viernes, 15 de abril de 2022

VIERNES SANTO: EL HERMANO PUESTO EN UNA CRUZ INJUSTA

En la celebración de esta tarde la cruz ocupará un lugar central. Pero ¡ojo! Si no se conecta con la injusticia enorme que fue aquella cruz (y no pocas cruces de hoy), si no se estremece uno ante el dolor que causa la injusticia en todas sus variantes, la veneración de la cruz pierde sentido.

Por eso piensa: El silencio de la cruz es el muro último de ese duro silencio que hace parte de la vida de Jesús. En asumir el silencio de la cruz está una de las grandes pruebas de la fe. La cruz es silencio que grita la injusticia. Porque injustamente fue condenado quien hizo el bien y porque el silencio es el entorno de su muerte, una vez apaciguado el alboroto de la condena. Por lo que la cruz, las cruces, han de sentirse primeramente como injusticia y el rechazo de la cruz como respuesta correcta a quien injustamente ha sido puesto en ella. Venerar la cruz sin sentir la herida de la injusticia es una banalidad.

La cruz de Jesús es silencio que se entrega sin gloria. Porque nadie agradeció ni alabó a Jesús por su muerte. Eso vino después. No fue una muerte rodeada de gloria sino de exclusión y de injuria (le hacían coplas: a ver si viene Elías…). Es la consecuencia de su vida “entregada”: su vida estuvo carente de gloria, su muerte también. La ausencia de gloria de los crucificados es su mejor carta de presentación: no querían gloria, querían justicia. Y no la hubo.

La cruz de Jesús es silencio que no reprocha a quien no ama. Es el amor sin esperanzas, sin demanda de recompensa y, por lo tanto, sin reproche (“no saben lo que hacen”: Lc 23,24). No se tomaron las opciones que llevaron al desastre para recibir premio, sino por amor. Y cuando no ha habido respuesta de amor, el amor sigue vivo y no reprocha.

La cruz de Jesús es bálsamo para las vidas heridas. Porque tales vidas están afectadas en mayor o menor medida de la ponzoña de la cruz. Si Jesús bebió esa ponzoña y salió vivo, es que se puede superar el veneno de las heridas humanas con el bálsamo del amor. El silencio de la cruz es de los silencios que dinamizan, no de los que apaciguan.

Quizá esta reflexión te pueda parecer excesiva. Adáptala a tu medida. Pero el fondo siempre es el mismo: en el Viernes Santo habría que renovar la decisión de no ser injusto, de tratar de ser respetuoso y cuidadoso con todos. No vacíes de sentido un signo tan potente como el de la cruz.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

  1. ¿Te resulta dura esta manera de ver la cruz?
  2. ¿Te estremecen las injusticias? ¿Cuáles?
  3. Escucha la canción de Rosalía “Aunque es de noche”. ¿Cómo relacionas esta canción con el Viernes Santo?

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