Un signo de la misión de Jesús era: “los ciegos ven” (Lc 7,22). Él vino a abrir los ojos del hombre para que este viera por sus propios ojos; pero vino, además, a dar profundidad, horizonte y luminosidad a su mirada. No se trataba sólo de ver más, sino de ver mejor. Y todos necesitamos de esa clarificación, de esa profundidad y limpieza en nuestra mirada. Es necesario recuperar la mirada de Jesús, su perspectiva, su ángulo de visión. “Dios no ve como el hombre, pues el hombre mira la apariencia, pero Dios mira al corazón” (1 Sm 16,7). Y ése, el corazón, fue también el punto de mira de Jesús.
Miró al corazón de la pecadora pública..., y descubrió mucho amor (Lc 7,44-47).
Miró al corazón del publicano..., y descubrió un sincero arrepentimiento (Lc 18,9-14).
Miró al corazón de la hemorroisa..., y descubrió un mar de esperanza (Mc 5,25-34).
Miró al corazón de la samaritana..., y descubrió una gran sed de verdad (Jn 4,1-38).
Miró al corazón del centurión (Mt 8,5-10) y de la mujer cananea (Mt 15,21-28) y descubrió una gran fe.
Miró al corazón de los fariseos, y tras la cosmética de sus observancias rituales, descubrió la podredumbre del egoísmo, la autosuficiencia, la hipocresía... (Mt 23,13-31).
Esa mirada cordial no es, sin embargo, una mirada ingenua, sino generosa. La advertencia de la “paja y de la viga” no es una invitación a desentenderse, a pasar por alto y de largo ante lo que no está bien; sino una llamada a ser críticos desde la autocrítica. El amor nunca es indiferente. Por eso no lo fue Jesús ante el pecado, porque amaba profundamente al pecador. Pero era una mirada salvadora.
“Lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo (tu interior) está sano, todo tu cuerpo (la realidad) estará luminosa; pero si tu ojo (tu interior) está malo, todo tu cuerpo (la realidad) estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!” (Mt 6,22-23).
Purifiquemos la mirada hasta ver con el corazón. Dios mira al corazón, porque allí es donde se fragua la verdad del hombre (Mt 15,19). Pero, además, solo el hombre limpio de corazón podrá mirar a Dios (Mt 5,8).
REFLEXIÓN PERSONAL
- ¿Mi mirada ofrece oportunidad o solo denuncia?
- ¿Cultivo las raíces de la vida?
- ¿Son precipitados mis juicios?
Domingo Montero, capuchino
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