jueves, 28 de marzo de 2013

SEMBRANDO VIDA (Textos para la Pascua Joven)


   Hemos visto esta foto muchas veces. Los telediarios nos la ponen delante. Es algo de lo que podemos estar satisfechos en nuestra sociedad. Son los SEMBRADORES DE VIDA. Unos muchachos transportan una nevera con un órgano para ser transplantado en algún hospital. Llevan dentro la vida, van sembrando la vida. No se escatima en medios personales (personal de transporte, sanitario, de la DIA)  y materiales (avión, hospitales). Sembrar vida es la tarea humana más hermosa que se pueda dar. Hace de contrapeso, pequeñito pero significativo, a las grandes heridas que nos hacemos los humanos, a las fuertes destrucciones de vida que aparecen todos los días en las páginas de los periódicos.
   Es que la Semana Santa es más que un acto religioso que vuelve todos los años. Es celebrar la siembra de vida que hizo, que hace, Jesús. Él sí que da vida a manos llenas. Ya lo decía claramente: “Yo he venido para que tengan vida”. Lo suyo fue sembrar vida, no implantar unas creencias o una moral, ni siquiera una nueva religión. A él le enamoraba la vida y la quería derramar a manos llenas. Es cierto que, bien mirado, no hizo mucho, no tenía medios para hacerlo. Era como esa humilde nevera de plástico que lleva un poquito de vida dentro. Pero eso poco fue tan importante que muchos siguen creyendo que dar vida es lo más hermoso que puede una persona hacer en su historia, aunque nadie se entere, aunque nadie aplauda.
   Hay mucha gente que cree que la Semana Santa es una recreación de la muerte de Jesús. Muchas imágenes de muerte serán paseadas por las calles del país. Pero, en realidad, es una fiesta de vida: el recuerdo hermoso de aquel sembrador de vida que Jesús y que nos anima hoy a continuar sembrando vida. No es un tiempo para la muerte, sino todo lo contrario: una celebración de la vida. Habría que extasiarse, quedarse embobado ante todo lo que vive: las personas que luchan por vivir y dar vida, los animales humildes que viven para acompañar y servir nuestra vida, los árboles que mueven la cabellera de sus ramas, hasta las piedras mismas cuyo silencio es su manera de decirnos que están vivas.
   En esto, Francisco de Asís fue un sembrador maravilloso. Era humilde, pero amaba la vida; por eso podía ser buen sembrador. Era pobre, pero disfrutaba con las cosas sencillas; por eso podía ser un buen sembrador; miraba al corazón de la persona con arrobo; por eso podía sembrar consuelo y aliento. Había entendido que toda persona, toda creatura era en realidad hermana suya sin ninguna duda; por eso podía sembrar en las personas y cosas el amor que brotaba de dentro. Francisco y Clara fueron “buenos sembradores”. Así podríamos llamarlos.
   ¿Cómo no te vas animar a sembrar vida tú también? No vale decir que soy poca cosa, que mis recursos son insignificantes. Toda semilla es insignificante y mira luego qué planta tan hermosa. Una siembra de vida es derramar una buena sonrisa, dar un abrazo sentido o un apretón de manos cálido, acoger una conversación, acompasar mi paso al del otro, ser amable y respetuoso, disfrutar juntos los sencillos disfrutes de la vida, rezar dándonos las manos, cantar juntos la hermosura de la vida, preocuparte un poco del dolor ajeno, hacer tuyos los sueños de otros. Con esta clase de semillas se hace la siembra de la vida. Anímate a sembrar vida ya. (Fidel Aizpurúa

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