Granada entera lo lloró. Lloraba la luna mientras jugaba en los arabescos de los patios de la Alhambra y las sombras seguían escondiendo secretos de amor y miedo, miradas y tristes lamentos detrás de los arrayanes; lloraba y cantaba el agua escondida en sus patios, en sus cármenes y en sus fuentes. Granada entera lo lloró. Y si un día Boabdil derramó lágrimas por Granada, fue Granada, con un largo “quejío” de copla gitana en el Albaycín, la que lloró y añoró por sus calles el paso benéfico y casi imperceptible de un amigo de Jesús de Nazaret: Fray Leopoldo de Alpandeire.
Con el beso de la hermana muerte, el humilde limosnero de las tres Ave Marías, se durmió en el Señor. Era el 9 de febrero de 1956 y tenía 92 años. Una gran multitud acudió a su funeral, dando así testimonio de la fama de su santidad en el pueblo.
Tanta santidad de vida no podía quedar encerrada en un frasco de perfume. Dios abrió el frasco del aroma de su santidad para que pudieran percibirla en su Iglesia todos los cristianos. Y Fray Leopoldo fue beatificado en Granada, el 12 de septiembre de 2010, fiesta del Dulce Nombre de María, a quien profesó una gran y tierna devoción.
Alfonso Ramírez, capuchino
No hay comentarios:
Publicar un comentario