de la vida. Así concluía que: «habría que tomar esto como evidencia de un propósito divino en la creación y en la elección de las leyes de la ciencia». El libro del Génesis, con su propio estilo, refiere el escenario caótico inicial y en éste la presencia del Espíritu -la Ruah- que al hacerse Palabra -Y dijo Dios- va posibilitando la vida, incluida la del ser humano, a quien le insufla el aliento de vida (cf. Gn 2,7). En la solemnidad de Pentecostés, que celebramos este domingo último de Pascua, nuestra reflexión se centra en el Espíritu Santo, «Señor y Dador de vida», como lo proclamamos en el Credo.

En el Evangelio, Juan relaciona a Jesús con el modelo de Dios creador que insufla aliento de vida (cf. Gn 2,7). Así también, Jesús sopla sobre los apóstoles y les dice: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20,22). Si el Spiritu Creator, Espíritu Creador, llena la tierra y renueva todas las cosas, quienes reciban el Espíritu dado por Jesús, se descubrirán renacidos y portadores de una nueva vida. Además, el evangelista añade: «a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 23). Significa entonces que esta vida nueva en el Espíritu se ofrece como principio de perdón, de gracia y de poder liberador. Los hombres y mujeres del Espíritu, a ejemplo de Jesús, vivirán el perdón, la reconciliación y la comunión no solo entre ellos, sino con el universo entero y con todo lo que en él habita.

Efectivamente, de este modo reconocemos que en cada criatura habita el Espíritu vivificante que nos llama a una relación con Él (cf. LS 88). Un poema de Oriente expresa muy bien esta presencia: «El Espíritu duerme en la roca; sueña en la flor; recuerda en el animal, y viene a conocer lo que recuerda en el ser humano». L. Boff, comentando este poema, subrayaba que, «el Espíritu permea todo como una trabazón del universo consigo mismo, como una fuerza de comunicación y de comunión. Por eso la espiritualidad que nace de esta fe se siente vinculada a los procesos naturales y cósmicos». Y en consecuencia, suscita la reconciliación con el universo.

La fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo a nuestras vidas y a nuestra Iglesia, es un llamado a contemplar sobrecogidos y admirados el mundo que nos rodea, el Espíritu nos invade en todo; y también nos llama a un compromiso más consciente por el cuidado de nuestro planeta. Como bien dice el Papa Francisco, el descubrimiento de esta presencia -del Espíritu- estimula en nosotros el desarrollo de las virtudes ecológicas (cf. LS 88). La vivencia de nuestra fe ha de ser integral, y ante la crisis ecológica que vivimos, nuestra fe es poco creíble si no la manifestamos también con el cuidado de la creación. Y en este aspecto, los católicos hemos de reconocer la inventiva del Espíritu en la conciencia ecológica que está emergiendo cada vez con más fuerza. Quizás ante el grave deterioro ecológico no logremos percibir las transformaciones que miles de ciudadanos y creyentes están logrando. Sin embargo, el Espíritu está actuando, «el Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de la mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables» (LS 80). Es Pentecostés un llamado, un impulso y una fuerza a estimular en nosotros el desarrollo de las virtudes ecológicas.

Hna. Gladys de la Cruz Castañón HCJC

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