Dentro de los espacios de diálogo suscitados en torno a la COP 25, conferencia de la ONU sobre cambio climático, escuché el testimonio de una joven que decía: Yo, católica de tradición, era ecologista y al mismo tiempo proabortista. Esta incongruencia, señalada por ella, fue superada después de conocer el paradigma de la ecología integral, desarrollado en la encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común, donde leemos: «Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto» (LS 120). Actualmente, la joven está totalmente comprometida con el Movimiento Católico Mundial por el Clima.
En el otro extremo, es común encontrar creyentes que marchan a favor de la vida, y son pasivos o se burlan del problema ambiental (Cf. LS 217). Ambas posturas señaladas, y suponiendo que el móvil es el amor, nos demuestran esa tensión constante de contraponer “amores”; y para quienes creemos en el proyecto de Dios, que es amor, una limitada forma de vivirnos bajo esta experiencia. El tema del amor sobresale en este VI Domingo de Pascua; en él se nos presentan claves para comprenderlo y trascenderlo en los otros.
El pasaje de este domingo es continuación y profundización del que escuchamos el domingo anterior. «Permanecer en el amor», nos dirá Jesús nuevamente en el Evangelio; esclareciendo el origen y las características de este amor. Somos objeto del amor divino y eterno; en esto radica el que también seamos capaces de amar. Si bien, como respuesta a este amor, esperaríamos que la Palabra nos planteara amar primeramente a Dios; y sorprendentemente, subraya el amor a los otros. «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15, 12). La reciente encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, remarca: «Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar» (FT 92) a los otros.
Y porque amamos desde el corazón de Dios, como discípulos de Jesús, «El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida» (FT 94). En esta búsqueda de lo mejor para los otros, en el contexto actual, es necesario incluir el amor y cuidado de nuestro hogar común y de todas las criaturas que en ella habitan. El principio de “todo está conectado” nos revela que la vida humana depende de la vida del planeta y esto nos hace pensar que «Cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos» (FT 17).
La narrativa cristiana, en nuestra época contemporánea, tiene el reto de evidenciar más el llamado al amor de modo más amplio; no solo el que nos debemos entre los humanos, sino extenderlo a la creación entera. Dado que «Para la tradición judío-cristiana, decir «creación » es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado» (LS 76). Permanezcamos unidos a Jesús; la experiencia de su amor nos ayudará a comprender que éste no tiene límites en el fluir de la vida.
Hna. Gladys de la Cruz Castañón HCJC
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