jueves, 23 de diciembre de 2021

LOS MIEDOS

Cuántos miedos llevamos con nosotros. Si somos jóvenes y con grandes energías vivimos la ilusión de que controlamos la vida. Es verdad que no todo está bajo nuestro control, pero, en los terrenos que alcanzamos, somos nosotros mismos quienes llevamos las riendas. Importante haber llegado a vivir esta sensación en algún momento de nuestra vida; es señal de que hemos sido capaces de desarrollar nuestras capacidades innatas y haber aprendido a manejarnos en la existencia.

Sin embargo, cuando aminoran las energías por la edad, por alguna enfermedad o porque nos ha tocado vivir situaciones en las cuales nos asomamos a nuestros límites, aparecen los miedos. Algunos son nuevos, nunca antes experimentados como son la impotencia ante una amenaza, la invalidez, la muerte… Otros son ya conocidos y que creíamos superados como son aquel complejo de infancia, alguna experiencia de depresión, esa tendencia inconfesable… Además, pueden aparecer en cualquier ámbito de la vida: personal, social, relaciones, familiar, de fe… Los miedos siempre han estado, están y estarán con nosotros; son parte de nuestra historia y constitución.

Vivir los miedos, mientras no nos dominen la conciencia para decidir, pueden ayudarnos a calibrar mejor la vida y sus cosas. Nos hacen más humildes porque nos pueden ayudar a distinguir entre aquello que nos produce miedo y nosotros mismos. Es decir, somos más que nuestros miedos. Los miedos, siendo siempre molestos y doloroso a veces, nos obligan más a vivir confiando que a vivir dominando.

Los miedos, si no nos bloquean, pueden ser un acicate para que busquemos fundamentos donde apoyar nuestras confianzas básicas. No es lo mismo confiar en que la vida tiene sentido que en la suerte ciega. Quizá también puede ser el camino para apoyarme en la relación con Dios y trabajarla. Siento miedo, pero mi corazón no tiembla porque sé de quién me he fiado.

Carta de Asís, diciembre 2021

No hay comentarios:

Publicar un comentario