“Así seréis hijos de Altísimo”. Es el segundo principio motivador, y el fundamental: un principio transcendente: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”, que como dice el salmo responsorial “perdona todas tus culpas…; es lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados”. Esta motivación descubre, además, una plusvalía en el hombre: no es solo un semejante, es un hermano.
“PERDONAD”. Son palabra de Jesús; y sus palabras no se eligen. Son palabras que quieren hacer de cada uno nosotros un “hijo del Altísimo”, y un hermano universal. Pero PERDONAR no es fácil.
..Porque no es solo aceptar la disculpa del ofensor, sino protagonizar la reconciliación. ("Si al acercarte al altar..." Mt 5,23).
..Porque es no vivir atrapado por el recuerdo de la ofensa (perdono pero no olvido), sino renovar el rostro de las cosas y de las personas desde la renovación del propio corazón (1 Cor 13,5).
..Porque no es identificarse con pacifismos acríticos, renunciando a la búsqueda de la verdad y la justicia. En ocasiones el perdón exigirá actitudes enérgicas, ya que todo perdón debe ser liberador, pero siempre desde la misericordia y la experiencia del perdón de Dios.
..Porque nos hace correr un riesgo: nos pone en manos del otro, del ofensor.
..Porque es también perdonarse a uno mismo, para, aceptando los propios fallos, aceptar el perdón ajeno.
Y esto no es cómodo. Sin embargo ese perdón es necesario, comenzando por el de Dios, para recomponer nuestra existencia fracturada, y abrirnos a la acogida de los otros.
PERDONAR es difícil; pero por ahí pasa la línea de la identidad cristiana. Lo otro -hacer el bien a los que os hacen bien...- “también lo hacen los pecadores”. El cristiano sabe, debe saber, que perdonar no es rebajarse sino elevarse hasta Dios, que es perdón, y elevar al otro hasta nosotros.
El que perdona no se deja dominar por el mal producido. No cura calumnia con calumnia, difamación con difamación, engaño con engaño, muerte con muerte. Crea otra relación: vence el mal con el bien (Rom 12,21). El perdón es una llamada a que el mal no tenga la última palabra. Y las palabras de Jesús no se eligen; se aceptan o se rechazan.
REFLEXIÓN PERSONAL
- ¿Cómo es mi relación con los demás?
- ¿Qué principios la inspiran?
- ¿Qué experiencia tengo del perdón recibido y ofrecido?
Domingo Montero, capuchino
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