viernes, 20 de diciembre de 2019

ADORACIÓN DE LOS PASTORES

Giorgione 1510
Esta noche es distinta. En las alturas
bailan llamas de cirios y en los valles
tiembla, helado, el rocío. Mi rebaño
levanta la cabeza como si el aire fuera
un alimento nuevo. Qué alta esfera nos guarda
yo no lo sé. La noche huele a mar.
Y las gentes no saben que en las olas
de la cúpula intacta que nos cubre, los astros
cuchichean. Yo escucho cómo tiemblan las notas
de una canción antigua que propagan los soles.
Por eso no camino igual que antes
y mis ovejas bajan como ausentes.
Me pregunto esta noche
qué nueva luz nos guía hasta el remanso
de unas aguas que crecen invisibles
bajo el aliento cálido de las bestias. Un niño
ríe sobre un pesebre, y en sus ojos
brilla la luz primera que separó las formas
cuando todo era nada. No se escucha
más que el latido de la tierra
levantando la hierba de los campos.
Y nosotros, los pobres, nos postramos
ante un niño más pobre
que las vainas vacías de las semillas secas.
Porque en las hojas de los lirios vemos
que lo inmenso es pequeño en la mañana.
Veo en el horizonte
cómo se abren las alas de un ángel que se acerca
llevando la corona de la risa.
Como un lento paisaje que se inunda de rojo:
así crece la luz en esta hora.
Y mi cuerpo cansado se echa sobre la tierra.
Me duermo como un pájaro en su rama,
bajo la atenta luz de estas miles de estrellas
como cirios brillando, como bocas
que cantan en la noche su aleluya.

Alejandro Martín Navarro (De El oro y la risa)

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