domingo, 30 de enero de 2022

ACEPTAR A JESÚS EN MI VIDA

El relato evangélico de este domingo es impresionante. Comienza con una muestra de simpatía -"todos expresaban su aprobación"-, pero acaba con una gran decepción -"se pusieron furiosos..., y Jesús se alejaba"-. ¡Rechazar a Jesús! Rechazar al que era el abrazo de Dios para acoger a todos; rechazar la mano de Dios tendida a todo hombre caído; rechazar la voz de los sin voz…

¿Por qué la gente de Nazaret pasa de la admiración al rechazo? Porque Jesús no hace concesiones a su visión nacionalista y patrimonialista de la salvación. Dios no es el Dios de un clan, de un pueblo, sino el Dios del hombre, de todo hombre, también del leproso sirio y de la viuda de Sarepta. El Dios que opta por el marginado, por el menor…

Y esa apertura y esa opción les molestaban. Se consideraban atacados en su privilegio religioso; no podían creer a ese hombre que anuncia un Dios así. Porque un Dios así, abierto, misericordioso, no excluyente, les obligaba a ellos, les urgía a cambiar sus sentimientos, sus actitudes, sus comportamientos, les complicaba la vida. Porque Dios es normativo…

Y eso les escandalizaba. Si no sonara a irreverencia podría decirse que la persona y la vida de Jesús, desde el nacimiento a la muerte, estuvieron envueltas en el “escándalo”. Sus orígenes, su nacimiento, su vida en Nazaret resultan “desconcertantes”. También su vida pública y su final en la cruz. Fue tildado de loco (Mc 3,21), endemoniado (Mc 3,22), blasfemo (Mc 2,6-7)… Y Jesús lo previó y lo asumió (Mc 6,4; 14,27). Pablo, más adelante, lo presentará como “escándalo” para los judíos y “necedad” para los gentiles (1 Cor 1,23; cf. 1 Pe 2,7-8).

Y ¿en qué consistía ese escándalo? En el Dios que encarnaba y anunciaba. ¡Dios no podía ser así!, pensaban y decían sus contemporáneos. Y, sin embargo, Jesús decía: ¡Dios es así! En realidad el escándalo era Dios. Jesús no se desdijo, solo añadió: “Dichoso el que no se escandalice de mí” (Mt 11,6).

A lo largo de los siglos, a Jesús se le rechazará por razones distintas, pero en el fondo estará la misma dificultad -"¿No es este el hijo de José?". ¡No es más que el hijo de José!

Hemos de estar atentos, porque quizá seamos de los que aceptan de buena gana a Jesús, mientras eso no nos complique la existencia. Pero cuando un acontecimiento nos sitúa ante una exigencia evangélica que nos parece inadmisible, y la del amor es la más radical, -"el amor cree sin límites, perdona sin límites, aguanta sin límites"(2ª lectura)- en seguida aparece un "¡No puede Dios pedirme eso!". Y empujamos a Jesús fuera de nuestra vida.

Hay que estar muy atentos ante la tentación de escoger en el Evangelio entre lo que nos va y lo que no nos va...; procediendo así corremos el peligro de ir arrinconando a Jesús, hasta acabar por echarle fuera de nuestro espacio personal y vital.

El final de esta página evangélica es tremendo: "Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba". ¡Es tremendo rechazar a Jesús; pero no es imposible! Hay muchas formas de hacerlo.

REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Cómo es mi amor?
  • ¿Me “escandaliza” Jesús o me deja indiferente?
  • ¿Siento en mi vida, como Jeremías, la fuerza de Dios?
Domingo Montero, capuchino

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