domingo, 5 de abril de 2015

¡FELIZ PASCUA!

La vida nos depara, a veces, situaciones, momentos, tiempos de frialdad. Es algo que se mete en las rendijas del corazón, en lo profundo del ser y hace que los días sean grises, desapacibles, que produzcan escalofríos. Es la frialdad de la vida, inevitable con frecuencia. Es un frío del alma que se queda en el interior de los huesos.
   ¿Cómo hacer que ese frío vital sea el menor posible? ¿Cómo ayudarnos a que nuestra vida alcance el mayor nivel de calidez posible? Desde ahí queremos leer la resurrección de Jesús, como una experiencia de calidez que lleva a crecer en tal calidez. En nuestro imaginario religioso, la resurrección es una “verdad”, algo que afecta sobre todo a lo ideológico. ¿No podría vivirse como algo orientado a lo antropológico y a la experiencia espiritual? Desde ahí se podría pensar en una resurrección que quiere hacer más cálido el caminar humano, que persigue alejar los hielos que se cuelan en el alma humana, que anhela desatar los dinamismos del corazón.
   Cuando llega a nuestra vida cada año el tiempo de Pascua, este podría ser entendido como una posibilidad de reorientación de la espiritualidad, por modesto que sea el intento. Dejar que pase como una verdad que no llega a los adentros de la persona sería una pérdida.
 Fidel Aizpurúa, capuchino

Esta es la introducción a un pequeño retiro que puedes descargar en este enlace

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