sábado, 16 de marzo de 2013

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

   Ahora no se trata de una parábola sino de un hecho. Jesús es puesto en la disyuntiva: o condena (y su enseñanza sobre la misericordia queda en entredicho) o absuelve (y se coloca en contra de la legislación vigente). No era aquella una situación cómoda. Pero, aún con todo eso, lo más incómodo y enrarecido era el ambiente. Jesús percibe que allí faltaba sinceridad y, sobre todo, no había compasión. Aquella mujer ya había sido juzgada y condenada de antemano en el corazón de los fariseos...
   Por eso se hizo el desentendido; no quería entrar en aquel juego sucio. Y se puso a escribir en el suelo. ¿Qué escribiría Jesús? Muchos se lo han preguntado; pero me parece que esa es una pregunta casi frívola y superficial. Una vez más la curiosidad puede apartarnos de lo esencial.
   Y ante la impaciencia de los acusadores, se limita a decir: El que esté sin pecado... Y en el fondo aquellos hombres fueron sinceros; entendieron la indirecta; quizá recordaban lo que ya había dicho Jesús en otra ocasión sobre el adulterio del corazón (Mt 5,28)... Y se retiraron sin lanzar una sola piedra.
   Jesús no es un ingenuo: sabe quien es aquella mujer, que en su vida había pecado; que aquella mujer fue durante un tiempo -¿mucho? moneda de uso y de cambio para satisfacer infidelidades y pasiones… Pero sabe también que aquella mujer no era solo una prostituta sino una mujer prostituida por otros; sabe que no todo es pecado en su vida ni todo el pecado era suyo. Allí había gérmenes buenos en espera de ser despertados y reconocidos. Lo que hace Jesús es mirar a la parte buena de aquel corazón, y mirarlo con un corazón limpio.
   Ya solos, dialoga con la mujer. No la recrimina, no la ruboriza con preguntas. No silencia su pecado pero tampoco lo absolutiza. Prefiere alentar a regañar. Y aquella mujer se sintió acogida. No fue juzgada ni prejuzgada. Era consciente de su pecado: eso bastaba. No había que abrumarla con preguntas mortificantes. Necesitaba más comprensión que reprensión... No vuelvas a pecar. Jesús lanza la vida hacia delante, al camino nuevo. No te condeno porque Dios le ama en su debilidad y por su debilidad. Porque en la medida en que está arrepentida ya fue condenado lo que debía ser condenado: el pecado. Ahora mira adelante...Así es Dios; éste es su estilo. Es el primer mensaje de este evangelio.
   Pero el comportamiento de Jesús es también un ejemplo de actuación. ¡Somos tan inclinados a sorprender, a denunciar! ¡Cuántas personas se han hundido, porque en momentos de debilidad buscaron una mano tendida y solo encontraron dedos que los descalificaban! El que esté sin pecado... es una invitación a purificar la mirada, pues para los limpios todo es limpio; para los contaminados nada es limpio, pues su mente y su conciencia están contaminados (Tit 1,15); una invitación a ser no solo críticos sino autocríticos.
   Pero no es una invitación a desentenderse, a pasar por alto o a justificar lo que no está bien. ¡No! Hoy hay mucha indiferencia disfrazada de tolerancia, porque falta mucho amor al prójimo y a la verdad. El amor nunca es indiferente. Por eso no lo fue Jesús ante el pecado, porque amaba profundamente al pecador. Por eso no condena a la mujer adúltera, pero tampoco legitima su adulterio.
   Desde el ejemplo que Jesús nos ofrece en el evangelio de hoy aprendamos a apropiarnos sus actitudes ante la vida; con la pasión de Pablo, para quien todo era nada con tal de ganar a Cristo y existir en él. Esto no es fácil ni cómodo, pero sólo así se es cristiano de verdad.


REFLEXIÓN PERSONAL
  • ¿Vivo atrapado en "nostalgias" o abierto a la esperanza?
  • ¿Hasta qué punto es Cristo quien configura y dinamiza mi vida?
  • ¿Ante la fragilidad ajena aporto crítica o una mano tendida?
Domingo Montero, capuchino

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